El pasado lunes, el gobierno italiano clausuró la totalidad de los espacios culturales de ese país. Tanto los teatros, como las salas de cine, los conciertos y las exposiciones en museos, fueron suspendidas hasta nuevo aviso; bajo la excusa de detener el alza de contagiados por covid-19.
Las críticas surgieron con rapidez, hasta el punto en que diversos grupos salieron a manifestarse en las calles de Roma.
El director orquestal Riccardo Muti, quien recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2011, envió una carta al primer ministro Giuseppe Conte, en la que manifestó su preocupación.
“Es una decisión grave, el empobrecimiento de la mente y del espíritu es peligroso y también daña la salud del cuerpo”, expresó en el documento, que también detalló las dificultades que artistas y trabajadores enfrentan con esta decisión.
La respuesta de la autoridad llegó al día siguiente y destacó que las circunstancias obligaron al sector público a aplicar estas medidas. Aun así, el gobierno aprobó una inyección de 1.000 millones de euros para apoyar a la cultura y el turismo de su país.
El caso de Italia no es una excepción en el continente europeo; hoy la mayoría de los países han adoptado las mismas restricciones, mientras que el mundo de las artes se ha visto duramente afectado.
Emprendedores en desventaja
En Francia, el presidente Emmanuel Macron anunció que las librerías deberán permanecer cerradas en su país hasta nuevo aviso, debido a que sus productos no clasifican en la lista de esenciales para enfrentar la pandemia.
Esto provocó que la organización del Premio Goncourt de literatura suspendiera su ceremonia indefinidamente, como una muestra de empatía con los negocios afectados. Aquella fecha no se postergaba desde que estalló la Primera Guerra Mundial en 1914.
El escritor y miembro de la academia homónima, Pierre Assoulin, criticó la medida gubernamental bajo el argumento de que la mayoría de las ventas de libros se generan entre navidad y la entrega de galardones; por lo que el cierre de estos espacios afecta directamente en todas las profesiones y oficios que rodean a la literatura.
Según un artículo de El País, las empresas del rubro acusan que existe una competencia desleal, la cual beneficia a las multitiendas que también ofrecen libros y que —con permiso estatal— siguen operando durante el confinamiento.
Esto lleva a que la única opción alternativa de compra sea a través de Internet, situación que refuerza las ventas de compañías como Amazon, en desmedro de los emprendedores independientes que no gozan de stock suficiente o sistemas operativos de la misma capacidad.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, fue enfática sobre este punto durante una conferencia de prensa; llamó a no comprar en la aplicación, porque ello podría significar “la muerte de nuestras librerías”.
A pesar de que en junio de 2014 se aprobó una ley para que la empresa estadounidense no ofreciera rebajas mayores a los precios fijos de los locales establecidos; esto no es un aporte para los pequeños comerciantes durante la pandemia, quienes han optado por vender sus productos desde las puertas de sus tiendas.
Sin espacios de difusión
Durante la semana pasada, el gobierno alemán anunció que los centros culturales permanecerán cerrados por el tiempo mínimo de un mes. Según informa El País, esto generó indignación en los espacios que —después de la primera ola del covid-19— adaptaron su infraestructura para recibir público con las medidas sanitarias requeridas.
El escenario llevó a que miles de personas salieran a protestar a las calles para solicitar apoyo para el sector cultural, mientras que bandas de rock como Die Ärtze asistieron al noticiario de la televisión pública, para así tocar algunas de sus canciones y explicar las demandas de sus colegas.
Aquellas fueron rápidamente correspondidas por la canciller Angela Merkel, quien anunció una distribución de 10.000 millones de euros para mantener viva a la industria. Asimismo, asegura que hasta ahora no han podido detectar el origen del 75% de los contagios a nivel nacional; situación que dificulta una pronta reapertura de los teatros, cines y salas de conciertos.
Exposiciones en crisis
En Reino Unido, la mayoría de los espacios de difusión cultural reabrieron sus puertas a principios de septiembre, pero la llegada de la segunda ola del coronavirus llevó a que volvieran a cerrarse a inicios de noviembre.
Si bien, el gobierno británico aprobó 1.500 millones de euros para enfrentar esta situación en la industria cultural, los aportes son insuficientes; hasta el punto en que museos emblemáticos como la National Gallery se han visto obligados a negociar nuevamente las exposiciones que ya tenían fijadas, sin tener la seguridad de su permanencia.
Una extensa lista de pequeños teatros han llegado a la quiebra, como por ejemplo, los Nuffields de Southampton. Por otro lado, los que han logrado sobrevivir, tales como el Royal Exchange, se han visto obligados a despedir a la mayoría de su personal.
Funcionamiento parcial
Portugal es uno de los países que presenta mayor flexibilidad en cuanto a las restricciones contra el coronavirus. Si bien mantienen un confinamiento parcial —en el que recomiendan preferir el teletrabajo— la posibilidad de organizar eventos aún está permitida, siempre y cuando se respeten las normas sanitarias impuestas por las autoridades.
Aun así, según cifras entregadas por la asociación Aporfest, el número de festivales en el país ha descendido de 287 a 134 en relación a 2019.