“Más famosos que Jesús”: The Beatles y la trastienda de la mayor polémica de su carrera

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Una entrevista que John Lennon concedió en marzo de 1966 generó una inusitada reacción en Estados Unidos cuando fue republicada cinco meses después, ad portas de la tercera gira de la banda por el país del norte. La suma de amenazas y problemas empujaron a los de Liverpool a dejar de tocar en vivo de forma definitiva.


John Lennon estaba nervioso. Sabía lo que le esperaba cuando arribara a Estados Unidos para la tercera gira estadounidense de los Beatles, el 11 de agosto de 1966. La prensa y la fanaticada local esperaban sus explicaciones por unas palabras que en el país del norte habían causado especial molestia, incluso algunas emisoras radiales se negaron a pasar su música y hasta se organizaron piras para quemar sus discos, como si fueran herejes en un auto de fé.

"El cristianismo se irá. Desaparecerá y se encogerá. No necesito discutir sobre eso, tengo razón y voy a tener razón. Nosotros ahora somos más populares que Jesús, no sé qué se irá primero, si el rock and roll o el cristianismo. Jesús estaba bien pero sus discípulos eran ordinarios, son ellos los que para mí lo arruinan", esas fueron las afirmaciones que habían causado el escándalo que el músico debía enfrentar.

En rigor, todo el embrollo se originó cinco meses antes, en marzo de ese año. El diario inglés London Evening lanzó una serie de artículos semanales titulados "¿Cómo vive un Beatle?", los que estuvieron a cargo de la reportera Maureen Cleave. Ella ya conocía al grupo, les había seguido desde el estallido de la Beatlemania e incluso había viajado con ellos a su primera gira por Estados Unidos en 1964. Por tanto, les generaba confianza y no les extrañó que ella eligiera entrevistar a cada uno de ellos por separado.

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"Maureen era una persona muy interesante, con la que se podía hablar.Todos nos dejamos entrevistar por ella. Siempre nos sentíamos atraído por cualquier periodista que fuera un poquito más inteligente de lo habitual, porque podíamos hablar con ellos", cuenta Paul McCartney en el libro The Beatles Anthology,

La entrevista (puedes leerla completa acá) detalla ciertos aspectos de la vida cotidiana del creador de “Help!” en su mansión de Weybridge. Se describe el lugar, su gusto por mirar la televisión y se detallan algunas de sus posesiones, como sus autos, las máquinas grabadoras, un gato y un traje de gorila. Es decir, nada fuera de lo común a un artista millonario y un tanto excéntrico.

Las palabras sobre la religión se enmarcaban en un contexto de creciente secularización de la sociedad, lo que había obligado a la Iglesia Católica a realizar el Concilio Vaticano II, el que se había clausurado en diciembre del año anterior. Posiblemente la cercanía de esa noticia hizo que el tema estuviera en el aire, pese a que Inglaterra es un país anglicano. De hecho McCartney y Harrison -cuyas familias eran de origen irlandés- habían sido bautizados como católicos, pero no eran practicantes.

Cuando el texto fue publicado, no ocurrió mayor polémica. En abril los fab four comenzaron las sesiones de grabación del álbum Revolver y para mayo se esperaba el inicio de una nueva gira mundial que pasaría por algunas ciudades inglesas, Alemania, Japón y cerraría en Estados Unidos. Los músicos esperaban que esta fuera como todas: caótica, con muchas fechas, pocos días de libres y muchos, muchos, fans gritones. Fue todo eso y más.

“Pensé que me matarían”

En julio la revista estadounidense Datebook publicó las entrevistas de Cleave. Pero la diferencia con la de London Evening es que en el caso de Lennon, el editor Art Unger decidió titularla con la frase del Beatle sobre la religión. Allí empezó todo el conflicto, especialmente en el área del "cinturón de la biblia", en el sur más tradicional. La polémica estalló a días de la llegada de la banda al país, lo que motivó al mánager Brian Epstein a reaccionar.

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“Los americanos estaban furiosos por el comentario, así que Brian sugirió a John que grabara un comunicado explicando lo que había querido decir y lamentando todo el entuerto. Concertaron una cita en el estudio de George Martin, pero luego hubo un cambio de planes”, relata Neil Aspinall, el asistente del conjunto en The Beatles Anthology.

Pero el músico se negaba a emitir declaraciones, básicamente por temor. "Yo no quería hablar porque pensé que me matarían, porque allí se toman las cosas terriblemente en serio. Quiero decir que te pegan un tiro y luego se dan cuenta de que la cosa no era tan importante", comenta en el libro antológico. Unas palabras que resultarían proféticas.

No exageraba. Entonces solo habían pasado tres años desde el asesinato del Presidente John F. Kennedy, y todavía estaban latentes los violentos disturbios originados en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en el sur, como el ocasionado por la negativa de la Universidad de Mississippi de aceptar el ingreso del joven afroamericano James Meredith.

Como el plan de sacar una disculpa grabada no prosperó, Epstein se vio obligado a viajar de urgencia al país de Elvis Presley para emitir un comunicado oficial, en que sostuvo la idea de que el artículo del Datebook había tergiversado las palabras del guitarrista.

“Las declaraciones que John Lennon hizo a una columnista de Londres hace unos tres meses han sido sacadas de su contexto. Lennon está profundamente interesado en la religión, y estaba manteniendo conversaciones muy serias con Maureen Cleave”, detalló el representante en su pauta, esperando que con ello la tormenta amainara. Pero se equivocó.

En Chicago, el autor de “Day Tripper” tuvo que enfrentar a los medios y trató de explicar sus palabras, aunque siempre con su particular estilo. “Si hubiera dicho que la televisión es más popular que Jesucristo, quizá no hubiera pasado nada. Siento haber abierto la boca. Ocurrió que estaba hablando con una amiga y ocupé la palabra ‘beatles’ como una cosa remota, tal como nos ven los demás”, señaló.

Un sonido que estremeció Memphis

"Cuando llegamos al cinturón de la biblia, allá abajo en el sur, la gente golpeaba las ventanillas con los puños. Me acuerdo de un chico de 11 o 12 años que empezó a aporrear los cristales del auto. Si hubiera podido llegar hasta nosotros creo que nos hubiera matado. Eso hizo que empezáramos a tener serias dudas sobre las giras. Todas habían ido de maravilla pero ya estábamos un poco hartos", recuerda Paul McCartney en The Beatles Anthology.

El 19 de agosto, los fab four debían presentarse en el Mid South Collisseum de Memphis. A su llegada a la ciudad fueron llevados de inmediato al recinto con fuerte escolta policial ya que el Ku Klux Klan había amenazado con atentar contra ellos. Incluso el predicador local Jimmy Stroad se manifestó afuera del estadio con algunos de sus seguidores. Ese día debían hacer dos presentaciones, algo habitual para la banda, pero la primera se retraso una hora debido a una amenaza de bomba.

Durante el segundo show, mientras tocaban el tema “If I Needed Someone” un estallido se sintió en el recinto. Los integrantes de la banda inmediatamente miraron a John, quien afortunadamente aún estaba en pie e ileso. Al final era un inofensivo petardo lanzado por dos chicos de quince y dieciséis años, quienes fueron arrestados por la policía. Al terminar de tocar, literalmente, los ingleses huyeron del estadio aún vestidos con sus trajes de actuación, mientras eran perseguidos por manifestantes. Lo peor para ellos es que los problemas no terminarían.

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En Cincinatti, el concierto debió retrasarse un día pues una fuerte tormenta había mojado el escenario y los músicos corrían el riesgo de electrocutarse. "Cuando Mal [Evans, roadie del grupo] llegó a montar el equipo preguntó donde estaba la toma de electricidad '¿Qué toma de electricidad?' le respondieron. Ni siquiera sabían que tocábamos guitarras eléctricas. Estaba todo tan mojado que no pudimos actuar", cuenta George Harrison en The Beatles Anthology.

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No más giras

Ya en sus escalas en Japón y en las Filipinas -donde salieron del aeropuerto casi a patadas- los hombres de “A hard day’s night” debieron enfrentar reacciones adversas por parte de grupos conservadores frente a diversos acontecimientos que consideraron provocadores, los que incluso habían terminado con Brian Epstein pagando fuertes sumas de dinero para continuar los viajes.

Agobiados por los problemas, los de Liverpool comenzaron a evaluar la posibilidad de dejar las giras. Además, por esos días la técnica de los conciertos en vivo no estaba desarrollada y, en algo insólito para nuestros días, el cuarteto no tenía monitores de piso, sonidistas o un equipo de asistentes preparados. Simplemente llevaban sus enormes amplificadores Vox de 100 watts, un órgano que a veces Lennon usaba para tocar “I’m down” y nada más, tal como si tocaran en un club en Inglaterra. Por ello prácticamente no se oían tocar.

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"En 1966 las giras comenzaban a volverse aburridas y yo estaba bastante harto de ellas. En las actuaciones nadie nos escuchaba. Al principio nos daba igual, pero llegó un momento en que tocábamos fatal y yo me había unido a The Beatles porque eran el mejor grupo de Liverpool", detalla Ringo Starr en la antología.

"George y John eran los que estaban más hastiados con las giras, y estaban particularmente hartos de ellas. Así que acordamos no decir nada, pero no saldríamos más, agrega McCartney en el mismo volumen.

Además, la música que grabaron para el álbum Revolver, y el single "Paperback Writer"/"Rain", era notablemente más compleja que la compuesta hasta entonces. Esta incluía capas de arreglos, ensambles orquestales y varios overdubs que no podían reproducir en escena. Por ello se habían limitado a tocar solo lo que podían.

En esa temporada arrancaban los shows con la versión de "Rock and roll music" que habían registrado para Beatles for sale (1964), además de algunos sencillos como "I feel fine", caras B como "She's a woman", canciones del disco Help! y dos de Rubber Soul -"If I Needed Someone" y "Nowhere man"-.

Así llegó el 29 de agosto. En el Candlestick Park de San Francisco, ofrecieron su último show. "Ahí dejamos nuestras cámaras fotográficas encima de los amplificadores y pusimos el disparador automático. Luego parábamos entre canción y canción. Ringo dejaba la batería y nos poníamos delante de los amplificadores vueltos de espalda al público y nos hacíamos fotos. Sabíamos que no volveríamos a pasar por aquello. Necesitábamos descansar", cuenta Harrison en el libro de antología.

En ese texto, el autor de “Taxman”, agrega. “Mientras los demás enloquecían nosotros éramos las personas más cuerdas que había en todo el asunto”.

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