El invierno boreal de 1994 fue especialmente crudo para Radiohead. Consumidos en el ritmo de trabajo impuesto por la discográfica EMI para terminar su segundo disco, publicado bajo el nombre de The Bends, en nueve semanas, los integrantes del grupo se devanaron la mente para obtener sonidos diferentes y crear arreglos, en un difícil equilibrio entre su propia ambición y la presión corporativa por repetir el éxito de "Creep". Es honesto, es intenso. Una posición confortable por un momento, pero como comprobarían al entrar a la pesada maquinaria de la industria musical, parecía más un pesado lastre.

Mientras Thom Yorke llegaba todos los días al estudio RAK en St John's Wood  para preparar canciones, y el guitarrista Jonny Greenwood dedicaba días completos a pulir detalles, la exasperación sobre ellos crecía. Es que a diferencia de sus ruidosos compañeros de generación, los de Oxford no aspiraban a la grandilocuencia que vociferaban los Gallagher, o al revival british pregonado por Blur. Acaso como un reforzamiento de su identidad en tiempos convulsos, la banda profundizó en su sentido de la alienación y su esencia anticorporativa.

Por ello es que en este álbum hubo un trabajo de equipo distinto. De alguna manera, la tensión les obligó a buscar una comunicación diferente Una mañana, Greenwood aportó con un pedazo de canción que había compuesto. Con el apoyo de Yorke, consiguieron darle forma, le añadieron guitarra acústica, una tormenta de distorsión en el estribillo y en poco tiempo ya era parte del set de canciones. Según afirma un artículo de Q Magazine, al productor John Leckie le encantó. Se llamó "Just".

Radiohead en 1995

A diferencia de la pared de distorsión que lanzaban en el disco Pablo Honey, el trío de guitarras de Yorke, Jonny Greenwood y Ed O’Brien dio un paso adelante. En las sesiones de The Bends, aprendieron a manejar los diferentes usos de las inversiones, acordes y efectos de sonido que abrieron la musicalidad del grupo. En especial la punzante Telecaster de Greenwood que inserta escalas y frenéticas corridas por el mástil como un aguijón sonoro que se clava en la capa de acordes.

Aunque por su sonido no lo parezca, “Just” fue grabada en vivo tras algunas horas de ensayos. Según definió Yorke, era “una competencia de Jonny y yo para obtener la mayor cantidad de acordes posible”. En 2017, la revista y sitio web inglesa NME eligió el solo tocado por Greenwood como uno de los mejores de todos los tiempos.

Pero si hay algo que destacó a la canción fue su video. Un hombre está acostado en el pavimento.  Alguien tropieza con él. Conversan. Quiere saber por qué está ahí, acostado en la calle. Pronto, la gente se reúne a su alrededor para saberlo. Tras revelarlo, todos yacen en la acera como abatidos por un golpe mortal.

Con los años, el director Jamie Thraves y la banda no han revelado el secreto. Solo se sabe que es algo pensado por el quinteto. Ello disparó las conjeturas. Un gancho tan célebre desde que la prensa buscaba el significado de las canciones de John Lennon. Quizás eso es parte del aura de misterio que el grupo ha trabajado con cuidado desde esos días en que la fama amenazó con engullirlos.

Hay quienes dicen que se trata de un acertijo, otros de un pensamiento de corte metafísico. Como sea, parece ser que su efecto es tan poderoso como la música. Nada raro en un grupo de melómanos orgullosos del camino que construían por entonces. Uno que los llevaría lejos de cualquier etiqueta. Como rehuyendo de la pestilencia de la leyenda.