Jim Brown, el bravo fullback de los Cleveland Browns, tenía todo previsto para que la celebración fuera en el exclusivo Hotel Fontainebleau de Miami. El festejo iba a ser con todos las regalías del caso, con mucho alcohol burbujeante y probablemente con algunas “invitadas” que oficiarían de animafiestas. Pero los deseos de una de las grandes estrellas del fútbol americano chocaron contra la palabra de Malcolm X, que había reservado una sobria y apacible suite en el modesto Hampton House si es que Muhammad Ali ganaba esa noche la pelea contra Sonny Liston.
En el séptimo round el detentor del título escupió su protector y siguió sentado en su esquina. Fue un nocaut técnico y Cassius Clay (aún no se hacía llamar Muhammad Ali) se convirtió en campeón mundial por primera vez. En esa velada del 25 de febrero de 1964 y en honor a la hermandad entre afroamericanos lo justo tal vez era festejar en un recinto como el humilde Hampton, un clásico de la comunidad negra de Miami.
Lo que vino, ya se sabe, fue la reunión. Invitaba Malcolm X, el furioso, radical e influyente líder afroamericano. Los huéspedes fueron Cassius, Jim Brown y el popular cantante de soul Sam Cooke. Como el dramaturgo, periodista y guionista Kemp Powers ha dicho, este cenáculo fue para la comunidad negra de su tiempo algo así como “la reunión de los black Avengers”.
La película Una noche en Miami, estrenada hace un par se semanas en la plataforma Amazon Prime Video, es una reconstrucción de aquel encuentro. Kemp Powers la escribió para el teatro en el 2013 y luego la convirtió en el guión de la película homónima dirigida por Regina King. La protagonizan Kingsley Ben-Adir como Malcolm X, Eli Goree en el rol de Cassius Clay, Aldis Hodge como Jim Brown y Leslie Odom Jr. en el papel de Sam Cooke.
La junta fue ocho meses después del famoso discurso de Martin Luther King Jr. en Washington (“Yo tengo un sueño”) y la lucha por los derechos civiles estaba en el punto de ebullición. Poco después, todo comenzaría a hundirse: Sam Cooke fue asesinado en una oscura reyerta de motel en diciembre de 1964 y a Malcolm X lo asesinaron sus propios excamaradas de la Nación del Islam en febrero de 1965. El mentor de Cassius Clay se había ido poco antes del grupo político-religioso, desilusionado por la conducta de su líder, Elijah Muhammad, acusado de mantener relaciones sexuales y de tener ocho hijos con seis adolescentes que además eran sus secretarias.
De los cuatro de Miami solo queda vivo Jim Brown (84 años) y ha contado esporádicamente la historia en otras oportunidades. Sin embargo, la película de Regina King estrenada con muy buenas críticas en el Festival de Venecia 2020 es una ficcionalización, un cruce de historias reales de los involucrados y de las ideas de Kemp Powers.
Nacido en Nueva York y residente en Los Angeles, Powers se educó como reportero y según él mismo ha confesado “probó todos los trabajos y formatos posibles en el oficio”, desde la agencia Reuters a Yahoo y de la revista Forbes a AOL. Finalmente, ya con 40 años decidió ocupar todo el poco tiempo libre que le iba quedando para escribir Una noche en Miami.
Fue una obra de teatro relativamente exitosa, pero deberían pasar siete años para que desde Hollywood le llegara la oferta de adaptarla al cine. En ese mismo aciago 2020 también le propusieron colaborar en la escritura de la exitosa película Soul, de Pixar, la historia animada sobre un profesor de música afroamericano que quiere tocar en un grupo de jazz.
Desde Los Angeles, Powers conversa con La Tercera.
¿Con cuánto respeto e intimidación se acercó a personajes tan conocidos?
Creo que la primera vez que me enfrenté a este reto, es decir cuando hice la obra de teatro en 2013, fue bastante difícil e intimidante. No ahora. Pero en esa oportunidad me obnubilé al punto de que el primer borrador era una especie de reporte, un mamotreto abrumador. Era terrible. Luego logré entrar en terreno y utilizando todo lo que sabía sobre ellos busqué desarrollar personajes reales. No se trata de caricaturas, sino que de caracterizaciones. Me sentía bien con lo que había hecho, me parecían tipos creíbles. Por esta razón, cuando hice el guión de la película ya no tenía esa distancia de la primera vez. Había vivido con ellos mucho tiempo durante las representaciones de las obras teatrales.
Llama la atención que Malcolm X aparezca como un personaje con dudas y debilidades en la película, diferente a la imagen monolítica que de él se tiene.
Lo único que hice fue tener un acercamiento holístico a su vida. Tal vez estamos demasiado acostumbrados a las imágenes y a los registros fílmicos que muestran a Malcolm X arriba de un podio, dando un discurso. Pero eso es sólo una parte de su vida. En este caso lo que mostramos es su existencia privada. A puertas cerradas, no frente a un grupo de seguidores. Cuando realizas una investigación y hablas con quienes lo conocieron o te informas de cómo vivía, descubres que era una persona tímida, encantadora, ingeniosa y divertida al mismo tiempo. Pero, claro, estamos acostumbrados a la versión pública de Malcolm X. Por otro lado, hay que tener en cuenta que éste era su último año antes de ser asesinado. Estaba pasando por uno de los períodos más oscuros de su vida y pronto iba a dejar la Nación del Islam para formar su propio movimiento. Lo interesante para mí era mostrar también a un Malcolm X que fuera padre y esposo, tal como se ve en la película. Creo que es la representación más cercana a la realidad que se ha hecho de él.
En la película, él acusa al cantante Sam Cooke de complacer a los blancos con su música. ¿Por qué era tan duro?
Lo sorprendente de Malcolm es que, en un sentido metafórico, era capaz de prender el fuego en la gente, de incendiar un espíritu. Los movilizaba. Es por eso que estos tres hombres (Cassius Clay, Sam Cooke y Jim Brown) se acercan a él. Los inspira. Y esta inspiración a veces puede ser dura y exigente, como la de Malcolm X. Sin embargo, detrás de ese trato hay aprecio. Es la dureza de un amigo o de un hermano que busca guiarte. Por otro lado, para que le permitieran ser tan directo y rudo con ellos tenía que ser primero su amigo. Esa amistad le permitía hablarles con aquella decisión. Lo triste es que no le prestaron tal vez toda la atención a lo que decía.
¿Qué le parece que una directora y actriz como Regina King haya estado a cargo de una película esencialmente masculina? ¿Qué perspectiva le dio?
Creo que el trabajo de Regina King es extraordinario. Antes y durante el rodaje me dijo muchas veces cómo las vidas de estos cuatro líderes afroamericanos se reflejaban en los hombres de su propia familia: ahí estaban su padre, sus hermanos o su hijo. También me ayudó a encontrar nuevos significados o a iluminar otras zonas de las que no me había percatado. Hay una escena en que Malcolm X, por ejemplo, llama a su casa desde una cabina telefónica, habla con una de sus hijas y le dice que busque un mensaje escondido que dejó para ella en uno de los libros de la casa. Eso es obra de Regina King. Es su trabajo: fue ella la que investigó, habló con la hija mayor de Malcolm X y ésta le contó lo de las frases que le dejaba en casa. Después vino a mí y yo sólo escribí la escena.
Es un lugar común contrastar los métodos radicales de lucha de Malcolm X con la opción no violenta de Martin Luther King Jr. ¿Cómo lo ve usted en perspectiva?
Para mi generación, Malcolm X es como un santo patrono. Estoy seguro de que si hubiera vivido hasta nuestros días nos diría: “Les advertí que este tiempo de descontento e insurrección social iba a venir”. Ahora bien, no me gusta reducir todo a una postura en desmedro de otra. No se trata de Malcolm X o Sam Cooke. O de Malcolm X o Martin Luther King Jr. Todas estas personas fueron cambiando durante sus vidas. Usted me habla de Martin Luther King Jr. y su pacifismo, pero poco antes de su asesinato sus posturas estaban cambiando, acercándose a muchos de los puntos de vista del propio Malcolm X. Se oponía abiertamente a Vietnam, por ejemplo. Por otro lado, Malcolm X estaba adoptando una posición más humanista. Finalmente se necesita de los esfuerzos de todos. Para movernos y lograr los objetivos, necesitas a Malcolm X, a Martin Luther King Jr. y a Sam Cooke. Es una acción colectiva y no hay un solo método excluyente.