Leonardo Padura: “El exilio ha sido un tema que me ha perseguido a lo largo de muchos años”
El escritor cubano se aleja del detective Mario Conde en su nueva novela, Como polvo en el viento, prevista para septiembre. En ella, el autor retrata la manera en que un grupo de personajes vive el exilio, desde Estados Unidos a Europa. Un fenómeno que atraviesa la historia de la isla.
Leonardo Padura (1955) era un niño cuando su tío paterno predilecto se fue de Cuba. Era con quien jugaba béisbol y con quien iba a los estadios de La Habana, el hombre que le dedicaba tiempo. La despedida familiar en casa de la abuela, marcada por la certeza de que sería un viaje sin retorno, como era en esa época, se ha mantenido en el recuerdo del escritor, al punto de que la emigración cubana es el tema de su próxima novela.
Se titula Como polvo en el viento y arranca en 1989, cuando cae el Muro de Berlín. El campo socialista comienza a desmoronarse y Cuba a perder su entramado comercial, hasta desgajarse económicamente y entrar en la crisis más honda de su historia, bautizada como Período Especial en Tiempos de Paz.
El creador de Mario Conde otra vez le dio vacaciones al intenso policía y se adentró en un drama que pondrá a pensar tanto a los cubanos que se quedaron como a los que se fueron durante los último 60 años, y sobre el cual Padura pretende echar luz, tan quemante quizás como el conflicto desgarrador que la enciende.
A cargo de la española Tusquets, y lista para salir al mercado en septiembre o tan pronto lo permita la tragedia del coronavirus, Como polvo en el viento suscita valoraciones de Leonardo Padura a través del teléfono, confinado en su casa, en La Habana.
“Ha sido un tema que me ha perseguido a lo largo de muchos años. En La novela de mi vida uno de los asuntos esenciales tiene que ver con el exilio de Heredia, el primer cubano que siente y expresa la nostalgia por la patria. Su eventual regreso a Cuba es elemento dramático muy importante que después se replica con un personaje que regresa a Cuba a finales del siglo XX, Fernando Terry”, cuenta.
El tema del exilio también inunda el guión de Padura para la película Regreso a Ítaca, del francés Laurent Cantet, sobre la vuelta de un cubano que se fue a vivir a España durante 20 años, mientras el drama de la diáspora judía empapa las páginas de Herejes, que se inicia con la negativa de asilo del gobierno de Cuba a un barco con 900 judíos que huyen de la Alemania nazi.
“En el caso nuestro, es un tema que ha marcado la vida cubana desde Heredia hacia acá. No es casual que una buena parte de los intelectuales más importantes del siglo XIX hayan vivido una parte de su vida en el exilio. Ahí están Félix Varela, José Antonio Saco, Domingo del Monte, Cirilo Villaverde y por supuesto José Martí, que desarrolla una parte importante de su trabajo como escritor y como político en el exilio”, explica.
“La novela trata de acercar esto a nuestra realidad, a nuestro momento, a nuestra experiencia viva”, añade, “porque creo que muchas personas de mi generación han emigrado o tienen familiares que han emigrado a lo largo de estos últimos 60 años. Por eso mi interés en este tema”.
-Como ciudadano, ¿cuándo comenzó a interesarle el tema de la emigración cubana?
-Tuve la primera noción de lo que era el exilio cuando era niño. Estábamos en los años 60, puede que yo tuviera 10 u 11 años, cuando mi tío paterno mayor salió de Cuba con su esposa y sus dos hijos. Un personaje muy importante en mi vida. Era el tío tarambana, despreocupado, que trabajaba muy poco, y por lo tanto tenía mucho tiempo para ver y jugar pelota (béisbol). Y con él yo iba al estadio Latinoamericano e incluso a otros estadios de barrio a ver pelota de segunda categoría. Fue quien más me transmitió la pasión por la pelota, que nunca me ha abandonado. Y recuerdo ese momento en que lo despedimos frente a la casa de mi abuela. En aquel momento las personas que se iban del país era como si murieran. Como si desaparecieran. Y esa despedida, que funcionaba como un funeral, ha sido un recuerdo que me ha acompañado.
“Muchos años después -continúa Padura- fui por primera vez a Estados Unidos. Pude ir a Nueva York y ver a mi tío, y cuando le hablé de aquella despedida, y de lo que me había ocurrido, su respuesta fue una verdadera lección de lo que es el exilio: ‘¿Tú sabes que yo no me acuerdo de eso?’. Me dejó conmovido”.
-¿Como polvo en el viento es una mirada también a la experiencia socialista cubana?
-1989 y 1990 es el momento en que se genera un cambio importante en la historia cubana reciente: comienza a desmontarse el socialismo en Europa del Este, a desintegrarse la Unión Soviética, y Cuba comienza a vivir lo que se ha llamado el Período Especial. Una etapa que recorrió la década de los 90, con un gasto social y unas carencias económicas tremendas, y esa experiencia está en la novela, que recoge las maneras que hemos tenido muchos cubanos de vivir nuestros exilios, y nuestros insilios en Cuba. En la novela hay cubanos que van a vivir a Estados Unidos, desde Hialeahy Miami, hasta Tacoma en el estado de Washington, en la frontera oeste con Canadá; a Madrid, Barcelona, Buenos Aires, Touluse. Es decir: se recorren distintos escenarios con estos personajes y con sus hijos, que son los hijos de mi generación. La novela intenta ser abarcadora sobre ese fenómeno y también sobre el de la permanencia en Cuba, una permanencia que implica una pertenencia.
-¿Usted por qué no emigró?
-Si te acuerdas, cuando recibí el Premio Princesa de Asturias, dije: “Y por eso puedo decir ahora que, más que dos, en realidad tengo tres patrias: Cuba, mi lengua y el trabajo”. En Cuba tengo la pertenencia a una cultura, que es la mía, y de la que no quisiera desarraigarme, pues todos los desarraigos son traumáticos… hasta el de las matas de plátano de mi patio. Quizás yo exagero un poco, y por eso incluso todavía vivo en la misma casa donde nací, en el barrio donde nació mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo Padura. En Cuba oigo hablar en la lengua en que escribo y conozco de cerca los conflictos de los cuales escribo. Cuba es mi literatura. Me encanta viajar, conocer otras realidades y formas de vivir la vida, pero la realidad en que me siento quien soy es en la cubana y mi forma de ver la vida, es también la cubana. ¿Qué le voy a hacer si yo… nací en Cuba?... Aunque a algunos quizás les gustaría que me fuera a vivir a otra parte y ya no jodiera más. Pero sigo aquí, viviendo y escribiendo.
La generación del 50
Leonardo Padura no se cansa de explorar estructuras literarias y la de su novela Como polvo en el viento le posibilita abarcar “desde el quiebre del socialismo en 1989-1990, el Periodo Especial, la pequeña recuperación que viene después, hasta otros procesos que hemos vivido. Y termina en 2016, cuando el ex presidente Barack Obama visita a Cuba y se crean muchas expectativas sobre lo que pudiera haber sido la vida en nuestro país”.
-¿Por qué inicia la novela en 1989, y no en 1980, el año del puente marítimo de El Mariel, tan simbólico en la emigración cubana?
-Porque en 1989 hay una generación que está llegando a su adultez -entre los 30 y los 35 años- y se produce una ruptura de lo que nos imaginábamos que iba a ser nuestro futuro. En el libro aparecen menciones a momentos anteriores de emigraciones importantes, como las de 1960, 1980 - la del Mariel-, pero me centro en el momento en que empieza un lento desangrar, que tiene un pico en 1994, con la crisis de los balseros. Pero sobre todo es ese lento goteo a lo largo de estos años con personas que habían visto su vida de una manera, y al resultar de otra, muchas optan por el exilio como una solución para sus problemas vitales.
-¿Intenta quedar bien con los emigrados?
-Será una novela muy polémica. No les va a gustar a algunas personas que se fueron, y a otras que se han quedado por distintas razones y ven este fenómeno desde otra perspectiva, tampoco les gustará. No he querido pensar en complacer a nadie más que en satisfacer las necesidades de unas vivencias que he tenido todos estos años con respecto al drama del exilio, que incluye la experiencia histórica cubana y la de familiares y amigos muy cercanos que viven en muchos sitios del mundo, para quienes el exilio también ha significado un drama.
Para escribir Como polvo en el viento, Padura recorrió distintos lugares donde viven cubanos emigrados, entre ellos Hialeah, un sitio “donde se ha concentrado una enorme comunidad cubana, al punto de que, como digo en la novela, es posible vivir con un pie en Cuba y otro en Estados Unidos, y donde, además, es posible vivir a lo cubano”.
En esta novela, los personajes tienen diferentes visiones de lo que es el exilio. “Uno de ellos va a Cataluña y después de ser en Cuba una persona sin muy determinadas opiniones políticas se convierte en un catalanista, independentista, que lee a Gramsci y Stalin para fundamentar sus posturas. Hay de todo. La experiencia me ha permitido saber que hay de todo”, asegura el escritor cubano más leído dentro y fuera de la isla.
-Defiende el espacio de creación literaria por encima del político y lamenta que mucha prensa se concentre en la confrontación, pero se supone que esta nueva novela tenga un gran componente político.
-Cualquier actitud social que tenga una persona con cierta responsabilidad civil tiene una carga política. Lo que he defendido es que no me interesa politizar mi trabajo literario. Mi literatura debe tener una perspectiva estética, artística y una proposición civil, social, con independencia de en qué punto eso se cruza con la política y entra en ese terreno. Una novela como El hombre que amaba a los perros es profundamente política, pero no significa que yo milite o sea contrario a alguno de los partidos políticos que aparecen en la novela. Es asunto de los personajes. Y con esta novela igual: no milito ni hago proselitismo, sino trato de representar un conflicto humano más universal que una coyuntura política, porque el hecho de renunciar a lo propio es mucho más un drama de la condición humana que una coyuntura política. De todas maneras, está presente esa situación política, pero no con una postura militante con respecto a ninguno de los fenómenos de la política, sino desde su peso en la vida de las personas.
-Ha dicho que su generación, que nació en los años 50 del pasado siglo, se ganó el derecho de hablar y criticar todo lo que ha pasado en Cuba. ¿Otras generaciones no?
-Yo nací en 1955, de manera que en los años 60 comienzo a ser una persona que va a un colegio, participa en juegos en el barrio, y después voy creciendo y desarrollando una apropiación de la realidad. Fue una generación que sufrió diversos experimentos a lo largo de su desarrollo vital. Cuando estaba en cuarto o quinto grado llegaron los maestros Makarenko, que tenían unos métodos y una formación muy distintos de los del magisterio cubano tradicional. A las maestras con las que yo empiezo a estudiar se les llamaba Señoritas, y de pronto llegan unos estudiantes de 14, 15 y 16 años con una mentalidad completamente distinta y métodos pedagógicos diferentes. A partir de ahí hemos sufrido todos los experimentos posibles y hemos participado en la realidad cubana de todas las maneras imaginables. Cuando cumplí 15 años yo estaba en un campo de cañas, cerca de Jovellanos, en la provincia de Matanzas, donde la temperatura bajó una vez a un grado centígrado y llegué a tener la mano izquierda en carne viva por el machete, y me la orinaba porque los viejos nos decían que ayudaba a cicatrizar, y era cierto. Aunque el mal olor era terrible. Estuve en Angola un año, afortunadamente como periodista, viví el Periodo Especial completo. El hecho de haber pasado todas esas experiencias y de seguir viviendo en Cuba me da el derecho de opinar. No se lo quito a otras generaciones anteriores o posteriores, pero creo que ninguna tiene tanto derecho como la mía a expresar lo que ha sido la vida en Cuba durante estos 60 años, porque es una generación que pasó todos esos experimentos y experiencias que nos fueron marcando y haciendo las personas que somos.
-No todos los escritores logran proponerse tener retos constantes. Además del literario, ¿hay otro estímulo que mantiene en ti el aliento, la frescura, la distancia del dogma creativo?
-Hay un elemento muy peligroso, sobre todo en los novelistas: acomodarse a una manera de expresar las cosas que haya probado efectividad. Hay otro riesgo, y es que al escritor le deje de funcionar lo que Hemingway llamó, literalmente, el detector innato de mierda, y que le haga creer que lo que escribe está bien. Y el otro elemento muy peligroso es la vejez. El proceso de envejecimiento del novelista lo lleva a acomodarse. Hay muchos ejemplos de grandes novelistas, algunos vivos todavía, que, con una gran obra literaria, se han acomodado y empezado a escribir libros que, francamente, desmerecen la obra anterior. No todos tienen la honestidad y el valor de Philip Roth, que murió hace dos años, y un tiempo antes admitió: he dicho todo lo que tenía que escribir, lo que tenía que decir. Me retiro. Yo pretendo no acomodarme, mantener funcionando el detector de mierda, y aspiro a que cuando envejezca desde el punto de vista mental tenga la lucidez suficiente para tomar la decisión de Philip Roth. Por eso mi reto de que cada novela sea diferente a la anterior.
-¿Cómo ha compatibilizado el confinamiento por el coronavirus y el trabajo?
-En cuanto al trabajo creativo, me ha sido muy productivo el confinamiento que hemos vivido, porque necesitaba mucha concentración y muchas horas para terminar las versiones finales de esta novela y fijarme, con mucha dedicación, en los pequeños detalles. Ha sido favorable a la vez porque he tenido que suspender varios viajes para presentaciones en Francia, congresos en España, pospuestos o cancelados. No sé cuándo se recuperará esa otra parte del trabajo, el de la promoción, que sí se ha afectado. Como sabes, en el actual panorama literario una parte esencial es la creación, pero también es importante la promoción. Algo que ha sido afectado por la ausencia física, ya no por la de entrevistas, porque si en tiempos normales hacía cuatro o cinco entrevistas a la semana, sobre todo en ferias del libro y congresos, ahora el ritmo ha bajado a no menos de tres, así que no he dejado esa parte de la promoción. Tampoco he abandonado el trabajo que me complementa como escritor, el periodístico, y he escrito crónicas para BBCMundo y El País relacionadas con este momento tan especial que estamos viviendo.
Incapaces de pasar mucho tiempo alejados, Mario Conde regresará muy pronto a las ficciones de Leonardo Padura, cuando el escritor cubano se meta de lleno, para su próxima novela, en el mundo de Alberto Yarini, un proxeneta convertido en leyenda que vivió durante el nacimiento de la república de Cuba, a principios del siglo XX, una historia que correrá paralela a otra en la que Conde hará gala de la intensidad con la que vive e investiga en el siglo XXI.
“Espero que esta novela sea un reto a la hora de ver la realidad cubana desde dos puntos de vista que en algún momento puedan confluir: principios del siglo XX e inicios del XXI: 100 años después qué cosa fue la Cubaque vivió Yarini y que ha sido la que vive Mario Conde”, concluye.
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