La mano de Dios: el canto a Maradona que se convirtió en himno
A finales de los 90, el cantante Rodrigo “El Potro” Bueno le pidió al desconocido cantautor Alejandro Romero que le compusiera un sencillo. El encargo no le fue fácil: sentía que se jugaba su futuro como músico. Desesperado y sin darse cuenta, terminó inspirándose en el futbolista argentino más importante de la historia.
Fue un largo abrazo. Era como el encuentro de dos hermanos que nunca se habían visto, pero eso no importaba, porque el cariño venía de otro lugar: un lazo profundo. Uno fue artífice de las alegrías más grandes en la historia del fútbol argentino; el otro, había interpretado una canción que lo homenajea, un gesto que acrecentaba la leyenda del “10”, una especie de mito fundador para los trasandinos.
Luego vinieron las palabras:
—La canción que me hiciste —le dijo Diego Maradona, sonriente, al cantante Rodrigo—, sos un hijo de puta.
A finales de los 90′, Alejandro Romero incursionaba en el pop. Apenas conocía al cantante Rodrigo “El Potro” Bueno, quien era el incipiente pololo de su hermana. Un día la pareja fue a cenar y el novio escuchó que ella cantaba una balada compuesta por su hermano, “Yo sin ti”. “El Potro” decidió pedirle a su cuñado que le escribiera un sencillo para interpretar en su repertorio, solicitud que Romero entendió como un gesto de ayuda, pero que resultó ser un completo desafío.
“Estuve dos horas en una hoja vacía, sin inspiración”, le contó al youtuber Fede Bareiro. Para el compositor era un momento difícil: no se le presentaban oportunidades para abrirse camino en el mundo musical y se cuestionaba si realmente tenía talento. Romero se angustió: “Tuve la sensación de dejar la música”.
Incluso, en una especie de rezo desesperado, entre lágrimas y súplicas, le pidió a Dios: “Dame una mano”. Quería una canción que de verdad le gustara a Rodrigo. Sentía que si lograba esbozar una idea, podría permitirse continuar con su carrera artística. “Y si no escribía nada, me dedicaría a otra cosa”, recordó.
Se concentró en la hoja y se largó a redactar algunos versos sin una dirección clara, no sabía qué escribía: “En una villa nació, fue deseo de Dios/ crecer y sobrevivir a la humilde expresión/ enfrentar la adversidad/ con afán de ganarse a cada paso la vida”, puso en el papel.
—Qué mierda estoy haciendo —pensó.
Sintió la voz interna de su cabeza, esa que nunca calla, le decía: “En un potrero forjó una zurda inmortal”. Ahí se dio cuenta de que esas palabras tenían que ver con Maradona. “Fue como un dictado”, sintió, como si la idea bajara del cielo. Así tal cual.
“Me cagaste, este será mi último éxito”
Cuando terminó la letra, se juntó con Rodrigo para mostrarle el tema. Pero antes lo acompañó a una sesión nocturna de grabación. Recién volvieron al departamento de “El Potro” a las cuatro de la mañana.
—Dame diez minutos —le dijo el cantante—, que me voy a preparar… Por mientras, lee esta nota mía.
El compositor aprovechó de abrir el número de la revista Gente que le pasó “El Potro”. En el artículo, el cantante decía que había compuesto un sencillo sobre el ex mediocampista argentino. “Y me descolocó”, dijo Romero. “Yo tenía una canción de Maradona en el bolsillo y, quince días antes, él decía que había compuesto una canción para Maradona”.
Cuando Rodrigo salió del baño, le dijo:
—Cántala.
—No, te la canto cuando vuelvas —respondió. Rodrigo viajaba a Brasil solo en algunas horas, a las ocho de la mañana.
Romero no quería interpretarla, luego de enterarse de que ambos habían escrito una pieza con la temática del exfutbolista argentino. Pero Rodrigo fue insistente. La hermana del joven compositor también estaba ahí y le dijo que tomara la guitarra.
Así que recogió el instrumento y empezó a cantar:
—En una villa nació/ fue deseo de Dios/ crecer y sobrevivir...
Rodrigo estaba en el baño arreglándose para su viaje y, cuando escuchó los primeros acordes, salió al pasillo y le pidió que empezara de nuevo. Y luego se lo pidió tres veces más, siempre antes de que llegara a la segunda estrofa. Apenas pudo llegar a esa parte de la canción, “El Potro” se agarró la cabeza, se le acercó llorando y le empezó a dar besos. Romero estaba extrañado porque, hasta ese entonces, no tenían mayor cercanía. Quedó helado.
—¡No sabés lo que acabás de hacer! —le dijo—. ¡Vas a conocer a Maradona! ¡Este es tu pasaporte para no pedirle nada a nadie!
Después, “El Potro” se levantó, agarró el papel y dio vueltas por el departamento:
—Esta va a ser la mejor canción que vas a escribir —le aseguró—, y no la vas a superar jamás. La van a cantar todos.
Hizo una pausa y comentó:
—Me cagaste, este será mi último éxito. Yo tampoco lo podré superar.
Rodrigo improvisó un título: “La mano de Dios” y, al costado de la hoja, escribió con lápiz pasta las iniciales “I.N.R.I”, misma sigla que Poncio Pilato ordenó poner en la cruz en la que murió Jesús justo arriba de su cabeza.
La lucha más difícil
—Por no venderse jamás al poder enfrentó/ humana debilidad/ si Jesús tropezó, por qué él no habría de hacerlo…
Rodrigo empezó a aprenderse la letra del sencillo y en muchas ocasiones, mientras la interpretaba, debía leerla en el papel. A veces se equivocaba con algunas palabras. En vez de decir “humana debilidad” cantaba “curiosa debilidad”. Pero, después pensó que eso causaría polémica porque, al usar ese adjetivo, estaba endiosando al mediocampista argentino lo que pareció positivo.
Lo humano desaparecía de la letra.
Otro cambio que vino con las reiteradas interpretaciones que hizo Rodrigo fue en: “La fama le presentó una blanca mujer/ de misterioso sabor y prohibido placer/ que lo hizo adicto al deseo de usarla otra vez”. En aquella referencia a la cocaína, antes, en vez de decir “usarla”, decía “amarla”.
—Vamos a poner “usarla”, porque nadie ama la droga —propuso el cantante—. Uno a veces la usa solamente.
Luego, vienen los últimos versos que relatan la lucha constante del exfutbolista contra las adicciones: “Y es un partido que un día/ el Diego está por ganar”. Años después, en un concierto, el propio Maradona interpretó el homenaje sobre el escenario, con las luces rojas que apenas le iluminaban la cara. Sus ojos estaban cerrados, mientras su voz, rasposa, le improvisaba un cambio a la letra original:
—¡Y es un partido que un día/ Un día voy a ganaaaaaaar!
“¿Cantás?”
Romero conoció a Maradona en la casa del astro argentino, en la esquina de Segurola con La Habana, en Buenos Aires. Era el cumpleaños de su hija Dalma, y él había sido invitado por Claudia Villafañe, la esposa del 10″ trasandino que fue campeón del mundo.
—Tengo una guitarra —le preguntó ella—. ¿Cantás?
Por supuesto, él aceptó. Interpretó cuatro temas, pero no el que relata la historia del mítico jugador. “Maestro, maestro”, dijo una voz entre los presentes. Era Maradona. “¿No me canta la mía?”, le preguntó. Alejandro, tímido e introvertido, se emocionó: él solo había planeado interpretar ese tema si era el propio exfutbolista quien lo pedía.
El músico cerró los ojos y cantó.
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