Hace cinco años había dejado el timón del Teatro Ictus, una compañía de la que no había sido padre fundador, pero sí su miembro más emblemático. Aquejado de una compleja enfermedad a la columna (raquioestenosis), Nissim Sharim fue preludiando de aquella manera su despedida de la compañía teatral chilena más longeva de todos los tiempos: sus primeras obras se remontan al año 1955. Ayer, finalmente, el actor y también abogado falleció a los 88 años de edad en su casa debido a causas naturales.

Los miembros de su familia prefirieron no especificar las razones precisas de su deceso, aunque su amiga y compañera en el Ictus María Elena Duvauchelle comentó a La Tercera que hace tres semanas Sharim sufrió un accidente cerebrovascular. Este año se le vio públicamente en enero, entre estallido y pandemia, con motivo de la entrega de la distinción Luz y Memoria, de la Comunidad Judía de Chile. Como era esperable, estaba bastante disminuido físicamente. Fue el último galardón para quien postuló varias veces e forma infructuosa al Premio Nacional de Artes Escénicas.

Su hablar, grave y articulado, era muy característico. Su semblante, de ojos grandes y pelo ensortijado, definitivamente era difícil de borrar de cualquier disco duro en la memoria. Sólo le bastó aparecer en un comercial televisivo emitido en 1978 para ingresar al inconsciente colectivo de muchos chilenos. Fue, por supuesto, el famoso “Cómprate un auto Perico” junto a su compañera teatral Delfina Guzmán.

Sería una paradoja: comunista en su años universitarios, Nissim Sharim nunca comulgó demasiado ni con la televisión ni con el espíritu de consumo. Al menos nunca públicamente. La gran excepción que confirma la regla de su distante relación con la TV fue el programa de humor La Manivela, espacio creado por los mismos integrantes de Ictus y que entre 1970 y 1973 pasó por tres canales (Canal 7, Canal 13 y Canal 9), causándole más de un dolor de cabeza a los directivos debido a su afinidad con la Unidad Popular.

Abogado en primera fila

En algunas entrevistas Nissim Sharim había dicho que tras recibirse de abogado en la Universidad de Chile gozó de una momentánea vida cuyos ingredientes eran el buen sueldo y la infelicidad diaria. En esas condiciones llegó a la compañía Teatro Ictus en 1962, a los 30 años, pero como espectador: tras ver una función de El velero en la botella de Jorge Díaz, cambió de rumbo profesional y entró al grupo creado por ex alumnos del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica.

Encontró un grupo donde cohabitaban pacíficamente personalidades de distinto color político, que privilegiaba la creación colectiva en desmedro de autores específicos y cuyo símbolo, un pez, era el del cristianismo primitivo. “Es probable que ese logo haya obedecido a las motivaciones de Claudio di Girólamo, uno de los fundadores de la compañía”, comenta el dramaturgo, director teatral y Premio Nacional de Artes de la Representación Gustavo Meza.

“Por el contrario, Nissim (Sharim) provenía de una filiación que más podía tener que ver con el Partido Comunista y con el teatro popular. Pero ahí convivían todos los credos, desde actores que se fueron a exilio a algunos que luego apoyaron la dictadura. Obedecían al mensaje parriano de ‘la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas’”, agrega Meza, que sin ser del grupo de la Sala La Comedia fue llamado varias veces por la compañía.

Aunque tal vez no disfrutaba ser abogado, es probable que aquella formación haya infiltrado al torrente sanguíneo de los trabajos en el Ictus. “Le gustaba mucho discutir y argumentar antes de cada obra. Nos sentábamos en la sala y hacía como una defensa de la obra que íbamos a hacer”, detalla Meza.

Ictus en la resistencia

Pero fueron los años 80 los que en definitiva pasarían a la historia como las páginas más desequilibrantes de la compañía en términos políticos. Con un público leal y expectante a cada una de sus obras, Ictus fue montando sucesivamente una serie de piezas que implícita o tácitamente desafiaban las restricciones y falta de libertad de la dictadura.

Fue el período en que trabajaron José Secall, Edgardo Bruna, Delfina Guzmán (en rigor, desde sus inicios) o Roberto Poblete y en que colaboraron activamente con escritores como José Donoso o Carlos Cerda. Del primero hicieron Sueños de mala muerte (1982) y del segundo Lo que está en el aire (1986) y ambos casos también dan cuenta del interés de Sharim por la literatura, que se reflejaba en una biblioteca donde abundaban los volúmenes de Kafka, Borges o Carlos Fuentes .

Obras como Primavera con una esquina rota (1985), basada en la novela de Mario Benedetti sobre un padre exiliado y un hijo preso político, terminaron transformando al Ictus en una compañía sospechosa para el régimen. No fue de extrañar entonces que en 1987, Sharim y otros 79 actores chilenos recibieran una carta de amenaza. Decía: “A contar de esta fecha: 30 de octubre de 1987, los siguientes testaferros del marxismo internacional tienen un mes de plazo para hacer abandono del país”. La firmaba Comando 135 - Acción Pacificadora Trizano.

Este incidente desembocó en uno de los episodios de solidaridad internacional más significativos en los años 80. Una pléyade de estrellas de Hollywood, entre ellos Robert De Niro, Jack Lemmon, Robert Redford, Christopher Reeve y Jane Fonda, manifestaron su apoyo a los actores locales.

Fue un espaldarazo demasiado mediático como para que al Ictus y al resto de los amenazados los continuarán hostigando. El propio Nissim Sharim solía contar la anécdota de la llamada telefónica de Jane Fonda, con ambos saludándose en inglés: “Hello, this is Jane Fonda”; “Oh yes, this is Nissim Sharim”.

Para esos años el Ictus ya había pasado por algunas de sus tempestades más grandes y al actor ya le había tocado pronunciar tal vez las palabras más difíciles de su vida. Fue el 30 de marzo de 1985, en el intermedio de Primavera con una esquina rota: le comunicó al actor Roberto Parada que su hijo Juan Manuel Parada había sido asesinado junto a sus camaradas comunistas Manuel Guerrero y Santiago Nattino. Roberto Parada, a pesar de las circunstancias, decidió continuar con la función en tributo a su hijo degollado.

Al saber de la muerte de Sharim, su amigo y compañero en el Ictus José Secall se limitó a decir pocas pero sentidas palabras: “Trabajamos durante 33 años y fue un compañero de trascendencia absoluta en mi vida. En mi opinión, fue alguien bueno como pocos, y consecuente. Será recordado por su valentía en los días más oscuros de Chile”.

Precisamente fue Secall quien invitó al ex ministro de Cultura y actual diputado por Evópoli Luciano Cuz-Coke a trabajar con el Ictus en la obra Sostiene Pereira, basada en la novela de Antonio Tabucchi, en 1999. “Era un hombre muy culto y era el mascarón de proa del Ictus, una compañía que ha significado tanto pata Chile como para la democracia”, comenta. “Era una persona de izquierda, pero tenía convicciones democráticas muy amplias y con valores humanistas que me parece se van a echar de menos en el país”, añade.

La actriz Elsa Poblete destaca el compromiso de Sharim: “Siempre lamenté que haya tenido que dejar el Ictus los últimos años. Dejó su carrera de abogado por el teatro, y lo hacía con mucha pasión”. El actor y Premio Nacional Héctor Noguera alude al costado político del actor y a su constancia: “El hizo un teatro muy ligado a la contingencia, a las necesidades y sentimientos de la gente, pero además es un ejemplo de perseverancia, de talento y de amor extraordinario por el teatro”.