Editar un disco a los 78 años, como en el caso de Paul McCartney supone una decisión que camina entre el ocio y el ardor de la pulsión creativa. “Lo que me sorprende es que no estoy harto de la música -cuenta el músico en una entrevista con NYT-. Porque, estrictamente hablando, debería haberme aburrido hace años”.

Las circunstancias del confinamiento fueron aprovechadas por el músico para escribir y grabar su nuevo álbum, McCartney III, un título que hace referencia a otros dos discos anteriores (de 1970 y 1980 respectivamente) también registrados por Paul al completo. Inquieto, hizo gala de su habilidad y aprovechó su valiosa colección de instrumentos, a medio camino entre el interés patrimonial, gustos de millonario senior y sensibilidad de melómano.

Pero con ya casi sesenta años de grabaciones en el cuerpo, el ejercicio creativo no supone precisamente un interés por buscar nuevas rutas. “La idea de crecer y añadir más flechas a tu arco es agradable, pero no estoy seguro de si me interesa”, comenta en la entrevista mencionada. Más aún, asegura que la edad tampoco supone detenerse con más profundidad sobre algunos asuntos que respiran en algunas viejas canciones. “Creo que es un hecho de la vida que las personalidades no cambian mucho. A lo largo de tu vida, ahí estás tú”.

¿Lo único que varía con los años? “Es la historia que cuentas. Eso cambia -asegura-. Pero básicamente creo que todo eso es lo mismo y, a veces, tienes suerte. Como, ‘Let It Be’ vino de un sueño en el que mi madre había dicho esa frase. ‘Yesterday’ vino de un sueño de una melodía. Soy un gran creyente en los sueños. Soy un gran recordador de los sueños”.

Pero hay cosas que se mantienen. Una de estas, es el aprecio por su más importante socio creativo, John Lennon. Es seguro que la voz nasal del ex Beatle asesinado hace 40 años ha resonado en los últimos días en la memoria de Sir Paul y por lo mismo, no puede evitar recordarlo, más si hace algunos meses fue entrevistado por el hijo menor y heredero, Sean.

Como si la magia no se disipara con los años, todavía se sorprende al recordar algunas viejas historias, como la vez que debió apuntalar al siempre inseguro Lennon. “A veces tenía que asegurarle que era bueno. Recuerdo que una vez me dijo: ‘¿Qué van a pensar de mí cuando esté muerto? ¿Me recordarán?’. Me sentí como el hermano mayor, aunque era mayor que yo. Le dije: ‘John, escúchame. Vas a ser tan recordado. Eres tan [grosería] grande que no hay manera de que esto desaparezca’. Supongo que fue un momento de inseguridad por su parte”.

Incluso, forzado por su interlocutor, Macca desentierra alguna añosa historia con Lennon, no contada. Una rareza en estos días en que abundan publicaciones sobre la banda. Ocurrió durante la sesión de fotos para el álbum Abbey Road, cuando la unión en el seno grupo se disolvía en la discordia.

Los Beatles estaban sentados en los escalones de los estudios Abbey Road durante una pausa, mientras Linda, la esposa de Paul, les tomaba algunas fotos casuales. “Esa mañana los contadores de John habían llamado a mis contadores y dijeron: ‘Alguien debe decirle a John que tiene que completar sus declaraciones de impuestos. No lo está haciendo’. Así que yo intentaba decirle: ‘Escucha, hombre, tienes que hacerlo’. Intentaba darle el consejo sensato de que no te arresten por no declarar tus impuestos”.

Sentados en la entrada del estudio Abbey Road, Paul le aconseja a John que se ocupe de pagar sus impuestos. El momento lo captó Linda McCartney

Paul también recordó a George Harrison, el otro ex Beatle fallecido. Y menciona otra historia, aunque algo más conocida, cuando ambos en su juventud en Liverpool solían hacer autostop. En una oportunidad se movieron entre las localidades de Exeter y Paignton y acabaron durmiendo en la playa, gracias a los oficios de unas chicas del Ejército de Salvación que les proporcionaron abrigo. Como toda historia juvenil, hay un desastre: George se sentó sobre la batería de un auto y recibió una descarga eléctrica en el trasero. “Tengo un recuerdo muy claro. Me mostró la cicatriz -rememora McCartney-. Dejemos las cosas claras: era el trasero de George, y era una quemadura con la forma exacta del cierre de sus jeans”.

El amor y el dinero

Pero los años tampoco le han proporcionado respuestas para todo. En la entrevista sorprende con una particular afirmación. Pese a lo recorrido y a los tres matrimonios en el registro, asegura que el amor, en cada experiencia, supone una sorpresa. Una reflexión interesante para un músico a quien se le vincula con composiciones que giran en torno a ese tópico

“No creo que sea diferente. Siempre es un rompecabezas espléndido -asegura-. Aunque escribo canciones de amor, no creo saber lo que pasa. Sería genial si fuera suave y maravilloso todo el tiempo pero, aunque tengas mucho de eso, a veces es…tú puedes ser fastidioso”.

Por otro lado, un poco forzado por las circunstancias y otro poco por su historia personal, McCartney ha desarrollado una relación particular con el dinero. Nada raro para alguien que posee una fortuna de 935 millones de euros, según el The Sunday Times. Pero en este caso, asegura, flota una suerte de instinto de acumulación que se mantiene intacto desde sus niñez con privaciones, en plena posguerra, cuando la economía de Inglaterra aún se recuperaba del desastre de la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos de los Stukas.

“Cuando era niño en Liverpool, solía escuchar las conversaciones de la gente. Recuerdo a un par de mujeres que hablaban de dinero: ‘Ah, mi marido y yo, siempre discutimos sobre dinero’. Y recuerdo que pensaba muy conscientemente: ‘Ok, lo resolveré; intentaré tener dinero’. Eso me puso en el camino de ‘no tengamos demasiados problemas con el dinero’. Lo que pasó también fue que, al no tener mucho dinero, cuando entraba algo en la casa, era importante”.

Por lo mismo, confiesa, hasta hoy mantiene algunas manías, como guardar ciertas cosas. “Soy un conservador -asegura-. Si voy a algún sitio y me dan lo que he comprado en una bonita bolsa, querré quedarme con la bolsa. Mi razonamiento es que tal vez mañana quiera poner mis sándwiches en ella”.

“De esa manera, mi actitud hacia el dinero no ha cambiado tanto -agrega-. Es el mismo instinto de conservación. Una de las grandes cosas de ahora sobre el dinero es lo que puedes hacer con él. Si mi familia y amigos tienen algún problema médico, puedo decir: ‘Voy a ayudar’. Lo mejor de tener dinero es que puedes ayudar a la gente”.

Eso sí, ni el dinero, ni los años le han proporcionado a Sir McCartney la receta tras una canción exitosa, acaso su capital más preciado. “Hay algo en mi habilidad para escribir música de lo que no creo que sea necesariamente responsable -afirma-. Parece que me resulta más fácil que a algunas personas. Eso es todo. Soy un hombre afortunado”.

Un hombre afortunado, que a sus 78 años podría estar reparando un fusible, arreglando el césped o preparando el alquiler de una casita de verano en la isla de Wight, como propuso en alguna canción de la era Beatle. Pero que ante todo, elige la música. En eso no ha cambiado nada.