Alfredo Castro: “Los teatros chilenos estamos en la ruina”
El actor y director teatral ha sufrido la crisis que afecta a la cultura de manera directa. Su sala, Teatro La Memoria, ha permanecido cerrada por más de 10 meses, lo que lo ha llevado a despedir personal. Ahora, estrenará a través del streaming la obra La clausura del amor, y aunque reconoce no estar enteramente de acuerdo con el formato, “es la historia que nos ha tocado vivir”.
A Alfredo Castro le ofrecieron ser candidato a constituyente, pero no aceptó. En una columna publicada por Revista Mensaje, el actor y director intentó dar respuesta al porqué de su rechazo, y allí declaró: “Me parece un despropósito ser conocido y estar en la Constituyente”.
Sus palabras causaron revuelo, y pese a que las sostiene, deja en claro que nunca estuvieron dirigidas a una persona en específico y que se trata de una opinión personal. Insiste en que todos son libres de aspirar a un cargo, y que existen muchos candidatos cuyas carreras respaldan la decisión. “Según mi experiencia, y de lo que creo que debe ser un constituyente, yo no me siento preparado”, comenta a La Tercera.
“Quienes decidan participar deben ser nombrados por sus bases. Me parece que la diversidad y la heterogeneidad de la Constituyente es fundamental, donde estén representadas todas las sensibilidades, pertenencias y toda la diversidad que hacen de este país un territorio plurinacional y pluricultural”, dice Castro. “Por mi naturaleza, deseo que la cultura esté representada”, asegura.
Pero más allá de ese hecho, Castro enfrenta una difícil situación en Teatro La Memoria. Si el 2020 fue un año excepcional para su carrera en el cine y la televisión, ya que estrenó en Chile El príncipe, de Sebastián Muñoz, interpretó a la Loca del frente en Tengo miedo torero, y tuvo una importante participación en la serie nacional La Jauría, su faceta teatral se vio muy afectada.
La pandemia lo golpeó duramente, obligándolo, al igual que a miles de espacios culturales, a cerrar indefinidamente. A más de 10 meses de adoptada esa medida, el Teatro La Memoria podría reabrir gracias al cambio en el Plan paso a paso, que dan pie a la apertura de teatros, cines y otros lugares, en Fase 3, aunque reconoce lo complejo que eso puede ser.
“Esta medida no es ninguna ayuda, porque nadie está en fase 3”, comenta el artista sobre el protocolo que permite 75 personas en espacios cerrados y 150 al aire libre. “Ningún teatro se sostiene con ese aforo, lo hemos dicho hasta el cansancio”, afirma.
Pero antes de una posible apertura, Castro volverá a dirigir en el marco del Festival Santiago a Mil, que también debió adaptarse a los nuevos formatos para evitar la propagación del Covid-19. A través de streaming se estrenará La clausura del amor, una obra escrita por el francés Pascal Rambert, y protagonizada por los actores Francisco Melo y Millaray Lobos. Además, contará con el diseño escénico del colectivo Delight Lab, cuyo trabajo en este proyecto es definido por el propio director como “una maravilla, de mucha sensibilidad, y muy distinto a lo que hemos visto que ellos hacen en sus intervenciones”.
La clausura del amor es una coproducción de la Fundación Teatro a mil y el Teatro La Memoria. “Fitam nos salvó la vida. En octubre nos preguntaron cómo estábamos, y yo les dije que mal. Así nos ofrecieron una coproducción. Nuestro agradecimiento a esa solidaridad es infinita”, dice Castro sobre esta colaboración que aún no tiene fecha de lanzamiento.
En esta pieza escénica los personajes conservan el nombre real de quien los interpreta, según requerimiento del propio dramaturgo, y narra la amarga separación de una pareja del teatro, que luego de años de estar juntos decide poner fin, sin ningún aviso previo, a la relación.
¿Por qué decidió volver a la dirección con La clausura del amor?
Porque es una obra preciosa, es una tesis sobre el amor, que me parece que en estos momentos es lo que la humanidad necesita, lo que el público quiere escuchar. Aunque sea una ruptura, es una obra que habla sobre el buen amor. Hay una pregunta en la obra, que es de un autor francés contemporáneo, vivo, que dice ¿qué amamos cuando amamos? ¿A quién amamos cuando amamos? Nuestro autor de Lebu, Gonzalo Rojas, en uno de sus trabajos se preguntó lo mismo. Y esas conjunciones que se producen, entre un autor ya fallecido, y un autor francés vivo, son muy lindas.
¿Cree que en este contexto de confinamiento se dan mucho más las rupturas inesperadas como pasa en la obra?
La obra toca un tema súper sensible. Las parejas se han separado mucho. La cantidad de femicidios ha aumentado increíblemente, la cantidad de homicidios aumentaron un 46%, también los ataques homofóbicos. Hemos estado viviendo un año lleno de realidad. Con testimonios brutales de muertes, de enfermedades, de separaciones.
¿Espera que el público salga con alguna reflexión, o lo deja a libre interpretación de cada uno?
Siempre es libre, porque esto es pura subjetividad. Cada persona escucha y entiende lo que quiere. Pero cuando empecé con la obra, dije, “esto es una obra sobre el amor”, y creo que la pregunta qué amamos cuando amamos es lo que la gente debería preguntarse, porque no es obvia la obra.
Cansados de Zoom
Alfredo Castro admite que esperaba que su regreso a la dirección fuera aún estando en pandemia. “Yo entendí que iba a ser largo, y ahora entiendo que va a ser mucho más largo. Esto va a ser por lo menos un año más”, aventura sobre los próximos meses. “No hay bola de cristal que sirva. Yo creo en los científicos, y lo que dicen es que mientras Chile no tenga vacunado al 80% de su población, es imposible funcionar”, agrega.
Pese a que el futuro le parece poco favorable, el artista aboga por un retorno a las salas, que les permita a las audiencias separarse de las pantallas y la virtualidad. “La gente está cansada del Zoom, ya no soportan a un actor o actriz más hablándole directo a la cámara”, explica.
Por ese motivo, La clausura del amor pretende mostrarse diferente, con una producción más estilizada. A pesar de que debió adaptarse a un estreno digital, se ha montado de tal manera que la audiencia lo experimentará como una película. Un híbrido dirigido por Castro sobre las tablas, y por Jorge Riquelme, director de Algunas bestias, para la pantalla. Además cuenta con Sergio Armstrong a cargo de la cinematografía.
¿Se ha cuestionado los cambios en el formato de hacer teatro?
Todo el día, todos los días. Yo llego a mi teatro y lo veo cerrado, sin gente, sin actores, me paro en el escenario, miro, y es un horror. Nadie está de acuerdo con esto, pero es la historia que nos ha tocado vivir. Ya se probó hacer zoom, ya se probó hablar a la cámara, ya se probó hacer streaming, y la gente está soportando cada vez menos. Comen, hablan por teléfono, se paran con el perro, suben a los gatos. Tú dices, esto no es teatro. Y todos sabemos que no es teatro, la discusión es ridícula, pero hay que hacerlo.
“Falta de empatía”
En Chile y en el mundo la cultura atraviesa una profunda crisis económica provocada por las largas cuarentenas que impiden las reuniones sociales, la esencia de la performance. Mientras que en Europa los gobiernos inyectan ayudas financieras a los sectores más desprotegidos, aquí los gremios pelean día a día por una oportunidad para volver a la actividad.
Alfredo Castro lamenta la falta de apoyo y el abandono que observa de parte de las autoridades locales. “Es falta de empatía, es poca inteligencia. Las autoridades están actuando de manera completamente insensible, con una falta de ética monumental. Yo no he visto nada igual”, agrega.
El director afirma que la asistencia a los teatros, cines y otros espacios culturales no debería significar mayor peligro de propagación. Si se cumple con todas las normas sanitarias, una sala de exhibición artística es más segura que cualquier otro espacio que se encuentra actualmente abierto al público. “No hay que arriesgar la vida para ir a un lugar, y un teatro o un cine son un ejemplo de ética y responsabilidad para las audiencias. No los mall, no los aviones, no las fiestas”, dice.
“Los teatros chilenos estamos en la ruina, no estoy exagerando. Hay gente que está en la calle, yo tuve que echar a siete personas de La Memoria. Hay gente cesante”, comenta Castro. “Un teatro no soy yo, no es Benjamín Vicuña (Mori), no es Juan Pablo Sáez (San Ginés). Son 7, 20, 60 familias que trabajan en ese lugar. Y la plata que estamos pidiendo no es para nosotros, es para los trabajadores”, concluye.
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