Dave Davies, fundador de The Kinks: “Es mejor usar el odio de forma creativa que para herir a alguien”
A 50 años del emblemático disco Lola vs. Powerman and the Moneygoround, part one, el que se reeditó a fines de diciembre, uno de los nombres fundamentales del rock inglés habla con Culto sobre la huella de un conjunto pionero en múltiples direcciones. “Los Kinks nunca tuvimos problemas en componer canciones”, asegura desde Gran Bretaña.
Dave Davies suena reposado y bonachón al otro lado del teléfono, ya con 73 años de edad. Pero su historial remece: siendo el último de ocho hijos, formó junto a su hermano Ray a principios de los 60 el grupo The Kinks, banda completada por el bajista Pete Quaife y el baterista Mick Avory, además de erigirse como uno de los símbolos de la llamada invasión británica de esa década, estableciendo junto a The Who las bases tanto del hard rock como de un cancionero más conceptual y narrativo.
Bandas comandadas por hermanos en el rock hay muchas, desde AC/DC a los Happy Mondays, pasando por Oasis hasta llegar a Devo o Sparks. Pero, antes que los Kinks emergieran en 1963, el referente obligado eran The Everly Brothers, una de las inspiraciones para los Davies. Así lo asegura Dave, en diálogo con Culto desde su hogar en Inglaterra.
“Con Ray éramos fans de los Everly Brothers. Gracias a ellos nos dimos cuenta de que al unirnos nuestras voces podían ser complementarias, como en la canción ‘Lola’, que es un ejemplo perfecto, ya que yo canto una octava más arriba y Ray una octava abajo. Fue una ventaja ser diferentes, tanto musicalmente como en cuanto a nuestras personalidades”.
Deja de llorar
Para 1970, el año en que se editó el álbum que traía el sencillo -Lola versus Powerman and the Moneygoround, part one-, los Kinks se encontraban en una nueva etapa tras el glorioso decenio donde integraron toda una generación de creadores que cambió para siempre el cancionero del siglo XX. Sumaban ahora a un tecladista llamado John Gosling y su bajista original tuvo que dejar la banda tras una serie de idas y venidas luego de un accidente automovilístico ocurrido en 1965.
Después del éxito de su anterior producción -Arthur (or the decline and fall of the British Empire), de 1969-, volvían a pisar suelo estadounidense tras una prohibición que duró cinco años, producto del puñetazo que Ray Davies le propinó a un productor del show televisivo de Dick Clark tras bambalinas.
“Sucede que los Kinks tuvimos todos esos hits en los sesenta y ahora nos estábamos dando cuenta de que no existía mucha gente agradable en el negocio de la música. Realmente es un negocio muy difícil en el que meterse. El disco ‘Lola’ es uno de mis favoritos de todos los muchos discos que hicimos, precisamente porque es de transición. Hay harta rabia ahí, como en la canción ‘Rats’, que tiene esta rabia porque los Kinks nos sentíamos permanentemente en esta carrera de ratas de la vida”.
Había un ánimo beligerante en el LP, inspirado en los caminos tortuosos del negocio de la música, continuando la exploración del formato conceptual iniciado en 1968 con The Kinks are the Village Green Preservation Society, lanzado un año antes del emblemático Tommy de The Who. Pero no sólo en los conceptos fueron pioneros: la influencia de la música india en el single “See my friends” precedió por cuatro meses a “Norwegian wood (the bird has flown)”, de The Beatles, y por un año a “Paint it black”, de The Rolling Stones; e incluso “Lola” -cuyo personaje reapareció en la canción “Destroyer” (1981)- trata sobre un encuentro lleno de baile y romance entre su protagonista y un travesti. Un claro adelanto a “Lady Stardust”, de David Bowie, o “Walk on the wild side”, de Lou Reed.
-¿De dónde surgió la idea de hacer discos conceptuales?
En los años sesenta teníamos que sacar singles muy seguido y, a veces, los temas de los que trataban nuestras canciones quedaban cortos porque eran muy profundos y requerían más de tres minutos para hablarse, como en ‘A well respected man’, ‘Dedicated follower of fashion’ y ‘Autumn almanac’. Por eso hicimos discos conceptuales.
-A fines de esa década, usted tenía tanto material propio que intentó sacar un disco solista. ¿Cómo explica lo prolífico de la banda?
Los Kinks nunca tuvimos problemas para componer canciones. Cuando crecimos con Ray, en esa casa pequeña de familia trabajadora, junto a nuestras seis hermanas y con toda la familia extendida, siempre había mucha gente cantando y bailando. La música salía del aire, de las murallas. La influencia de la música al crecer ahí fue simplemente increíble para nosotros.
No somos dos, somos uno
Desde pequeño, afirma Dave, siempre experimentó fenómenos psíquicos en aquel hogar de Muswell Hill, al norte de Londres. Su madre veía la fortuna en las hojas del té y leía las palmas de la mano; pero, más importante aún, entre él y su hermano Ray había una suerte de telepatía al momento de componer. “Él tocaba algo en la guitarra y yo sabía instintivamente qué hacer para acompañarlo”, afirma.
-Su canción “Strangers” parece hablar precisamente de esa relación con su hermano, de estos opuestos que generan algo glorioso.
De eso se trata, básicamente. De darnos cuenta de que teníamos que estar juntos contra todo. Es acerca de camaradería, de hermandad y de seguir unidos a pesar de todo. Desde chicos, siempre Ray y yo fuimos distintos, y creo que eso nos ayudó finalmente. Solíamos pelear un montón y hubo momentos donde nos dijimos mutuamente que estábamos equivocados, pero cuando era hora de la verdad, de estar contra la pared, todo eso nos ayudó.
Veinte años antes de los hermanos Gallagher, los Davies eran expertos en propinarse derechazos, como aquella vez en la casa familiar cuando Dave noqueó a Ray tan fuerte que fue expelido por los aires hasta caer a un costado del piano, inconsciente. Pensando que estaba muerto, Dave se acercó a comprobar la respiración de su hermano. Súbitamente, Ray abre los ojos y le devuelve el puñetazo de forma instantánea.
Pero esa rabia se volcó también contra el mundo cuando era necesario, como en las canciones “Powerman” y “Rats”, sus favoritas del trabajo que esta temporada cumple 50 años y que en diciembre lo festejaron con la salida de un imponente box set que trae tomas alternativas, réplicas de singles e imágenes nunca antes publicadas.
“En ellas hay una gran actitud, hay emociones y hay un espíritu combativo que revela la verdadera naturaleza de los Kinks. Pero en el disco también hay piezas más reflexivas a las que les tengo particular aprecio, como ‘This time tomorrow’, que es una pregunta acerca de dónde veníamos como banda, qué es lo que estábamos haciendo y hacia dónde íbamos. El álbum expresa a la perfección el estado en el que estábamos en esos días”.
Si bien fueron pioneros en trabajos conceptuales, en el uso de la música india y en titular álbumes con frases interminables, el legado más determinante de los Kinks para muchos es el riff de “You really got me”, tercer single de la banda, editado en 1964. El sonido áspero de aquella guitarra lacerante es considerado el primer cañonazo del hard rock y su secreto es uno solo: una navaja de afeitar.
-¿Qué estaba pasando por su mente cuando tomó su navaja y rompió su amplificador en “You really got me”?
Yo era un chico muy furioso y tenía este amplificador pequeño. Usaba una navaja para afeitarme, estaba comenzando a hacerlo en esos días y el amplificador no estaba sonando bien. Entonces lo primero que se me ocurrió fue romperlo con la navaja, destrozarlo. ¡Quién sabe de dónde salió esa idea!
-Sé que usted cree en la reencarnación. ¿Volvería a hacer lo mismo en otra vida?
No (risas). Sucede que yo tenía mucha rabia, y creo que es mejor usar ese odio de forma creativa en vez de herir a alguien. Lo usé de forma artística y eso es mejor que andar causando daño o que enojarte con el mundo. Por esa razón el arte nos puede ayudar como seres humanos, para eso es que existe, para canalizar ideas diferentes y hacer algo útil y que nos ayude a todos.
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