Aquella Navidad, Patricia Highsmith estaba al otro lado del mostrador. Ya había concluido su primera novela, Extraños en un tren, pero esta permanecía inédita. De modo que en diciembre de 1948 trabajó como vendedora en el departamento de juguetes de Bloomingdale’s, en Manhattan. Con el dinero se costeaba las sesiones de sicoanálisis. Tenía 27 años y un novio, el escritor Marc Brandel; él quería casarse, ella estaba un poco harta. Y cuando su analista le recomendó unirse a un grupo de terapia con mujeres casadas, lesbianas latentes, la escritora anotó en su diario: “Quizás me divierta seduciendo a un par de ellas”.
Desde luego, Patricia Highsmith no se casó, y una mañana en la tienda tuvo una visión arrobadora. Una elegante rubia, cubierta por un abrigo de visón, entró buscando una muñeca. A la escritora le pareció que la mujer irradiaba luz, y su belleza la perturbó.
Por la noche, en su departamento, imaginó una historia de amor entre la mujer y una joven vendedora de tienda. Con el título El precio de la sal, la novela se publicó en 1951 y bajo el nombre de Claire Morgan. Fue un éxito de lectores y un hito: tenía una final feliz para las dos amantes, en una época donde la homosexualidad era socialmente castigada.
Recién en 1989, cuando vivía en Suiza, Patricia Highsmith asumió la autoría de la novela, editada ahora como Carol. Aunque tuvo muchas amantes y solía frecuentar bares gay, la homosexualidad la llevó a ocultarse públicamente, y ella desarrolló un culto por las máscaras y la mentira. Desde niña, además, el crimen rondaba en su imaginación: “El asesinato es una forma de hacer el amor, una forma de poseer”, anotó en sus diarios.
Tan excepcional como Carol sería la creación de Tom Ripley, en 1955. La inspiración la encontró en el paisaje de ensueño de Positano, durante un viaje con una de sus amantes. Eventualmente, Patricia Highsmith dio forma a sus emociones y frustraciones en la figura de Ripley, el estafador y criminal con más estilo de la narrativa contemporánea, la versión rota del sueño americano.
Protagonista de una serie de cinco novelas que comenzó con El talento de Mr. Ripley (1955), definitivamente era su personaje más querido. “Y ciertamente era su alter ego”, dice la biógrafa Joan Schenkar, autora de The talented Miss Highsmith, publicada en español como Patricia Highsmith.
Autora de una obra inquietante y perturbadora, que indaga en las zonas sombrías del alma humana, la escritora nacida en Texas el 19 de enero de 1921 y fallecida en Locarno en 1995, retorna a la luz pública con motivo de su centenario.
Editorial Anagrama acaba de reunir las cinco novelas protagonizadas por Tom Ripley en dos volúmenes; en Estados Unidos se publica un nuevo libro biográfico (Devils, Lusts and Strange Desires) y este año llegará una nueva adaptación de su obra al cine.
Su primera novela fue adaptada por Alfred Hitchcock en 1951; Anthony Minghella en 1999 reunió a un elenco de estrellas, liderado por Matt Damon, en El talentoso Mr. Ripley, y en 2015 Todd Haynes entregó una estilizada versión de Carol con Cate Blanchett y Rooney Mara. Ahora Ben Affleck y Ana de Armas protagonizan Mar de fondo, con estreno agendado para mediados de año.
Indudablemente, la novedad estelar en el año del centenario es la edición de sus diarios inéditos. Hallados en 1995, son más de 8.000 páginas de anotaciones privadas. En ellos, la escritora registró su biografía secreta, sus deseos y resentimientos, así como las pulsiones que animaban su obra. De pronta publicación en inglés, llegarían a español en 2022 a través de Anagrama.
En una de sus entradas, el Año Nuevo de 1947, anotó: “Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que no me den descanso”.
El lado oscuro
La cita la recogió la biógrafa Joan Schenkar, la primera en revisar los cuadernos inéditos de la escritora. Si la obra publicada de Highsmith ya ofrece una aproximación a su intrincada personalidad, brillante y terrible, los diarios permitirán asomarse a su dimensión más íntima, a su franqueza a menudo escalofriante y a su perfil menos admirable también.
“No era simpática. No era educada. Y nadie que la conociera bien habría dicho que era una mujer generosa”, escribió Joan Schenkar.
Poco antes de nacer, sus padres se divorciaron. Ella creció en Nueva York, odiando a su padrastro y a su madre, quien le confesó que intentó abortarla. De esa forma fue delineándose su carácter: su tendencia a la depresión la condujo al alcoholismo, del mismo modo que sus actitudes antisociales derivaron en la soledad. Lesbiana y con debilidad por las mujeres casadas de clase alta, tenía rasgos misóginos, racistas y antisemitas.
Joan Schenkar escribe ahora la introducción a la edición de sus diarios, que también la revelan como una de las autoras más complejas y fascinantes de la narrativa contemporánea.
-¿Cómo describiría la imaginación literaria de Patricia Highsmith?
-La imaginación de Patricia Highsmith es una de las herramientas más inusuales de la literatura del siglo XX, y sus colisiones con la cultura popular estadounidense (la han “confundido” con una escritora de “suspenso” desde que publicó Extraños en un tren en 1950) no tienen precedentes.
Ella produjo los sondeos ficticios más extremos del lado oscuro del “sueño americano”: las dificultades de género; las violaciones psicológicas de lo que ella llamó sus “héroes criminales”, así como su propia tendencia natural a confundir amor y asesinato. Y también creó algo igualmente inusual: la primera novela del siglo XX que dio a dos mujeres enamoradas, atractivas y decididas, la posibilidad de un futuro juntas.
Puede agregar a eso, el doble set de diarios de Highsmith pronto a publicarse: los autoexámenes más extensos y sinceros que ningún escritor haya hecho en el siglo XX.
-¿De dónde proviene su atracción por el crimen: de su infancia infeliz?
-Una infancia infeliz es lo más útil que puede pedir un escritor: es material de escritura para toda la vida. Pat Highsmith dijo que no podía imaginarse “la vida sin un crimen”. El crimen la estimulaba y veía su propio nacimiento como una “transgresión”: nació 9 días después de que acabara el matrimonio de sus padres, así que, como le gustaba decir, ella era “legal” pero aún así “ilegítima”. Y creció en una época en la que su amor por las mujeres -la gran y turbulenta inspiración de su trabajo- estaba socialmente, si no legalmente “criminalizado”.
-Ella dijo que Tom Ripley no era su alter ego, ¿pero se reflejaba de alguna manera en el personaje?
-Dijo muchas cosas de Tom Ripley (algunas de ellas contradictorias, porque su mente estaba llena de contradicciones), pero él era el héroe criminal favorito, y ciertamente era su personaje más querido. Ella le dio a Tom Ripley, y de esto no hay duda, muchos de los problemas, ligeramente disfrazados, que tuvo en la vida, permitiéndole resolverlos. Y, sí, ciertamente fue su alter ego, exactamente en el mismo sentido que los superhéroes tienen alter egos en los cómics de la década de 1940 (para los cuales Pat Highsmith fue la primera guionista en una carrera completamente secreta que exploré en The talented Miss Highsmith).
-¿Ella era consciente de los impulsos que movían su trabajo?
-Ningún escritor del siglo XX nos ha provisto de exámenes más largos, más detallados y sinceros de todos los yoes que habitaba, todos los impulsos que movilizaban su vida, así como descripciones del acto de escribir, que Mary Patricia Highsmith en sus diarios y cuadernos.
-Ella era una mujer con aversiones: tenía rasgos misóginos, racistas, antijudíos. ¿Cómo entiende este aspecto de su personalidad?
-Era, efectivamente, una mujer con aversiones: la comida la amenazaba, no le gustaba que la tocaran, le tenía mucho miedo a la pobreza y fue, a medida que envejecía, un ser cada vez más antisocial que se permitió volverse mucho más obsesiva y extrema de lo que fue cuando joven. Pero sus prejuicios eran diferentes de sus aversiones y, finalmente, también se extremaron. Aun así, es importante recordar que Highsmith tenía una psicología vacilante: generalmente odiaba lo que amaba y viceversa. Vilipendiaba y enfurecía a los judíos, pero la mitad de sus amantes preferidas y muchos de sus mentores eran judíos. Tenía gratos recuerdos de haber crecido junto a niños negros en Texas, pero se sintió amenazada por su presencia y por los movimientos sociales cuando era adulta. Despreciaba a las mujeres por ser débiles e incapaces de actuar, pero las adoraba, decía que no podía vivir sin ellas y tuvo muchas relaciones sexuales y emocionales con mujeres brillantes y talentosas.
En muchos sentidos, Pat Highsmith es un “museo” de los placeres, talentos, prejuicios e inspiraciones estadounidenses de mediados del siglo XX.
Así que parecía correcto y apropiado que una judía observante como yo, experta en crear “personajes” como dramaturga y acostumbrada a examinar vigorosamente el “carácter” como historiador, se convertiría en su biógrafa autorizada.
-¿Qué aportan los diarios de Patricia Highsmith a su obra?
-Los diarios privados de Highsmith tienen más 8.000 páginas: los 38 cuadernos y los 18 diarios en los que ella acechaba sus propias intenciones artísticas; enumeró, pesó y midió su prolífica e inusual vida amorosa, y ofreció el autoexamen más completo de cualquier escritor que se me ocurra. Los diarios son una contribución invaluable a su legado, porque nos muestran cómo y por qué trabajó.