El silencio es inherente al universo, por lo que es imposible entender la naturaleza de la música sin pensar en cómo este se manifiesta. John Cage reflexionó sobre ello en Silence (Wesleyan University Press, 1961), una serie de ensayos en los que relata su experiencia en una cámara anecoica (insonorizada) durante su visita a la Universidad de Harvard en 1951.
Al salir, le comentó al ingeniero que lo acompañaba que sintió dos tipos de sonidos: uno agudo y otro grave. El técnico le respondió que el primero venía de su sistema nervioso central, mientras que el segundo era la sangre que corría por sus venas. Desde ahí, Cage concluyó que el silencio no existe como tal, sino que más bien es una combinación abstracta de ruidos que se conservan en el tiempo.
Tales reflexiones se materializaron al año siguiente con la composición de “4 ’33”, pieza de tres movimientos en la que resguarda silencio por 4 minutos y 33 segundos, mientras que los sonidos del ambiente pasan a conformar la obra misma.
Pero las ambiciones de Cage en torno a sus interpretaciones filosóficas no se detuvieron ahí. En 1985 se propuso componer una partitura de piano tan lenta como fuese posible, la cual traspasó al órgano dos años más tarde y tituló como “Organ²/ASLSP”.
A pesar de que las representaciones del silencio se mantienen de forma constante en el universo, los instrumentos musicales y la vida misma tienen una fecha de término. Es por esto que, tras la muerte del estadounidense en 1992, un grupo de especialistas en diversas disciplinas de la filosofía y el arte se concentraron en concretar la obra de Cage bajo los términos que siempre quiso.
Fue así como el 5 de septiembre de 2001 —fecha en la que el autor habría cumplido 89— inició el concierto más lento de la historia, pieza que basó su duración en la vida útil del primer órgano moderno, es decir, 639 años.
El espectáculo permanente
Una de las dudas más frecuentes en torno a cómo se desarrolla el recital, es quién o quiénes lo interpretan. La respuesta es: nadie.
El órgano emite los sonidos a través de sacos de arena que presionan los pedales según los tiempos de la partitura, mientras que la cantidad de tubos es modificada en relación a las notas que requiere cada acorde.
Aquel espectáculo se desarrolla periódicamente en la iglesia St. Burchardi de Halberstadt, un pueblo ubicado a 200 kilómetros del sureste de Berlín y que recibe visitas de todo el mundo cuando progresan la armonías.
La última instancia en la que la obra presentó un cambio fue el 5 de septiembre de 2020, es decir, la primera vez en 7 años. Y a pesar de que la mayoría de los eventos presenciales se postergaron con la pandemia, el director de la Fundación de Órgano John Cage, Rainer Neugebauer, afirmó a The New York Times: “A diferencia de las Olimpiadas o el Foro Económico Mundial de Davos, no podíamos posponerlo. Está en la partitura”.
De esta manera y con cupos restringidos al interior de la iglesia, se instalaron pantallas de transmisión en las afueras de St. Burchardi, para que así los asistentes presenciarán la incorporación de un Sol sostenido (G#) y un Mi (E) a la armonía de Do (C), Re bemol (Db), Re sostenido (D#), La sostenido (A#) y Mi (E) que sonaba desde 2013.
El compositor Julian Lembke, responsable del cambio de tubos junto a la soprano Johana Vargas, manifestó al mismo medio que notó “una nueva suavidad” en la progresión de la obra. Mientras que el edil de la localidad, Andreas Henke, sugirió que su ejecución plantea “preguntas filosóficas acerca de cómo nos enfrentamos al tiempo”.
Se espera que “Organ²/ASLSP” finalice el año 2640, como una pieza musical constante que traspasa generaciones etarias y que, al igual que el silencio, pasa a formar parte de la cotidianeidad misma.