La escuchó una y otra vez. Pero John Lennon no estaba satisfecho con el resultado del trabajo dedicado a su nueva canción, llamada “Strawberry fields forever”. Junto al resto de los Beatles le habían dedicado tres largas sesiones encerrados en los fríos muros del estudio 2 de Abbey Road. Un tiempo inusualmente largo para un tema suyo, en que probaron arreglos y exploraron sonidos de instrumentos nuevos. Pero algo no andaba bien.
Tras grabar una versión preliminar, el personal del estudio entregó a cada integrante del grupo un pequeño disco con una mezcla de la canción en mono para que la pudieran escuchar.
En su mansión de Weybridge, encerrado con sus demonios y los viajes en ácido, John volvió a repasar la grabación. No hubo caso. En su opinión, a esa pieza bucólica de nostalgia infantil y anhelos insatisfechos, le faltaba algo que le hiciera justicia. Algún vehículo musical para lograr una sensación de escape. Pero no sabía qué.
"Para ser alguien que normalmente se expresaba tan bien, siempre me asombró lo mucho que le costaba encontrar las palabras para decirle a George Martin cómo quería los arreglos de sus canciones", recuerda el ingeniero Geoff Emerick en su libro El sonido de los Beatles(2011, Indicios).
Por ello es que apenas regresó al estudio, el músico trató de explicarle a Martin, el histórico productor de los fab four, su problema. "No lo sé; creo que debería tener mucho más peso", fue lo único que consiguió hilvanar, según cuenta Emerick. Por supuesto, esa vaga afirmación no contribuyó a mejorar las cosas.
Al final, fue Paul McCartney quien sugirió la posibilidad de añadir arreglos de orquesta. A Lennon le gustó la idea y le encargó a Martin que trajera violenchelos y trompetas. "Pero asegúrate que tenga peso", remató.
Pero aún así no le bastó. El autor de "Help!" insistió en una solución radical: grabar nuevamente la canción. Pero aburrido de los desvaríos del músico, Martin decidió asistir al estreno de una película junto al personal del estudio, y no estaba disponible la noche en que el grupo fue a trabajar el tema. A los de Liverpool, eso no los intimidó y trabajaron duro junto a otro ingeniero del personal de Abbey Road, Dave Harries. Se tomaron su tiempo para probar arreglos, incluir instrumentos como el swarmandal (una especie de pequeña arpa de la India, traída por George Harrison), el teclado mellotron y pulir todo.
Parecía que por fin el tema estaba listo. Hasta que una mañana, John volvió a hacer un anuncio que dejó a todos perplejos.
Psicoanálisis con música
Fue bajo el sol en una playa de Almería, España, en que John Winston Lennon, el hombre tras la estrella de rock, volvió a sentir la comezón del impulso creativo. Acaso por el cálido sol del Mediterráneo quemando su piel, o por verse liberado de la locura de la beatlemanía, el músico se sintió especialmente cómodo. Sin más tomó la guitarra y poco a poco las palabras fluyeron.
"El fuerte sol del otoño español le despertó recuerdos de sábados de julio en Woolton mucho tiempo antes, cuando el sonido lejano de una banda de música le hacía tirar del brazo a su tía Mimi desesperado por jugar al tiro al coco y comprar algodón de azúcar. En lugar de ver aquellas paredes blancas cegadoras y aquellos tejados de terracota vio el orfanato de piedra arenisca cuya fiesta anual había sido el punto álgido de los veranos de su niñez; vio las verjas de hierro, las tristes ventanas góticas, el letrero oficial con su nombre extraño que se fundía en la boca: Strawberry Field", escribe el biógrafo Phillip Norman en John Lennon (Anagrama, 2009).
Pero finalmente, decidió cambiar "field" por "fields", "para sugerir más bien los campos llenos de maleza que habían formado parte en otro tiempo", agrega Norman. "Lo que allí surgió no fue una imagen nostálgica de postal, sino un cuadro abstracto sonoro: místico y ambiguo, pero al mismo tiempo revelando más cosas de su autor de las que hubiera revelado el mero recuerdo".
El lugar es un terreno con árboles, en que se levantó una casa que funcionaba como orfanato. Estaba ubicado en la zona de Woolton, en el suburbio de Liverpool, muy cerca de la casa donde John vivió con su Tía Mimi, quien le crío tras la separación de sus padres a temprana edad. De hecho, de niño solía jugar con sus amigos en la parte trasera del recinto.
Por tal razón, se trataba de una canción especial. Una que lo conectaba con su emoción más profunda, a menudo escondida tras la apariencia de un chico mordaz y cáustico. “En realidad ‘Strawberry fields forever’ fue un psicoanálisis con música -explicó años después en una entrevista reproducida en The Beatles Anthology-. Creo que la mayor parte del psicoanálisis es meramente sintomática en la que sólo hablas de ti mismo. Yo no necesitaba hacer eso porque lo he hecho con reporteros. Nunca he tenido tiempo para los psiquiatras y esas personas, porque están todos chiflados”.
Años después, conversando con Rolling Stone, insistió en la idea de que era una canción en que hablaba de sí mismo. "Las únicas canciones reales que escribí eran como 'Help!' y 'Strawberry Fields'. No puedo pensar en cuáles son ahora, pero esas son las que siempre consideré mis mejores canciones. Son las que realmente escribí desde la experiencia y no desde una proyección de mí poniéndome en alguna situación solo para escribir una historia sobre eso".
Salir del palacio
John llegó a España en septiembre de 1966 para participar como actor en el rodaje de la película How I won the war (Como gané la guerra, fue la traducción). Era una comedia absurda ambientada en la Segunda Guerra Mundial, que relataba la historia del Teniente Earnest Goodbody (Michel Crawford), quien recibía la misión de construir una cancha de cricket a 100 kilómetros de las líneas enemigas, en plena campaña en el norte de África. Le acompañaba una imposible patrulla de soldados, uno de ellos interpretado por el Beatle.
El director, Richard Lester, ya conocía a Lennon pues estuvo a cargo de las dos películas de los Beatles estrenadas hasta entonces (A Hard Day's Night y Help!) y le había llamado la atención la fuerza que tenía como intérprete, pese a no tener estudios de actuación. Por ello le ofreció un papel secundario, no muy relevante: el del soldado Gripweed.
Podía sonar poca cosa, pero la oferta tenía sus ventajas; no tendría que cantar en pantalla, ni componer nada para la banda sonora. Y mejor aún, no tendría que aparecer todo el tiempo. No sería como las sonsas películas de Elvis. Atraído por la curiosidad, y con ganas de romper la monotonía de sus días en Weybridge, el músico aceptó.
Solo poco tiempo antes, los Beatles habían decidido dejar las giras. La locura de la beatlemanía que no les permitía disfrutar las estadías en los países que visitaban, las dificultades técnicas que debían enfrentar en sus conciertos y las amenazas recibidas tras difundirse en Estados Unidos una entrevista en que Lennon, afirmó que los Beatles eran “más populares que Jesucristo”, colmaron el vaso.
Pero la perspectiva de verse sin sus compañeros en principio asustó a Lennon. Peor aún, se vio sin panorama: McCartney desató su creatividad junto a George Martin en la banda sonora de la película The Family Way, que ganó el premio Igor Novello; Ringo se dedicó a la vida familiar; George Harrison, el más silencioso, parecía estar en su elemento: viajó a la India para interiorizarse de la cultura del país y tomar lecciones de sitar, en una casa en las montañas, con la tutela de Ravi Shankar, uno de los virtuosos del instrumento.
“En vez de quedarme en casa con la familia, me fui inmediatamente a España con Dick Lester porque no podía soportar el no estar continuamente en un escenario -recuerda el músico en la Anthology-. Ésa fue la primera vez que pensé: ‘Dios mío, ¿qué vas a hacer si esto se ha acabado? ¿qué más se puede hacer? Sin eso no hay vida’”.
Con la certeza de que las giras y los conciertos ya no iban a marcar los tiempos de su carrera, y aburrido de la vida familiar, comenzó a rondar una idea en su cabeza: escapar. "Y ahí es cuando se plantó la semilla de que tenía que salir de alguna manera [de los Beatles] sin que los otros me expulsasen. Pero no podía dar el paso y salir del palacio porque me daba demasiado miedo".
Aunque lo consideró, finalmente John desechó la idea de seguir una carrera como actor. Simplemente, el desagrado por la tarea de memorizar textos -que en la película Help! provocó muchos retrasos-, además de las largas horas de espera en los rodajes, le resultaron motivo suficiente. Además, no se avenían con su personalidad más directa y explosiva. Prefirió entonces seguir en lo suyo.
Eso sí, la preparación del personaje le dejó algo. Debió cortarse el pelo y usar por primera vez los anteojos redondos de marco delgado del Servicio Nacional de Salud inglés. Le encantaron. Adiós al flequillo de la beatlemanía. Nacía el look más característico de John, un símbolo indivisible de su imagen. Y de una forma simbólica, se acababa una era.
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En el rostro de George Martin se dibujó un rictus de tensión, apenas John afirmó algo que hubiese preferido no oír. Después de haber despachado con el grupo una versión de "Strawberry fields forever" -la que iniciaron sin Martin presente-, dijo que prefería el comienzo de la grabación que se había llevado antes a casa. Por ello, es que sin más, propuso que el ingeniero Geoff Emerick, "pegara" el comienzo de una, y el resto de la otra.
El problema era que ambas estaban en tonos y velocidades diferentes. El productor George Martin se lo explicó como pudo. Pero John, quien no estaba muy a caballo con la tecnología, simplemente remató: "Pueden hacerlo".
"Hicimos unas cuantas versiones de ella. John no quedó del todo conforme con el primer par de tomas, así que rehicimos toda la grabación y al final John y George Martin juntaron dos versiones distintas", recuerda Paul McCartney en The Beatles Anthology.
Tras mucho probar, Emerick asegura que la solución para unir las piezas fue acelerar una toma y ralentizar la otra. El punto de empalme, según el ingeniero está a sesenta segundos de iniciado el tema, sobre la palabra "going" ("...'cause i'm going to"). Cuando le mostraron el resultado, John alucinó. "Brillante. Simplemente brillante".
La introducción que el músico se había propuesto rescatar, había sido compuesta por "Macca" en el teclado mellotron, un aparato voluminoso recién adquirido, que podía reproducir loops con sonidos pregrabados de diferentes instrumentos, una idea innovadora para la época. De esta manera, se podía tener una sección de cuerdas, bronces y hasta coros en un solo gran aparato. Incluso tenía pistas de ritmo y otras piezas. En este caso, McCartney programó el sonido de las flautas.
El grupo había mostrado compromiso con el tema. A menudo partían los discos con piezas de John y esta vez no fue la excepción. Cuando les mostró la canción a la guitarra acústica, por primera vez, notaron su potencial. "Fue pura magia -recuerda Martin en la Anthology-. Era absolutamente preciosa".
Con "Strawberry Fields Forever" y "Penny Lane" listas, Lennon y McCartney tantearon la posibilidad de crear un álbum al completo basado en sus vivencias de niñez en Liverpool, debido a las letras e imágenes de ambas canciones. Pero el plan no prosperó: ante la falta de un sencillo (el último había sido "Yellow Submarine/Eleanor Rigby" en septiembre de 1966), el sello EMI presionó para obtener algo para lanzar al mercado. Allí se decidió sacar las dos canciones como doble cara A en febrero de 1967. Como en el caso de los Beatles, se llevaba la política de no repetir sencillos en los LP, por esa razón no fueron incluidas en el futuro Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band.
El legendario video promocional se rodó en Knole Park en los últimos días de enero del 67'. El sueco Peter Goldman estuvo a cargo de la dirección, y de alguna forma reprodujo en la pantalla el ánimo bucólico y experimental del tema. El salto de McCartney al árbol, la reproducción de secuencias de día y noche, los juegos de colores fuertes y el vestuario psicódelico del cuarteto,
Y aunque el single no llegó al número uno (le ganó la balada “Release Me”, de Engelbert Humperdinck), Lennon no pareció sentirse frustrado. Para él, se trataba de un momento de encuentro con sus recuerdos; la evocación de una inocencia perdida en la antesala del “verano del amor”; el pasado donde no había presiones ni fama que responder; un lugar seguro ante la angustia de su existencia como leyenda viviente.