Más que sus últimas tres películas autobiográficas hechas en Chile e incluso tal vez más que sus admiradas novelas gráficas desarrolladas en Francia, fueron las películas rodadas en México las que le dieron a Alejandro Jodorowsky (1929) la categoría de referente internacional de lo extraño, lo subversivo y lo incómodo. Son aquellos los largometrajes que se dieron en los circuitos de medianoche en Nueva York en los años 70 y, entre ellos, El topo fue el famoso último grito chic del momento.
Sin estas películas a sus espaldas, nadie le habría ofrecido al director nacido en Tocopilla la posibilidad de adaptar la novela Dune de Frank Herbert, un proyecto demencial que a la larga nunca pudo concretar y que en 1984 realizó David Lynch con bastantes dificultades. Los filmes en cuestión son Fando y Lis (1968), El topo (1970) y La montaña sagrada (1973), cada uno más singular que el anterior y también más abultado en presupuesto.
A 50 años del estreno de El topo, un 18 de diciembre de 1970 en Nueva York, la plataforma de streaming Mubi lanza la primera trilogía del director de La danza de la realidad (2013) en copias restauradas en formato 4K, el de mejor resolución del momento. Es básicamente la misma mejora técnica con que estas películas aparecieron hace tres meses en el boxset de Blu-rays Alejandro Jodorowsky: 4K Restoration y donde además se incluía su último trabajo, Psicomagia: Un arte para curar (2019).
El sitio fílmico con base en Londres Mubi tiene un catálogo bastante amplio de películas independientes y europeas, que va aumentando a razón de una cinta al día. En este formato, el domingo 13 entró Fando y Lis, este sábado 18 es el turno de El topo, y el sábado 26 arriba La montaña sagrada. Desde ya sorprende el tratamiento de imagen de la primera, hecha en un blanco y negro de alto contraste. Basada en la obra teatral homónima del español Fernando Arrabal, camarada de juegos, happenings y acciones poéticas de Jodorowsky en el grupo Pánico en París, Fando y Lis fue rodada durante los fines de semana, con recursos bajo la línea de flotación de cualquier producción normal y con un espíritu disruptivo que a Jodorowsky lo acompañaría por décadas.
Lo que se cuenta es la travesía desaforada de Fando (Sergio Kleiner), especie de saltimbanqui de un futuro distópico, y su novia Lis (Diana Mariscal), una mujer parapléjica que al inicio de la película se come una flor en un largo plano fijo donde el sonido de su deglución lo es todo. En esta época Jodorowsky tenía 39 años y al inicio de la historia se lo ve como un titiritero algo sádico que le corta los hilos a su muñeco.
El tono de la cinta, que transcurre en muchos paisajes semidesérticos, es post-apocalíptico y lo que no escasea son escenas de sadomasoquismo, una dosis plausible de sexo y los clásicos disparos estéticos de Jodorowsky a la iglesia: la escena del sacerdote que se regocija con el cuerpo de una mujer desnuda provocó en su momento el enojo del famoso director de cine y fotógrafo mexicano Emilio “El Indio” Fernández, quien abandonó la sala en su estreno en el Festival de Acapulco.
Después de apagar el incendio de Fando y Lis en México (hubo peticiones de algunos artistas para que Jodorowsky abandonara el país ante un filme que era considerado inmoral), haría sus dos obras más conocidas: El topo y La montaña sagrada.
La primera es la película de culto por excelencia en la filmografía del cineasta chileno: un pistolero vestido de negro (Jodorowsky) vagabundea por el desierto junto a su hijo, enfrentándose a villanos, salvando pueblos y buscando tal vez ser una mejor versión de sí mismo. La cinta provocó el famoso interés de John Lennon, quien a su vez motivó a Alex Klein, el manager de The Beatles y The Rolling Stones, para que produjera La montaña sagrada, la siguiente cinta de Jodorowsky.
Para algunos, su obra maestra, la cinta recrea la aventura de El Alquimista (otra vez Jodorowsky) en su búsqueda de la inmortalidad. Sus texturas y puesta en escena son abigarradas y desafiantes y entre las escenas famosas está, por ejemplo, la del enfrentamiento entre aztecas y españoles representados respectivamente por iguanas y sapos.