Guillermo Calderón, dramaturgo y guionista chileno: “Hay que correr a buscar los formatos que permitan que el teatro sobreviva”

Willy
El dramaturgo Guillermo Calderón (1971) es autor de obras como Clase, Escuela y Mateluna, entre otras. Foto: Mario Téllez.

El hombre detrás de obras como Villa+Discurso y colaborador de Wood y Larraín en el cine debuta hoy en el venerable formato del radioteatro con Neva, su primera obra, ambientada en San Petersburgo en 1905.


Criatura de teatro con un pie en el cine, el dramaturgo chileno Guillermo Calderón (1971) se persuade a sí mismo que éste no es el tiempo del teatro tal como lo conocemos y que los métodos de lucha se redujeron. “Los teatros están cerrados. Y ha sido así desde el estallido. Tal vez es un momento de sacrificio”, comenta al teléfono a un día del debut de su obra Neva en uno de aquellos canales alternativos que hoy son el pan de cada día entre sus colegas: en este caso es el radioteatro.

Desde mañana y hasta el 19 de diciembre, la creación que transcurre durante el 22 de enero de 1905 (el “domingo sangriento” en que las fuerzas del zar liquidaron a más de dos mil manifestantes en San Petersburgo) llegará vestida en aquel formato como parte de la oferta gratuita de la Fundación Santiago a Mil. Neva fue también la primera obra de un autor que ha logrado una destacada exposición internacional con montajes en el Festival de Edimburgo o el Public Theater de Nueva York.

Disponible para su escucha en el sitio santiagoamil.cl, Neva es protagonizada por Trinidad González, Paula Zúñiga y Nicolás Pavez. Todos, menos Pavez (que reemplaza a Jorge Becker), son los originales de la puesta en escena del 2006, pero esta vez debieron adecuarse a las circunstancias.

La versión sonora de la primera obra de Calderón es parte de la llamada “previa” de Santiago a Mil en enero próximo. El dramaturgo, que además ha trabajado en los guiones de películas de Pablo Larraín (Ema, Neruda, El club) y Andrés Wood (Araña, Violeta se fue a los cielos) explica este singular paso a un territorio de puro sonido que en Chile brilló entre los años 40 y 60.

Obra
Trinidad González, Paula Zúñiga y Nicolás Pavez protagonizan la versión de Neva en radioteatro. Foto: Santiago a MIl.

¿Es complejo pensar una obra sin imágenes?

Sin duda. En primer lugar teníamos claro que no se trataba de ponernos a leer lo escrito. No es teatro leído. Neva es una obra que tuvo un montaje y, por lo tanto, había que trasladar aquello al radioteatro. No el texto al radioteatro. Hay cuestiones que siempre son un desafío y, en ese sentido, lo que hace Tomás González con el sonido es muy importante. Me refiero a cómo darle presencia a los segmentos que son silencios y que en el teatro podemos ver: en ese caso hay que reemplazarlos por un respiro, un suspiro, una tos, algún efecto sonoro que no sea muy invasor.

¿Cómo grabaron la obra?

No existió la posibilidad de que fuéramos a grabar las voces de los actores a un estudio. Cada quien lo hizo desde su casa, con su celular y con la tecnología a mano. Eso influye en la calidad del sonido, en el tipo de montaje que queda al final, pero son las reglas del juego y además se entiende que es una obra de acuerdo a los tiempos de pandemia. Es todo muy raro, pero tenemos que adaptarnos a lo que pasa. Es más, es probable que el radioteatro se quede entre nosotros. En ese sentido, no dejo de acordarme de la tradición tan bonita que alguna vez tuvo Chile al respecto.

¿Cuál es la resonancia de Neva en esta época?

La obra transcurre mientras el pueblo en Rusia se manifiesta y al mismo tiempo tres actores ensayan El jardín de los cerezos de Chéjov. Entre ellos está Olga Knipper, su viuda. Habla de que los actores se enfrentan a una dualidad: necesitan de la soledad para poder trabajar y crear, pero al mismo tiempo buscan hacerse cargo de lo que está pasando en la sociedad. Mientras ensayábamos para esta versión, por ejemplo, nos acordábamos de la actriz María Paz Grandjean, quien fue alcanzada por un balín el 18 de octubre frente al GAM poco después de que se suspendió La pérgola de las flores.

¿Y qué significa en este contexto, la pandemia?

La pandemia ya es una especie de maldición. Una maldición exacerbada con la restricción de una serie de actividades con las que el teatro convive, como son los restaurantes, los bares, la fuente de soda. En ese sentido hay que correr a encontrarse con los formatos nuevos que permitan que el teatro siga existiendo.

¿Cómo percibe la situación teatral en este momento?

Muchos trabajadores del teatro se están dedicando a otras cosas para poder vivir. No digo que no vayan a volver nunca más a su oficio, pero esperar a ganar algún fondo para ganarse la vida no es realista. Algunos subsisten haciendo clases quizás, pero en general ese no es el panorama. Un radioteatro puede servir para mantenerse por 15 días, pero no alcanza para el sueldo de un mes. El Zoom logra dar sus dividendos, pero sólo en los casos de obras con elencos conocidos

¿Pero estos formatos podrían potenciarse?

A mí particularmente me encanta el Zoom, tiene millones de posibilidades y es democrático. Resuelve el acceso del público, algo que siempre ha sido difícil para el teatro. Normalmente una obra sólo se ve en el Barrio Bellavista, pero si alguien tiene una conexión wi-fi puede apreciarla en Putre o Puerto Natales. Además, se genera un espacio de preguntas y respuestas después de cada obra en el que participan los espectadores online. Seríamos muy poco inteligentes si en el futuro nos olvidáramos de esto. Deberíamos pasar del podcast a obras especialmente encargadas desde las radios. Es algo que hace la BBC en Gran Bretaña: se comisionan obras para la radio, ni siquiera para escena. Son creaciones pagadas, no hechas por amor. Sería además una manera de crear más trabajo y oportunidades para los actores y dramaturgos.

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