Ken Loach: “La gente necesita socialización, comunicación cara a cara”
Dos veces ganador del Festival de Cannes y venerado retratista social, el cineasta inglés estrena en el Festival de Cine Sanfic su película Sorry We Missed You, sobre un emprendedor devorado por el sistema.
Ken Loach: 84 años, 27 largometrajes en cine y 30 películas para televisión. Prefiere trabajar con actores no profesionales, es hincha del modesto Bath City, lo han llamado a veces panfletario y tiene un espíritu de socialista de principios del siglo XX. Lee el Morning Star, el diario más a la izquierda en Gran Bretaña, cree que su país va al despeñadero y, para gran parte de la crítica mundial, ha hecho sus mejores películas en los últimos años.
Dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes lo avalan: en el 2006, con El viento que acaricia el prado, y en el 2016 con Yo, Daniel Blake. Su último largometraje es Sorry we missed you (2019), la historia de un padre de familia sin una real profesión y que está hastiado de los empleos en la construcción donde, dice, nadie “trabaja lo suficiente”. Tiene una esposa, dos hijos y muchas deudas, pero las esperanzas en un nuevo trabajo como repartidor en una empresa de delivery le hacen soñar que “siendo su propio jefe” (como le indican en la compañía) se convertirá en un emprendedor. Sólo debe comprarse una van de 15 mil libras que obtendrá una vez que su esposa venda el pequeño auto que le sirve para atender a los ancianos y enfermos en sus casas. Ella es cuidadora social y desde ahora cruzará toda la ciudad en transporte público.
Esa es la primera grieta en este progresivo drama familiar. Luego vendrán una serie de golpes duros, generalmente derivados de los horarios de trabajo de Ricky (Kris Hitchen), de las tensiones con su hijo mayor y del cansancio acumulado de su esposa, Abbie. En fin, se trata del retrato de una moderna familia trabajadora en Gran Bretaña y se estrenará en el 16º Festival de Cine Sanfic, que va del 16 al 23 de agosto y es organizado por la Fundación CorpArtes y producido por Storyboard Media. Este año la edición será gratis y en forma digital.
El filme transcurre en Newcastle, la misma pobre ciudad del norte de Inglaterra donde vivía el carpintero desempleado de Yo, Daniel Blake (disponible en Netflix). Ambas películas, según el método de trabajo de Loach, se hicieron tras una larga investigación en terreno.
Desde su casa en Bath (Gran Bretaña), Ken Loach conversa con Culto.
¿Cómo fue la investigación antes del rodaje?
La mayor parte del trabajo la hizo Paul Laverty, que es el guionista con el que trabajo desde hace 24 años. Fue a los depósitos donde los trabajadores empaquetan y luego anduvo con ellos en sus camionetas por la ciudad. Escuchó sus historias, las presenció y las vivió. Estaba a primera hora de la mañana en el lugar. Una vez, a las siete de la mañana, llevó sándwiches para compartir con los choferes y cuando eran las 7 de la tarde todavía no los podían comer. No habían tenido descanso en el día.
¿La película se originó mientras rodaba su filme anterior, Yo, Daniel Blake?
Sí. En primer lugar, en Yo, Daniel Blake hicimos varias escenas en los bancos de alimentos, que son los lugares de caridad en Gran Bretaña donde la gente sin dinero y desempleada puede proveerse de comida gratis. Pero vimos que muchos de ellos no estaban cesantes. Por el contrario, eran trabajadores con larguísimas jornadas de trabajo y sueldos muy bajos. Varios eran cuidadores de enfermos o ancianos. De ahí fue que sacamos al personaje de Abbie, la esposa de Ricky. Pero Yo, Daniel Blake era la historia de un desempleado viviendo en la pobreza, mientras que Sorry We Missed You es la historia de un trabajador en la pobreza. Queríamos narrar esa crónica: los que yo llamo trabajadores empobrecidos han aumentado increíblemente en Gran Bretaña en los últimos años, con horarios de hasta 12 horas sin que eso les baste para llegar a fin de mes.
Estas historias son muy comunes en los países en vías de desarrollo, pero usted las encuentra en Gran Bretaña.
Bueno, ese es, a mi juicio, el secreto de la clase dominante. Mantienen ocultas estas historias y lo que se les dice a los trabajadores es: “Ustedes tienen el problema. Ustedes deben solucionarlo”. Pero la realidad es que este es un problema global. Por eso es necesario que estas historias se cuenten, se conozcan. En mi opinión, este modelo está destruyendo nuestras vidas.
Pero el protagonista de la película parece confiar en el modelo. ¿Por qué?
Porque pensamos que era muy importante para los efectos dramáticos que Ricky creyera en su nuevo trabajo. Él busca un cambio en su vida y al mismo tiempo compra la propaganda. Cree que tendrá libertad en este nuevo empleo y que será un emprendedor. En la televisión está lleno de programas que alaban la figura del emprendedor: la vieja historia del hombre que no tiene nada y se transforma en millonario es parte central de la cultura popular. Puede que el trabajo de Ricky funcione para unos pocos, pero no para la mayoría. Es una mentira. Abbie, por otro lado, trabaja en el cuidado de enfermos y ancianos, desplazándose por la ciudad y percibe la vida de otra forma. Además es una madre, con una perspectiva más amplia. No se engaña.
¿Cómo creó la tensión entre los personajes de la familia, que va aumentando?
Eso tiene mucho que ver con el guion, con lo que hace Paul Laverty. Refleja la presión económica en las familias. En la práctica significa que todos los que tengan la energía de Ricky y Abbie van a estar siempre fuera de casa, trabajando. Se levantan muy temprano en la mañana, muchas veces ya no están cuando los chicos parten al colegio ni tampoco cuando los muchachos quieren comer algo en casa. Ambos llegan tarde, particularmente el esposo, Ricky, y los niños ya están durmiendo. Las relaciones de padres e hijos y entre marido y esposa se resienten. Ricky y Abbie están exhaustos al final del día y además viven bajo la presión de la inestabilidad financiera. Para este mundo de clase trabajadora esto se traduce en hombres como Ricky, con poca paciencia para escuchar y atender los problemas de su hijo. El chico, Seb, incluso llega a estar en riesgo de terminar en la cárcel por robo y no hay nadie para ayudarlo cuando lo necesita. Es muy brutal: el muchacho no es un criminal, por supuesto, pero a través de él podemos ver los inicios de la grieta y la ruptura familiar.
¿Cómo es posible no caer en el panfleto al hacer una película así?
Tiene que ver con un estilo de trabajar que me ha tomado muchos años. Es muy importante encontrar a alguien que escriba correctamente. En mi caso, es siempre Paul Laverty. Y tiene que ver con los actores. Busco espontaneidad. A veces, no han actuado en su vida. Los chicos de la película, Seb y Liza, son estudiantes de colegios que viven a pasos de donde se filmó rodo. Debbie Honeywood, que es la madre, trabaja en una escuela para muchachos con dificultades de aprendizaje. Había hecho algo de actuación, pero muy poco. Kris Hitchen, que interpreta al padre, empezó como actor, pero gran parte de su vida ha sido gásfiter y conduce una van, como en la película. Así es como se gana la vida. Estaba empezando a probar de nuevo con la actuación cuando lo encontramos. Lo que quiero decir es que muchas veces vierten sus propias experiencias en la película. Por otro lado, filmamos en orden cronológico (normalmente en el cine y para abaratar costos, las escenas se ruedan sin orden de tiempo), no les damos todo el guion para conservar el naturalismo y preservar sus reacciones en el momento de rodar. Pero todo tiene que ver también con que somos un equipo pequeño, no iluminamos los rostros excesivamente con el objetivo de que sean creíbles, les damos espacio a los actores para moverse de manera natural en el set. En fin, el secreto es la naturalidad, la espontaneidad: el espectador debe creer lo que está viendo. De lo contrario, todo se vuelve predecible.
¿Por qué sus últimas dos películas transcurren en Newcastle, en el norte de Inglaterra?
Es una buena ciudad para trabajar. Tiene una población obrera que es ya histórica, pero sus tradicionales industrias del carbón y de los astilleros ya no existen. Por lo tanto, una parte importante de la población se mueve en la llamada “gig economy”, que es el trabajo ocasional, como el delivery, los uber, el reparto a domicilio, todo manejado por internet. Al mismo tiempo, es una ciudad con una fuerte personalidad, con un acento y hasta dialectos muy específicos, con identidad. Tampoco es demasiado grande y, en ese sentido, es muy conveniente para un equipo de filmación.
¿Qué opina de las condiciones laborales de la “gig economy” en tiempos de pandemia?
Que están más expuestos que nunca. En particular los cuidadores de discapacitados y ancianos, que deben desplazarse mucho más que antes. En Gran Bretaña han muerto muchos. No tienen ninguna protección. Por otro lado, creo que la idea de que todo lo que quieras sea traído a tu casa por alguien es estúpida. En primer lugar, implica mucha más contaminación por el combustible utilizado, los mecanismos de entrega son ineficientes, las ciudades quedan vacías, las tiendas cierran y a la larga no es sostenible: hay más desempleo. No le encuentro sentido a la idea de que podamos vivir así eternamente, conectados a través de drones y órdenes online. La gente necesita la socialización, se necesitan las palabras y se requiere la comunicación cara a cara. Si destruimos las tiendas, acabamos con una parte de la civilización. Por eso es importante que haya políticos que entiendan que esto no es viable.
¿Qué le ha parecido el manejo de la pandemia en Gran Bretaña?
(Risas) Patético. Totalmente incompetente. No hay plan, no hay organización. Nadie actúa, sólo reaccionan. Un día dicen una cosa, otro día otra. Hay mucha confusión y existe una rabia real de parte de mucha gente. Ha habido muchas muertes. En mi opinión, Boris Johnson es un Donald Trump inglés. Es un personaje que parece sacado de un cómic. Un desastre. Pero es un populista que a menudo tiene a los medios de su lado y eso es un problema.
Usted es un antiguo militante del Partido Laborista. ¿Qué opina de la izquierda británica?
Otro desastre. Jeremy Corbyn, que representaba el ala izquierda del partido, fue removido de la presidencia en las últimas elecciones internas. El punto, a mi juicio, es que él significaba una reforma socialdemócrata y estaba dispuesto a contribuir a cambios importantes en el país desde el sector público: remover el capital privado de los sectores de la energía, el transporte, la salud y, en general, desde las áreas en que hay más beneficios. Justamente por eso el establishment, la prensa y la BBC lo destruyeron, aniquilaron su liderazgo. Y no lo hicieron atacando sus programas e iniciativas, sino que simplemente mintiendo, estableciendo la idea de que era un racista (Corbyn ha sido acusado de antisemitismo) o que era un simpatizante de los terroristas, dos cuestiones que no son verdad. Eso se llama la política o la estrategia del asesinato. Para mí esto significa que el establishment, en lo más profundo, no está dispuesto a aceptar un real liderazgo de izquierda. Creo que es una gran pregunta para las democracias occidentales. Ni siquiera necesitaron conspirar contra él. Simplemente lo anularon y doy fe de que era un líder muy popular en el país. Es difícil de entender quizás en otros países, pero fue hecho sin violencia, de una manera muy británica. Le quitaron todo el encanto a la izquierda.
¿Tiene esperanzas en el futuro de la izquierda que a usted lo representa?
A la larga, siempre hay que tener esperanza, siempre hay que volver a luchar. Pero ahora sufrimos una derrota. El nuevo liderazgo del laborismo está muy a la derecha y no buscará los cambios que el país necesita. Tenemos que reorganizarnos, contar nuestras historias, decir la verdad de lo que sucede. Antes de ser ejecutado, el líder sindical estadounidense Joe Hill (1879-1915) dijo: “No lloren. Organícense”. Es la misma batalla de siempre. Tal vez de otra forma, pero siempre vuelves a luchar. Una y otra vez.
Hace un tiempo dijo que se retiraba del cine, pero desde entonces ha hecho Yo, Daniel Blake y Sorry we missed you. ¿Cree que volverá a filmar?
(Risas) Bueno, filmar requiere mucha energía. No lo sé. Hay que ver qué pasará al final de la pandemia, si es que hay alguna vacuna disponible. De todas maneras, lo que uno hace es como un círculo, algo que puede ser completado por otra persona, probablemente más joven. A cierta edad, trabajar 12 horas al día, siempre moviéndose en el set, es complicado. El cine es un desafío cuando eres joven y lo es aún más a mi edad. Quién sabe. Paul (Laverty) es 20 años más joven que yo y está lleno de ideas. Él puede hacerlo.
Muchos críticos dicen que sus mejores películas son precisamente las últimas.
Puede ser. Uno trata de no cometer los mismos errores de nuevo. Hay historias extraordinarias que contar, pero en este momento es complicado seguir. ¿Quién sabe? Cruzaré los dedos para poder seguir haciendo películas.
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