La historia aún se escribe. Lo recuerdan los entrevistados en esta nota, pues la búsqueda del público es una carrera de fondo, con obstáculos y con sorpresas en medio de la nada. No hay fórmulas ni manuales que faciliten la ruta, pero sí hechos que sugieren que algo parece haberse encendido entre los espectadores locales, a menudo apáticos ante el cine nacional. Las primeras 50 mil entradas vendidas para dos días de exhibición de Tengo miedo torero y las 230 mil de Pacto de fuga son un par de logros que nadie siquiera imaginaba hace un año.
Porque, claro, un año atrás la suma y la resta de todo posicionaba como el mayor éxito local a Mi amigo Alexis, de Alejandro Fernández Almendras, con cerca de 130 mil espectadores. Y en términos de público, en realidad no había mucho más: Araña, de Andrés Wood, había logrado 70 mil, y Ema, de Pablo Larraín, 18 mil, interrumpida en la mitad de su función por el estallido social del 18 de octubre.
De las tres cintas mencionadas, las dos primeras tenían seguramente una meta más alta en la taquilla, considerando sus campañas de promoción y la envergadura de sus producciones. En resumen, el 2019 fue bastante exiguo.
Está claro que la medición cuantitativa de la salud del cine chileno es sólo un criterio dentro de un análisis que debe atender a su calidad inherente o a su prestigio internacional, entre otros. Pero también es evidente que es su talón de Aquiles, a excepción de las comedias de Nicolás López, por ahora fuera del paisaje local.
Hace tiempo que se canta la melodía de la desconexión con las audiencias y de la falta de sintonía con un público impermeable ante sus contenidos. Esas hipotéticas debilidades tal vez no lo sean tanto de acuerdo a estos últimos meses; incluso desde el inicio de este 2020 hay señales de lo contrario.
Entre estallido y pandemia
El primer caso y hasta hoy el mayor éxito de asistencia en el 2020 es Pacto de fuga, un filme caro y ambicioso (US$ 3 millones) sobre el caso real del escape de 49 frentistas desde la ex Cárcel Pública en enero de 1990. Se lanzó en pleno verano y en medio de vacaciones, empujado a esa fecha después que el estallido lo privó de su estreno original del 24 de octubre. A pesar de todo llevó 230 mil espectadores en dos meses de exhibición hasta fin de marzo y, según su productor, Carlos Núñez, podría haber estado más tiempo en salas de no aparecer la pandemia.
La película de David Albala, estrenada literalmente en la delgada línea veraniega que separó estallido y la pandemia, está ahora en Amazon Prime, donde su contrato le asegura cinco años de permanencia.
“Hubo una muy buena campaña de una distribuidora grande, como es Fox, pero me parece que, además, había un terreno diferente que venía desde octubre”, comenta Carlos Núñez, uno de sus productores, a través de Storyboard Media. “Además, los espectadores se conectaron con la historia, con reacciones que yo nunca había visto, como pararse a aplaudir después de la función”, explica.
Pero Núñez también alude a una característica formal de la película. “Eso tiene que ver con la capacidad de su realizador, David Albala, que siempre tuvo todo claro: hizo un filme de acción, con códigos del suspenso y el thriller. Y si hay algo que los chilenos siempre han apreciado es ese tipo de películas”, dice Núñez, agregando que la amenidad narrativa fue determinante para que fuera el primer largometraje chileno en ser adquirido por Amazon Prime.
En Storyboard Media tuvieron que adaptarse, como todo el mundo, a un año de excepciones. Su siguiente estreno fue el documental El Negro, cinta de Sergio Castro sobre el exfrentista Ricardo Palma Salamanca, lanzada el 27 de agosto. Hasta el momento lleva 15 mil espectadores, una muy buena cifra para la no ficción, que en general no supera las cinco mil personas por película.
“Hubo que tomar la decisión de estrenar en plataformas, porque de lo contrario se iban a acumular las películas”, acota Núñez, que anuncia la llegada online del documental Santiago Italia, de Nanni Moretti, el 30 de septiembre.
La mejor noticia
Producida en Chile por Florencia Larrea, Gregorio González, Lucas Engel, Jorge López Vidales y Daniel Oliva, Tengo miedo torero se transformó en un hit antes de estrenarse. La cautela indicaba que se esperaría una señal sanitaria para ir a salas, pero su primer tráiler fue tan visto a fin de junio (100 mil visitas en una semana) que sus responsables la preestrenaron digitalmente el 12 y 13 de septiembre. Vendieron 50 mil entradas y de acuerdo a sus proyecciones hay tres a cuatro espectadores por ticket: el método fue anexar la pregunta obligatoria sobre cuántos verían la película cada vez que se compraba un boleto. Eso les da 170 mil personas.
El filme dirigido por Rodrigo Sepúlveda apuró el paso aprovechando el interés por verla y desde el 17 hasta el 24 de septiembre hay más entradas en venta. “Siempre tuvimos claro que el principal público de Tengo miedo torero era el chileno y no el de los festivales extranjeros. Después de la buena respuesta del tráiler, era evidente que había que estrenarla luego”, dice Florencia Larrea.
La productora ve más árboles en este paisaje: “Además, creo que se está operando un cambio cultural entre los chilenos. Quizás antes del estallido la gente estaba más preocupada de los matinales, pero ahora no. Importan otras cosas y la cultura tal vez está cerca del lugar que antes no tenía: los temas en la agenda son otros. No creo que el cine estuviera desconectado del público, sino que más bien el chileno estaba desconectado de su propio país”.
En ese mismo eje de razonamiento, Larrea concede que quizá en otra época Tengo miedo torero habría tenido menos éxito y le da méritos a su estrategia comunicacional. “A pesar de no tener salas, la película se transformó en un evento. Eso es muy bonito”, dice sobre el filme que contó con distribución nacional de Macondo.
Desde una perspectiva más alejada, el productor Juan de Dios Larraín tiene una buena impresión de lo acontecido con Tengo miedo torero. “Creo que es la mejor noticia del año. Que una película chilena revolucione el modelo a partir del imaginario de Lemebel es para alegrase infinitamente”, reflexiona uno de los creadores de Fábula.
Para Larraín, los espectadores del filme de Rodrigo Sepúlveda basado en la novela homónima de Pedro Lemebel son el primer paso para otra fase. “Lo que acaba de pasar nos da argumentos concretos para poder discutir el modelo de distribución con los cines, que probablemente en el futuro será mixto: entre salas de cine y plataformas”, pronostica el productor de Nadie sabe que estoy aquí y Homemade, lanzadas directamente a Netflix.
Coexistencia pacífica
La compañía distribuidora que más películas chilenas estrena al año es Market Chile y en febrero logró un éxito con la comedia Mujeres arriba, protagonizada por Natalia Valdebenito, Loreto Bernal y Alison Mandel. Convocó más de 100 mil espectadores en salas, lo que parecía un buen preludio para un año donde la empresa, además, estrenaría El agente topo y La cordillera de los sueños, por mencionar sólo dos.
Cuando Market Chile iba a poner a Lina de Lima, de María Paz González, en los cines, vino el cierre de salas producto de la pandemia, y hasta ahora se ha mantenido con la guardia baja, esperando volver sin apurar el tranco. La exhibición en plataformas es, en el caso de ellos, una gran alternativa, pero está lejos de ser la salida a la falta de salas.
“No creo que haya un cambio de modelo de exhibición, sino que una variación de éste. Hay que lograr un equilibrio entre ambos mundos”, dice Alexandra Galvis, directora de Market Chile. “El trabajo de una distribuidora es tomar título a título y ver cuál funciona mejor en digital y cuál en salas. No hay una fórmula, de lo contrario los distribuidores no existiríamos”, afirma.
Sin embargo, en la compañía entienden que es necesario ajustarse a las circunstancias y el 21 de agosto realizaron un preestreno digital del elogiado documental El agente topo, de Maite Alberdi. El próximo 26 de septiembre repetirán la experiencia con La cordillera de los sueños, de Patricio Guzmán. Son introducciones, pues para ambas películas Market Chile piensa en una próxima exhibición en cines.
Galvis es realista y reconoce que la difusión digital tiene ciertas ventajas irremontables: “Si uno considera que en promedio un chileno va 1,5 veces al cine al año, es difícil que justo elija una película chilena en esa salida. En ese sentido, una plataforma como Ondamedia es fundamental: acerca el cine local al público que no lo vio por horarios malos o porque no estaba en la sala más cercana”.
Creada en el 2017 en el Ministerio de las Culturas, Ondamedia logró este año un explosivo aumento de visualizaciones, reforzado por el efecto confinamiento. “Llevamos cerca de dos millones de visualizaciones de películas, lo que es un 500 por ciento más de lo que normalmente se veía en un año entero”, explica Ian Goldschmied, creador y director de Ondamedia.
“Creo que la razón principal es que muchas de estas películas nunca fueron muy vistas debido a lo difícil que es acceder a nuestro cine en salas tradicionales. Se acumuló un capital cinematográfico que súbitamente fue descubierto en el medio de la pandemia”, dice sobre una plataforma que hasta el 2019 tenía un presupuesto anual de 240 millones de pesos para mantención y pago a los realizadores.
Desde agosto, Ondamedia no sólo posee filmes ya exhibidos, sino que también estrenos. Según Goldschmied, la demanda es tan alta que ya no salen a buscar películas, sino que llegan solas. “En el caso de los estrenos como El Negro o El príncipe, hay una disponibilidad limitada de entradas. Eso también es bueno: aunque se hayan acabado, ya se creó un boca a boca y una recomendación que influye en la compra de entradas en las plataformas pagadas donde se exhiben. Es como una inversión publicitaria”, analiza.
Pero el 2020 aún no acaba y todo se reinventa día a día. Las plataformas funcionan bien en algunos casos, aunque eso no es un cheque en garantía de nada. La sala aguarda para que alguna vez vuelva a ser habitada y hay ciertas películas que tienen vocación de butaca.
Esa tarea es la que desde hace siete años realiza el programa de distribución de documentales Miradoc. Distribuidos en 23 salas de todos los tamaños y tipos desde Arica a Punta Arenas, sus filmes están entre lo mejor que el cine chileno ha dado a la luz en el último tiempo. Ahora, en el año de la plaga, hubo que apostar al streaming para seguir viviendo.
“En el caso del documental, hay todo un público adulto mayor que no está habituado al consumo online, que no entiende bien cómo realizar las transacciones o que no quiere exponerse comprando las entradas en línea vía tarjeta de crédito”, dice Paula Ossandón, de Miradoc, circuito que ha estrenado Haydée y el pez volador, de Pachi Bustos, o Nunca subí el Provincia, de Ignacio Agüero, en plataformas de acceso nacional e internacional.
En cualquier caso, reconoce que “las plataformas llegaron para quedarse” y que el futuro será de convivencia entre ambos formatos. “El online nos ha permitido abrir la exhibición a toda Latinoamérica. Es un trabajo de largo aliento que recién comienza”. Una pelea de fondo a varios asaltos contra el impredecible 2020.