Muchos años antes de rodar las películas que le dieron un nombre en el cine, Stanley Kubrick se inició en el mundo de la imagen de forma casi fortuita. A los 13 años era un chico de familia judía acomodada que ocupaba sus tardes en jugar ajedrez y practicar batería jazz, aunque sin demasiado éxito. Por entonces su padre, un respetado médico y fotógrafo aficionado, le regaló una cámara marca Graflex. No era cualquier aparato, pues era el modelo escogido por la mayoría de los fotoperiodistas profesionales de los años cuarenta. Así, dejó las baquetas y tomó el lente como su vehículo para expresar su mirada del mundo.

Inquieto, el adolescente comenzó a salir a las calles a tomar imágenes. Sujetos en parques, cafeterías y otros lugares llamaban la atención del muchacho. Obsesivo, juntó un montón de su material, eligió la mejor y logró venderla a la revista Look, una publicación quincenal que le ofreció un puesto como aprendiz de fotógrafo. Así, seis semanas después de graduarse de la secundaria, mientras algunos de sus amigos iban a la Universidad, él aplanaba las calles cámara en mano.

Con 17 años, Stan Kubrick -el nombre con que firmaba su trabajo- fue tomado al alero de profesionales de mayor recorrido como Arthur Rothstein y John Vachon. En esos días era el más joven de la plantilla de la revista y cobraba US$50 a la semana por su trabajo. Pasajeros del metro de Nueva York, visitantes al Zoológico, transeúntes, parejas distraídas y hasta nerviosos pacientes de un dentista, fueron retratados por él.

Metro de Nueva York, fotografía de Stanley Kubrick

En sus imágenes, el mozuelo comenzó a desarrollar su fino sentido de la composición. A partir del uso de técnicas como el picado, el contrapicado, el juego con la profundidad de campo, el alto contraste y una impresionante habilidad para seleccionar personajes interesantes, su trabajo comenzó a destacar en la publicación.

En 1949, la revista Look decidió enviarlo a Chicago para ilustrar un reportaje de Irv Kupcinet titulado "Chicago City of Contrasts", en que no solo tomó buenas fotos, sino que desarrolló una narrativa que se complementa con el texto. Para ello tomó una escena callejera que  introduce al lector a la atmósfera del relato y luego presenta una serie de imágenes que alternan entre la privación y la riqueza de manera brutal. Casas, cocinerías, la estación de ferrocarril, un club de striptease, un combate de box, entre otras, son parte de su trabajo. Ya entendía como contar una historia solo con imágenes.

Chicago, fotografía de Stanley Kubrick

Vachon y Rothstein ya notaban el talento de su protegido y en un artículo que ambos escribieron le dedicaron algunas palabras. “En su tiempo libre, Stanley experimenta con la cinematografía y sueña con el día en que puede hacer películas documentales”.

El futuro director de La naranja mecánica trabajó en la publicación por casi cinco años desde 1945. Participó en 135 reportajes, muchos de los cuales se pueden encontrar hoy en los archivos de la Biblioteca del Congreso y el Museo de la Ciudad de Nueva York, que juntos poseen el material de Look. Se estima que el trabajo de Kubrick supera las 13.000 fotos. Hace un poco mas de un año, el Museo de Nueva York exhibió algunos de sus trabajos.