Un golpe de suerte eres tú: Luis Jara y el origen del éxito
En más de tres décadas de música, Luis Jara ha afianzado una teoría personal del éxito, logrando posicionar al menos un tema reconocible por cada decenio. A ver los lectores de esta revista, ¿sí o no? “Ámame” en los 80, “Un golpe de suerte” para la década siguiente, y “Mañana” en el cambio de milenio. Acá, el intérprete de “La última tentación” recuerda las lecciones de su peor fracaso y la borrachera que dio origen al que sea, tal vez, su mayor hit.
Los recuerdos se disparan rápido en la memoria de Luis Alberto Jara Cantillana (1965), hoy fuera de la pantalla de Mega y dedicado a sus anchas a la música. Pero ya veremos cómo es este asunto. En 1994, después de cuatro discos con EMI Odeon, el cantante tenía 28 años en pleno lanzamiento de Un golpe de suerte. “Fue un año de dulce y agraz”, recuerda él. “Hice una gira autofinanciada por Estados Unidos. Me casé en mayo de aquel año con una mano adelante y la otra atrás —financiera Condell y Fincard—. Me fui solo a probar suerte nuevamente a Miami. Dormí de allegado en casa de Maitén Montenegro. Mi esposa llegó a verme con un pasaje regalado por alguien de buena voluntad y canté en un restorán chileno para 50 personas vendiendo por las mesas, con Silvana, mi casete de Un golpe de suerte. Recorrí todos los sellos haciendo audiciones. Fui a cientos de reuniones. No me fue bien. Pedí plata prestada a todo el mundo para subsistir”.
Un poco apresurada, su esposa Silvana Hasbún tuvo una idea: le propuso trabajar en Estados Unidos “de cualquier cosa”, recuerda Luis Jara, “pero no podía dejar a mi madre ni a mi hermana solas. Volví. Llegué a Chile y me echaron de la EMI Odeon. Me sumí en una profunda depresión. Me dediqué a cuidar la casa de recién casados. La tenía impecable mientras mi mujer salía a trabajar. Finalmente, consumido en deudas, sin sello discográfico y deprimido, me ofrecieron animar [el programa] ¿Cuánto vale el show? en Chilevisión”.
Inevitablemente, el hombre que creció en el barrio de Avenida Matta, conoció el fracaso. Lo saboreó, como él mismo cuenta ahora, veintisiete años después.
Supo, en seguida, un par de asuntos. “Yo creo que cuando tú tienes éxito, tienes que llevar de la mano el origen de eso. El origen del éxito tiene que ver con la base del fracaso. Porque no hay mejor sabor del éxito que cuando puedes saborear el fracaso. No se origina desde otro lado. Si te olvidas de ese origen, el éxito no tiene ningún sabor. Viene de algún lado. El éxito tiene algún origen. Pero si tú lo olvidas…”.
Jara elige y dispara las frases con cuidado, sin displicencia. Palabra por palabra. Dice que después de tantos años no puede olvidarlo. Que hoy le parece “emblemático”. “Me encanta recordarlo. Yo no tengo rabia, rencor, me encanta mi historia, me gusta haberla tejido. Esos rincones lúgubres donde yo alguna vez lloré o caía lluvia, y donde no habían logros aparentes, me encantan. Porque en el paso del tiempo esa historia la escribí yo, es mía, me pertenece, y probablemente aparece también ahí la figura de mi compañera que sigue estando al lado mío. Y probablemente en ese camino se fueron sumando aplausos y eso es muy épico, ¿cachai? Y también es muy representativo de lo que, eventualmente, podría algún día significar una lápida”, dice.
Acá, el hombre de “Mañana” cambia el tono de voz y dirige la conversación hacia otros estadios. “Pienso en el reconocimiento de montones de jóvenes que en el camino van abandonando esto. Montones de cabros que cantan y que, de repente, aunque recién rescaten esta historia de este gallo que, puta, lo hicieron bolsa o siempre siguió... hay un montón de personas que leyeron ese Instagram [donde contó el fracaso de Un golpe de suerte] y que lograron percibir algo”.
Resuenan las palabras del cantante. Ahora su tono evoca esas noches en que, a través del televisor, hacía sus entrevistas en el extinto programa Vértigo (Canal 13, 2003). “Hay menores de veinte años que piensan que yo nací en el Mucho gusto (Mega, 2014) o nací a partir de un meme. Y de repente se dan cuenta que este hueón llevaba muchos años intentándolo. No tienen por qué saberlo, pero la verdad es que este hueón partió mucho antes y le fue como las huevas, y eso genera algo. Y si dos lograron captar eso, es muy bonito”.
Aquí se desata su faceta más reposada, por un pequeño momento, la mitad de un nanosegundo. La calma después de la tormenta. “La música, las canciones, viajan de la mano de una historia. Todas”, dice él. “Porque la música tiene historia. Y se escribe con sudor, sangre y lágrimas”.
Escrita con la emoción
Diez años separan a los discos Un golpe de suerte (1992) y Luis Jara (2002), el momento en que la carrera del cantante tuvo el que sea tal vez su mayor éxito: “Mañana”. El sencillo que abre aquel álbum grabado en California, con el mayor presupuesto de su discografía, según revela, nació entre una borrachera con el productor Daniel Guerrero, un comentario amargo y una invitación a los puños.
Según cuenta Luis Jara, cuando grabó “Mañana” era la primera vez que se atrevía a titular un disco con su nombre, “porque fue mi disco más caro y mi disco más pretencioso. Lo grabé en Los Ángeles, me gasté una brutalidad de plata. Pero este disco no llevaba esa canción”.
Sigue: “Cuando le mostré este disco a Daniel Guerrero [La Sociedad], habíamos tomado bastante en su estudio. Le mostré este disco y el osó decirme que era un disco mediocre. Y al sabor de varias piscolas, cosa que yo no hago, porque yo no bebo destilados, pero en ese momento ya me había tomado bastantes junto con él; lo mandé a la mierda, él a mí y la cosa se fue calentando. Yo nunca me he agarrado a combos con nadie, pero probablemente en ese minuto estuvimos a punto de pegarnos con Daniel”.
“Subió el tono de la conversación, nos logró separar un amigo entrañable, y le dije a Daniel: ‘Bueno, hueón, si soi tan buen compositor por qué no me hiciste una canción como la gente’. Y él muy soberbio abrió un cajón y sacó un CD. Pone ese CD en su estudio y suena la canción en la maqueta. ‘Mañana’, cantada por otra persona. Y yo medio borracho, él también, le digo: ‘¿Y esa canción?’. ‘Bueno, no queríai una canción buena’. Y escucho la canción y digo: ‘Esa canción es para mí’. Y me dice ‘ya pos. Si la querís grabar la grabamos mañana o pasado’. ‘Y cuánto sale’. ‘Dos palos’. Y yo no tenía plata, excepto una línea de crédito. Y saqué una chequera y le hice un cheque por dos palos, con plata que no tenía. Le pasé el cheque y a los dos días estaba grabando con violines, con toda la hueá, en un estudio. Grabé la canción enojado con Daniel, en media hora y la dejé guardada por siete meses en un cajón. Y en siete meses no hablé con Daniel. Esa es la historia de ‘Mañana’. Después que salió a las radios, llamé por teléfono a Daniel, y fuimos a jugar tenis. Nos pusimos en la buena y le dije: ‘Compadre, la música no tiene espacio para el rencor’ y nos dimos un abrazo”.
Canciones de Navidad
Por estos días, cumple su décimo aniversario el disco que mostró a Luis Jara como un señero crooner navideño, un trabajo que tituló simplemente Villancicos (2010) y donde grabó por primera vez una de las canciones que más ha interpretado en matrimonios.
—Luis, ¿cuándo fue la primera vez que cantaste el “Ave María”?
—Lo tengo absolutamente registrado. Yo canté por primera vez el “Ave María” en la teleserie De cara al mañana (TVN, 1982), año 1982, en una escena donde se casaba la actriz Mónica de Calixto con el actor Tomás Vidiella y yo cantaba en la iglesia. Aprendí el “Ave María” cuando me lo pasó en una hoja de papel escrito a mano Jorge Pedreros. Y lo ensayé una semana solo. Cuando lo grabé estaba cagado de susto, nunca había cantado el “Ave María” de Schubert. En ese tiempo te daban la orden, tenías que ensayar y no dar explicaciones.
—Muchos artistas han grabado villancicos. Uno recuerda los discos de los crooner como Elvis, Nat King Cole o Sinatra, o las canciones de Lennon y Mariah Carey. ¿Qué te llevó a publicar un disco como Villancicos? ¿Era un objetivo?
—Yo canto villancicos desde el año 79, cuando comencé mi mundo televisivo de la infancia. Recuerdo que en la continuidad de Canal 13, estando yo en los coros infantiles, nosotros grabamos villancicos y salían en pantalla. Cantaba también en la iglesia, fui acólito y me formé en la parroquia y luego en los canales de televisión. Mi formación musical siempre estuvo muy ligada a la música tradicional, no sé si de iglesia, pero de villancicos. Entonces no es un repertorio que me fuera tan ajeno, es uno con el que yo crecí. Cuando profesionalmente ya tenía un nombre y un catálogo discográfico grande, para el 2010 ya tenía unos 12 o 13 discos, me pilló en un momento en que probablemente yo no tenía claro qué grabar. O no tenía claro qué rumbo tomar. Y de repente me apareció la inspiración y me fui a Buenos Aires, donde tenía un equipo, y lo grabé. Lo disfruté. Hice yo mismo la selección de temas, que eran básicamente temas que yo tenía en la retina, y lo lancé y nunca pensé que iba a tener un disco de oro inmediato. Porque fue un éxito de ventas. Además, me ayudó mucho cuando lo traje de vuelta a Chile, que Mega lo usó como música de banda sonora de esa Navidad, y se siguió usando por un par de años. Entonces tuvo mucha repercusión. Fue mi segundo disco independiente.
—También estabas empezando en Mega. ¿Cómo recuerdas esos días de complementar música y televisión?
—Lo que pasa es que yo no tengo recuerdos de haberlo hecho de esa forma. Yo he vivido con la doble militancia eternamente. De verdad nunca he hecho una división. Yo he crecido y he formado mi carrete artístico en esta doble militancia. Yo nunca he tenido vacíos o paréntesis entre una carrera y la otra. A mí la música nunca me ha soltado de la mano, o yo nunca la he soltado. Y la televisión tampoco. Yo partí animando el 94 y a la fecha han pasado veintiséis años. O desde el año 85 a la fecha, que han pasado 35 años, no tengo vacíos discográficos. En 35 años he grabado 17 discos. Y en 26 años de televisión nunca he tenido años sin conducir. He estado siempre en una doble militancia permanente.
—Venías de hacer Swing y algo de eso hay en “Santa Claus llegó a la ciudad”, ¿cómo ves a la distancia ese trabajo?
—Lo que pasa es que “Santa Claus llegó a la ciudad” es una canción difícil de sacarla de esa dinámica. “Santa Claus llegó a la ciudad” tiene una dinámica de swing y es difícil hacerla de otra forma. Está configurada y es difícil hacerla balada. Si escuchas otras versiones, en todas ha sido versionada en ese formato, digamos. Nosotros la hicimos sin mayores recursos, sin usar bronces, porque evidentemente es un disco que no tiene el presupuesto que tienen Michael Bublé ni Luis Miguel. Nosotros dentro de los recursos que teníamos la hicimos dentro de esa dinámica porque la canción te va a llevar hacia ese lado. Y bueno, “Santa Claus llegó a la ciudad” no puede dejar de estar, es como que dejara de estar “Noche de paz”.
—¿Cómo fue la grabación de este disco de villancicos? En temas como “Adeste Fideles” hay otras voces.
—Entre el 2005 y el 2012 yo tuve un team y un productor, que es Óscar Mediavilla [Juan Carlos Baglietto, Pimpinela y Fabiana Cantilo], productor argentino con el que yo hice cinco o seis discos. Trabajé con los mejores músicos arregladores de allá. Yo viajaba mucho a Buenos Aires y tenía un team de ingenieros, de músicos de allá, y con ellos hice todos los discos que sacamos entre 2005 y 2012 [Tanto amor, 2008; Swing, 2008; Villancicos, 2010; y Late fuerte, 2011], y se me hacía muy cómodo. Además los argentinos tienen una cosa muy eufórica para grabar, te estimulan espiritualmente. Tengo un vínculo permanente con ellos de amistad. Y claro, me fui para allá a hacer este disco de villancicos y fue muy mágico. Había en ese minuto un cuarteto de voces cristianas, no recuerdo el nombre, pero era extraordinario. Y el productor me dice, “escucha esto”. Y se ponen al servicio del disco. Y fue como un regalo. Hicieron el sustento vocal de tres o cuatro canciones, entre ellas “Adeste Fideles” y “Santa la noche”.
La banda sonora de la gente
—Vas camino a los cuarenta años de carrera musical y ya has instalado al menos un gran éxito por década. “Ámame” en los 80, “Un golpe de suerte” en los 90 y “Mañana” en los 2000. ¿”La última tentación” sería el hit de esta última década? ¿Cómo lo ves tú?
—Tú sabes que el otro día en mi auto, conversando con mi señora. Bueno, mis hijos siempre se han burlado de mis autos, porque yo manejo autos antiguos y no tienen bluetooth, lo que para ellos es una vergüenza. Entonces le decía a mi esposa que me da lo mismo. En realidad, mis mejores inversiones han estado en lo que tú dices. Hoy en día yo puedo decir, humilde y orgullosamente, que hay cuatro generaciones, entendiendo una generación por cada diez años, que podrían eventualmente tener una canción mía registrada por década. En los 80, “Ámame”; en los 90, “Un golpe de suerte”; al comienzos del 2000, “Mañana”; y entre niños y jóvenes que conocen mi nombre por canciones como “Enamorado”, “La última tentación” y “Déjalo”. En realidad, es una cuestión que yo nunca tuve en mi estructura, porque a mí la música me ha hecho viajar, y si bien es cierto que lo planifiqué al principio, hoy día a mis 55 años yo no pensé que podría haber permanecido vigente tanto tiempo. Casi 40 años haciendo música vigente. Podría haberme sentado en la comodidad de la televisión y no haberme movido más de ese sillón, pero voy a cumplir casi cuarenta años metido como en la banda sonora de la gente. Y eso es increíble. Es como tener el mejor auto que podría haber tenido, pero lo tengo en música. Así que a mis hijos: que se jodan y que se compren ellos el mejor auto.
—¿Por qué insistir con la música?
—Fíjate que mi voz ha evolucionado e involucionado y tiene ahora colores que antes no tenía y que me gustan. Cuando me despierto y abro la boca, siento que mis cuerdas vocales vibran en una dimensión que yo no había descubierto y que me toman de la mano y me llevan hacia otro lugar. Mis tonos medios y graves me hacen vibrar en otra frecuencia, que no me hacía vibrar a los 19 años. Yo hoy día canto “Ámame” en el mismo tono que cantaba hace 35 años, pero vibra en una frecuencia distinta, con otros colores y digo: “Esto es una bendición o una señal de que en realidad, o la música no me quiere soltar o mi voz me está dando una bendición”. Mi voz vibra en una frecuencia que no me deja soltarla. De hecho yo hace tres días atrás supe, como reviso mis cuerdas dos veces al año, desde que tuve un tumor muy grande el 2017, que mis cuerdas están mejor que hace cuatro años. El doctor me decía que fisiológicamente es muy extraño. Pero independiente de eso, probablemente el diseño de mi vida tenga que ver con que yo algún día podría dejar la tele y dedicarme a la música. Y de hecho estoy ad portas de lanzar un disco en un par de semanas y estoy grabando otro para los próximos años. Debe ser una adicción. Y mientras siga vibrando en esa frecuencia lo voy a seguir haciendo. Pero no tiene que ver con insistir, porque yo no insisto, no es porfía. La palabra insistir es como que yo estuviera obligándome. Y yo no me obligo. Simplemente lo hago, me brota, es mi expresión de libertad. Yo canto y el que me quiera escuchar, que escuche, y el que no quiera lo apaga. Es mi máxima expresión de libertad. Y probablemente lo haré hasta cuando lo quiera hacer.
—¿Qué es para ti el éxito?
—Es que el éxito se mide con distintas huinchas. Porque, en realidad, el éxito se mide con distintas expectativas. El éxito de “Un golpe de suerte” para mí tenía una expectativa que era falsa. El éxito de “Un golpe de suerte”, en realidad, para vivirlo, tuve que esperar casi veinte años. Aunque el éxito de “Un golpe de suerte” para mí, en ese minuto, era salir de Chile. Y en realidad no tenía que ver eso. El éxito de “Un golpe de suerte” tenía que ver con la trascendencia. Y la trascendencia tiene que llegar con el tiempo. Pero yo no lo sabía, porque no tenía esa huincha para medir, ¿cachai? Yo me equivoqué en el concepto del éxito. El éxito de “Un golpe de suerte” tenía que ver con la trascendencia. Hay una persona, Gogo Muñoz, que es el autor de “La última tentación”, “El hombre que yo amo” [de Miriam Hernández] y “Amor prohibido”, que me dijo una vez en un estudio de grabación: “Tú vas a triunfar después de los 35 años”. Y cuando me dijo eso yo quería agarrar una escopeta y matarlo. Y aunque me hubieran llevado a la cárcel, lo habría matado porque tenía 20 y era imposible esperar hasta los 35 para tener éxito. Y él no se equivocó. Tenía razón. Probablemente con su ojo de productor vio que este gallo no estaba preparado para el éxito. Entonces, para mí el éxito no tiene una definición, y cada uno tiene una definición distinta. Entonces, si tú me preguntas qué es el éxito, la verdad no lo sé. Depende del momento. Depende de demasiados factores. Hoy, el éxito para mí tiene que ver con despertarme y hacer lo que me gusta. ¿Pero cómo? Me despierto y hago lo que me gusta. ¿Pero no estai en la tele? Sí, pero eso lo hago otro día. Hoy día soy libre. Por eso para mí el éxito no es definible.
Un concierto a lo ancho
—¿Qué vas a mostrar en el show de Tu Butaca? Vi que estás con una banda con Toño Mondaca como director musical.
—Las bandas siempre han generado en mí un vínculo emocional. Yo constituyo mi banda como construyo una familia. Y cuando toco con todos es porque hay una fiesta. Y es porque hay pasajes para todos y hotel para todos, pero no siempre se puede. Mañana [hoy viernes] ocupo un escenario gigante en plena pandemia, soy un privilegiado, donde suenan los bronces, todas las guitarras, todos los coros, y donde la gente ve un espectáculo grandioso. Y donde los artistas sentimos que estamos a lo ancho. El escenario es a lo grande, de los que todos queremos tener. También, muchas veces, yo quiero cantar solo con una guitarra y también es súper válido, son distintos momentos anímicos. Pero mañana [en Tu Butaca y vía streaming] canto a lo ancho, a lo grande y al lado de una gran familia.
—Con bronces y coristas...
—Sí, mañana [hoy] hago ese show que a todos nos gusta hacer. Mañana [hoy] suena todo, suena perfecto y hace que yo abra los brazos y todo suene y mi voz sea un instrumento más. Mañana [hoy] hay nueve instrumentos. No hay ocho músicos y un cantante. Yo soy uno más y estoy feliz de serlo porque Tu Butaca pone todo lo que uno quiere: luces, sonido, escenario, una gran cancha para que todos los jugadores puedan correr libres. He pensado incluso que hasta yo lo voy a ver.
—¿Qué se podrá escuchar?
—Es bien probable que cante toda mi discografía. En una hora cuarenta yo creo que alcanzan a ir la mayoría de éxitos posibles. La gente nunca perdona que yo deje canciones afuera. Incluso he pensado cantar algunas canciones que grabé en discos que están medios escondidos en mi discografía, aquellos discos de homenaje a la música chilena que no siempre puedo hacer porque prevalecen los éxitos más reconocibles. Pero probablemente haga algunos homenajes a autores chilenos que a mí particularmente me gustan mucho hacer.
—Tú grabaste “Te recuerdo Amanda”, por ejemplo.
—Grabé “Te recuerdo Amanda” en una versión preciosa, en el disco Swing, y se van a sorprender porque además grabé “La tregua”, de Óscar Andrade, y “Entre paréntesis” de Nino García, que son canciones que yo rescato de un repertorio que para mí es inolvidable.
El intérprete
—Luis, ¿qué es lo mejor que se ha dicho de ti como músico?
—Mira, una vez Fernando Alarcón, el año 86, dijo: “Si hay algo que me emocionó, del Festival de Viña 1986, es ver a un joven con una fuerza interpretativa que hace que se me pongan los pelos de punta”. Yo tenía veinte años y pensé que él iba hablar de mi voz y habló sobre mi fuerza interpretativa y cuando yo tenía veinte años no logré capturar en ese minuto lo que significa el peso de ser un intérprete. Porque, probablemente, lo que uno quiere es hacer goles o correr rápido, no ser reconocido como el que hace grandes jugadas o como el que da el pase. Uno quiere meter los goles. Recuerdo que cuando lo leí, me llamó la atención pero no sé si me satisfizo el comentario, pero hoy con el tiempo, cuando han pasado casi 35 años, digo: “Me vale recordar que, como músico, el ser reconocido como un gran intérprete me hace mucho sentido. Porque si tú lo llevas, lo extrapolamos a otros instrumentos que no sean la voz, más allá del virtuosismo, el ser buen intérprete está conectado con la emoción de la persona que está al frente. Y probablemente en muchas oportunidades cuando yo he salido de Chile y, por ejemplo, cuando tú escuchas a Daniela Mercury en el Teatro Colón y dice: “Cuando Lucho Jara canta ‘Gracias a la vida’ siento que esa canción cobra una vida que no había visto”. Entonces se une con lo que dice Fernando Alarcón, y probablemente tiene sentido.
—¿Y qué es lo mejor que todavía no se dice?
—Estoy esperando, lo estoy esperando. Probablemente me faltan méritos.
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