Hay un vacío generacional en Villa Baviera. Durante casi dos décadas los hombres y mujeres fueron rígidamente separados y la tasa de nacimiento se desplomó. Por eso, el paisaje físico de la película se compone del magnífico escenario precordillerano de la zona, de los viejecitos que yacen en sus lechos, de los niños que juegan con una pelota y de los adultos sobre los 40 años. De 20 y 30 años, no se ve a nadie.

Durante una hora y media, la película de Marianne Hougen-Moraga (1978) y Estephan Wagner (1976) que ayer ganó la competencia chilena del Festival de Valdivia describe la vida en la ex Colonia Dignidad a través de los testimonios de aquellos personajes sobre los 40. Los niños, es entendible, no hablan. Los ancianos, es entendible pero triste, creen que los crímenes de los tiempos de Paul Schäfer son un cuento viejo y falso.

De alguna manera los dos centros morales de la película son Jurgen y Horst, dos hombres que soportan de diferente manera la vida en el enclave germanoparlante. “Con esta naturaleza, uno debería poder olvidar los horrores del pasado”, comenta Jurgen, el rozagante lugareño que cuenta cómo más de una vez los turistas le hicieron saber que vivían en un auténtico “paraíso”. Abusado y golpeado como casi todos en la ex Colonia Dignidad, hoy intenta disfrutar de la mejor manera el lugar en que le tocó nacer, 35 kilómetros desde Parral a la cordillera.

El apicultor Horst, en cambio, a duras penas puede lidiar con sus vecinos de la comunidad y no ha logrado cicatrizar del vejamen físico y psicológico. Su esposa Helga, abusada sexualmente, tolera menos: “¿Acaso el amor y el sexo pueden ir juntos? No lo sabía. No es mi experiencia”, dice.

Ganadora en marzo del Festival de Documentales de Copenhague (CPH:DOX), uno de los más importantes en no ficción, Cantos de represión se estrenará en Chile en el primer semestre del 2021. Coincidiría con los 60 años de la llegada de Paul Schäfer a Chile y también con la exhibición del filme Un lugar llamado Dignidad, largometraje de Matías Rojas Valencia que ficcionaliza a partir de hechos en el lugar.

Pero, ¿cómo es posible refrescar la mirada a la historia tantas veces contada de esta colonia guiada por un predicador pederasta? “A pesar de que chilenos y alemanes han contado esta historia, la tendencia ha sido hacerlo en blanco y negro, con buenos y malos”, comenta Estephan Wagner desde Copenhague (Dinamarca), donde vive junto a Marianne Houger-Moraga, su co-directora y esposa. Ella es hija de chilena exiliada en Dinamarca tras el golpe y él nació en Viña del Mar en un hogar de chileno-alemanes “muy de derecha”.

Aquellos orígenes diferentes les permitieron, según sus palabras, tener una aproximación abierta a la ex Colonia Dignidad. “No íbamos con las preguntas de siempre. Por el contrario, fuimos con la intención de comprender la lógica de ellos”, dice Estephan Wagner.

Vida post-totalitaria

La lógica aludida por Estephan Wagner es cruel. Es la que impide que Horst se vaya de Villa Baviera, atrapado entre su desprecio a la comunidad y la necesidad de vivir ahí para continuar con su trabajo. Es también la que hace que la enfermera María Schnellenkamp decida seguir criando a sus hijos en el lugar donde años atrás fue maltratada.

La cámara atenta, paciente y cercana registra el día a día de María, que reconoce: “Muchas de las personas que abusaron de nosotros hoy son nuestros pacientes”. También dice que los daños la dejaron sin habla por varios años.

El trabajo de los directores es tan empático que se permite mostrar a los ancianos, algunos ya relegados a la cama, todos negacionistas de las denuncias y de los hechos. Todos religiosos y acostumbrados a reunirse para entonar las canciones bíblicas de su juventud. De ahí el título de la película.

¿Le mostraron la película a los habitantes de Villa Baviera?

Estephan Wagner.: Sí. Fue a comienzos de marzo de este año, poco antes de que la película se diera en e n Copenhague. Dinamarca estaba a punto de cerrar sus fronteras e hicimos un viaje muy rápido: exhibimos Cantos de represión en una gran sala de Villa Baviera. Fue una especie de catarsis para ellos y muchos nos dijeron que después de tantos reportajes e historias por primera vez se habían sentido retratados como realmente son.

¿Por qué Horst y Helga siguen ahí si están claramente incómodos?

E.W.: Por un lado hay un tema económico. Como miembro de la comunidad durante toda su vida, Horst nunca ha pagado imposiciones y ahora siente que además está viejo y cansado. No tiene ninguna pertenencia y ve que no hay futuro para sus hijos. Pero además hay una dependencia psicológica a partir de un trauma no resuelto: nada menos que 45 años de abusos de todo tipo. El y su esposa no tienen los medios psicológicos y económicos para salir.

M.H-M.: Vivir ahí y depender de aquello es un poco como pertenecer a una familia disfuncional. Pero además en Villa Baviera ni siquiera se ha intentado un proceso de reconciliación. Los detenidos desaparecidos y los muertos de la dictadura son un tema tabú para ellos, del que no se puede hablar.

Así como en esta edición 2020 de Valdivia la ganadora nacional fue Cantos de represión, el filme triunfador en la competencia internacional fue Mes chers espions (Mis queridos espías), donde su director francés Vladimir León busca develar el pasado de agentes de la ex URSS de sus padres. El Premio Especial del Jurado en la competencia chilena, en tanto, lo obtuvo Frontera, documental de Paola Castillo sobre el lonko Juan Carlos Curinao.