Estaban separados por 12.554 kilómetros, pero esa noche, los infiernos personales de Diego Maradona y Eric Clatpon les acercaron como nunca antes. Ahí estaban, con algún intermediario haciendo la traducción, hablando de sus experiencias con las drogas. Lo que habían perdido, lo que habían dañado. El músico le detalló al Pelusa su larga y penosa lucha contra la heroína y como había conseguido salir cuando parecía consumido hasta el tuétano.
Desde la soledad del centro de rehabilitación cubano, Maradona escuchaba. Le hizo sentido; tenía que tratarse, pero bien. Y allí en la isla, rodeado del círculo de aduladores y amistades que se turnaban para verlo, al Pibe de oro le estaba resultando muy difícil desengancharse.
Fue entonces que Slowhand lanzó su oferta; lo recibiría gratis en el centro de rehabilitación Crossroads que tenía en la isla de Antigua, para recuperarlo de una buena vez. Incluso, para convencerlo, ofreció arreglar todo para pasar a buscarlo. El Diego, rápido como en la cancha, aceptó.
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La idea fue de la periodista argentina María Laura Avignolo. Quería contactar a Eric Clapton para conseguir una misión que entonces sonaba más a un deseo que a una posibilidad real Sacar a Maradona de Cuba para llevarlo hasta Crossroads.
El ídolo llegó a la isla en enero del 2000 para internarse en un centro de rehabilitación, en un bullado viaje en que le acompañaron sus padres, su entonces esposa Claudia Villafañe, el mánager Guillermo Coppola. Pero bajo el sol del caribe y la indiferencia de Fidel Castro, las cosas no funcionaron.
“Cambiaban de teléfono todo el tiempo. Sus amigos se turnaban para visitarlo -cuenta Avignolo en una columna para Clarín de Buenos Aires-. Las malas compañías también llegaban. Estaba aún peor que en Buenos Aires. Los excesos eran los mismos o peores”.
“Cada día se lo sentía peor en el celular”, agrega.
Fue entonces que Avignolo, junto a Ian, otro colega que trabajaba en The Observer, comenzaron a mover sus contactos para llegar hasta Clapton e intentar que éste convenciera al Pelusa de viajar hasta Antigua para iniciar, ahora sí, un tratamiento efectivo contra la adicción. Todo bajo estricto secreto.
“Jamás lo escribiríamos mientras Diego viviera -detalla la periodista-. Nunca reconoceríamos que lo intentamos. No hablaríamos con la prensa ni con nuestros editores ni con nadie. Hasta hoy, que Diego se fue y ese intento nos une a él para siempre”.
Tras mucho insistir, lo consiguieron. El nexo con el músico fue una chica brasileña llamada Nidia. “Había llegado a Londres a estudiar inglés, amaba el fútbol y trabaja como personal de limpieza para pagar sus cursos”, detalla Avignolo.
Como sea, los instigadores del plan pensaban que la tranquilidad de Crossroads -un nombre que resume muchas de las obsesiones de Clapton, como el blues de primera era-, iba a resultar beneficiosa para Maradona. Se trataba de un centro que el músico levantó en 1988 en la ex colonia británica de Antigua, para tratarse de su adicción a las drogas duras. El concepto era simple: una atención de calidad, accesible para todos.
En rigor, era un paraíso. Un lugar entre las playas de arenas blancas y aguas turquesa, en que se respiraba paz y tranquilidad con las comodidades de un hotel de lujo. El sitio además contaba con cabañas, piscinas, gimnasio, y el tratamiento era personalizado de acuerdo a las necesidades de cada paciente. Allí, frente al mar, se atendía adicciones de todo tipo, desde el alcohol, la marihuana, cocaína y opiáceos.
Tras enterarse de los detalles del tratamiento frustrado de Maradona en Cuba, Clapton decidió ayudar. No sería fácil. En esos días, Maradona luchaba contra su carácter indómito, los amigotes, la droga a libre disposición y los constantes cambios de número de teléfono -Coppola estaba obsesionado con la idea de que los vigilaban-.
Por entonces, en noviembre de 2001, el músico inició su gira por Japón. Allí por fin se logró contacto. En una madrugada con muchas dificultades para afinar la logística, el hombre de “Cocaine” escuchó la voz de Diego al otro lado del auricular. Por su lado, Coppola sonreía con la felicidad de quien consigue una ayuda divina para un entuerto imposible.
Pero Maradona nunca puso un pie en la clínica y tiempo después volvió a la Argentina. Allí, retomó su vida de excesos, para luego someterse a un tratamiento con el que consiguió adelgazar, más tarde fue el conductor de su propio programa de TV en que incluso entrevistó a Fidel Castro. Su otra adicción, el espectáculo, nunca desapareció.
Con Clapton, eso sí, nunca más volvieron a hablarse.