Luis Ortigoza, director del Ballet de Santiago: “Soy un convencido defensor de la paridad de género en el ballet”

Ortigoza
Luis Ortigoza, el nuevo director del Ballet de Santiago del Teatro Municipal, fue bailarín de la compañía entre 1988 y 2016.

El hombre que sucede a Marcia Haydée en la compañía del Teatro Municipal busca renovar su repertorio y dar relevancia al rol masculino en un arte donde la mujer suele ser la estrella.


Hace 30 años ganó la Medalla de Plata en la Competencia Internacional de Ballet de Estados Unidos, donde varios de los premiados serían luego figuras del American Ballet de Nueva York, una de las principales compañías del mundo. En ese tiempo Luis Ortigoza (1969) ya llevada dos años en el Teatro Municipal y, contradiciendo lo que muchos pensaban o le sugerían, prefirió seguir en nuestro país.

Acá sería sucesivamente solista, primer bailarín y primer bailarín estrella, siguiendo el muy estructurado escalafón de importancia en la danza. Hace un mes subió el último peldaño y tal vez justificó ante sí mismo haberse quedado en Chile.

En su nuevo a cargo a la cabeza del Ballet de Santiago, la única compañía de danza clásica del país, el artista argentino-chileno es además el primer director no interino formado en el propio Teatro Municipal: su fundador Octavio Cintolesi era discípulo del maestro alemán Ernst Uthoff, el húngaro Ivan Nagy venía de la escena neoyorquina, el colombiano Ricardo Bustamante del Colón de Buenos Aires y la brasileña Marcia Haydée del Ballet de Stuttgart (Alemania).

Nacido en Buenos Aires y con estudios en el Teatro Colón, Ortigoza conoce al cuerpo de baile como la palma de su mano. Treinta y dos años de experiencia avalan su relación con él y probablemente sea la persona adecuada para hacerse cargo de un grupo que ha debido navegar desde hace nueve meses en las aguas inciertas de la pandemia.

Cuando se anunció su llegada, se dijo que usted iba a aportar más coreografías contemporáneas.

Efectivamente. El Ballet de Santiago tiene una gran tradición, pero también necesitamos incorporar repertorio de nuevos coreógrafos o de miembros del grupo que tengan inquietudes como creadores. Es parte de la evolución de una compañía.

¿Qué tipo de obras o coreografías?

Obras del checo Jiøí Kylián, por ejemplo, o del estadounidense John Neumeier, o del brasileño Juliano Nunes. Algunos son coreógrafos clásicos, pero que en Chile no se conocen y en otros se trata de artistas más jóvenes, pero con propuestas que dan que hablar en los mejores teatros del mundo. Sería magnífico poder tenerlos en nuestro país.

¿En qué cree que debe mejorar el Ballet de Santiago?

No sé si la palabra es “mejorar”. Más bien pienso en aceptar nuevos desafíos. Uno de ellos es, por ejemplo, hacer intercambios con bailarines, maestros o producciones de distintas compañías. Para eso estoy contactándome con Paloma Herrera, la directora del Ballet del Colón de Buenos Aires; María Noel Riccetto, directora del Ballet del Sodre en Uruguay; o Tamas Dietrich, director del Ballet de Stuttgart. Pero incluso quizás aún más importante para mí es que al Ballet de Santiago lo conozca todo Chile. Es un sueño y espero que no sea imposible. Me encantaría que el Ballet de Santiago fuera tan popular como un equipo de fútbol. Es una compañía que tiene un gran valor y tengo la sensación de que a veces no se le hace justicia como pasa con otras artes.

Raymonda
Una escena de Raymonda, ballet con coreografía de Luis Ortigoza presentado a inicios del 2019 en el Teatro Municipal. Foto: Edison Araya.

Cuando presentó su coreografía del ballet Raymonda en el 2019, usted comentaba que le quería dar más importancia al hombre en la danza.

Sí, soy un convencido de la paridad de género en ambos sentidos en el ballet. A diferencia de lo que pasa en la mayoría de las actividades, en nuestra profesión es el hombre el que ha sido normalmente relegado. Esto parte en los inicios de la danza, cuando el bailarín estaba ahí básicamente para levantar y manejar a una bailarina en un pas de deux (paso de a dos) del ballet. Pero la historia y la técnica han evolucionado mucho con el paso de los años y figuras masculinas como Vaslav Nijinsky primero y Rudolf Nureyev después se encargaron de dejar al hombre al mismo nivel que la mujer en exigencia. Por eso hablo de equidad de género: hombre y mujer deben tener la misma importancia en el ballet.

¿Cree que muchos aún ven al ballet, como una profesión fundamentalmente femenina?

No comparto mucho esa percepción. Creo que pertenece más al imaginario de la gente que a la realidad. Hay muchos más varones estudiando ballet de lo que la gente cree o supone. Hace un par de años en la Escuela del Teatro Municipal, por ejemplo, hubo una generación especialmente talentosa de hombres en comparación a las mujeres. Hay cursos donde los hombres brillan más y eso no sólo pasa acá, sino que en el mundo. En ese sentido, uno de los objetivos de la Escuela es terminar con esos mitos y también velar para que la carrera sea lo suficientemente atractiva para los hombres. Desde ahí, después de todo, saldrán las generaciones que deberán nutrir al Ballet de Santiago.

¿También es un mito lo de la disciplina espartana para ser bailarín o bailarina?

No, te garantizo que eso es verdad. El entrenamiento físico de un bailarín es extremadamente fuerte. Cuando un niño o niña entra a la Escuela debe cumplir un examen de admisión, pero luego viene un entrenamiento de técnica clásica que es muy exigente. Hay que adaptar la musculatura, la potencia y la postura. Para graficarlo: los bailarines deben tener un tipo de pierna rotada hacia afuera, un poco como caminaba Chaplin. No es una condición natural, aunque algunos tienen más predisposición hacia ella. Un niño entra tal vez a los ocho años, pero debe entrenarse de manera muy fuerte para que después pueda descansar en los cimientos que construyó con su físico.

Se suele decir que ésta es una de las buenas compañías de Latinoamérica, ¿Cómo la observa usted honestamente?

Yo creo que el Ballet de Santiago tiene un muy buen nivel. Mi manera de evaluar un grupo no sólo es por su técnica, sino que también por su repertorio, por su llegada al público o por la capacidad de reinvención al presentar una historia ya conocida. En nuestra época los conjuntos de danza deben ser muy variados y tienen que practicar muchos repertorios, desde los clásicos a los contemporáneos. Ya no hay dedicación sólo a lo tradicional. Así lo hacen las compañías rusas, el Ballet de la Opera de París, el Ballet de La Sala de Milán o el Royal Ballet de Londres. Nadie hace sólo clásicos.

¿Cómo sobrellevan los bailarines la pandemia, considerando que a diferencia de los músicos de orquesta y de los cantantes de ópera, el contacto y el roce físico es fundamental para ustedes?

Sí, de todos los cuerpos estables del Teatro (Orquesta Filarmónica de Santiago, Coro del Municipal, Ballet de Santiago), la compañía es la que enfrenta el escenario más complejo. Necesitamos espacios amplios para movernos, ensayar, saltar, etcétera. La realidad de un bailarín es que probablemente viva en un departamento donde tal vez tiene un metro cuadrado para poder ensayar y además en un piso duro. Eso, sin mencionar que los vecinos van a reclamar con justa razón.

¿Cómo lo hace usted para reunirse con la compañía en estas condiciones?

Hay diversas modalidades. Generalmente nos comunicamos a través de Zoom o por Google Meet. Si es que algún bailarín quiere crear una nueva coreografía tal vez me la hace llegar por esa vía o por Whatsapp. De esa manera, adaptándonos a las nuevas circunstancias y tratando de ser originales, le encontramos una salida a lo que nos tocó enfrentar. Estoy seguro de que volveremos a las obras presenciales, pero eso no quiere decir que muchas ideas y propuestas digitales que hemos aprendido o creado en este período no las vayamos a incorporar en el futuro.

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