Gerardo (Marcelo Alonso) conduce un desvencijado Chevy Chevette por alguna calle del sector norte de Santiago. El paisaje se le nubla con inmigrantes de piel más oscura y con un muchacho que "carterea" a la primera mujer que se cruza en su camino. Gerardo, que luce una barba de demasiados días, cree que ha llegado su momento. Como si fuera un superhéroe del resentimiento, le saca una velocidad imposible a su auto y persigue al ladrón hasta el último callejón. El viejo justiciero está de vuelta.
Esta escena, en el Chile de nuestros días, es una fotografía instantánea de Araña, la nueva película del cineasta Andrés Wood (1965). Es el primer largometraje del director desde Violeta se fue a los cielos (2011) y es también la primera vez que el realizador de Machuca se toma tanto tiempo entre un filme y otro.
"En general me cuesta engancharme con los temas. Tengo que estar muy convencido de algo para seguir hasta el final", reconoce Wood, que esta vez decidió poner el pie en el acelerador a fondo en un tema incómodo, difícil, eventualmente polémico: el destino de tres militantes de Patria y Libertad, el grupo de ultraderecha que se opuso a la Unidad Popular con acciones paramilitares y atentados mortales.
Esta coproducción entre Chile, Brasil, Argentina y España es ambiciosa, con al menos dos épocas en su trama. Durante la UP, Inés, Gerardo y Justo son interpretados por la española María Valverde (Tres metros sobre el cielo) y los chilenos Pedro Fontaine y Gabriel Urzúa, respectivamente. En la época actual, los roles recaen en la argentina Mercedes Morán (Neruda) y los chilenos Marcelo Alonso y Felipe Armas. Un dato interesante es que Morán y Valverde doblan al español chileno sus propias voces.
La película plantea el conflicto entre adaptados y desadaptados al interior de una colectividad aún hermética para muchos. Mientras Inés y Justo logran navegar con comodidad en el Chile democrático, el impredecible Gerardo es un fantasma que emerge para ahuyentarlos y para mostrar que la causa del odio aún tiene algo que decir.
¿Por qué le interesó contar una historia sobre Patria y Libertad?
En mi caso las películas vienen por chispazos, por personajes o hechos que las detonan. En Araña fue una huelga de camioneros durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, en el que de la nada apareció en sus manifestaciones el clásico símbolo de la araña que identificaba a Patria y Libertad. Por la misma época también vi un documental alemán (Con el signo de la araña, película de 1973 de Walter Heynowski y Gerhard Scheumann, ambos de de la ex RDA) que me impresionó mucho. Era bastante sesgada en términos ideológicos, pero alucinante por sus entrevistados y material de archivo. Queda muy claro qué pensaban, cómo actuaban y qué decían los militantes de Patria y Libertad de la época. Lo que más me llamó la atención fue el grado de ideologización de sus miembros. Ahí es cuando uno se pregunta, ¿Qué habrá sido de estos señores y de estas señoras? Yo distingo al menos tres grupos: los que se reinventaron en el minuto y son los grandes camaleones siempre vinculados al poder; los cabeza de bala, que terminan a veces en organismos como la DINA, entre ellos Michael Townley; y los viudos del nacionalismo, que son los que más me llamaron la atención. Son los románticos del grupo, los desencantados, los que están con el corazón en el pasado. De alguna manera se sintieron utilizados y creo que tienen especial relevancia hoy pues están esperando su momento para actuar otra vez. Me interesaba esa historia. Por eso Araña no es una película del pasado. Es la historia del país, pero mirada desde nuestra época.
¿Cómo empatizó con personajes así?
Fue uno de los desafíos más grandes de mi carrera. Evidentemente no tengo la misma simpatía por los tipos de Patria y Libertad que por los niños de Machuca (2004), los personajes de La buena vida (2008) o con Violeta Parra en Violeta se fue a los cielos (2011), a quien siempre admiré mucho. Sin embargo, quise tratar de entenderlos. Y ese deseo nace de mi convencimiento de que cualquier película u obra argumental chilena siempre trata de las clases sociales. Chile es un país de clases, está definido por esa división. En ese sentido, irónicamente, sí que somos los ingleses de Latinoamérica. Es curioso, pero si ves cine inglés siempre notarás que está muy claro quién viene de qué estrato social. Creo que en nuestro país el nacionalismo de ciertos grupos oculta en el fondo un clasismo muy arraigado.
¿Para hacer la película conversó con ex líderes de Patria y Libertad como Roberto Thieme o Pablo Rodríguez?
No. Me leí todos los libros posibles de ellos, pero no los entrevisté ni los contacté. No queríamos caer en los detalles historicistas, pues aún hay mucha confusión, empezando con el crimen del edecán Araya (el capitán de la Marina Arturo Araya, edecán de Salvador Allende asesinado en 1973). No está claro quién de Patria y Libertad lo mató, los que participaron en la operación o cuántos fueron. Sé que Roberto Thieme ha escrito bastante de eso, pero nuestra película no identifica a nadie ni busca ser exacta al respecto. No era la idea. Por lo demás, a la larga, tampoco nos interesaba acercarnos a entrevistarlos. Eso hubiera creado un lazo con ellos y no es lo que yo quería.
Usted hizo un guiño a Patria y Libertad en el personaje que interpretó Tiago Correa en Machuca. ¿Cuánta diferencia hay entre él y los personajes de Araña?
Ese personaje aparece con un linchaco y responde un poco a un pre-concepto muy por encima que yo tenía de la gente de Patria y Libertad: la de unos cabros locos y buenos pa los combos. Sin embargo, esa minimización es injusta con la historia de Chile: no eran sólo algunos tipos pirulos sueltos. Son personas que hicieron muchos atentados y que mataron. Y hubo una buena cantidad de participantes en esas acciones. Las armas, además, las traían de alguna manera. A lo que me refiero es que hay que observar el contexto en el que surgen: fueron un grupo, bajo mi criterio, utilizado por otras fuerzas de la sociedad.
¿Alguno de sus conocidos se incomodó cuando usted decide hacer una película sobre este tema?
Tengo amigos a los que no les ha gustado la idea de una película que se pone en los pantalones de miembros de Patria y Libertad. De alguna manera se puede creer que es poner en la misma balanza a un guerrillero de izquierda que a un radical de derecha.
¿Pueden pensar que Andrés Wood se derechizó?
Tal vez, pero a mí también me parece muy bien incomodar con una película que se haga cargo de una ideología que no se ha ido de Chile. Me refiero a que aún hay una viudez del nacionalismo en el país. Es algo muy arraigado y atraviesa todas las clases sociales. Al respecto me tocó presenciar un linchamiento y lo que ahí se vive es pura locura: se desata la rabia que la gente mantiene en secreto contra alguien más pobre o contra un inmigrante. Chile tiene incorporada una autodefensa algo enfermiza, una tendencia a protegernos de lo que no conocemos. Esa actitud es germen absoluto de movimientos como Patria y Libertad.
¿Chile abriga ahora ese nacionalismo extremo?
Quizás muchos no lo reconocen, pero esa intolerancia ante lo desconocido surge cada cierto tiempo. Se nota en los momentos de tensión, en los terremotos, cuando reaccionamos de manera muy animal y buscando las diferencias.
El personaje de Jaime Vadell, que trata de proteger a la ex militante de Patria y Libertad Inés (Mercedes Morán), es dueño de un diario, ¿Es alguna referencia en particular?
No directamente, pero sí representa al poder. Es el poder que está en todas partes. Aunque incluso es un poder un poco más a la antigua. Ese personaje representa a las viejas familias, que ni siquiera son ahora tal vez las más ricas de Chile. Otra vez es la clase, las familias, las conexiones.
¿Patria y Libertad le parece tan respetable como el MIR?
No.
¿Por qué?
Porque en mi opinión Patria y Libertad ayudó a desestabilizar un gobierno democrático que no se salió de la institucionalidad aunque puede haber cometido errores, mientras que el MIR, que no son santos de mi devoción, al menos se rebelan contra el dictador. No los defiendo, pero me parecen más legítimos en su objetivo.
Existe la percepción de que el chileno medio asocia al cine nacional con la política y que eso no les gusta, ¿Qué opina?
Creo que muchos piensan de esa manera, pero es una visión sesgada. De la misma manera también es sesgado creer que Patria y Libertad eran cuatro locos con linchacos. Lo que pasa es que cualquier película chilena siempre va a llegar a la política. Incluso en un filme mío donde aparentemente no debería existir como La buena vida, también la hay. Este país está cruzado en cada hecho por quienes ganaron y quienes perdieron. Son a la larga también las consecuencias de la Guerra Fría.