Deborah Eisenberg, escritora estadounidense: “Este es un libro sobre el egoísmo absurdo y sordo de nuestros tiempos”

Deborah Eisenberg
La escritora americana Deborah Eisenberg.

Cuentista premiada y admirada, su obra llega por primera vez en español gracias a la publicación del volumen de relatos Taj Mahal.


“Dejé de fumar y me derrumbé por completo”, recuerda Deborah Eisenberg. “Estaba en un estado de pánico y desesperación total y Wally me dijo que no tenía nada que perder, que era hora de atreverme a tomar el lápiz y anotarlo todo en un cuaderno”.

Eran los años 70 y la cuentista estadounidense vivía en Nueva York con el actor Wallace Shawn. Eisenberg llevaba varios días sin fumar y la ansiedad la carcomía. Entonces su pareja le recomendó que pusiera todo por escrito. A modo de terapia.

“Comenzó como un diario de vida, pero resultó que, después de varios momentos de miseria, se convirtió en un cuento. ¡Mi primer cuento! Uno bastante autobiográfico. De hecho, el más autobiográfico que he escrito”.

Y desde ese primer cuento “terapéutico” que Deborah Eisenberg (1945) ha perfeccionado justamente eso: el arte de condensar momentos, personajes y vidas enteras en un puñado de páginas. Por eso la autora de siete colecciones de relatos y ganadora del PEN/Malamud, entre varios otros premios, se ganó la admiración de Lorrie Moore, John Updike y George Saunders. Porque sus cuentos son extraños y deslumbrantes y se saltan las convenciones del género.

Si bien por mucho tiempo la obra de Eisenberg no estaba en español, ahora llega a Chile Taj Mahal, publicado por la editorial argentina Chai, y traducido por el escritor Federico Falco. Y sí: Taj Mahal tiene el sello indiscutible del mundo Eisenberg. Son seis cuentos por donde transitan personajes rebeldes, infantiles, atormentados y en su mayoría contrarios a la solemnidad de la vida adulta. Ahí está la mujer con problemas y un rostro que le salva el destino; ese grupo de actores de cine sorprendidos al leer un libro sobre su pasado dorado; un joven privilegiado que se enamora de una trabajadora de derechos humanos, y que termina atrapado en una búsqueda que lo consume. “Así que una anda por la vida envuelta en una nube de hechos solo visibles para los demás”, reflexiona la protagonista de “Tachar y seguir”. Y en otro relato un empresario, ebrio en medio de una cena, le advierte a un grupo de contadores y abogados que si su negocio falla, él no les debe nada. “No piensen ni por un momento que si el barco se hunde les arrojaré una cuerda”, les dice. “Me imagino que todos recuerdan ese acertijo sobre un maestro Zen y un discípulo que un día les trae un pato atrapado en la botella... No es mi pato, no es mi botella, no es mi problema”.

“Algo de la rebeldía de mis personajes viene de mi infancia. Supongo. Digo, tuve una infancia muy afortunada. El suburbio donde crecí estaba frente al lago Michigan, en Chicago, que es tan grande, magnífico y temperamental como un mar pequeño. Algo realmente fascinante si se tiene cerca”, cuenta la autora desde su departamento en Nueva York, el cual comparte con Wallace Shawn (a quien, en varios momentos de la entrevista, se le escucha riendo a carcajadas por detrás). “De todas maneras fue una infancia muy convencional en un momento muy convencional de la historia de la clase media estadounidense, y por eso desde pequeña que me sentí una niña extraña. Lo que me salvó es que había libros en mi casa”.

¿Hay alguno que recuerde en particular?

Probablemente el más atractivo de la biblioteca de mis padres era una colección de cuentos de Katherine Mansfield. Fue publicado por Knopf, creo que en 1930; un libro muy alto y delgado, con letras muy grandes y maravillosos dibujos de Zhenya Gray. Pensaba que era un libro para niños.

¿Y qué recuerda de esa lectura?

Que no entendí el libro en absoluto, por supuesto, pero estaba completamente hipnotizada y lo leí una y otra vez. Mis dos cuentos favoritos eran (y siguen siendo) “Preludio” y “Las hijas del difunto coronel”. Solo pasados los treinta años me di cuenta de que “Las hijas del difunto coronel” es divertido pero igualmente desgarrador.

Tengo entendido que solamente escribe dos horas al día. ¿Es cierto?

No. Bueno, no tan cierto. A veces les sugiero eso a mis estudiantes que tienen problemas para escribir. Les digo que se sienten con su computadora portátil o pantalla o cualquier medio que estén usando durante dos horas al día, y que lo hagan aunque no tengan que escribir nada. La condición es que no pueden hacer nada más. Ni revisar el correo electrónico, ni prepararse un café, ni menos limpiar el baño, nada. Eventualmente se aburrirán lo suficiente como para escribir.

¿A usted le funciona?

Rara vez. Nunca he podido mantener un horario regular de escritura. Si tengo cosas que hacer en la casa, no logro concentrarme del todo en la escritura. Cuando empiezo un cuento nuevo solo puedo dedicarle un poco de tiempo. Pero cuando estoy bien adentro en un proyecto nuevo puedo dedicarle horas y horas. Solo si estoy inspirada. Algo que por supuesto que no sucede muy a menudo.

¿Cuándo sabe que tiene un libro entre manos y no una serie de cuentos sueltos? Algunos relatos de Taj Mahal los ha trabajado hasta por diez años, ¿no?

Ha sido lo mismo con cada uno de mis libros. Avanzo lentamente, escribiendo una historia y luego otra, y en cierto momento, mi agente o mi editor dice: “Creo que tienes un libro”. Y siempre estoy de acuerdo con lo que dicen.

¿De dónde saca el material para sus cuentos?, ¿toma nota?, ¿espía a la gente?

¡Ni yo misma entiendo de dónde viene el material! Supongo que los tiempos en que vivo impregnan mi mente. Así que siempre hay algo ahí, inevitablemente, de nuestra época en estos cuentos, en estas páginas. Pero todo lo demás proviene del interior de mi cabeza. Y no, con muy raras excepciones, ninguna persona real ha servido de modelo para mis personajes. Y tampoco he usado las experiencias de otra persona para empezar un cuento. Por lo menos hasta ahora.

La versión en español de este libro tiene título diferente, Taj Mahal. Pero el original es un acertijo Zen: My duck is your duck o Tu pato es tu pato. Se podría decir que esa línea es casi una suerte de núcleo humorístico del libro, ¿no?

Escuché ese acertijo o parábola Zen en una situación similar a la del libro. No es mi pato, no es mi botella, no es mi problema. Fue un empresario que, como dice el cuento, lo usó como amenaza. Una situación muy absurda, claro. ¿No te parece? Y se quedó en mi mente durante años. Finalmente lo busqué en Internet y allí estaba, para mi sorpresa, aunque desde entonces parece haber desaparecido del habla popular. Mi editor quería usar esa historia como el título del libro, lo cual me pareció bien, ya que ese acertijo o parábola representa a la perfección el conjunto de cuentos. Este es un libro sobre el egoísmo absurdo y sordo de nuestros tiempos.

Este libro, como otros, se lo dedica a Wallace Shawn. ¿Cómo fue la cuarenta en Nueva York? Se lo pregunto porque viven en esa ciudad desde los años setenta y supongo que la han visto pasar por distintas etapas. Y ahora vendrá otra, la Nueva York post-Covid.

Nueva York siempre se mueve y cambia rápido, pero con el Covid se frenó. ¿Cómo cambió?, ¿a dónde se fue la Nueva York previa al Covid? Bueno, esta es una ciudad invisible para mí, de todos modos, porque rara vez salgo de mi apartamento. Supuestamente Nueva York está despertando ahora que nos hemos acostumbrado a vivir con el Covid. Sin embargo, cuando salgo a caminar me da la sensación de que la ciudad no tiene la convicción o la fuerza necesaria para existir. O puede que sea yo. Últimamente me siento como si hubiera muerto y todo lo que ahora veo frente a mí no es más que un recuerdo borroso y trillado. Como una película con actores de tercera categoría.

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