Una casa en ruinas, pololeos y un velorio: Los Bunkers y su debut revisado track por track
Grabado a mediados del año 2000, el primer álbum de la banda penquista -cuya versión remasterizada ya está disponible en linea y en físico- reunió material compuesto entre la adolescencia en Concepción, y los primeros meses en Santiago, con ensayos en una sala que se inundaba y canciones compuestas al calor de la vida universitaria. A veinte años de esos días, Francisco Durán y Álvaro López revisan la historia de la placa y de cada una de sus canciones, incluida su participación en las Raras Tocatas Nuevas.
Era una inquietud, un viejo anhelo de melómano adolescente que salió bajo la forma de una broma interna. Una tarde en el verano del 2000, los jóvenes músicos que integraban Los Bunkers, por entonces una promisoria banda de Concepción recién instalada en la gran capital, se plantearon una particular apuesta. Aunque más bien, sonaba como una expresión de deseos.
“Cuando llegamos a Santiago, dijimos ‘ya, ¿cuándo vamos a estar grabando un disco?’ -recuerda vía Zoom el guitarrista Francisco Durán, hoy parte de Lanza Internacional-. Yo pensaba que iban a pasar un par de años hasta que tuviéramos la oportunidad de grabar algo. Pero el Mauro [Basualto, baterista] fue el único que dijo: ‘No, yo creo que este año vamos a grabar nuestro primer disco’. Todos le dijeron: ‘Nooo de adonde’”.
La banda, integrada por los hermanos Álvaro y Gonzalo López, Mauricio y Francisco Durán, además del mencionado Mauricio Basualto, se instaló en la capital entre fines de febrero y comienzos de marzo, en busca del sueño de su primer largaduración y hacerse un nombre. A excepción de Basualto -que frisaba la treintena-, eran muchachos en edad universitaria; incluso, el bajista Gonzalo López egresó de cuarto medio en la capital.
“Estábamos en un momento maravilloso de nuestra vida -rememora el exvocalista Álvaro López en charla con Culto-. Estábamos recién llegando desde Concepción, estábamos cumpliendo nuestro sueño, que era trabajar en lo que queríamos. No era solo andar por los bares sino que estábamos cumpliendo lo que teníamos que hacer”.
Diligentes, Los Bunkers comenzaron una exigente rutina de ensayos diarios en que pulieron las canciones que traían compuestas desde el sur, y otras cuantas más que surgieron durante el recorrido. En esos primeros meses, afinaron su sonido de evidente inspiración retro en las maltrechas paredes de una casa en Domeyko, donde se ubicaba el estudio Konstantinopla, de Carlos Cabezas.
“Era una antigua casa que se estaba derrumbando, ibas al baño con el temor de que te cayera el techo encima, estaba hecho mierda -rememora López-. Pero tenía una onda súper rica, ahí habían llegado todos los músicos de los grupos emblemáticos de Conce en su momento, entonces se le llamaba comúnmente el ‘consulado penquista’”.
Al poco tiempo, el grupo ya tenía la maquinaria más aceitada. Hacia el otoño se registró un demo (Jamás), con una chica en actitud pensativa en la portada (al estilo de los Smiths), el que les permitió mostrarse en los bares y pubs para obtener algunas fechas y además algo de ingresos por la venta. Pero el objetivo estaba claro; grabar un primer disco.
El debut en la capital, ante unos sorprendidos parroquianos, fue el 4 de abril en el Tomm Pub, un antiguo local en el barrio Bellavista. Por entonces, el repertorio alternaba entre canciones propias y las versiones de sus ídolos, cargado a las bandas de los sesentas.
“Todas las primeras tocatas eran mitad covers, mitad temas nuestros, porque sabíamos que había que enganchar al público -comenta Francisco-. Bueno, en nuestra cabeza era enganchar al público con un tema de los Zombies, nada que ver (ríe). Pero igual había que tener una cosa mixta como para ir sorteando los shows”.
Aplicados, en la banda afinaron un método. “Teníamos una lista de las páginas amarillas con los teléfonos de todos los pubs de Santiago, y estaban marcados con un círculo, una equis o un ticket, para saber si es que habían respondido, estaban en veremos o habían confirmado”, recuerda Álvaro.
Por esos días, el quinteto se movió a otra sala de ensayo, esta vez, en las cercanías de Quinta Normal. “Esa sala la ocupaban los Fruto Prohibido y así llegamos a ella -comenta Francisco-. Ahí compartíamos los ampli. Tocábamos todos los días, todo el día, le sacamos mucho el jugo”.
“Estaba en el subterráneo de un centro cultural -complementa López-. Era bastante tétrica, con paredes de cemento sin pintar, habían agujeros”. Pero eso no era lo peor. “Cuando llovía, la sala se inundaba, entraba el agua por la canaleta desde afuera”, cuenta Durán.
Pese a la lluvia, pese a lo poco acogedor, el lugar funcionó como punto de operaciones para el grupo. “Después los Fruto Prohibido dejaron la sala, y nos quedamos ahí por mucho tiempo -recuerda Álvaro-. Llevábamos una pelota y jugábamos en el parque durante los momentos recreativos. Trabajamos mucho ahí, le tengo cariño a ese lugar pese a que era como entre tétrico y asqueroso”.
Mientras, uno de los músicos más célebres de la escena penquista movía los hilos para conseguirle a Los Bunkers algunas horas en un estudio de grabación. Fue Mauricio Melo, el hombre de Santos Dumont y Emociones Clandestinas, quien consiguió un acuerdo para grabar en el ‘Consulado penquista’. “Él se contactó con Cabezas y nos dijo: ‘Ya, hay tales días disponibles’”, recuerda Francisco..
A su vez, el vínculo con Melo, era el baterista Mauricio Basualto. “En esos primeros años era el que ya estaba en Santiago, era el que tocaba con colegas nuestros, ídolos nuestros, como los Santos Dumont -agrega Álvaro-. Entonces él era un poco el motor del grupo, el que le echaba pa adelante con los proyectos”.
Al final no fueron dos años. En julio, a poco menos de seis meses de la llegada a la capital, entre ensayos, tocatas y días a pan con tomate, la banda entró a grabar su primer álbum en Konstantinopla, con Cabezas y Melo en la producción, el cual ya está disponible desde hoy en una versión remasterizada en las plataformas digitales y en formato físico. A la antigua, tocando casi todo en directo, demoraron solo un par de días en registrar su material, en que se alternaban canciones de sus años adolescentes con otras más recientes, en que desarrollaron sus inquietudes y fantasías musicales.
El detenido
Fue durante un trayecto a bordo de un taxi, cuando Mauricio Durán le planteó a su hermano Francisco la idea de componer una canción titulada “Detenido desaparecido”. Al guitarrista se le despertó el ímpetu creativo a causa de un hecho fortuito.
“Mi hermano se encontró con Viviana Diaz en la calle -detalla Francisco-. La sensación que le provocó el hecho de verla, su expresión, lo que le transmitió, fue lo que le llevó a plantear hacer un tema”.
Díaz, era por entonces la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. De allí a que sugiera la idea de crear alguna composición cuyo hablante fuera, precisamente uno de los desaparecidos durante la dictadura militar.
Al interior del vehículo también surgió el nombre definitivo para la idea. ”Íbamos comentado y el taxista nos dijo: ¿saben qué?, mejor pónganle al tema ‘El detenido’ -recuerda Francisco-. Llegamos a la casa e hicimos la canción. Me acuerdo que se la mostramos a los chiquillos, les encantó e inmediatamente se metió al repertorio”.
“A todos nos sorprendió una canción como esa, recuerdo haberlo comentado con mi hermano Gonzalo en la casa -complementa Álvaro López-. De hecho, ellos llegaron contando la historia del taxista. Estaban felices con la canción, parecía como una canción de acordes menores, pero con acordes mayores”.
Precisamente, ese último punto fue un detalle trabajado por los Durán. “Las canciones que conocíamos sobre el tema eran muy tristes, eran por el lado más del lamento -detalla Francisco-. Por supuesto fue muy necesario en una época, pero sentíamos que queríamos lograr una canción con esa temática, desde un acercamiento más luminoso. Eso nos gustó y por eso la elegimos para abrir el disco”.
Por entonces, las canciones se presentaban listas al resto de la banda. Es decir, pasaban desde el cuarto propio a la sala de ensayo con letra y música. “Hasta muy avanzada nuestra carrera, los Durán se preocuparon súper consciente y profesionalmente de trabajar en la casa las canciones a nivel de secuencias de acordes y melodías, antes de presentarlas -acota Álvaro-. ‘El detenido’ es un súper buen ejemplo de cómo ellos mostraban las canciones. Yo recuerdo que ya estaba terminada”.
En realidad, la sorpresa llegó por otro lado. Sin planearlo, hacia agosto del 2000 -mucho antes de que se publicara el disco-, la canción comenzó a sonar en la programación de la radio Rock & Pop por decisión de su director, Marcelo Aldunate. “Jamás la habíamos considerado como single y de alguna forma se fue convirtiendo en el primer sencillo, pero no fue planeado, no fue pensado en su aspecto más radial -recuerda Francisco-. Fue bonito que todo se diera más natural y que todo el comienzo de la carrera de la banda ocurriera así”.
Fantasías animadas de ayer y hoy
Una de las piezas trabajadas desde los días de Concepción, “Fantasías animadas de ayer y hoy”, fue además la primera que los hermanos Durán presentaron a la banda. “Hace poco encontré unos cassettes y esta canción estaba en el primer ensayo de los Bunkers y también en el segundo, en que no está Francisco, llegó solo el Mauri”, cuenta Álvaro López.
“Tocábamos una canción con los mismos acordes, la misma bajada, con un arreglo de armónica, pero con otra letra -agrega-. Es la primera de ellos que llegó a la sala de ensayo”.
Pero en esos días, los hermanos no se veían como una dupla de compositores en el sentido más estricto del término, algo que también queda claro al recorrer los créditos del álbum debut. Solo tiempo después, acordaron un arreglo al más puro estilo de Lennon y McCartney o Leiber y Stoller. “Hay canciones que en la autoría está solo Mauri, hay alguna de Álvaro y yo, otra solo yo, pero desde el segundo disco [Canción de lejos, 2002] con Mauri tuvimos un acuerdo de firmar todas las canciones juntos independiente si la hacia cada uno por separado, o si efectivamente juntos”, detalla Francisco.
“Por eso hay temas del disco que compuso el Mauri en Conce, en los que yo ayudé muy poquito -agrega-. Pero ese fue el primero que hicimos y claramente es un descarado homenaje a todo nuestro gusto por los Kinks, por ese tipo de riffs, que hacían ellos en sus primeros discos. Además de un solo de armónica, muy en la onda de lo que escuchábamos en esa época”.
Francisco recuerda sus años de colegial, con la armónica al cuello al más puro estilo de Dylan. “La tocaba de chico -cuenta-. Recuerdo que en el colegio llevaba una guitarra de 12 cuerdas y la armónica con el arnés”. Una imagen que Álvaro recuerda muy bien. “Era una mezcla muy folky y a pesar de que fueran instrumentos que no necesariamente dominaba por entonces, él siempre fue pillo para buscar formas para interpretar. Entonces al poco rato ya hacía bendings, bajaba y subía las notas”.
Fue en un taller de instrumentos musicales en el Colegio Salesiano de Concepción donde se conocieron Álvaro y Francisco. Al poco tiempo, comenzaron a tocar juntos en las clásicas bandas de colegiales (con nombres como Psicodelia, Los Paranoias o la Pol Chefer Band), en que integraron a Gonzalo, el hermano menor del primero. Ambiciosos como eran, al poco tiempo quisieron registrar algo del primer material que ya elaboraban.
“Nos conseguimos la sala de música del colegio -rememora Francisco-. Había en Conce era un tipo al que llamábamos el gringo Jean, que en verdad era alemán. Lo conocíamos porque estaba metido en las tocatas que íbamos cuando chicos, en las peñas, en toda la onda folclórica. Mi papá nos decía que él era el que mejor hacía sonido en la ciudad’”.
“Entonces cuando quisimos grabar un demo lo llamamos -agrega-. Nos prestaron la sala una tarde e instalamos unos micrófonos piñufla. Debe sonar horrible, pero ahí está la primera versión de esa canción”.
“Fantasías animadas de ayer y hoy”, además es una canción pionera en la historia del grupo por otro logro; con ella rodaron su primer videoclip. Se trató de una producción levantada con más ganas que recursos, en la que participaron amigos y cercanos a la banda, como Mauricio Castro y Álvaro Borja, quienes en su momento participaron en el guión del mediometraje El último quilombo.
“Lo grabamos en Lenga, una caleta en Talcahuano -cuenta Francisco-. Nos conseguimos amigos que tenían cámara”.
“Agarramos un par de actrices amigas, un par de pololas, y nos fuimos un día a grabar a diferentes locaciones -agrega Álvaro-. Es muy significativo y bonito que el primer video de Los Bunkers se haya hecho con gente de Concepción, en los alrededores y como con toda esa aura de esfuerzo que había en esa época”.
A la vista del espectador queda claro que se trata de una realización de bajo presupuesto que en cierta forma resume esa primera época del grupo. “Costó diez mil pesos hacer el video”, remata Francisco.
No sé
Otra de las canciones compuestas en Concepción, antes del viaje a Santiago. “Creo que Mauri la escribió a propósito de una polola”, recuerda Francisco. “Y si bien no aparezco en los créditos, me acuerdo de haberle dado una idea para un acorde al medio. En un momento estábamos discutiendo sobre eso. Estaba mi papá, y le preguntamos: ‘Oye, ¿hacemos este acorde o este otro?,’ y nos dijo: ‘hagan éste’”.
Al igual que el tema que le antecede en el disco, también suena la armónica. Aunque esta vez, diferente, con un fraseo más largo y una cierta impronta portuaria. “En este caso es más Dylan, soplada para afuera -explica Durán-. La otra es más soplada para adentro”.
Para Álvaro, esta canción -incluida en el demo grabado en el colegio- resultó una prueba de que en el grupo se podían crear buenas canciones. “Es una de las primeras junto a ‘Jamás’ en que dijimos: ‘Ya, aquí tenemos algo’. Además tenía esta final largo de acordes, que de alguna forma se fue convirtiendo en una marca del grupo, como en ‘Ahora que no estás’, varios años después”.
Buscando Cuadros
Con su introducción a la batería y sensación frenética, “Buscando cuadros” recorrió un camino largo hasta su grabación en el primer disco. “Me atrevería a asegurar que es la canción más antigua de los Bunkers”, dice Álvaro López.
“No sé si era un poema mío que lo usé como canción, o si lo usé como un poema para algo en el colegio, pero era una letra muy pretérita”, recuerda. “Era una canción que teníamos muy ensayada en la época de la Pol Chefer Band, con Francis y Gonzalo. Incluso hay una previa de ese grupo donde la canción ya se está asomando, hasta que llegó a los Bunkers en el año 99′. Escuchando la revisión del disco, me sorprende la base rítmica, lo apretadita que está para un disco debut”.
En el estudio, el tema fue de los pocos que requirió de grabaciones adicionales. Lo hicieron en la sección intermedia, tras el segundo coro (desde el segundo 53). “En esa parte intermedia suenan no sé si bongos o marcas para darle esa sensación, como más de bolero”, recuerda Francis. Una excepción total en el proceso. “El disco fue grabado básicamente en vivo, hasta los solos de guitarra algo que hoy casi nadie hace; deja de sonar una guitarra para hacer ese solo”.
Jamás
Hasta que no se completó el material para el álbum debut, la canción “Jamás” fue de las más llamativas del repertorio de los Bunkers, de hecho le da nombre al epé que grabaron poco tiempo después de su llegada a Santiago.
“Yo recuerdo que durante mucho tiempo, era la canción que más me gustaba de la banda, al menos en ese grupo de canciones que estaba desde Conce -rememora Francisco-. De hecho, fue la primera canción que dije: ‘Ya, bacán, puede aparecer una canción buena’. Hasta el día de hoy me gusta la secuencia de acordes, la sensación que provoca la armonía, como que no se fuerza a sí misma. Me suena como muy natural”.
“Es una de las canciones que Mauri había compuesto en el sur, y si no me equivoco también está inspirada en una polola”, agrega.
Por su lado, Álvaro López, también menciona su gusto por el tema “Es de mis favoritas de siempre, es la que tuvimos más fuerte durante todo ese periodo inicial antes de lanzar el disco”.
En este tema se escuchan las elaboradas armonías vocales que generaron atención sobre el trabajo de la banda. “Esa fue una característica desde el comienzo -cuenta Durán-. De hecho, desde antes que existiera la banda nosotros teníamos la costumbre de juntarnos con muchos amigos en la casa, a veces eran como quince. Nos repartíamos las voces y cantábamos discos completos de los Beatles, los Kinks, o de Inti Illimani. Entonces cuando partió la banda, eso era algo que ya traíamos; queríamos hacer harto juego vocal”.
Francisco agrega que en principio, el tema pudo tener más difusión. “Yo creo que en una primera etapa nos hubiera gustado que fuera single, pero como después apareció ‘El detenido’, que la empezaron a tocar por su propia cuenta en la radio R&P, finalmente no salió”.
“Extrañamente cuando empezaron a salir los siguientes discos ya no la tocábamos tanto en vivo -agrega-. La tocábamos muy de vez en cuando. Pero nos gustaba mucho”.
Yo sembré mis penas de amor en tu jardín
“Bonita canción”, comenta Francisco al recordar este tema. Con sus riffs que parecen evocar pasajes de los años más lisérgicos de los Beatles, “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín”, fue uno de los sencillos del álbum debut.
Como otras del primer repertorio de la banda, también se refiere a una relación. En este caso, del baterista Mauricio Basualto, quien ya estaba en Santiago para cuando llegó el resto del grupo. “Él llegó como un año antes, se fue a la siga de una polola, que era compañera de Universidad de Mauri en Conce”, recuerda Francis.
Fue entonces que una conversación con su tocayo enamorado, removió la fibra creativa del mayor de los Durán. “Un dia hablando con él, le contó que le estaba arreglando el jardín, le estaba poniendo unas plantitas y a propósito de eso surgió esa canción”.
El tema también es recordado por su videoclip en que Los Bunkers, vestidos de traje a la usanza mod, tocan en un rincón de la Quinta Normal, cerca de su sala de ensayo. “Es un video muy bonito dirigido por Jorge Lozano -cuenta Francisco-. Después de que sacamos los instrumentos, agarró a la gente que iba pasando por ahí y nos filmó. Creo que lo grabó en Súper 8. Hace poco Jorge encontró el master original de ese video y lo va a restaurar, probablemente en un tiempo más”.
Papá no llores más
El track siete del disco debut, es otro de los temas que los Bunkers trajeron desde Concepción, y como no, da cuenta de la melomanía de sus integrantes, “Hay un demo de Gonzalo [López], él solo con los acordes tratando de hacer una canción tipo ‘Barabajagal’ de Donovan donde el tipo como que se pone a rapear”, recuerda Álvaro. “A partir de eso, fuimos armándola encima”.
Eso fue en los días de la Pol Chefer Band, en que López y Durán se iniciaron en sus primeros acercamientos con la composición. “Tengo un cassette con pedazos de instrumentales de esa época -agrega el cantante-. Estábamos muy pegados con Cream, era mucho juego con tiempos y secuencias de notas dentro del acorde, tipo ‘Politician’, de Cream o ‘Big Sky’ de los Kinks”.
“Yo recuerdo que alguna vez tocamos esa intro en Conce, cuando estábamos en tu casa -le dice Francis a su excompañero de banda-. Como que la tocábamos mucho tiempo, pero no había una canción que viniera después, era la intro nomas”.
Al igual que “El detenido”, esta canción vuelve sobre algunas referencias a los años de la dictadura. Nada raro en una temporada en que el regreso al país del exdictador Augusto Pinochet desde Londres, aún marcaba la agenda noticiosa. Por ello, resonó de alguna forma en la letra de esta canción, escrita por Álvaro.
“Estábamos muy enrollados con el tema -cuenta-. Pero no recuerdo que estuviera consciente de lo que estaba escribiendo (ríe), digamos como con un tema en la cabeza. Los chamullos de esa época siempre incluían soldados, botas, paradas, desfiles, etc”.
Pero también la historia reciente propiciaba espacios de socialización en la banda. “Esa cosa media política era un tema de conversación entre nosotros en la sala de ensayo -acota Francisco-. Me acuerdo que nos juntábamos, veíamos la Batalla de Chile, era un tema que estaba presente. Entonces mucho de eso se coló en partes del disco”.
Nada me importa
Otra de las primeras canciones del grupo. La letra, de Álvaro López, se mueve alrededor del clásico tópico del viaje, desde el punto de vista del viajero. “Es sobre el camino al colegio en la micro de Talcahuano a Concepción durante el invierno, con las gotas que van haciendo carrera en la ventana mientras vas medio dormido”, cuenta.
“En su génesis es una canción que yo tenía y la completó Francisco, aunque no recuerdo específicamente en qué partes -agrega-. Tenía esa onda como de caer melódicamente con el acorde Re pegado abajo todo el rato”.
La canción también se incluyó en el demo grabado en el colegio. Además, como lo hacían por entonces, solían alargar su parte final durante las presentaciones en vivo. “Fijo que como al segundo ensayo empezamos a huevear como con melodías de la India, y ahí la alargamos -agrega Álvaro-. Era obvio que iba a salir alguna canción entre medio, a esa la metíamos ‘Govinda’ de Kula Shaker”.
Entre mis brazos
La puerta se cerró tras él, pero esa mañana Francisco Durán se abrió a la posibilidad de escribir una canción que al final tituló “Entre mis brazos”. “Yo me fui a Santiago con la excusa de ir a estudiar -recuerda-. Estaba en psicología en la USACH, y un día llegué atrasado a clases. Entonces me quedé afuera y ahí empecé a escribirla, andaba con guitarra y todo”.
En la letra, se asume la voz de un personaje. “En esa época tenía una polola que su papá había muerto cuando era muy chica todavía, entonces el hablante se pone desde la perspectiva del papá, que le habla a ella -cuenta-. Por ahí va el tema”.
Un detalle muy notorio de la composición es el arpegio inicial. Según su autor, este resume algunas de sus inquietudes. “Desde muy niño me había intrigado esa armonía, que está presente en algunas canciones, por ejemplo, ‘Debo partirme en dos’, de Silvio, lo tiene, es una cosa media rara”.
Pero Durán rápidamente supo lo que quería. “Me acuerdo que le dijimos a Cabezas y a Melo: ‘La idea es que pase de Inti Illimani a los Byrds’. Así, el bombo de la batería imita el bombo legüero. En el fondo pasa el folk latino al folk gringo”.
En el estudio, esta canción obligó a un doblaje, otro de los pocos que se escuchan en el álbum. “Pusimos esta guitarra acústica de 12 cuerdas, porque no teníamos una guitarra de 12 eléctrica, si la hubiéramos tenido la hubiéramos puesto, pero era la forma de obtener ese sonido”. Tiempo después, para el álbum La Culpa (2003), el grupo ya contaba con el instrumento, el que aprovecharon para desarrollar en extenso su idea de juntar universos como el de la Nueva Canción Chilena, con el folk de la primera época de Bob Dylan.
Durante la grabación, Durán también se hizo cargo del teclado con el que buscaron emular un clásico órgano Hammond. Eso sí, durante las presentaciones en vivo, era Álvaro quien aporreaba las teclas, pues Francisco con Mauricio estaban muy ocupados con los intrincados arpegios. “Sonaba como un Hammond bien picante, pero se amolda bien al sonido del grupo en la época”, asegura.
La frase del coro, “Tu vida, mi vida, no se pondrán de acuerdo”, surgió en ese mismo periodo. Con el grupo ya en Santiago, surgió la posibilidad de tocar en el pub el Gato Azul, de Concepción. Pero durante el viaje, ocurrió una desgracia. “Se muere mi abuela -recuerda Francisco-. Mientras la cremaban en el cementerio, fuimos a dar una vuelta a las tumbas y en una de las lápidas había un mensaje que decía: ‘Guillermina, tú y yo bien sabemos que nuestras vidas nunca se pusieron de acuerdo’”.
Acaso por el tema de la letra, o por esos misterios que rondan a la muerte, la frase de alguna forma calzó con la métrica. “Me acuerdo que Mauri me dijo: ‘¿Te acuerdas esas frase que leímos?, a lo mejor le puede venir a esta parte’. Y ahí terminó de cerrar el tema”.
El videoclip del tema muestra a los Bunkers en varias locaciones; en el Cajón del Maipo, mientras doblan el arpegio inicial vestidos con ponchos y sostienen con la mirada una expresión grave, a la manera de Quilapayún. Luego se les ve tocando en el escenario del Teatro Novedades, a la vez que se intercalan escenas de un velorio ficticio, en que Álvaro cruza miradas con una muchacha dolida por la muerte de la persona amada.
“En esa época estaba la mala ocurrencia de que yo sabía actuar un poco -rememora López-. Por eso hay algunos videos, con algunas miradas, que hasta el día de hoy, me provocan sentimientos encontrados (ríe)”.
Pese a todo, Francisco detalla que ese trabajo les permitió sacar algunas conclusiones. “Lo literal del video, que tenga un velorio y todo, fue una de las cosas que aprendimos con el tiempo; nunca hay que hacer un clip que tenga alusión a la letra, porque al final es un camino que no te lleva a nada”.
Quiero descansar
Con el sonido de órgano, casi al estilo de los Ángeles Negros, este tema gira en torno a las tensiones en el juego del amor. “En parte, está basada en una relación de Mauro Basualto con su polola”, cuenta Álvaro López, autor de la letra
“Hay una frase de una canción de Morrissey, que él me la decía siempre: ‘Mientras más me acerco, menos me pesca, mientras más me alejo, más me pesca’, así que decidí incluirla”, agrega.
Con su referencia a “The more you ignore, the closer I get” -publicada por Moz en el fundamental Vauxhall and I (1994)-, la frase es la que forma una suerte de estribillo de la canción, que se repite en dos ocasiones: “Si te alejas, te odiaré, si te acercas, no te oiré”.
Es una canción que también tiene un final instrumental, a tono con el aire a psicodelia que aporta el teclado, casi al estilo más barroco del Similia Similibus de los Santos Dumont “Tratamos de tener un corno francés, era algo que teníamos que hacer -recuerda López-. Eso lo hicimos con el teclado”.
El derecho de vivir en paz
Terminaba la semana y el mes de septiembre, cuando los Bunkers recibieron una noticia inesperada. “Estábamos ensayando y el Álvaro nos dice: ‘Me llamó alguien de la Rock & Pop porque se les cayó una banda’, necesitaban parchar rápidamente y no había nadie más disponible y dijimos sí, vamos”.
De esta manera, sin muchas vueltas, el viernes 29 de septiembre los penquistas cerraron su participación en las Raras Tocatas Nuevas, un programa muy escuchado en que a la manera de las BBC Sessions, o las actuales tocatas de KEXP, ponía a una banda a tocar en el estudio. Por allí pasaron por ejemplo, Lucybell, Los Tres, Machuca y los Santos Dumont incluso registraron canciones inéditas lanzadas posteriormente bajo el nombre Maximum Rock & Pop.
“Estábamos en la sala de ensayo con las maletas -recuerda Álvaro López-. Era un día viernes y varios de nosotros nos íbamos al sur a visitar a nuestras familias. Nos devolvimos ese día sabiendo que el miércoles siguiente íbamos a tocar en las Raras Tocatas Nuevas”.
Esa estación fue la primera en que se puso al aire una canción de la banda antes de publicar el álbum; ocurrió en el programa Se Remata el Siglo, conducido por Claudio Narea, quien a título personal y sin avisar al grupo, colocó “Entre mis brazos”. Días después, “El detenido” entró en la programación. “Fue emocionante -recuerda Francisco, todavía con algo de entusiasmo al recordar el momento-. Nos dijeron que estaban tocando el tema, cosa que no creímos. Pero un día como a las dos de la mañana lo pillamos. Se escuchaba bacán”.
Para Álvaro López, aquel fue un momento que llegó hasta su fibra de melómano. “Cuando te escuchas por la radio, hay como una compresión sonora que todas las radios le hacen a las canciones, más allá de cómo vienen desde el estudio. Entonces escuchar la canción de uno dentro de ese contexto sonoro, fue algo que me encantó. Boté un par de lágrimas”.
Pese a que faltaba menos de una semana para la presentación, en el grupo estaban tranquilos. Los ensayos constantes y su agenda en vivo los mantenían aceitados, pero sabían que se trataba de una ocasión especial que les permitía agregar algunas cosas diferentes.
“En la Rara Tocata de los Santos Dumont, empezaron con una versión de las que hizo Jimi Hendrix para su BBC Session, entonces en nuestra cabeza eso era lo que íbamos a hacer -rememora López-. Para nosotros era un bastión de la música chilena, no habían programas mostrando en vivo la actualidad como de la música chilena, entonces incluía todo; hacer covers, versiones especiales para el momento, etc”.
Por eso decidieron echar mano a sus gustos. “Era meter los covers que teníamos más apropiados, los que permeamos más con alguna influencia nuestra”. Así abrieron con un guiño al “I feel free” de Cream, enganchada con la introducción de “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín”. Además, para la ocasión prepararon algunas jugadas sorpresivas como su interpretación a capella, de un trozo de “Fat bottomed girls”, original de Queen.
Pero esa noche del 4 de octubre sorprendieron al respetable con una versión muy personal para “El derecho de vivir en paz”, la canción que reunió a Víctor Jara con los Blops en 1971. “Ni siquiera la preparamos tanto -recuerda López-. La idea era ‘toquemos una canción que nos sepamos todos’. Como no tiene batería, el Mauro tocó lo que tenía que tocar, pusimos los acordes arriba de eso y lo nuevo fue que había un slide”.
De todas formas, se trataba también de marcar un punto. Era subrayar el interés por la Nueva Canción Chilena, como uno de los ejes musicales del grupo. “Siempre hablamos de ese tema como un momento muy importante en que el lado de Víctor Jara se junta con una banda como los Blops, con las guitarras eléctricas -cuenta Francisco Durán-. Nosotros sentíamos que teníamos que continuar desde ahí. Claro, uno tenía la referencia de Los Tres que habían rescatado ese lado de la cueca, pero de la Nueva Canción no lo veíamos en las bandas de rock y nos parecía extraño”.
Una vez con la grabación del programa, decidieron incluir el track en el álbum. “No sé si es porque nos parecía muy corto con diez canciones, pero nos faltaba algo y lo más profesional que habíamos grabado aparte del disco, era lo de las Raras Tocatas”, explica Álvaro. “Cerró muy bien el sonido del disco, se hermana con cosas como ‘Entre mis brazos’, con la armónica de ‘No sé’; es un resumen musical del disco”.
Pero aparecer en el programa y mantenerse activos, les permitió a los Bunkers hacerse del apoyo de un sello discográfico para editar su disco, que finalmente se publicó en abril de 2001. Sucedió que la tocata en el Tomm fue particularmente provechosa. En el público estaba uno de los fundadores del sello Big Sur.
“Le había encantado la banda, pero para firmarnos necesitaba que estuviera de acuerdo su otro socio y la socia, que también era la secretaria en el sello, y creo que solo faltaba la parte de ella -recuerda Francisco-. Entonces organizamos esa tocata solo para contar con el voto del otro socio, y ahí el Álvaro buscó en las páginas amarillas algún lugar en que nos dieran un espacio para tocar y en el Opíparos, en Irarrázaval, fueron los únicos que nos dijeron que sí”.
“Llegamos en un auto chiquitísimo donde metimos todos los instrumentos -agrega López-. El teclado pasaba por arriba de la cabeza del chofer (ríe). Era todo a pulso, pero estábamos felices, muy felices”.
La felicidad también permeó hasta la foto de portada, tomada por Ana María Zúñiga, una amiga del grupo que trabajaba con equipos análogos y lograba buenas fotos en blanco y negro. “Solía hacer este tipo de fotos, como bien quemadas, con mucho contraste -explica Durán-. las sacamos en el Parque Forestal”.
Como lo hizo Luis Poirot muchos años antes que ellos con su célebre foto “Éramos tan felices”, en que captó la sonrisa ancha de Víctor Jara, Alejandro Sieveking, Bruna Contreras y Sergio Zapata en el mismo Forestal, la fotógrafa tuvo que recurrir a un truco para sacarles una sonrisa a los compuestos penquistas. Lo recuerda Álvaro. “La Ana María nos dijo ‘chiquillos están muy serios ¿por qué no cuentan un chiste?’ y creo que el Mauro contó un chiste, muy pero muy picante, nos cagamos de la risa (ríe). Ahora veo la foto y me dan un poco de vergüenza las caras”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.