Cuando inició el estallido social en octubre de 2019, Marcos Meza se encontraba en Berlín, ciudad en la que reside desde hace cuatro años. Los días anteriores al 18-O, una sensación de nostalgia se apoderó de su mente. No tiene claro por qué, pero sí recuerda que las ganas de tocar el piano se tornaban cada vez más intensas.
A pesar de que empezó en el instrumento cuando tenía 8 años, bajo la instrucción de la maestra polaca Ewa Jasinska, el tiempo lo fue distanciando de la música docta, para así acercarlo a géneros como el rap y la electrónica.
Escuchaba los samples grabados de Wu-Tang Clan y pensaba en cómo podía replicarlos directamente en los teclados, mientras que más tarde se convirtió en uno de los miembros fundadores de Cómo Asesinar a Felipes, grupo del que se salió en 2014, pero con el que todavía colabora cuando viene a Chile.
Meza compone música incidental para medios de comunicación, resuelve arreglos para artistas como Álex Anwandter y Francisca Valenzuela, y se pasea por los clubes berlineses con una serie de máquinas que le permiten explorar las vanguardias y los límites de la electrónica.
Desde su residencia en Alemania, cuenta a Culto que trabaja con Takahisa Mitsumori en un álbum de ambient, que produce un disco para Paula Herrera y que realiza algunas clases particulares.
Como músico está en una búsqueda constante y su último acercamiento personal no lo encontró en una cámara orquestal ni en un estudio de última generación: fue en la casa de sus padres.
En marzo, tomó un avión desde Berlín hasta Santiago y después viajó a la provincia de San Esteban en la ciudad de Los Andes. Eran sus vacaciones y, a pesar de que aprovechó la instancia para tocar y participar en el último álbum de CAF, MMXX, el objetivo principal era compartir con su familia.
Sin que lo esperara, los títulos florecieron frente a sus ojos.
Un giro al origen
Rinconada es una de las comunas del territorio andino y, también, el nombre de la primera canción de No hay escape (2020). Meza lo describe como una marcha fúnebre que prosigue con “Invernada”, tema que está inspirado en el crudo invierno alemán.
Aquella mezcla conceptual entre dos ambientes distintos comparten una misma sensación de sobriedad, mientras que la segunda mitad del disco adquiere un carácter más folclórico y con influencias de la tonada chilena: de ahí viene el título “Entonada”. Por otro lado, “Quebrada” salió de una homónima que queda cerca al lado de la casa de sus padres.
—Tenía una paleta de nombres y los fui acomodando de acuerdo a lo que me transmitía cada tema. Cada uno tiene una intención y un concepto musical específico.
Desde octubre de 2019 y los cuatro meses que estuvo en Chile —debido a que los efectos de la pandemia cancelaron sus vuelos a Alemania en reiteradas ocasiones— Meza se inspiró en autores que escuchaba durante su infancia, como el francés Claude Debussy; mientras que su estudio por las obras de compositores como Pedro Humbero Allende y Enrique Soro, lo invitó a surmergirse en la música clásica y popular chilena.
—Hace tiempo no me daba la oportunidad de hacer algo más profundo, son piezas largas y con hartas cosas pasando todo el tiempo.
A pesar de que Meza disfruta al trabajar con otros artistas, considera que hacerlo en solitario abre “otra dimensión”, en la que él mismo debe encontrar la manera de autocriticarse.
—Cuando escucho lo que compongo y pienso “esto es lo que me gustaría escuchar”, siento que mi trabajo fue bien logrado. Es algo mágico. Me ha pasado con discos de los Felipes (CAF) y con este puntualmente. Es encontrar lo que estaba buscando como pianista.
No hay escape también será editado en un formato de libro, el cual contará con las partituras de las canciones.