El día en que John Lennon iba a tocar en un disco solista de Paul McCartney
El autor de “Strawberry Fields Forever” había aceptado una invitación de su ex colega en los Beatles para participar en su álbum Venus and Mars. Sin embargo, el día que debía concretarse su llegada, un acontecimiento de su vida sentimental enterró la posibilidad de colaboración. Una historia de Culto.
Un timbrazo rompió la calma de la casa de Paul McCartney en Londres. El bajista fue a abrir la puerta, y seguro que jamás esperó encontrarse con lo que vio.
Al otro lado de la verja estaba nada menos que Yoko Ono. Estaba vestida de negro. Se veía triste, empequeñecida. La relación entre ambos nunca había sido del todo fluida, siempre reinó una tensa “paz armada”. Desde que John Lennon intempestivamente comenzó a llevarla a las sesiones de grabación, a partir del White álbum en 1968, los restantes miembros de The Beatles –sobre todo Paul– sintieron que la japonesa había invadido un sacrosanto terreno privado.
Pero las cosas ahora eran diferentes. Eran los últimos meses de 1973, y Yoko había viajado desde Nueva York, donde residía, directamente a Londres para charlar con Paul. Este, aún sorprendido, hizo gala de su carácter diplomático y la hizo entrar. Junto a su esposa Linda escucharon lo que la artista tenía que decirle.
En ese momento, Yoko pensaba que Paul era la única persona que la podía ayudar. Así que lanzó su mensaje como una granada. Algo que estallaría sin saber exactamente cómo.
Fin de semana perdido
En el departamento 72 del edificio Dakota, en Nueva York, Yoko Ono le pidió a su esposo, John Lennon, que conversaran un momento. Estaba inquieta. Ocurre que hacia septiembre de 1973 las cosas no estaban funcionando del todo bien para el mediático matrimonio Lennon – Ono. Entonces, la japonesa fue al grano.
“Le dije: ‘Escucha John, la cosa es un poco como que ya no estamos apasionados el uno por el otro. ¿Vamos a ser como una de esas parejas conservadoras a la antigua que están juntos solo porque están casados?”, recuerda Yoko en el libro John Lennon, de Phillip Norman (Anagrama, 2009).
Para ese entonces, la pareja llevaba casi cinco años de un intenso y ajetreado matrimonio. Desde que iniciaron su relación, en mayo de 1968, Habían pasado juntos la tormentosa separación de los Beatles, habían vivido en varios lugares, y sobre todo habían creado cosas juntos. Grabaron los álbumes Two virgins (1968), Life with the lions (1969), Wedding álbum (1969), y el disco en directo Some time in New York City (1972). Y por supuesto, Yoko estuvo presente en los discos John Lennon / Plastic Ono Band (1970), e Imagine (1971).
También hubo exposiciones de arte conjuntas, y sobre todo acciones de performance para llevar el mensaje de la paz, oponiéndose a la guerra de Vietnam (como el bed-in, en hoteles de Amsterdam y Montreal, en 1969).
No se trataba solo de un romance entre un músico y una artista conceptual, era una sociedad creativa, muy en la línea del avant-garde, o arte de vanguardia que practicaba Yoko y que a John le fascinó. Eso explica los intrincados collages sonoros que grabaron juntos y que Lennon incluso llevó al White álbum en la muy experimental “Revolution 9”. En resumidas cuentas, John había roto su sempiterna sociedad con Paul McCartney para reemplazarlo por Yoko.
Pero hubo un rasgo llamativo desde los primeros días del romance. Compartían cada momento del día juntos. Segundo a segundo. Sin despegarse. Por eso John decidió llevarla a las sesiones de grabación. Además, era un romance con ribetes casi épicos. Ambos habían roto con sus parejas (Cynthia Powell y Tony Cox, respectivamente), y dejado hijos atrás (Julian, en el caso de John; Kyoko, en el de Yoko) para poder estar juntos. Era una decisión a muerte. Estaban intensamente enamorados y se jugaron todo porque funcionara.
Inevitablemente, tras cinco años de intensa convivencia, el desgaste había comenzado a hacer mella en el matrimonio. Muy a pesar de ambos, la cosa ya no era lo mismo de antes. “Aunque no dejaban de asombrarse y divertirse constantemente el uno al otro a nivel creativo, su relación física había perdido inevitablemente parte de su fuego inicial”, señala Phillip Norman en su citado libro.
Además, Yoko había comenzado a cansarse del carácter posesivo y celoso de John. Eso era algo que él mismo admitió en uno de los cortes de su álbum Imagine, la clásica y muy personal “Jealous guy”.
Así, la nipona decidió que John se fuera por un tiempo del Dakota, pero no solo. Le acompañaría una asistente, la estadounidense de origen chino May Pang, de solo 22 años, quien haría las veces tanto de secretaria como de amante. Lennon simplemente tuvo que agachar la cabeza y aceptarlo, aunque, contrario a su rasgo posesivo, le sugirió a Yoko que también tomara un amante, de modo que ambos se sintiesen culpables.
John le sugirió el nombre del guitarrista David Spinozza, quien había tocado en las grabaciones del álbum Feeling the space, de Yoko, y en el disco que Lennon estaba pronto a sacar, con fecha para noviembre de ese 1973: Mind Games. A Yoko la idea no la convenció de primeras, pero le quedó rondando.
De este modo, John partió a Los Angeles, California, junto a May Pang. En principio sería solo por dos semanas. Pero al final, fueron 14 meses que el mismo John calificaría como “Fin de semana perdido”, donde pasaría no solo componiendo y grabando, sino también con muchas fiestas, consumo excesivo de alcohol y drogas, y sobre todo, extrañando sobremanera a Yoko.
Pese al desgaste de la relación, y que la idea de que John se marchase había sido suya, Yoko no pudo pasar mucho tiempo sin extrañar a su esposo. Quería que volviera, y pensó que autor de “Get back” era el indicado para darle el recado.
Tras pensarlo un poco, Paul aceptó hacer de celestino, como un amigo del colegio que ayuda a otro con ese romance esquivo. Pero Yoko puso sus condiciones. John podría volver a Nueva York, pero no instalarse en el Dakota. Además, tendría que jugársela por reconquistarla. Vale decir, volver a cortejarla, invitarla a salir, mandarle flores. Empezar desde cero.
Por esos días, Paul estaba con problemas de visado para ingresar a los Estados Unidos. Resulta que tiempo antes lo habían sorprendido en Escocia en posesión de droga, y en el gigante del norte se basaban en dicho episodio para no concederle autorización para ingresar. “Macca” se lo hizo saber a Yoko, para advertirla que no tenía certeza de cuándo volvería a ver personalmente a John, pero que le daría su mensaje la próxima vez que se lo topase.
A su vez, John estaba prácticamente aprisionado en EE.UU. No se atrevía a salir del país por miedo a que no le permitieran regresar. Desde el Servicio de Inmigración se negaban a concederle el visado de residencia permanente y ya lo habían notificado de una deportación. El argumento era similar al que le daban a Paul: la posesión de marihuana con que lo habían sorprendido en Londres, en 1968. Por ello, contrató al abogado Leon Wildes para que lograra revertir la orden y consiguiera la residencia definitiva. Wildes, con continuos recursos judiciales lograba una y otra vez que se postergara la deportación contra Lennon, pero era una batalla que no estaba ganada del todo.
Sin embargo, el motivo real que tenía el gobierno del republicano Richard Nixon para quererlo fuera eran las actividades políticas que realizó cuando llegó al país, en 1971, cuando apoyó a movimientos opositores a la guerra de Vietnam. Además, en Washington no gustó nada su amistad con los activistas radicales Jerry Rubin y Abbie Hoffman, por lo que la CIA lo puso bajo vigilancia.
Así, con ambos imposibilitados de moverse, el encuentro tendría que esperar un buen rato. Pese a todo, Yoko quedó satisfecha y regresó a Nueva York.
El viejo amigo
Al momento en que Yoko fue a pedirle ayuda a Paul, la relación de este con John se había recompuesto en buena parte. Atrás habían quedado los días oscuros del quiebre de los Beatles, cuando Lennon se puso furioso porque Paul había anunciado el fin del grupo, en abril de 1970 –cuando lanzó su primer disco solista, llamado simplemente McCartney– siendo que él se había marchado de la agrupación en septiembre del año anterior y le habían pedido que guardara silencio para no estropear la salida del álbum Abbey Road, cosa que había cumplido.
Así, Lennon aprovechaba cada oportunidad que tenía de hablar en los medios para repasar a Paul con su lengua afilada. Más aún. Le molestó la letra de una canción del álbum Ram (1971) de Paul, “Too many people”, donde, de manera sutil como era su estilo, McCartney le lanzaba un dardo.
El tema aludía al hecho de que John rechazó a los Beatles para priorizar su relación con Yoko. “Ese fue tu primer error / tomaste tu parte de suerte y la partiste en dos”, decía la letra.
La pulla hirió a Lennon en el alma, y por supuesto, tendría respuesta. En su disco Imagine, John lanzó artillería pesada contra su ex colega en la canción “How do you sleep”. Directo, sin rodeos, como era su estilo.
En su letra, jugando con títulos de canciones de Paul y agarrándose del mito de que supuestamente estaba muerto y había sido reemplazado, decía: “Entonces el Sgt. Pepper te tomó por sorpresa / Será mejor que veas a través de los ojos de esa madre / Esos monstruos tenían razón cuando dijeron que estabas muerto”.
Pero a principios de 1972, Paul visitó a John en su departamento de Bank Street, en Nueva York. Ahí, aún con el aire espeso y denso, tuvieron una breve charla en la que sellaron un armisticio. Estuvieron de acuerdo en que seguir en esa guerra de declaraciones por los medios y a través de sus canciones no llevaba a nada y decidieron parar.
La cosa poco a poco comenzó a mejorar entre ambos.
Otro hito que contribuyó al deshielo entre John y Paul fue el fin de la relación contractual de Lennon con Allen Klein. Resulta que en 1969, junto a George Harrison y Ringo Starr, firmó con él para que fuera el manager de los Beatles y se encargara de la empresa del cuarteto, Apple. Paul quería que el nuevo representante fuera el abogado neoyorkino Lee Eastman, pero los demás rechazaron la idea aduciendo que como era su suegro, lo favorecería más a él.
Sin embargo, Paul no confiaba en lo absoluto en Klein. Convencido de que no era alternativa, no firmó ningún contrato con él, y eso agudizó las tensiones dentro del conjunto.
El 31 de marzo de 1972 venció el contrato que ligaba a John, George y Ringo con Klein. Solo John lo renovó…por un día. Había un claro descontento en cómo Klein había manejado los asuntos comerciales de sus representados. “Klein había soñado con poseer a los Beatles, pero había acabado llevando los asuntos profesionales de tres ex Beatles, lo que no era en absoluto lo mismo en términos económicos ni místicos”, explica Phillip Norman en su citada biografía sobre el autor de “Help!”.
Pero John no solo estaba descontento con Klein en lo monetario. La gota que rebalsó el vaso fue otra. Resulta que el manager junto a George Harrison organizaron el Concert for Bangladesh, un recital de dos días pro fondos para las víctimas de la guerra, hambruna y sequías en la región asiática. John fue invitado por Harrison a participar, pero solo. Al hombre tras “Give peace a chance” le molestó que no se invitara a Yoko y culpó a Klein por tal desaire.
Semanas después, en abril del 72, John, en una entrevista grabada en Los Ángeles para la London Weekend Television dijo las palabras mágicas: “Digamos que es posible que las sospechas de Paul fueran ciertas”. En su fuero interno, había admitido su error.
Tras la charla que inició la paz entre ambos, Paul telefoneaba con cierta frecuencia a John cuando iba a Nueva York. A veces le recibía bien, en otras era menos amistoso.
El reencuentro cara a cara entre Lennon y McCartney se produjo finalmente el 28 de marzo de 1974. El autor de “Let it be” había logrado que se le concediera un visado temporal de un año para ingresar a Estados Unidos. John aún estaba en Los Angeles, haciéndolas de productor para un álbum de su nuevo amigo y compañero de juergas, Harry Nilson, cuando Paul y Linda ingresaron al estudio.
En la sala, ambos coterráneos de Liverpool volvieron a charlar de manera animada. Había buenas vibras en el ambiente. Tanto así que los presentes se animaron a lanzarse a una improvisada jam session. John y el mismo Nilsson se colocaron a las voces. Paul se sentó a la batería para reemplazar a…Ringo Starr. Sí, el mismísimo ex baterista de los Beatles estaba grabando en el álbum, pero en ese momento no estaba.
También se encontraban el saxofonista de los Rolling Stones, Bobby Keys; el guitarrista de sesión Jesse Ed Davis; Linda fue a los teclados y luego se les sumó uno que justo estaba trabajando en el estudio contiguo y por esos días estaba causando furor en Estados Unidos gracias a su R&B: Stevie Wonder.
La improvisada formación tocó una serie de viejos clásicos, desde “Lucille”, de Little Richard hasta “Stand by me” de Ben E. King. Aunque no se sacó nada en limpio porque en rigor, habían dos que se llevaron toda la atención.
“Había unas cincuenta personas tocando, y lo único que hacían era mirarnos a Paul y a mí”, recordaría John más tarde. La sesión quedó registrada y de repente se le puede cazar en ediciones piratas o en plataformas de intercambio de mp3. Se le conoce con el improbable nombre de A toot and a snore in ’74 (Un bocinazo y un ronquido en ’74).
Dos días más tarde, volvieron a verse. Esta vez, Paul y Linda fueron invitados a una casa de playa en Santa Mónica, que John –cual estudiante universitario– compartía con Ringo, Harry Nilsson, Klaus Voorman y Keith Moon. En rigor, era una covacha para las continuas juergas.
Cuando Paul y Linda llegaron, John aún no se había levantado. “Había vuelto a ser un adolescente. Actuaba como su viejo yo de Liverpool, como un chico salvaje de verdad”; recuerda el autor de “Yesterday” en el libro Paul McCartney. La biografía, de Phillip Norman (Malpaso, 2016).
Mientras los recién llegados aguardaban la aparición de Lennon, Nilsson les ofreció algo llamado “Tranquilizante para elefantes”. Luego se sentaron junto a la piscina para charlar con Keith Moon.
Hasta que por fin apareció John. Parecía encontrarse de buen ánimo, y Paul recordó el compromiso que había adquirido con Yoko. Paciente, esperó el momento apropiado y se lo llevó a un costado. Apartados de resto, sin ser las superestrellas de la música, volvían a ser los viejos amigos de antes.
Ahí, Paul le entregó a John el recado de Yoko. También le enumeró las condiciones que ponía para su regreso.
Al ver lo animado que se encontraba, y que las buenas vibraciones entre ambos habían vuelto, Paul decidió ir un paso más lejos. Como lo consigna Phillip Norman en su biografía del autor de “Lady Madonna”, este le propuso a John que volvieran a grabar juntos. En rigor, lo invitó a que participara en las sesiones del próximo álbum de su banda Wings. Se iba a llamar Venus and Mars y se registraría en Nueva Orleans, por lo que John no tendría que salir de Estados Unidos.
Sorprendido, Lennon respondió que lo pensaría.
Éxito y juerga
Para el momento del reencuentro con John, Paul había logrado por fin de que su trabajo post Beatles fuese reconocido. El álbum de Wings Band on the run (1973), había resultado todo un éxito. Fue grabado solo por Paul, Linda y el guitarrista Denny Laine, aunque de ingeniero de grabación tuvo como aliado a un viejo conocido: Geoff Emerick. El mismo tras los discos de los Beatles a contar de Revolver.
El disco se había grabado en Nigeria, de acuerdo con la política de Paul de grabar los álbumes de Wings fuera de Inglaterra. El proceso no estuvo exento de dificultades, partiendo con que dos de los integrantes del grupo –el guitarrista Henry McCullough y el baterista Denny Seiwell– abandonaron la formación solo días antes de que partieran a las sesiones en África. En las grabaciones, el zurdo ocupó el lugar de ambos.
Además, Paul se había anotado otro éxito con el single “Live and let die”. En rigor, era la canción principal de la película homónima de la saga de James Bond y fue incluso nominada a los Oscar como Mejor Canción Original. Pero no ganó.
Band on the run le gustó a John. “Wings puede cambiar continuamente. No importa quién toque. Puedes llamarlos Wings pero es música de Paul McCartney y es buena”, declaró generoso en una entrevista.
Para 1974, las expectativas para el nuevo trabajo de Wings eran altas. El autor de “Let me roll it” lo sabía y por ello lo estaba preparando con ahínco. “Paul había planeado una fórmula similar a la de su exitazo de 1973 —y de 1967— con canciones conectadas entre sí y repeticiones para crear una narrativa en apariencia coherente. En unas vacaciones que había pasado en Jamaica antes del viaje, había dispuesto todas las pistas en un rollo de papel ‘casi tan largo como la habitación’ y había cambiado continuamente el orden para conseguir el equilibro correcto entre luces y sombras. La única otra vez que había hecho algo así fue con su popurrí del final de Abbey Road”, señala Norman en Paul McCartney. La biografía.
Mientras Paul trabajaba, John seguía metido en su “Fin de semana perdido”. Aprovechando la estadía en Los Ángeles se dedicó a la grabación de un álbum de versiones de viejos clásicos del rock and roll que tanto le gustaban. Las sesiones se iniciaron con Phil Spector como productor.
Sin embargo, el espíritu de juerga continua se tomó las sesiones y los resultados fueron un desastre. "Grabadas en medio de fiestas, borracheras, intromisiones de famosos y hasta tiros, estaban en un estado que ni siquiera se aproximaba al estándar de lo publicable", detalla Phillip Norman en su biografía sobre el músico.
John estaba tocando fondo. Una noche lo echaron del club Troubadour, donde había ido con May Pang y Harry Nilsson, por interrumpir el espectáculo de los Smothers Brothers totalmente borracho. Pero la cosa estuvo a punto de llegar a mayores cuando una fotógrafa que se encontraba en el lugar presentó cargos contra Lennon debido a una supuesta agresión. No era una buena noticia considerando los problemas que tenía con el Servicio de Inmigración. Tuvo que llegar a un acuerdo extrajudicial con la fotógrafa para solucionar el embrollo.
Ya había tenido suficiente. John decidió terminar su estadía en Los Angeles y en abril de 1974 ya estaba de vuelta junto a Pang en un pequeño departamento en Nueva York dispuesto a encarrilar su vida. Ahí recibió solo visitas muy contadas, como su hijo Julian, ya de 11 años, y…de Paul y Linda.
Entretanto, seguía mascullando la invitación que la había hecho Paul para sumarse a las grabaciones del próximo álbum de Wings. Y –como detalla Phillip Norman en Paul McCartney. La biografía– tras la insistencia de May Pang, decidió llamar a Paul para decirle que aceptaba. Las dos cumbres de la música popular volverían a juntarse en un estudio.
“No importa lo que sea que te permita atravesar la noche”
En Nueva York, y mostrando su tan característica inseguridad, John aún no se sentía animado para volver a encontrarse con Yoko. Pero se volvió a topar con ella de un modo sorpresivo.
Resulta que se puso a trabajar seriamente en un álbum. Lo tituló Walls and bridges y él mismo tomó el rol de productor. En las sesiones, llevadas a cabo en los estudios Record Plant, volvió a comportarse como un profesional e instruyó a sus músicos de que no se iba a permitir una gota de alcohol. Una de las canciones de este largaduración le dio el único número uno como solista que vio en vida.
Se trató de “Whatever gets you thru the night”, y Lennon decidió invitar a Elton John para que lo reforzara en las voces. Al terminar de grabar, Elton John opinó que la canción era buena, y embalado, le lanzó un desafío a Lennon. Si la canción llegaba al número 1 debía subirse al escenario con él para tocarla en vivo. Lennon, aceptó.
Y así pasó. El single se fue derecho al número uno y el hombre tras “Imagine” se vio tocando en vivo tras dos años sin hacerlo. Ocurrió el 28 de noviembre de 1974, en el Madison Square Garden.
Tras el show, que fue presenciado por Yoko Ono sin que John lo supiera, la pareja se reencontró en el backstage a instancias del autor de “Tiny dancer”. Se sentaron, se cogieron de las manos y charlaron largo rato mientras sus respectivos acompañantes –May Pang y David Spinozza, a quien Yoko finalmente accedió a ver– tuvieron que quedarse esperando al fondo, como incómodos actores secundarios.
John recordó las condiciones que Yoko, a través de Paul, le había mandado, y presto se puso manos a la obra para recuperar la relación con su esposa. Tal como se lo había pedido, volvió a invitarla a salir y le mandaba flores. Ladrillo a ladrillo, John comenzó a reconstruir el puente entre ambos, mientras Yoko se dejaba querer.
Entretanto, Paul seguía preparando Venus and Mars. La idea de grabarlo en Nueva Orleans seguía en firme. Le llamaba la atención la magnética tradición que la ciudad tenía con el jazz y el blues, por lo que la idea era no solo grabar, también recorrer la "Big Easy".
Paul solo había estado una vez antes en la ciudad, de gira con los Beatles, en noviembre de 1964. Producto de la locura que causaba la beatlemanía, el cuarteto fue celosamente custodiado y el bajista solo recordaba dos cosas: el hotel donde se habían hospedado y que conocieron al legendario Fats Domino, esto último era algo que Paul atesoraba, dado que era un reconocido fan del R&B y los discos del sello Motown.
Además, al autor de “Yesterday” le agradaba la idea de grabar en los estudios Sea-Saint, de cual uno de sus dueños era nada menos que el productor y compositor Allen Toussiant, quien se había anotado un par de éxitos a principios de los ’60. Toussiant, consciente de la estatura de quien llegaba a su estudio, aceptó tocar el piano en el álbum. Todo estaba dispuesto para que saliera un disco perfecto.
La caravana Wings llegó a Nueva Orleans el 5 de enero de 1975, mientras la ciudad hervía con la celebración de la fiesta del Mardi Gras, de la cual no estaban enterados. Al ver desfiles de disfraces y bandas de dixieland que marchaban por las calles, Paul y Linda por supuesto se sumaron, disfrazados de payasos de circo.
Sin embargo, aún faltaba el arribo de John.
La semana en que debía tomar el vuelo a Nueva Orleans para sumarse a las sesiones, John aún estaba en el proceso de cortejo a Yoko. Hasta entonces, había echado mano a todo su arsenal de romanticismo verbal (incluida una canción, “Bless you”, que grabó para Walls and bridges), sin éxito. Pero, John logró que Yoko le permitiera visitarla en el Dakota bajo el pretexto de que le enseñara el método que ella había utilizado para dejar de fumar. Tras una maratónica jornada en que fumó varios Gitanes uno tras otro, al punto de llegar casi a las náuseas, John lanzó la pregunta.
Yoko por fin le dio la respuesta que estaba buscando escuchar hace rato. “Vale, puedes volver”. En ese momento, como señala Phillip Norman en su biografía del zurdo, John no tuvo dudas y canceló el vuelo a Nueva Orleans. El plan de Paul se había ido al garete, pero eso a Lennon le importaba un comino. Regresó por fin al Dakota con la intención de tener un hijo con Yoko, tras haberlo intentado tres veces antes sin éxito.
Venus and Mars, grabado finalmente sin John, se lanzó el 30 de mayo de 1975. Llegó al número uno en Estados Unidos y Reino Unido pese a la opinión desfavorable que los críticos especializados tuvieron del álbum. Recibió un disco de oro y vendió la friolera cantidad de 10 millones de copias.
Mientras Paul cosechaba los frutos de un trabajo duro al mando de Wings, John también sonreía. Con Yoko renovaron sus votos matrimoniales en una íntima ceremonia en su departamento del Dakota. Ambos vestidos íntegramente de blanco, tal como lo hicieron en la ceremonia original, en Gibraltar. Además, Lennon lanzó el mentado álbum de versiones llamado Rock ‘n' roll, pero eso era lo que menos le importaba.
En octubre, el Servicio de Inmigración le concedió, por fin, la Green card, o visa permanente de residencia. Yoko había quedado embarazada y el 9 de octubre de ese año –la misma fecha en que John vino al mundo, en 1940–, nació Sean Lennon. El padrino fue Elton John, en agradecimiento a su indirecta gestión que contribuyó a la reconciliación de la pareja.
Con la llegada de su segundo hijo, Lennon decidió retirarse temporalmente de la música, y dedicarse íntegramente a su cuidado. Era lo único que le importaba en ese minuto. Tal como lo describió posteriormente en la letra de una entrañable canción, John sentía que “La vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.
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