De niño escuchaba los cuentos de Las mil y una noches que le contaba su padre. También, las lecturas racionales que Anis Rushdie hacía del Islam. Licenciado en Derecho, el padre de Salman Rushdie era un intelectual irreligioso interesado en la religión. “La mitología oriental y occidental siguen siendo una gran inspiración para mí”, dice hoy el escritor.
Nacido en Bombay en 1947, educado en Cambridge y vecino de Nueva York desde el año 2000, el autor aborda la relación filial y la reescritura de un clásico en su más reciente novela, Quijote. Dos veces ganador del Booker Prize, la obra de Rushdie suele dialogar con los mitos, desde Hijos de la medianoche (1981), una relectura de los cuentos de Sherezade en India, y Los versos satánicos (1988), una aproximación al Corán en clave de comedia que trastornó su vida: durante 10 años vivió oculto tras ser condenado a muerte por el ayatolá Jomeini.
En ese período visitó Chile, en 1995, y su estadía provocó una comedia de enredos entre las policías que le dejó mal recuerdo, como relata en sus memorias Joseph Anton. Ahora regresa al país en forma virtual en el Festival Puerto de Ideas Valparaíso digital que comienza el miércoles. “Tenía muchas ganas de volver a visitar Chile en persona, pero con el mundo como está, soy feliz al menos de tener la oportunidad de unirme virtualmente al Festival”, dice a través del e-mail.
En la décima versión del encuentro, Rushdie conversará con Arturo Fontaine el viernes 6 de noviembre, a las 20.00 h en puertodeideas.cl.
Tras recuperarse del coronavirus que se contagió en marzo en Nueva York, el escritor culminó un nuevo libro de ensayos, firmó la carta de los 150 intelectuales contra la intolerancia entre las filas del progresismo publicada en revista Harper’s, y se unió a Escritores contra Trump, asociación que reúne a 1.800 autores que buscan impedir un nuevo mandato del Presidente de Estados Unidos.
Curiosamente, en esta entrevista prefiere hablar solo de temas literarios. De todos modos, Quijote, la novela en que traslada al clásico de Cervantes a Estados Unidos, brinda una mirada contemporánea al país, en la Era donde Puede Pasar Todo, como anota. “Ya no era posible predecir el clima, ni la posibilidad de guerra, ni el resultados de las elecciones”, escribe en el libro. “Los hombres que interpretaban presidentes en la tele podían llegar a ser presidentes de verdad”.
En casi 500 páginas, Rushdie la historia de Ismail Smile, inmigrante de la India que perdió la razón por su exposición a la televisión basura, quien deja su trabajo en una farmacéutica y cruza Estados Unidos en automóvil con su hijo Sancho para ir tras su Dulcinea, Salma R, estrella de televisión. La historia se alterna con la de Sam Duchamp, un escritor mediocre que decide crear la obra de su vida y de este modo imagina y narra las desventuras de Smile.
Desmesurada, a menudo irónica y mordaz, la novela ofrece un abigarrado retrato de Estados Unidos, hipnotizado por los reality shows y cruzado de tensiones sociales. En ese escenario, Ismail es un Quijote. “Su amor es un engaño, por supuesto, ya que nunca ha conocido a su amada, pero los hombres harán mucho al servicio de los engaños”, dice el autor. “Pensé en él como un tonto enamorado, pero un tonto inocente, un tonto idealista, viajando por un mundo que no es ni inocente, ni idealista, ni amoroso. Entonces, en muchos sentidos, es mejor que el mundo en el que se encuentra”.
-Ismail Smile, el protagonista, enloquece por su adicción a la televisión basura. ¿Cuál es el peligro que ve allí?
-La novela utiliza los reality shows para representar todas las distorsiones mediáticas de nuestro tiempo, incluyendo Internet - manipulaciones de la verdad y mentiras descaradas que se hacen pasar por verdad - y me parece que estas nuevas formas de comunicación pueden realmente trastornar la sociedad, manipulandonos a todos nosotros y creando una nueva realidad en la que la verdad ya no existe.
-Vivimos en la Era donde Puede Pasar Todo, como dice el libro. En este contexto, ¿qué tan desafiante es la tarea del escritor?
-Sentí que para representar la Era donde Puede Pasar Todo, necesitaba usar todas las técnicas de la novela e inventar algunas propias. Entonces ataco el momento presente con las armas de la comedia, y mi novela son muchas novelas sucesivas, una novela de carretera, una historia de amor, una novela de espías, una ficción absurda, una metaficción e incluso una historia de ciencia ficción. Tal vez sea necesario hacer algo como esto para atrapar el momento tan resbaladizo en el que vivimos.
-A través del Quijote y la figura de Sancho, la novela toca la relación filial. Usted ha dicho que la relación con su padre no fue fácil; sin embargo, él fue un gran lector de sus primeros libros, ¿no?
-Sí, mi padre leyó mis primeros libros con atención y amor (murió en 1987.) Nuestra relación fue difícil durante un tiempo y mejoró cerca del final de su vida. Me alegra decir que mi relación con mis propios hijos es estrecha, y estos lazos familiares (entre padres e hijos y entre hermanos) siempre han sido de suma importancia para mí, y están en el corazón emocional de la novela.
-En Joseph Anton, su libro de memorias, recuerda la infancia con su padre, entre los maravillosos cuentos de Oriente y la libertad religiosa. ¿Cómo esta herencia intelectual impregna su visión del mundo?
-La mitología oriental y occidental siguen siendo una gran inspiración para mí. Y la libertad religiosa e intelectual es, o debería ser, vital para todos nosotros.
-Uno de los temas actuales que aparece en Quijote es la crisis de los opioides. ¿Podría hablarnos de su interés en ella?
-Esta es la otra plaga de Estados Unidos, menos examinada, que reclama hasta 70.000 muertes cada año. Así que quería mirarla. Mi médico corrupto ficticio tuvo un modelo en la vida real, y me sorprendió que tantos médicos fueran tan fácilmente corrompidos por los sobornos para que prescribieran drogas peligrosas a personas que no las necesitaban y crearan adicciones masivas. Mi propia hermana menor se volvió adicta a esos analgésicos (aunque no en Estados Unidos) y hace trece años murió de su adicción. Desde entonces, el tema ha sido un asunto personal para mí, y estoy feliz de haber encontrado finalmente una manera de contar una historia al respecto.
-En su viaje por Estados Unidos, Smile vive el racismo y la xenofobia. En Joseph Anton, usted relató que la primera vez que se sintió extranjero fue en el internado en Inglaterra, en Rugby. ¿Cómo ha observado este fenómeno ahora en Estados Unidos?
-Bueno, el tema del racismo ha estallado en la conciencia pública en Estados Unidos desde el asesinato de George Floyd, y hace mucho tiempo se le debía atención. Para mí estaba claro que mis personajes necesitaban encontrar algo de intolerancia en su viaje por los Estados Unidos. Habría sido deshonesto pretender lo contrario.
-En cierto modo, el Estados Unidos de la novela es una versión satirizada y exagerada, asaltada en ocasiones por una imaginación explosiva y cómica. Pero detrás de eso hay una percepción profunda del país. ¿De qué manera ese retrato dialoga con los Estados Unidos hoy?
-He vivido en Estados Unidos durante más de 20 años y he ambientado varias novelas allí, pero las otras se basan principalmente en la ciudad de Nueva York. Finalmente me sentí listo para intentar algo más panorámico, un retrato de este momento en la sociedad en su conjunto. A pesar de toda la sátira y el surrealismo, creo que es bastante realista.
-En su novela anterior, La decadencia de Nerón Golden, aparece un Museo de la Identidad ficticio. El tema de la identidad es cada vez más importante en el mundo actual. ¿Cómo ve este fenómeno?
-¡Estoy feliz de haber inventado el Museo de la Identidad y sospecho que pronto habrá un museo real de este tipo! En los Estados Unidos, los problemas de “identidad” se centran en el género y la raza. (En La decadencia de Nerón Golden, un personaje transgénero es muy importante). En otros lugares, la identidad significa cosas diferentes. En India, por ejemplo, la identidad se entiende principalmente como identidad religiosa.
-Podríamos decir que ha sido compañero de ruta en el viaje literario de Martin Amis, Ian McEwan, Julian Barnes y Kazuo Ishiguro. ¿Se siente parte de una generación con ellos?
-Esos escritores son todos mis amigos, junto con Angela Carter, Paul Auster, Siri Hustvedt, Don Delillo, Kiran y Anita Desai, entre otros. Admiro sus obras, pero siento que todos estamos comprometidos en viajes literarios muy diferentes, por lo que no somos una generación en el sentido de los Beats, por ejemplo, o los surrealistas. Somos simplemente contemporáneos.