Tenía 23 años y era el guitarrista más prometedor de su generación. No era para menos. Al joven Eddie Van Halen le bastaron los 35 minutos del explosivo, ruidoso y urgente primer álbum de la banda que llevaba su apellido, para revelar una carrera musical que se abrió paso a punta riffs y cañonazos de distorsión, a los que parecía que siempre les faltaba espacio para cubrir.
Porque la referencia a Van Halen en Volver al Futuro, como una música tortuosa y estridente del planeta Vulcano, no era casual. El cuarteto que completaron Alex Van Halen en batería, Michael Anthony en bajo y David Lee Roth en la voz, era realmente ruidoso. Nada raro. Eddie no se molestaba en bajar el volumen de los dos viejos amplificadores Marshall -modificados a placer- que usaba en el estudio. “Solo los pongo al máximo. Todo hasta arriba: presencia, medios, graves”.
Esa sensación de llevar todo al extremo se cuela en los once temas del álbum Van Halen (1978). Por entonces los músicos estaban en tal estado de forma, que les bastó solo con unos pocos días para componer todo el material, que luego grabaron en el legendario estudio Sunset Sound. El mismo donde se registraron piezas como el segundo álbum de Led Zeppelin (1969), L.A Woman (1971) de The Doors o The Battle of Los Angeles (1999) de Rage Against the Machine.
“Nos llevó solo una semana hacer la música, cuatro o cinco días. Todo se hizo básicamente en la primera y segunda toma. Nuestro concepto era simplemente hacer lo que se nos ocurrió, en lugar de obligarnos a escribir algo comercial”, le contó Eddie al escritor Steve Rosen, ese mismo año.
Fueron sesiones productivas, y al parecer, bastante regadas. “Los tipos que dirigen el estudio y mantienen el lugar, entran después de que terminamos y hay latas de cerveza por todo el piso y manchas de hot-dogs de Pink por todo el lugar -recuerda Eddie, quien por entonces todavía vivía con sus padres-. Pero para que estemos cómodos, simplemente hacemos lo que queremos. Nos instalamos en una sala grande y usé casi todo lo que uso en el escenario”.
La idea del grupo era simple, pero compleja al mismo tiempo; registrar su sonido de directo a toda potencia. Ni hablar de grabaciones adicionales. Eran todos tocando con volumen demencial a la vez o nada. Por ello, fue clave la comunicación con el productor, Ted Templeman. “Lo que logró hacer fue poner nuestro sonido en vivo en un disco -explica el guitarrista-. Quiero decir, mucha gente tiene que hacer un montón de sobregrabaciones para que suene completo. Es mucho más fácil hacer que muchos instrumentos suenen completos que una guitarra, un bajo y una batería. Ahí es donde entra Ted. Él sabe lo que hace. Él es el hombre”.
Y aunque el elepé incluye canciones que con el tiempo se convirtieron en clásicos de la banda (por ejemplo, “Ain’t Talkin' 'Bout Love”), el primer sencillo de promoción fue una explosiva versión para el clásico “Yo really got me”, de los Kinks. Una decisión que pareció extraña en una banda que se presentaba como una alternativa de futuro, en el duro negocio del rock.
Pero en realidad se trató de una decisión bien pensada. La idea era presentar al grupo como una ruidosa máquina que renovaba el rock de la british invasion, con el que crecieron los jóvenes de fines de los setentas. Aunque en principio, la inclusión del tema lanzado en 1964, fue más bien una casualidad.
"La noche en que [Templeman] nos vio tocar, tocamos esa canción y él se puso manos a la obra -recuerda Eddie-. Él dice: ‘Oye, hombre, esa podría ser una buena canción para poner en el disco’. Y pensé: “Sí, carajo”. Porque todos hemos estado esperando hacer esa canción de todos modos desde que teníamos cuatro años. Quiero decir, suena diferente al original de [Kinks]. Está algo actualizado. Ha sido ‘Van Halenizado’ como un avión a reacción".
A la manera de Clapton
Entre los surcos del disco destacó un sonido particular, punzante y afilado que se repetía una y otra vez a mucha velocidad. Era la técnica del “tapping”, consistente en sacar el sonido de la guitarra haciendo presión con las dos manos sobre el mástil del instrumento. Y aunque no fue el primero en usarla, el truco se asoció al nombre de Eddie con tanta rapidez como la de sus dedos.
“Estaba sentado en mi habitación, bebiendo una cerveza, y recordé haber visto a personas estirando una nota y tocando la nota una vez. Metieron el dedo allí para tocar una nota. Dije: bueno, nadie está realmente sacando provecho de eso”, dijo Eddie sobre el día en que descubrió la técnica. “Así que me puse a tocar y dije: ¡rayos! Esta es una técnica totalmente diferente que nadie hace realmente. Realmente no he visto a nadie meterse en eso, porque es un sonido totalmente diferente. Mucha gente escucha eso y ni siquiera piensa que es una guitarra”.
Pero Eddie era un obseso. Aunque se inició en la música con clases de piano a los ocho años, a instancias de su padre, solo tiempos después decidió aprender a tocar un instrumento por cuenta propia. Primero intentó con la batería, mientras su hermano Alex probó suerte con la guitarra. Pero duró poco. Cuando Eddie tomaba su bicicleta para repartir diarios, Alex comenzó a tocar la batería y progresó mucho. Ante la evidencia de que los tambores no eran lo suyo, aceptó cambiarse.
Justo en esos días, el rock de alto vuelo se estaba haciendo un espacio en la cartelera. “Yo diría que realmente no empecé a tocar la guitarra y a meterme en la guitarra solista y cosas así hasta que salió Cream y cosas así [mediados de los 60], cuando la cosa de la guitarra pesada empezó a suceder”.
Precisamente, fue Eric Clapton, el virtuoso que comandaba ese trío de talentos (y egos), quien llamó la atención del joven Eddie. “Me encantaba su forma de jugar. Era realmente suave y con mucho sentimiento -explica-. Cada crítica que leí sobre el álbum o mi interpretación, siempre dicen que hay influencias de [Ritchie] Blackmore, [Jeff] Beck y [Jimmy] Page. Pero en realidad nunca me senté a sacar sus frases, como lo hice con Clapton”.
En los años de las espinillas, Eddie prefería quedarse en casa practicando, antes que salir. Eso sí, siempre con una buena provisión de cervezas. El encierro dio frutos. Según él, haberse decidido a tocar en esos días fue clave para desarrollar su habilidad, que después creció hasta volverse descomunal. “Empecé temprano, lo cual es bueno. Mucha gente empieza tarde, toca durante diez años y no llega tan lejos -comenta en la entrevista con Rosen-. Tienes más complejos, o lo que sea cuando envejeces y cagas. Me divierto tocando, eso es lo principal”.
Incluso cuando la carrera de Van Halen despuntaba, él aún dedicaba tiempo para entrenar, a la manera de un plusmarquista de las cuerdas. Porque para correr a tal velocidad se requería práctica. “Cambio las cuerdas [de la guitarra] antes de un concierto. Toco durante media hora, una hora, solo para romper las cuerdas y soltar mis dedos. Y por la noche a veces llego a casa y escribo una melodía”.
Aunque los años venideros el ascenso le ofrecerá sexo con groupies, cocaína servida en platos y mucho alcohol, en 1978, Eddie tenía muy claro lo que quería conseguir. Y fue a buscarlo. “Todo lo que estamos tratando de hacer es devolver algo de emoción al rock ’n’ roll. Parece que muchas personas tienen la edad suficiente para ser nuestros papás, y suenan así o actúan así. Parecen sin energía. Parece que se olvidan de qué se trata el rock".