Aunque la audiencia lo conoció con una guitarra colgada al hombro, en su rol de líder de Soda Stereo, a mediados de los 90', Gustavo Cerati se interesó por otros caminos que le llevaron a nuevas experiencias musicales y sonoras. La música electrónica, las máquinas, las secuencias le fascinaron de tal forma, que se hicieron parte de su lenguaje. A partir de esa inquietud, paralelo a su rol de rockstar, el trasandino, un obseso del sonido, desarrolló un aprendizaje compositivo y técnico, en varios proyectos, cuyas lecciones plasmó en su disco solista de 1999: Bocanada. Su segunda incursión en solitario, pero la primera tras el fin del trío que le dio fama.
"Él estaba haciendo música en el presente pensando hacia el futuro", resume Fernando Mujica, director musical de Radio Zero, quien en su minuto entrevistó a Cerati en el camarín del Estadio Nacional tras el último concierto de Soda Stereo en Chile y en algunas de sus aventuras posteriores. "De alguna forma siempre tenía una pata puesta en la modernidad. Bocanada es un equilibrio perfecto entre el pop y la electrónica. Reflejaba un poco la búsqueda en la que él estaba", agrega.
Desde la década de los 90' el músico se interesó por trabajar sus composiciones a partir del uso de aparatos electrónicos. "Siento que puedo encontrar un espacio de ideas por medio de esta tecnología", detalla el artista en el libro Cerati en primera persona (2012, Ediciones B), de Maitena Aboitiz. "Estamos como músicos navegando una especie de paraíso en donde la tecnología (...) ha producido una cantidad de variantes tan increíble de instrumentos que siento que estoy aprendiendo como cuando por primera vez aprendí con la guitarra", agrega.
Este fue un interés que creció en el tiempo. Según detalla el artista en el libro mencionado, comenzó a pulsar botones y perillas en los días en que Soda Stereo llenaba estadios en Latinoamérica. "La gente me conoce como guitarrista y cantante, pero en realidad para muchas de las canciones de Soda más complejas he tenido que adentrarme en trabajar con una máquina".
En el invierno de 1990, Cerati empezó a componer gran parte del material que luego se incluyó en el álbum Canción Animal. Para ello, adquirió una MPC, una máquina de ritmos que se había usado mucho en el hip hop. "Durante su evolución musical dentro de Soda había dejado de lado la guitarra para componer y su forma de construir las canciones eran cada vez más desde el groove; partía desde ideas rítmicas y por eso chocaba tanto con Charly en la sala [de ensayo]", detalla Juan Morris en su biografía del artista (2015, Sudamericana).
Por ejemplo, en "Cae el sol", el tema que cierra el álbum con que Soda recibía la nueva década, Cerati construyó la introducción orquestal a partir de programaciones que trabajó junto a Tweety González, músico y productor pionero en el uso de samplers en la Argentina; una tarde se juntaron en el departamento del guitarrista en Alcorta, con un montón de teclados y equipos. Acabaron la tarea justo cuando salían los primeros destellos de sol sobre Buenos Aires.
Pero fue la sociedad con Daniel Melero, materializada en el proyecto Colores Santos, en la que el músico se explayó en nuevas posibilidades sonoras; justo en días en que su padre estaba internado en un hospital, donde falleció tiempo después. "Se sumergían durante horas en un trance electrónico vital y a la deriva, construyendo capas de sonidos con sintetizadores, obsesionados con las texturas que encontraban en el audio", detalla Morris.
"Colores Santos me abrió la cabeza", recuerda el hombre de "Puente" en el texto de Aboitiz. "Este disco no fue encarado desde el punto de vista de las guitarras, sino más bien desde la complementación entre el set de Dani y mi set", agrega. Además, según él, en ese disco grabó la mayor cantidad de teclados que había hecho hasta entonces. "Muchas de las cosas que a veces se consideran más electrónicas, que supuestamente vienen de Daniel ¡son mías!".
Una máquina bajo tierra
La electrónica permitió a Cerati refrescar su lenguaje musical y le brindó nuevas posibilidades creativas. Y también, un descanso de su rol como guitarrista en los días más turbulentos en el famoso trío que lideró desde los ochenta. "Cuando uno insiste mucho con una cosa se termina agotando (...) sigo tocando la guitarra, pero no tengo esa misma pasión. Y eso es muy interesante que pase, porque cuando uno se encuentra con nuevos instrumentos hay una fuente natural de inspiración que se produce", menciona en el texto de Aboitiz.
A ello se sumó una circunstancia que forzó a Cerati a concentrar su creatividad en los aparatos electrónicos. En 1996, durante una temporada que pasó en Santiago con su esposa de entonces, Cecilia Amenábar, tenía un pequeño espacio donde instaló sus equipos. "No tenía muchas posibilidades de cantar porque estaban mi hijos alrededor (...) me era mucho más práctico hacer música electrónica, necesitaba mucho volumen para ponerme a cantar".
Acaso como consecuencia de esas noches acompañado por las luces palpitantes de las máquinas, el trasandino inició otro proyecto de vocación electrónica: Plan V. Se trató de un grupo integrado por Andrés Bucci, Guillermo Ugarte, Christian Powditch y el mismo Cerati, quienes por las noches se juntaban a tocar en largas jam sessions, en el sótano de la hoy cerrada disquería Background, las que dieron forma a un primer disco lanzado en mayo de ese año.
“A él le interesaba mucho ese tipo de música”, cuenta Powditch al teléfono con Culto, quien conoció a Cerati, a través de Amenábar, en los años en que organizaba fiestas electrónicas en la capital, a las que el ex Soda asistía. “En el 96′ yo me compré unos teclados análogos antiguos, él también. Entonces estaba este lugar, bajo la disquería que se había acondicionado para Los Mismos [el grupo de Silvio Paredes y Ernesto Medina], ahí dijimos: ‘loco juntemos las máquinas y hagamos unas jam’”, agrega. Ese fue el origen del primer álbum homónimo que editó el grupo. “Ese disco tuvo mucho éxito especialmente en Buenos Aires; la gente no podía creer que veía a Gustavo sin una guitarra y sin cantar”.
A pesar del relajo de esos días, al momento de trabajar, Cerati demostraba su enorme capacidad. "Una máquina. A la hora de meterse en el sonido, era una máquina. Era impresionante y con una oreja afinadísima. Podía estar horas y le daba lo mismo, no comíamos, no tomábamos, nada. Era música, música y música", detalla Powditch, quien también fue parte de Bitman & Roban.
Eran días en que los músicos intercambian discos y comentaban las últimas novedades. “Una vez me pidió prestado el Every Man and Woman Is a Star, de Ultramarine. Lo escuchó y al día siguiente llegó con todos los discos de Ultramarine y me los prestaba”, recuerda Powditch.
"Lo interesante para mí eran estos chispazos espontáneos y poder, ante cierto estímulo, generar un proyecto", comentó en esos días el ex líder de Soda Stereo. "A mí me dio mucho aire incorporar otros instrumentos y poder generar composiciones a través de otros timbres. Por otro lado, el tema de los botones, las perillas y la aleatoriedad que se produce con esos aparatos es casi una obsesión".
Pero no se trataba solo de una nueva experiencia sonora. Como el melómano obsesivo que era, Cerati comprendió que los cruces entre géneros eran una posibilidad estilística. Y él estaba dispuesto a probarla. "En una época los discos que me interesaban tenían que ver con eso. Estaba con ganas de hacer otras cosas que no fueran canciones como uno las entiende", detalla en un testimonio recogido por Aboitiz.
Siempre atento a las novedades, el trasandino notó que en el mundo, otros artistas hacían girar el globo desde las tornamesas y laptops, más que desde los riffs de guitarra. "Él no estaba inventando la rueda. Mucha música inglesa estaba en esa; hay que pensar en el éxito de Chemical Brothers, Fatoby Slim, Daft Punk, y así varios. La música electrónica del 99' al 2002 se toma los charts internacionales. Entonces él, imbuido por eso, va pensando ya no con guitarra, sino con máquinas", analiza Mujica.
Una bocanada de beats
En el cálido de verano de 1999, con las primeras sombras de la crisis económica avanzando sobre la Argentina, Gustavo Cerati se sintió listo para preparar un álbum en solitario. Si bien, ya había lanzado Amor Amarillo (1993), esta vez era distinto. Sin las tensiones y líos que vivió en los últimos años de Soda Stereo, el músico pudo trabajar con toda calma. "Es el disco que pienso que su proceso sentí más felicidad y relax que en otras ocasiones", explicó en esos días.
Pese a su sonido, Bocanada tuvo una impensada fibra casera. Gustavo habilitó un sótano de su casa en Buenos Aires como estudio de grabación. Allí dio forma a un bunker sonoro en que almacenó pedaleras, consolas, guitarras, sintetizadores. A ello se sumó una foto de Cecilia con su hija Lisa, recién nacida, y un cartel del metro de Londres en la puerta, casi como una declaración. Casa Submarina le llamó.
Allí, bajo el burbujear de los beats, el hombre de "Te llevo para que me lleves" pasaba el día trabajando con las máquinas e instrumentos que tenía a su total disposición. Solo subía a la superficie de la cotidianeidad para comer o atender alguna cosa urgente. Según Morris, el primer material trabajado para el álbum fue un sampler extraído del sencillo "Waltz for Lumumba", de Spender Davis Group, el que dio origen a "Tabú", el tema que abre el disco.
Dicho punto de partida resume el carácter del elepé. Cerati consideraba a Bocanada como un momento clave en su relación con la tecnología. "Este disco implica mayor entendimiento con la computadora. Pude sacarle más el jugo. Hasta Amor Amarillo estuve trabajando sin computadora. Pero cuando me compré la Macintosh empecé a investigar y ya en Sueño Stereo hay muchas programaciones que están hechas dentro de la máquina", se puede leer en el texto de Aboitiz.
Entre los aparatos usados por el artista para esta grabación estuvo la MPC, que le permitió samplear guitarras, voces y armar las canciones. "Es una máquina donde se ha hecho todo el hip hop. Puedes hacer beats, samplear pedazos de música, loopear y varias cosas", explica a Culto el músico y productor Cristián Moraga, mejor conocido como C-Funk. "Como es una máquina más enfocada en el ritmo, se empezó a generar una música muy distinta a la que había".
"Estos instrumentos como el MPC y el Mutator son para mí tan importantes como la guitarra", detalla el ex líder de Soda según consigna En primera persona. "Algo parecido sucede con la consola de grabación. Según la vieja escuela, uno accedía a la consola recién al final, cuando en verdad debería funcionar desde el vamos, porque las ecualizaciones son como instrumentos", agrega.
Por ello en el LP se pueden escuchar otros sampleos, como el que tomó del tema "Del aire a aire", el que abre Alturas de Macchu Picchu de Los Jaivas, o de "Eruption", de Focus. Todos fueron salieron de una ingente colección de sonidos, que el compositor había acumulado durante años en su computador, un poco como lo hacía Adam "Ad-Rock" Horovitz, de los Beastie Boys. Cerati, con el tiempo había conseguido entender el potencial de los fragmentos de música. "Tomaba partes de otras canciones y las deformaba cambiándoles el tempo y estirándolas, aparecían ideas nuevas, gérmenes de canciones que lo llevaban a lugares inesperados", describe Morris.
Tal como la sociedad creativa que forjó junto a Daniel Melero en el proyecto Colores Santos, para Bocanada Cerati decidió llamar a Flavio Etcheto y Leo García, dos jóvenes músicos que había conocido, a fin de mostrarles sus nuevas grabaciones, pedirles su opinión, tocar un rato y tantear posibles nombres de colaboradores.
Con Etcheto hizo tan buenas migas que luego crearon proyectos en conjunto. El primero fue Ocio, con el que editó los LP Medida Universal e Insular. Tiempo después, a comienzos de los 2000, junto a Etcheto y Leandro Fresco, hicieron música bajo el nombre de Roken, agrupación con la que se presentó en el país en Espacio Riesco. En esa visita también registraron una sesión para Radio Zero.
Pero Cerati no olvidó su origen musical. De cara a la promoción del disco montó una nueva banda de acompañamiento para la que sumó al bajista Fernando Nalé, quien tocaba con Illya Kuryaki and the Valderramas, y al baterista Martín Carrizo, quien se había formado imitando a Charly Alberti. El equipo se completó con Alejandro Terán quien escribió los arreglos de cuerdas, que después se grabaron en Inglaterra. "Lo interesante de lo que pasa en el show con los músicos y los que no son músicos, es que no saben muy bien qué es lo que está grabado. de pronto metemos coros, voces, pero al mismo tiempo los tres estamos cantando", dijo en una entrevista de la época reproducida por Aboitiz.
Bocanada es considerado uno de los mejores trabajos del argentino. El sitio especializado Allmusic le da cuatro estrellas y media, de cinco posibles, la mayor calificación de toda la discografía del compositor. “A pesar de toda la tecnología, es un disco básicamente romántico. En algún punto es poético hasta la exageración. Pero es mi decisión: yo quise que ese fuera su perfil”, detalló el artista. “Cuando vi que el efecto que producía en la gente que lo escuchaba era feliz me dije: ‘Estoy bien, está lejos de ser un capricho’”.