¿Qué define a una buena canción? desde la técnica hasta su impacto en la audiencia las posibilidades de respuesta son variadas y tienen que ver con ciertas combinaciones entre músicos, equipos, productores y la habilidad para desarrollar ideas. Sobre esos campos, se despliega la segunda temporada de Song Exploder, la serie de Netflix estrenada hacia finales del 2020, que en episodios de veinte minutos condensa historias y anécdotas con atractivos ganchos visuales.
En sus cuatro capítulos se revisan temas seleccionados a partir de una curatoría particular: un par de canciones de los últimos cinco años (ahí entran “Hasta la raíz” de Natalia Lafourcade y “Love again”, de Dua Lipa) y otras dos que acumulan una quincena de años como piezas destacadas en las respectivas discografías de sus autores (“When you were young” de The Killers y “Hurt” de Nine Inch Nails). El tiempo, las publicaciones y las historias de vida, determinarán si acaso pueden llevar la chapa de “nuevos clásicos”. De momento, son canciones que han conseguido resonar con cierto éxito, y que tienen interesantes historias.
A diferencia de la primera temporada, solo con nombres anglo, destaca la inclusión de Lafourcade como un guiño al mercado latino. Algo de justicia, pues este genera un no despreciable 13,6% de los ingresos de la plataforma.
En la capa más inmediata del producto, está la facturación de la canción. Es cierto, hay bibliografía al respecto (por ejemplo, The Craft & Business of Songwriting, de John Braheny) y la idea no es novedosa, pero la inquietud de la serie, presentada por Hrishikesh Hirway, es resolver parte del misterio que envuelve un hit. Por ello, se explora la tensión que subyace a toda actividad creativa, entre la inspiración y el método. Al respecto, una primera idea es que no se crea desde la nada; hay referencias y puntos de apoyo que, en definitiva, son los canales para volcar una idea. Ya lo decía Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Así le sucedió, por ejemplo, a Dua Lipa. La británica desentraña el proceso tras “Love again”, uno de los temas de su celebrado álbum Future Nostalgia (2020), el que encajó en la propuesta bailable que se desarrolla en cada track. Esta se sostiene sobre ciertas referencias del pasado, a los años de infancia y adolescencia. “Me pregunté si podría crear un disco basado en recuerdos que hiciera sentir a la gente lo que yo siento cuando escucho ‘Cosmic girl’ de Jamiroquai”, recuerda en un momento.
Como planteó Harold Bloom -respecto a la creación literaria-, las influencias no son más que transferencias de la personalidad. Pero también son puntos de modulación que pueden ocuparse como gatillos creativos, o bien como soluciones en un momento en que las cosas no fluyen. Le sucedió a The Killers, al trabajar sobre el puente de su “When you were young”, uno de los hits del álbum Sam’s Town (2006). Cuentan que para resolver un asunto específico, fusionaron ideas tomadas desde los disímiles universos de Bruce Springsteen y Depeche Mode. Allí, en esas pequeñas cosas, se va fraguando aquello que llamamos la identidad musical de un proyecto. El sonido. El momento cumbre de la creación.
También hay otras que tienen que ver con la propuesta estética. Así sucede con los sonidos introducidos a modo de nota pedal en “Hurt”, el tema que cierra el célebre The Downward Spiral (1994), de Nine Inch Nails. Según Trent Reznor se trata de samplers tomados de una máquina, con los que buscó generar una atmósfera inquietante; una idea que, admite, salió desde el cine de David Lynch. Por eso, hay sonidos subliminales repartidos a lo largo del álbum.
En ese aspecto, el documental resulta una delicia para la audiencia melómana. Las decisiones creativas son desarrolladas durante cada episodio, y hay un interés por introducirlas en un contexto. Por ejemplo, “Hurt”, originalmente compuesta al piano por Reznor, finalmente se grabó con una instrumentación diferente por decisión del artista, quien deseaba que se escuchara acústica y cruda, a tono con la inseguridad del hablante.
Además, la variedad de artistas permite recorrer diferentes caminos en el proceso creativo. En la creación de Dua Lipa, se deja en claro que en el gran mercado del pop, una canción es ante todo una faena en equipo; hay personas que se ocupan de trabajar la música, otros que desarrollan secciones y aportan ideas para las letras. Algo así como una división musical del trabajo, para la que se convoca a gente especializada. Tipos que han hecho carrera en la segunda fila, lejos de las luces, pero necesarios para el resultado final.
Mientras, que en el caso de una banda como los Killers, el trabajo colaborativo se desarrolla en la sala de ensayo o en los espacios entre las giras -¡cuántas canciones han salido desde las pruebas de sonido!-. Algo así ocurrió con “When you were young”; desde la frase creada por el bajista Mark Stoermer, salió una idea. Pero también hay un aporte importante de los productores; tanto Flood como Alan Moulder, aportaron ideas -por ejemplo, el uso del sintetizador Putney-, que empujaron la canción hacia el estándar de las compañías y medios. Eso nos recuerda que desde la era de Phil Spector y George Martin, son los productores los encargados de llevar hasta la técnica las ideas de los músicos o bien, de potenciarlas.
En un plano más profundo están las motivaciones. Aquellas emociones que mueven los procesos y las decisiones artísticas. Allí confluyen historias que a priori no tendrían mucho que ver, pero son tensionadas por demonios similares. Tanto Natalia Lafourcade como los Killers debieron enfrentar el peso de la fama tras editar sus primeros discos; saborearon las mieles del reconocimiento, pero también las notas amargas de la exposición. Por eso la exigencia del mercado y la sensación de nostalgia les llevó a traducir su insatisfacción en canciones.
De allí se desprende un cierto tono crítico, pero muy matizado, a la gran industria musical. Más bien, tanto el guión como los artistas lo plantean como un desafío; un obstáculo a superar con talento y ambición creativa. Se trata de la idea de enfrentar al héroe a una lucha que lo transforma; una noción muy propia del arco narrativo estábdar, y que Netflix ha explotado con eficacia en sus producciones propias.
Por eso es que en todos los episodios hay un momento en que se plantea una cierta sensación de desencanto; desde la ruptura amorosa, a la inseguridad o la añoranza por las raíces. La salida es siempre a través de los caminos siempre serpenteantes de la creación; ese es el credo común entre los artistas.
Pero hay espacios para instalar algunas discusiones. Es interesante escuchar a The Killers explayarse acerca de su ciudad natal, Las Vegas, sobre la que existe una narrativa -alimentada por Hollywood- asociada al exceso, el juego y los gigantescos carteles luminosos a modo de una pradera comercial en el desierto. Los músicos proponen otra mirada que tiene que ver con sus historias de vida, y de alguna manera, ese vínculo también mueve su obra.
La idea de volver al origen también se repite en el episodio dedicado a Natalia Lafourcade, quien tomó los paisajes de Veracruz y el ritmo popular del huapango, para dar forma al tema “Hasta la raíz”. De alguna forma, el hogar y la cotidianeidad son presentados como un espacio seguro al que se vuelve para tomar fuerzas o para reencontrarse con aquello extraviado debido a los vaivenes de la industria.
En sus cuatro episodios, la segunda temporada de Song Exploder ofrece un producto que alterna entre las historias personales, las anécdotas y datos técnicos que satisfacen la ansiosa erudición de los melómanos. Además propone algunas claves que permiten comprender el funcionamiento de la producción industrial de la música y por qué esas canciones alcanzan tal repercusión. Una incógnita que a fin de cuentas parece más sencilla de lo que parece, pero que funciona muy bien, conservando el siempre atractivo halo de misterio de la creación artística.