Mapa para entender WandaVision y su carta de amor a las sitcoms de la TV
La primera serie del MCU se ha convertido en un fenómeno del streaming dándole una inesperada vuelta de tuerca a dos personajes ya conocidos por los fans de la saga. La ficción conserva el ADN de la franquicia, pero la puerta de entrada a cada episodio es un tributo a icónicas comedias norteamericanas, desde The Dick Van Dyke Show hasta Tres por tres y Malcolm.
Un eventual salto del MCU a las series no estaba en los planes de Marvel Studios. Pero un llamado fue clave para que Kevin Feige, principal cabeza del estudio, diera un giro en su manejo de la franquicia que ha reinado en Hollywood durante los últimos años.
“No quiero crear un estudio nuevo para hacer productos para Disney +. Quiero que ustedes los hagan”, fue el requerimiento de Bob Iger –CEO de Disney hasta febrero de 2020– a Feige y los jefes de las otras propiedades de la compañía, como Pixar y Lucasfilm.
Así, antes incluso de estrenar el mayor acontecimiento de los filmes de superhéroes, Avengers: Endgame, y una segunda Spider-Man con Tom Holland, el desarrollo del MCU se empezó a adaptar para combinar películas y series en una misma línea narrativa, pensando tanto en la sala de cine como en la plataforma Disney+ (hoy dueña de unos impresionantes 94,9 suscriptores en el mundo).
Un desafío de ingeniería creativa imponente, pero no lo suficiente como para abrumar a una saga que luego de una veintena de filmes –y sin mayores tropiezos– logró consumar su historia en Endgame, la cinta más taquillera en el mundo según los registros de la industria.
Menos esperable, probablemente, era que el MCU abriera su desembarco en las series con una producción que es derechamente un homenaje a la televisión estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Es cierto que, con el paso de las semanas, Wandavision ha ido ampliando su universo y revelando algunas claves que permiten enganchar con su trama de manera más simple.
Pero desde sus dos primeros episodios –liberados juntos el 15 de enero– hasta el sexto capítulo, estrenado el viernes pasado en Disney+, la ficción creada por Jac Schaeffer (Capitana Marvel) es una carta de amor a las sitcoms norteamericanas que han acompañado a distintas generaciones.
¿Demasiado zafado para una serie dirigida mayoritariamente a una audiencia joven? Puede ser, pero la historia se ha ido volviendo más generosa al despejar el misterio central, mientras su viaje por diferentes íconos de la TV ahora va en Malcolm, un título que al menos de nombre le suena a cualquiera.
Protagonizada por Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) y Vision (Paul Bettany) –dos superhéroes introducidos por primera vez en 2015 en Avengers: Era de Ultrón–, la serie comienza en blanco y negro presentando a la dupla como una feliz pareja de un suburbio típicamente estadounidense, aquí bajo el nombre de Westview.
Sus dos primeros capítulos se ambientan en la televisión de los años 50 y 60, respectivamente, e incluyen sendas referencias a títulos que van desde The Dick Van Dyke Show hasta Mi bella genio y La hechizada. Está la clase de humor ligero y feliz que hizo populares a esas ficciones, así como detalles en las acciones de sus personajes, como la manera en que Wanda lanza sus poderes y un acto de magia que ambos realizan ante la comunidad local.
Luego, en el tercer episodio, aparece el color y una protagonista que pasa de los cuatro meses de embarazo a un repentino parto. El hogar Maximoff amplía la familia con la llegada de dos gemelos y la serie aprovecha de rendirle tributo a las sitcoms setenteras sobre clanes estadounidenses (la cortina de crédito es un homenaje directo a The Brady bunch y The Mary Tyler Moore Show); en paralelo, se incrementan las sospechas sobre que algo muy malo les ha ocurrido a los habitantes de Westview.
De la mano de su siguiente capítulo –seguro el más típicamente MCU–, se aclaran interrogantes al salir del pueblo en que transcurre la historia y se explicitan otros títulos que parecen haber servido de inspiración para la serie, entre ellos The Truman Show y Pleasantville, película de 1998 en que Tobey Maguire y Reese Witherspoon son dos hermanos transportados al mundo de la sitcom favorita de él.
Volviéndose cada vez más inquietante, pero también otorgándole protagonismo a Randall Park y Kat Dennings (dos estupendos comediantes conocidos en televisión por Fresh off the boat y 2 Broke girls), WandaVision siempre insiste en que la puerta de entrada a su mundo es a través de una comedia correspondiente a una década distinta.
Paso a paso y Tres por tres son dos en las que se apoya en su episodio dedicado a los 90, el quinto, donde los gemelos Billy y Tommy se roban buena parte de la trama, en que la familia termina recibiendo una inesperada visita.
Esa apuesta, en principio cómica, dialoga con el verdadero corazón de la ficción: el duelo de Wanda, quien –spoiler sólo para quienes nunca vieron Avengers: Infiniy war– vio morir en sus brazos a Vision en medio de la batalla contra Thanos. Por eso, mucho de lo que muestra la serie no es completamente real. Mientras, la historia se toma su tiempo para desarrollar su punto, contando a su favor con las encantadoras actuaciones de Olsen y Bettany.
Su más reciente capítulo es casi íntegramente un homenaje a Malcolm, con una canción de introducción rockera, los padres de la familia haciendo las veces de Lois (Jane Kaczmarek) y Hal (Bryan Cranston), y con los hijos hablándole ocasionalmente a la cámara. Es además un episodio ambientado en Halloween, toda una tradición de la televisión estadounidense, y cuenta con algunos de los momentos más perturbadores de cualquiera de las adaptaciones de Marvel en pantalla.
Pese a lo enrevesada que a algunos les pueda parecer la propuesta, la serie ya está entre las diez más vistas del momento, según el ranking que elabora Nielsen, la más confiable medición de la televisión de EE.UU., que hace poco se expandió al streaming.
Con tres capítulos por delante, Marvel camina segura a consolidar otro éxito, esta vez haciéndole un guiño a uno de los mayores orgullos de la industria de la entretención norteamericana. Y, de paso, sin perder su sello.
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