Es probable que la nueva película del cineasta chileno José Luis Torres Leiva (1975) sea, en este año de confinamiento, el más masivo de todos sus estrenos. Acostumbrado a un público más bien limitado y fiel, el cine del talentoso realizador santiaguino es un gusto adquirido que retribuye con generosidad a sus espectadores. Sus historias transcurren lejos de la ciudad y tienen que ver con la soledad, el paso del tiempo, los amores fracturados y, en el caso de su más reciente trabajo, la muerte.
El cierre de las salas le abrió las puertas de las plataformas digitales a su obra, con un potencial mayor público que el acostumbrado. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, que se estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián 2019, puede ser vista desde hoy en las plataformas de Sala K y Matucana 100.
Su historia, como su nombre lo sugiere, invoca a la muerte: es la experiencia de Ana (Amparo Noguera) y María (Julieta Figueroa), una pareja que vive y enfrenta los últimos días de vida de una de ellas. Es la película 14 de un realizador que empezó hace 15 años y que ha viajado del documental a la ficción y del corto al largometraje sin naufragios.
Sobre el filme, José Luis Torres Leiva conversa por Zoom con Culto.
¿Por qué el título de la película es de un poema del escritor italiano Cesare Pavese?
Es una de las referencias. Está aquella obra de Cesare Pavese (1908-1950), pero también hay otro libro que me gustó mucho de él y que es El oficio de vivir, donde reflexiona sobre su trabajo como escritor y en el que los temas de la muerte, el amor y el desamor se entrecruzan. Además se incorporan algunos versos de la poeta argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972), que son los que dice en una escena el personaje de María (Julieta Figueroa). Pizarnik siempre me ha gustado mucho y en ese poema en particular habla del miedo a lo desconocido. Sabemos que la muerte es uno de sus temas (Alejandra Pizarnik, al igual que Cesare Pavese, se suicidó). Aquellas referencias literarias coincidieron con una época de mi vida en que varios amigos y conocidos de mi generación, la que está en los 40 años, fallecieron por diferentes circunstancias, aunque en general por enfermedades. Todo esto fue un shock para mí, porque me puso en contacto con la muerte antes de tiempo. Desembocó en la historia de esta película, que habla de la muerte, pero también de la espera y de replantearse la vida. Ahora bien, el filme es además la historia del que queda, de la persona que está al lado, del que debe seguir. Por eso en algún momento, sobre todo hacia el final, hay una luz y esperanza.
¿La película también defiende el derecho a decidir sobre la propia muerte?
De alguna manera creo que sí. No tiene que ver con el suicidio, a pesar de las referencias a Pavese o Pizarnik, sino que con la libertad y con poder tomar una decisión en un momento crucial. En este caso es la opción de María de no seguir con los tratamientos médicos ante una enfermedad terminal, irse a vivir a un bosque y decir “hasta aquí no más llego”. Puede sonar egoísta de su parte, pero es su voluntad. Y en esa decisión, su pareja Ana (Amparo Noguera) la acompaña hasta el final. Eso, de parte de ella significa un acto de amor.
Sus películas tienen sus propios tiempos, diferentes al cine comercial.
Sí y es algo que me pasó bastante en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, donde era absolutamente necesario trabajar con esos tiempos. La película habla además de eso: de la espera, de hacer sentir el paso de ese tiempo al espectador y que comparta con los personajes los silencios y las miradas. No es el tiempo al que estamos acostumbrados en las series o en otro tipo de películas. Yo tomé conciencia de eso cuando recién empecé a hacer cine y después de ver Jeanne Dielman (1975), de Chantal Akerman, que se toma cuatro horas para contar la historia de lo que hace diariamente una dueña de casa.
¿Ve alguna serie?
No mucho (risas). No soy muy bueno para las series. A lo que sí me he dedicado en todo este tiempo en confinamiento es a ver las filmografías completas de directores que me gustan mucho. Así uno puede comprobar la evolución, las pulsiones y los intereses de cineastas que admiras. Por ejemplo, vi todo Yasujiro Ozu (1903-1963), desde sus filmes mudos, y también bastante de Satyajit Ray (1921-1992), del que sólo conocía su trilogía de películas Apu (Pather Panchali, Aparajito, El mundo de Apu).