Desde Chile viajó a Perú y Bolivia. Conoció La Paz, Cuzco y Macchu Picchu. Era febrero de 1960 y Lawrence Ferlinghetti aún tenía fresco en la memoria el Encuentro de Escritores Americanos de Concepción, donde estuvo invitado junto a Allen Ginsberg. Sobre todo le resultaba inolvidable la visita a las minas de carbón de Lota. “En Machu Picchu, escribí Puerta escondida, un largo poema influenciado por Alturas de Machu Picchu de Pablo Neruda”, recordaría.

El poema atestigua la profunda impresión que sintió al bajar a los piques subterráneos, junto a otros invitados al encuentro organizado por el poeta Gonzalo Rojas. “Puerta escondida que vuela sobre América y planea sobre San Francisco y dobla en el Pacífico y flota eternamente hacia el Sur/ Hacia Tierra del Fuego/ Con un golpe submarino/ En la puerta perdida de las minas de carbón de Lota”, dicen algunos de sus versos.

Nacido en Nueva York en 1919 y fallecido el lunes en San Francisco, a los 101 años, Lawrence Ferlinghetti era el último de los poetas beat. Fundador de la librería City Lights de San Francisco en 1953 y de la editorial del mismo nombre en 1955, fue una de las almas de la generación y un gran difusor del movimiento: en su sello editó Aullido de Allen Ginsberg en 1956, así como obras de Jack Kerouac, Gregory Corso y Charles Bukowski, entre otros.

Aun así, él prefería no identificarse como beat: le gustaba más “el último de los bohemios”, como dijo en una entrevista con The Guardian en 2006. Del mismo modo, decía que “City Lights pertenece a una tradición mucho más antigua que los beats, la tradición del forajido, el forastero y el disidente que se remonta a Francois Villon, Arthur Rimbaud , Charles Baudelaire, y que en el siglo XX incluyó a Jack Kerouac y William Saroyan”.

Formado en la Universidad de Columbia y doctorado en La Sorbona, Ferlinghetti combatió en la Segunda Guerra Mundial y visitó Nagasaki tras la bomba, experiencia que lo condujo al pacifismo. Gran viajero, dejó numerosos cuadernos de viaje, los que comienzan en Chile en 1960.

Luego de fundar City Lights, el poeta y editor fue arrestado en 1957, acusado de obscenidad por publicar Aullido de Ginsberg. El juez del caso lo liberó de cargos porque consideró que los poemas de Aullido tenían un valor social y artístico “redentor”. Su exitosa defensa “fue una de las batallas clave para poner fin a la censura literaria en los EE. UU.”, afirmó la revista The Paris Review.

Poco después recibió la invitación desde Chile: entonces Gonzalo Rojas organizaba el Primer Encuentro de Escritores Americanos en la Universidad de Concepción, y gracias al apoyo de Fernando Alegría, novelista chileno y académico de la Universidad de Berkeley, tomó contacto con Ginsberg y Ferlinghetti. En enero del 60, ambos aterrizaron en Santiago.

Allen Ginsberg, Nicanor Parra y Ernesto Sábado en Chile, en 1960.

“El movimiento de San Francisco es la búsqueda de una nueva percepción de la realidad, y los poetas de la generación beat están tratando de encontrar una voz oculta en el hombre, y esta voz es la de la cuarta persona del singular”, dijo entonces a los periodistas, que lo escucharon levemente desconcertados.

“Poesía expansiva”

El encuentro en Concepción reunió a numerosos autores del continente, entre ellos Ernesto Sábato, Sebastán Salazar Bondy de Perú, el mexicano Jaime García Terrés, Jorge Zalamea de Colombia y Joaquín Gutiérrez de Costa Rica, así como los chilenos Nicanor Parra, Braulio Arenas y Miguel Arteche, entre otros. Desde luego, quienes concentran la atención, sobre todo de los más jóvenes, son Ginsberg y Ferlinghetti.

Los poetas norteamericanos hablaron contra el american way of life, tan admirado por los países del Cono Sur. Leyeron sus poemas en inglés y fueron traducidos al español por Fernando Alegría. El estilo, el ritmo de su poesía y su discurso anticapitalista fueron celebrados por el público más joven.

Al concluir la sexta jornada del encuentro, Gonzalo Rojas organizó un paseo a Lota. Había conseguido permiso para visitar las minas bajo el mar. Los poetas bajaron a un pique y recorrieron las galerías mal iluminadas. Al salir, Ferlinghetti diría que le recordó la minería de Pensilvania del siglo XIX.

En sus diarios anotó la impresión que le provocó la experiencia y cómo no tuvo otra respuesta cuando los periodistas le preguntaron sobre su visita. “Las preguntas son de esta índole: ¿Cuál le parece a usted que es la literatura más importante de Sudamérica? (Mi respuesta: Los rostros de los mineros de Lota). ¿Qué clase de futuro vislumbra para Sudamérica (Los rostros de los mineros de Lota). ¿Quiénes considera que son los más grandes poetas chilenos? (Los rostros de los mineros de Lota). Me hicieron 20 preguntas como éstas. Misma respuesta para todas -publicadas en un diario importante de Santiago”.

Una vez finalizado el encuentro, volvieron a Santiago. Ferlinghetti siguió camino a Perú y Bolivia, mientras Ginsberg viajaba a Tierra del Fuego, previo a su estadía de dos meses en casa de Nicanor Parra.

Bob Dylan, Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti a mediados de los 60.

Desde Chile Ferlinghetti se llevó una traducción de poemas de Parra, realizada por Jorge Elliot. Al regresar a San Francisco, el editor de City Lights haría la primera edición de los antipoemas en Estados Unidos. “Parra fue sin duda una fuerte influencia para mí. El tenía una inclinación satírica muy similar a la mía”, diría.

Ese mismo año Ferlinghetti conoció a otra de las grandes figuras poéticas de Chile: en La Habana se encontró con Pablo Neruda. “Neruda estaba alojado en el penthouse del Habana Libre”, recordó. “Cuando lo vi por primera vez estaba escribiendo a mano sobre un grandísimo libro. Lo acompañaba su esposa. Me acerqué, Neruda me mostró el cuaderno gigante en el que estaba escribiendo, me miró y se dirigió a mí en inglés. Dijo: ‘Me encanta su poesía expansiva’. No sabía si se refería a mi poesía o a la de los beat. Él, al igual que nosotros, creía que la poesía podía contenerlo todo, cualquier tema”.

“¿Soy la conciencia de una generación?”

Con motivo de su centenario, en 2019 publicó Little Boy, un volumen de prosa autobiográfica. En él recreó su difícil infancia, delineada por la orfandad: su padre murió poco antes de su nacimiento y su madre fue internada en una institución siquiátrica. Lawrence Ferlinghetti fue entregado al cuidado de una tía con la que vivió en Francia y Nueva York, y quien finalmente lo abandonó con sus empleadores. Enviado a un internado, se graduó en la U. de Carolina del Norte y luego fue destinado al frente: estuvo en Normandía el Día D y en la costa de Nagasaki tras el bombardeo.

Después de la guerra estudió en Columbia y la Sorbona. De regreso en Estados Unidos se instaló en San Francisco, donde fundó la librería -la primera dedicada a libros económicos- y la editorial que se convirtieron en refugio de la contracultura.

“Poeta, empresario minorista, crítico social, editor, veterano de combate, pacifista, niño pobre, niño privilegiado, socialista franco y capitalista exitoso, con raíces en la costa este y la costa oeste (así como en París), Ferlinghetti no solo ha sobrevivido por un siglo: personifica la cultura estadounidense de ese siglo”, afirmó The New York Times. “Específicamente, ha sido un protagonista único en un drama nacional: la lucha estadounidense por imaginar una cultura democrática”, agregó el periódico en su centenario.

Little Boy de Lawrence Ferlinghetti.

Conocido por su poemario A Coney Island of the mind, publicado en 1958, en Little Boy Ferlinghetti se preguntaba: “¿Soy la conciencia de una generación o simplemente un viejo tonto que suena y trata de escapar de la conciencia avariciosa materialista dominante de Estados Unidos?”.

Dramaturgo y también pintor, el poeta apareció en el documental de Martin Scorsese The Last Waltz. Hace una semana había recibido la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19, según contó su hijo.

Aunque nunca regresó a Chile, guardaba un afectuoso recuerdo. Así lo atestiguó Poli Délano en la Feria del Libro de Guadalajara, en 2002. Durante una cena con amigos, la noche de la Virgen de Guadalupe, el poeta beat hizo un entusiasmado brindis por la vida y la poesía: “¡Viva Walt Withman, viva Neruda, viva Zapata, viva Víctor Jara, viva Nicanor Parra, viva Nicolás Guillén, viva OctavioPaz, viva Fernando Pessoa, vivan los Zapatistas, viva América libre, viva la vida libre!”.

A Coney Island of the Mind de Lawrence Ferlinghetti.