Siguió atentamente lo que ocurría en Chile. Desde su casa en California, Isabel Allende hablaba por teléfono con sus amigas y veía las noticias sobre el desarrollo del plebiscito del domingo pasado. “Me conmueve el espíritu cívico que hay en Chile, que a pesar de la pandemia la gente sale a votar, que no hay disturbios”, dice a través de Zoom. “Fíjate que aquí, en Estados Unidos, la gente está yendo a votar anticipadamente y hay milicias armadas en la calle amenazando a la gente. La diferencia es tremenda. El resultado del plebiscito era bastante previsible, lo que ha sido una sorpresa es que el rechazo esté tan concentrado geográficamente, ¿no te parece?”.
Feminista y creadora de una fundación que apoya a mujeres vulnerables, la escritora chilena cree que el país tiene ahora la oportunidad histórica de escribir una Constitución inclusiva. “Primero, la mujer tiene que estar protegida, no puede vivir con miedo, de que la asalten con impunidad, de que la violenten, de todas las agresiones que sufre, empezando por la violencia doméstica. El patriarcado es un sistema de opresión y de dominación muy claro, entonces en una nueva Constitución, tal vez la primera que se redacte en este momento histórico en el mundo, se pueden hacer cambios estructurales muy importantes”, dice.
Del mismo modo, piensa la autora de La casa de los espíritus, la protección debe ir abrazada al poder de decidir sobre su cuerpo. “El control sobre su vida significa control sobre su cuerpo, no puede legislar sobre la fertilidad de las mujeres ni la Iglesia ni la ley, la mujer tiene que tener control sobre su cuerpo como lo tiene el hombre. Nadie le prohibe al hombre hacerse una vasectomía, entonces no pueden obligar a la mujer a tener hijos que no quiere tener o que no puede tener”, afirma.
El aborto es un tema que a ella le toca de cerca. Cuando tenía 18 años acompañó a una amiga de 15 a practicarse un aborto clandestino. “Esa experiencia me marcó de por vida, en esa época yo ni pensaba en el aborto, pero me puse a pensar que me pudo pasar a mí, y de ahí para adelante me fue definiendo”, cuenta. “Entiendo que por razones religiosas, culturales o familiares no quieras hacerte un aborto y estés dispuesta a tener hijos en cualquier circunstancia, pero no puedes imponer ese criterio a otras personas cuyas circunstancias son diferentes y no comparten tus ideas”.
Nacida en Lima en 1942, criada en Chile, exiliada en Venezuela y radicada en Estados Unidos desde 1990, a los 78 años Isabel Allende narra su vida como feminista en Mujeres del alma mía, su nuevo libro. Con el subtítulo Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas, la escritora relata su formación de feminista desde su niñez, y rinde homenaje a las mujeres que la han acompañado en este trayecto: su madre, Francisca Llona, sus amigas de revista Paula, su agente literaria Carmen Balcells, su hija Paula, su nuera Lori Barra y las mujeres de su fundación.
“En todo mi trabajo, en la escritura, en la fundación, lo que me define es el feminismo”, dice. El libro tiene la forma de una memoria y entre las personalidades determinantes aparece también una figura masculina, relevante por su ausencia. “A mí me marcó el abandono de mi padre. Eso nunca lo admití, porque como no figuró en mi vida no me hizo falta, pero marcó a mi madre y marcó mis 10 primeros años. Mi padre fue reemplazado por mi abuelo. De niña me marcó la vulnerabilidad de mi madre, de 24 años con tres niños en pañales, sin capacidad de trabajar, con educación de las de monjas. En esa época, los años 40, en un ambiente conservador católico, de clase burguesa, mi mamá estaba frita, yo veía la diferencia entre mi mamá y mis tíos solteros”.
-¿Esa ausencia paterna propició su rebeldía?
-Creo que sí, mi rebeldía nace de un deseo de proteger a mi mamá. Ella vivía enferma, porque estaba deprimida y no tenía ningún poder, no tenía plata, no tenía voz, nadie la respetaba. Mi mamá se había separado en una época en que no se hacía, los curas y todo el mundo estaban contra ella, entonces yo hubiera querido protegerla desde muy chica.
-¿En esa época quería ser hombre?
-Claro, porque mis hermanos la pasaban mucho mejor. A mí me estaban enseñando a tejer de pierna cruzada en el living mientras mis hermanos se estaban trepando a los árboles. Usted no puede hacer eso porque es niñita, no hable tan fuerte. Ya en la pubertad cuando la rebelión era explosiva, mi mamá me decía, Mijita si todo se puede hacer, pero con elegancia y sin bulla. Esa era el mantra, pero ¡no hay feminismo sin bulla, pues!
-¿Cómo reaccionaba usted?
-Me sulfuraba, porque a mis hermanos no les decían no metan bullan, ellos podían ser agresivos, maleducados, lo que fuera, pero yo estaba limitada por ser niña. Con elegancia y sin bulla.
-“Vas a recibir mucha agresión y pagarás un precio muy alto por tus ideas”, le dijo su madre. ¿Ha sido así?
-Estuvimos conversando sobre esto con mi mamá poco antes de que muriera. Mamá, tú me decías que iba a pagar un precio muy grande. Sí lo has pagado, me dijo. No, ha sido una ganga. Para todo lo que he adquirido, el precio que pagué fue nada. Porque cuando comenzamos con el feminismo en la revista Paula, nos llegaba cada palo, cada carta, y en lo personal, la agresión de la familia, de los hombres, cuántas veces he tenido que enfrentarme a una situación desagradable, pero a la larga lo que he obtenido no tiene precio.
-¿Cuán importante fue su paso por revista Paula?
-Fue fundamental, porque antes de la revista solo tenía rabia, y no sabía canalizarla, no me servía, se volvía contra mí. Aprendí gracias a mis amigas de la revista que eran mucho más informadas, habían leído a las feministas americanas y europeas, ellas me abrieron las puertas. Delia Vergara, Malú Sierra, Amanda Puz, me abrieron las puertas de cómo se podía articular un pensamiento, traducirlo en acción. En el caso mío, transformar esa rabia en algo que fuera muy claro pero que tuviera humor, porque me di cuenta de que tú podías decir horrores sobre los hombres pero si lo hacías con cierta gracia a ellos les divertía. Después traté de hacerlo en Venezuela y no me funcionó.
Casada con Miguel Frías en 1962, Isabel Allende se exilió en Venezuela tras el Golpe militar. La familia llegó en 1975 a Caracas con dos hijos, Paula de 12 años y Nicolás, de 9.
-¿Le costó adaptarse?
-No entendía las reglas del juego, era como otro planeta. Los chilenos que llegamos veníamos de un país sombrío, en crisis, la represión, la brutalidad del Golpe. Llegamos a un país que era el segundo más rico del mundo con la explosión del petróleo, cualquiera disculpa era buena para la fiesta, se trabajaba poquísimo, los extranjeros eran los que más trabajaban. Era un país generoso, verde, lleno de música, muy distinto a Chile. Fueron años para adaptarme y además no encontrar trabajo, lo único que sabía hacer, periodismo, no tenía cabida allá.
-La literatura le salvó la vida...
-Después de varios años conseguí trabajo administrando una escuela, estuve cuatro años y en ese tiempo escribí La casa de los espíritus.
-Y le cambió la vida...
-No al tiro, porque yo estaba en Venezuela y el éxito fue en Europa. Me vine a enterar de lo bien que le iba al libro un año más tarde, cuando empezaron a llegar los cheques. Pero aún así mi agente me dije no dejes tu trabajo, porque este es un primer libro y cualquiera puede escribir un buen primer libro, has tenido una suerte loca con el éxito pero no creas que esto va a continuar. Entonces yo seguí trabajando en la escuela hasta el tercer libro, Eva Luna, ahí me tuve que retirar, ya los libros estaban siendo traducidos, había que viajar y dejé el trabajo.
-En Venezuela se enamoró de un músico...
-Fue la estupidez más grande que he hecho en mi vida, porque dejé a mis hijos. Mis padres estaban en la casa, pero abandoné a mis hijos por seguir a este músico a España. Antes de un mes me di cuenta de que había cometido un error garrafal y volví a la casa, pero ya había fregado todo. Los niños se demoraron años en perdonarme, años en entender lo que había pasado. Muchas veces quise hablarlo, pero la relación con mi marido estableció la regla de la cortesía, en esa casa nunca se dio un portazo, ni se levantó la voz, no se hablaba de nada conflictivo. Pasaron muchos años antes de que yo pudiera sentarme con la Paulita y decirle eso fue lo que me pasó y para entonces tenía edad para comprenderlo, pero a los 15 años no, a los 15 años la mamá se fue detrás de un tipo nomás.
-¿Con el tiempo ellos lograron entenderlo?
-No sé si entenderlo, pero perdonarlo, sí, porque con Paula (quien murió de porfiria en 1992) llegué a tener una relación muy linda y la que tengo con Nicolás no puede ser mejor. Nicolás es mi alma, nos vemos todos los días; con Lori manejan la fundación, Nicolás se hace cargo de todo, platas, contratos, calendario, todo. La relación es de confianza absoluta, intimidad, todo lo que pudo haber pasado está perdonado.
-Paula le decía que el feminismo estaba pasado de moda, pero hoy lo vería en auge...
-Mamá, ya no hables tanto de feminismo, está pasado de moda, me dijo. Imagínate el boche que tuvimos. Eso fue cuando ella estaba en el colegio, pero cuando salió y comenzó a trabajar de voluntaria cambió. Después ella era más feminista que yo.
-Los críticos del #MeToo dicen que es un movimiento de mujeres blancas ilustradas, que no ha llegado a sectores vulnerables. ¿Ve un desafío allí?
-Hay un desafío, sí. No es completamente verdad esa crítica. Acá #MeToo es gente de color, más que mujeres blancas de clase media. Depende de dónde vivas. Pero es cierto que falta mucho por hacer y cualquier pretexto es bueno para echar para atrás, las mujeres ganan derechos y los pueden perder con tremenda facilidad: guerras, crisis, catástrofes, fundamentalismos, y se acaban los derechos, hay que volver a empezar. Como todo, hay que defenderlos, estar alerta, y es cierto que no ha llegado a todas partes. Todavía están casando niñitas de 8 años con viejos de 40 en algunas partes.
-Desarticular el patriarcado es un proyecto de dimensiones enormes, ¿usted realmente cree que es posible?
-Para allá vamos, pero no lo voy a ver. En los 78 años de mi vida se ha avanzado muchísimo y cada avance es un paso en esta cadena. El trabajo que hago en mi vida, en mi activismo, en mi literatura, en mi fundación, es un pedacito del trayecto. Le paso la antorcha a otra y otra seguirá. Yo ya recibí de quienes vinieron antes y si esas sufragistas no hubieran arriesgado la vida, yo no estaría acá. Cuando recibí la Medalla de la Libertad, que me la entregó Obama, la recibieron también dos familias de dos muchachos activistas, blancos, que fueron a registrar votantes negros en los 60 a Mississippi y los asesinó el Ku Kux Klan. Muchos años más tarde, honraron a las familias y Obama dijo, Yo no estaría aquí de Presidente si ellos no hubieran ido a Mississipi en ese momento. Tú haces algo y no vas a ver el resultado, y no importa, porque lo que importa es la familia humana.
“Estados Unidos está fregado”
Las elecciones presidenciales del próximo martes encuentran a Estados Unidos profundamente dividido. Isabel Allende cuenta que ella ya votó por anticipado.
-¿Cuán polarizado está el país? Hace unos meses un grupo de intelectuales publicó una carta en revista Harper’s advirtiendo intolerancia entre los sectores progresistas...
-Está completamente dividido. No tengo un solo amigo republicano en mi vasto horizonte; bueno, hay uno parece, pero no lo dice, se lo calla el pobrecito, y otros sectores son absolutamente trumpistas. El país está divido al punto de que se teme una confrontación armada el día de la elección. Si Trump llama a sus milicias armadas a que salgan, puede suceder una situación muy violenta. No creo que haya una guerra civil para eso está la Guardia Nacional, el Pentágono, pero puede haber algo muy serio. Pero Estados Unidos está fregado, Trump es un personaje siniestro, pero representa el 40 % del país. Trump no ha creado nada, no inventó nada, es el altavoz de lo que ya existe y estaba calladito. Nadie se confesaba racista hasta que vino Trump y le puso altavoz al racismo.
-En ese contexto, algunos consideraron inoportuna la carta de Harper’s
-No sé, no lo puedo analizar porque es parte de la libertad de lo que la gente siente. Hay tendencias para todo. El fanatismo nos pone en una trinchera y nos impide hablar, oír al otro.
-¿Qué piensa de los ataques que ha recibido JK Rowling por su twit sobre las mujeres trans?
-Uno se expone a eso cuando tiene una vida pública. Es una lástima lo que le ha pasado, yo estoy en absoluto desacuerdo con la agresión que ha recibido, pero te expones, ese es el problema. En otra escala es lo que me pasa a mí. Este libro va a sacar ronchas. Por el hecho de ser una persona pública, por cualquier cosa que yo diga me caen golpes. Al hacer algo público, uno se expone que a algunos le guste y a otros no, es parte del precio que uno paga.
-Hace un año está casada nuevamente, con el abogado Roger Cukras, ¿cómo es convivir con una feminista con carácter como usted?
-En la relación soy como una geisha; él sabe que soy independiente, pero en la vida cotidiana lo halago, lo sirvo, le prepara tragos, le corto el pelo, lo trato como príncipe, pero en lo demás soy quien soy. Roger dice que soy chica pero demoníaca, jaja.