Mahani Teave: “Yo tomé un rumbo distinto, nunca quise la vida de un concertista”
A los 38 años, la virtuosa pianista de Rapa Nui grabó su primer disco, gracias al apoyo de un magnate americano. Los ingresos del álbum van en beneficio de Toki Rapa Nui, la escuela de música para niños que fundó en la isla y por la cual abandonó su promisoria carrera en Europa. Amazon Prime estrena un documental sobre su historia.
Cuando dejó de tocar, el público estaba emocionado. Mahani Teave recibía a una delegación de pasajeros del Crystal Cruiser en su escuela. Levantada sobre una colina de tierra rojiza que mira al océano, Toki Rapa Nui es una academia que ofrece clases de piano, violín, cello y de instrumentos tradicionales, como el ukelele. Edificada con materiales de reciclaje, cuenta con salas de ensayo, estudio y auditorio, y en su exterior crece un huerto ecológico. Aquella tarde de marzo de 2018 los niños ofrecieron una pequeña presentación, y luego la directora tocó composiciones de Bach y Liszt. Entre el público se encontraba el empresario y coleccionista de Stradivarius David Fulton: “Esa actuación fue el punto culminante absoluto de todo el crucero mundial de cuatro meses para nosotros”, diría.
Exviolinista de la Sinfónica de la Universidad de Chicago y dueño de una valiosa colección de violines antiguos, Fulton se acercó a Mahani Teave tras su tocata. Quería llevarse un disco. Amablemente, ella le explicó que no contaba con grabaciones. A esa fecha la pianista, ganadora del Concurso Internacional Claudio Arrau, premiada por el Instituto de Música de Cleveland, nunca había entrado a un estudio de grabación.
Poco después, Fulton le envió un e-mail. “Fue bien conmovedor todo lo que me decía, cómo había quedado impresionado con la escuela, con mi interpretación, y sus ganas de ayudar”, recuerda la pianista desde la isla.
Con gran cultura musical, Fulton reconoció que se encontraba ante una pianista de élite, y se sensibilizó ante su historia: tras estudiar en Cleveland y en la Academia de Música Hans Eisler en Berlín, y cuando comenzaba su trayectoria de concertista, decidió dejar Europa y regresar a Hanga Roa. Quería cumplir un sueño: levantar una escuela de música para que los niños rapa nui no tuvieran que viajar al continente, como hizo ella cuando tenía nueve años.
El coleccionista americano la invitó a grabar un disco en Seattle en beneficio de la escuela. Mahani Teave viajó con su familia y grabó con el ingeniero Dmitriy Lipay, quien suele trabajar con la Filarmónica de Los Ángeles. La pianista escogió un repertorio con obras de Bach, Haendel, Chopin, Liszt y Rachmaninov.
“Como nunca había grabado, estaba nerviosa, pero no me imaginaba sentarme y hacer toma tras toma tras toma, porque eso me parecía una tortura china”, cuenta. “Así que decidí hacerlo lo mejor posible en una o dos tomas y que fuera lo más fidedigno a una interpretación en vivo, obviamente con todas las ventajas de la grabación en estudio y con un ingeniero topísimo”.
Reservaron tres días de estudio y solo necesitaron dos. Hace un par de semanas, la grabación salió a la venta en un disco doble editado por el sello Rubicon Classics, con el título Odyssey Rapa Nui. Paralelamente, el director John Forsen realizó el documental Song of Rapa Nui, que aborda la historia de la pianista y puede verse en Amazon Prime.
“Yo le había hecho el quite a grabar un CD, no sentía deseos de hacerlo, pero cuando esto surgió, fue el momento preciso: tengo las obras que quiero grabar, y hacerlo en las condiciones óptimas, con un ingeniero excepcional, fue una bendición”.
En 2018 Mahani Teave fue invitada al ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal. En la sala más importante del país probó el repertorio que grabaría en su primer disco. Pero entonces recibió críticas poco elogiosas. De cierto modo, el disco está borrando ese recuerdo: la revista Classic Music de la BBC la cubrió de aplausos y describió el álbum como “un arte sincero, puro y magnífico”.
¿Esperaba una recepción así?
No. Yo pensaba hacer el CD en beneficio de la escuela, pero no me imaginé todo esto... Yo tomé un rumbo distinto, no voy a compararme con los grandes pianistas a quienes admiro. El tipo de vida de un concertista que día por medio está en una ciudad diferente no es algo que yo quiero y nunca lo he buscado, pero sí poder entregar la música a la gente. Lo que yo tengo que decir es para quienes quieran oírlo y lo entrego con todo mi corazón y con la sinceridad de mis sentimientos.
¿Nunca se proyectó como concertista?
Siempre tuve conciertos. En los años en Berlín tuve giras, pero el estilo de vida de estar haciendo 300 conciertos al año no es algo que quise. Sí dar conciertos, pero en una medida amigable con mi ritmo de vida. A mí me gusta vivir con las obras musicales, para mí no se trata de sacar una obra del bolsillo y tocarla. El proceso de vivir con las obras varias semanas o meses es algo que da profundo sentido a mi vida y a mis conciertos. Yo necesito vivir con las obras un tiempo. No me gustaría tener que tocar un programa distinto cada semana; para entrar en la profundidad de la obra necesito tiempo. Cuando pase la pandemia, espero retomar, pero en su justa medida. Y también respetando la vida: yo tengo a mi hija, que es lo más importante, y la escuela, a la que quiero dedicarle tiempo. Esto lo conversamos con David Fulton y él me decía “yo me maravillo de tu elección, porque lo más natural y fácil sería seguir con el ritmo de conciertos...”. El que está tocando día por medio también sacrifica la vida familiar, sacrifica muchas cosas.
¿Siempre quiso volver a Rapa Nui?
Desde el primer día que me fui, siempre añoré la isla. Siempre estuve muy unida a esta tierra, y acá estoy tranquila, contenta, y ahora que tenemos aviones, celulares, es todo tan fácil. Ahora no cuesta nada viajar a Europa.
¿No extraña la vida más cosmopolita?
Extraño ciertas cosas de Europa y Estados Unidos, por ejemplo tener acceso a conciertos, museos, exposiciones. Berlín me encantó. Pero acá también tengo cosas maravillosas, puedo bañarme en el mar, vivo rodeada de naturaleza, tengo una tranquilidad que no tiene precio.
Presente amoroso
El primer día que salió de Rapa Nui fue en la Navidad de 1992. Tenía nueve años, y llevaba seis meses practicando piano. Pero su profesora, una violinista yugoslava y dueña del único piano de la isla, se marchaba. Por entonces, Roberto Bravo ofreció un concierto en Hanga Roa, escuchó a Mahani y le sugirió seguir estudios en el continente. El músico la recomendó con la pianista Ximena Cabello, del Conservatorio de la Universidad Austral. Dos décadas después, Ximena Cabello se convertía en maestra de piano de Toki Rapa Nui. “Ella y su marido fueron pilares de la escuela”, cuenta hoy.
Fundada en 2013, Toki nació con la idea de ofrecer clases gratuitas, pero tras siete años ese propósito se hizo inviable. Con el respaldo de Fundación Maradentro, la escuela recibe aportes de los padres y autogestiona recursos públicos y privados.
La pandemia alejó el turismo de la isla y afectó los ingresos de la escuela. Entonces recibieron apoyo del programa Global Leaders, quienes lanzaron un crowfunding que les proporcionó recursos.
En lengua rapa nui, Toki designa “a la herramienta con que se construyó todo en la isla, y nosotros somos el Toki para construir un futuro mejor para nuestros hijos y un presente más amoroso”, dice.
Nacida en Hawái en 1983 de madre norteamericana, su padre fue un músico tradicional en la isla. En algún momento ella se planteó la pregunta respecto de su identidad y del arte que practica como herencia europea.
“Lo he pensado muchísimo a lo largo de los años y siento que en la isla tenemos una gran variedad de influencias. Por ejemplo, parte de nuestra música tradicional incluye la guitarra, un instrumento que no es rapa nui y ni siquiera polinésico. El acordeón: el tango rapa nui se baila con un toque propio. En la última audición llegaron casi 50 niños que quieren aprender estos instrumentos, y acá hacemos un esfuerzo por mantener nuestras tradiciones. Las clases del área tradicional son muy importantes. Tuvimos que pararlas en diciembre, cuando se nos cayeron los financiamientos, pero estamos haciendo lo posible para retomar esa área. Yo soy feliz de tocar música clásica, porque mi don es para eso, y estoy tratando de ver la posibilidad de hacer arreglos en rapa nui”, cuenta.
Casada con el ingeniero y músico Enrique Icka, Mahani Teave cree en el poder transformador de la música y en su valor para enfrentar problemas sociales que afectan a la isla, como el alcoholismo. “Aprender un instrumento aleja a los niños y jóvenes de los vicios, les enseña disciplina, tolerancia, tienen logros y eso los motiva. La orquesta les enseña el trabajo en equipo, la colaboración, el respeto, el oírse unos a otros. En un momento en que dirigí la orquesta, había una violinista que era el primer violín y daba la entrada a los demás; yo veía a los otros muchachos y pensaba que ellos van a poder respetar a una mujer, porque aquí en la orquesta lo están haciendo, oyendo su indicación de entrar, sus matices, sus tiempos”.
¿Cómo es el problema de género en la isla?
Es un tema muy importante acá. Hay altísimos niveles de violencia intrafamiliar o de género. Y es algo que se está trabajando como comunidad, muy a conciencia. Hay artículos que se están analizando para poder entender los posibles cambios que se podrían hacer y de alguna manera tratar de que haya mayor igualdad y también más justicia.
¿Espera que la escuela sea un semillero de futuros músicos?
Nos gustaría que la escuela fuera un semillero de músicos, pero sobre todo el semillero de personas con una base valórica muy fuerte.
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