En poco más de treinta años de historia, que en términos de historia musical puede considerarse un ciclo vital relevante, el gangsta rap acumula varios hitos notables. Desde la aparición en 1985 del sencillo P.S.K What does is mean? de Schoolly-D, considerado el primero de género, hasta la explosión de Snoop Dogg, pasando por la rivalidad de 2Pac y The Notorious B.I.G., y la aparición de nuevos nombres como Kendrick Lamar.

Es la historia de una expansión. Desde sus primeros días como una fuerza muy marginal del rap en la costa oeste de la Unión -frente al mainstream de Nueva York-, el gangsta creció hasta presentarse como una fuerza relevante en la cultura pop. No en vano, desde allí salieron varios de los nombres más conocidos -algunos ya mencionados- de las rimas y los beats en el nuevo milenio, que acumulan desde conciertos memorables, hasta olvidados reality shows.

Por ello, el género ameritaba un estudio pormenorizado, en especial desde que conecta con el universo del trap en ciertas decisiones estéticas y musicales. Así piensa, por ejemplo, el célebre crítico Simon Reynolds. Este aseguró hace un par de años en una entrevista con DRY, que al menos en su aspecto de continuidad (porque tiene otros de innovación), el trap era básicamente una prolongación del gangsta.

Eso define a grandes rasgos el impulso que cruza a La historia del gangsta rap: De Schoolly D a Kendrick Lamar (Planeta). Se trata de un trabajo del periodista Sorian Baker, un especialista en el género que ha publicado en medios como Rolling Stone y The New York Times. Éste ofrece un repaso al fenómeno desde sus orígenes, delimita bien su caracterización (la narración de historias de la calle, contada por tipos de la calle) y entrega varios detalles que complementan la lectura al modo de una guía compactada en 331 páginas.

Por ejemplo, desde el lado social, desgrana al gangsta desde su vínculo con la cultura de la calle. Más específicamente, indaga en la vida de pandilla de varios músicos en los tiempos de las peleas callejeras de Los Angeles. De allí la tendencia a moverse en torno a códigos de los bajos fondos, los que por supuesto, llegaron hasta las canciones.

”El flujo de drogas, dinero y armas hizo de Los Angeles una zona de guerra a mediados de los ochenta”, explica Baker, a modo de contexto en los días del gobierno conservador de Reagan. Sitúa con precisión los orígenes del género como expresión de historias urbanas salpicadas de escenas de la vida criminal, un aspecto que lo diferenció de los raperos neoyorquinos, más enfocados en la habilidad en la rima, y a la vez, marcó su principal atributo comercial.

Pero, el eje de la obra es alejarse del estereotipo del rapero, que de alguna forma fue alimentado por su mismo crecimiento comercial (allí está el caso de Ice-T, quien no aprobaba la vida criminal), en especial durante los años de la era Clinton. Más bien la idea es ahondar en la música.

Por ello, Baker asegura que uno de los aportes de su libro es que dedica buena parte del mismo a la producción discográfica “y a los negocios que la influenciaron”. De allí a que se detenga en las historias de discos claves como Rhyme pays de Ice-T, Straight Outta Compton de N.W.A, The Chronic de Dr. Dre, Doggystyle de Snoop Dogg, entre otros, en tanto fueron los que apuntalaron a la generación más exitosa del gangsta.

De 2Pac a Kendrick

Solo hay una excepción para la regla, al momento de indagar en los detalles de la feroz guerra civil desatada, a palabrotas y ráfagas de metrallas, entre los raperos neoyorquinos y los angelinos, que se hizo carne en la muerte a balazos de 2Pac en septiembre de 1996.

Además de escrutar en la animadversión entre las dos grandes industrias (Baker habla de una disputa por la hegemonía), el texto aporta la trastienda tras la cobertura de los medios musicales sobre el conflicto (sí, habían revistas dedicadas solo al rap), como aquella célebre y trágica portada de la revista Vibe que titulaba: Este vs. Oeste: Biggie y Puffy rompen su silencio.

Otro de los puntos que marca el devenir del género, es la generación de ciertos encadenamientos entre productores y raperos; sus colaboraciones, influencias y alianzas en el estudio y las calles. Un esquema que hoy continúa, con ciertos matices, en el universo del trap y el pop con su oferta de featurings.

Por ejemplo, no se entiende un álbum como The Chronic de Dr.Dre, publicado en 1992 (al igual que Enter the Wu-Tang de Wu-Tang Clan), sin la participación de sus colaboradores, como Snoop Dogg. Y a este, el mismo autor de Let me ride le produjo su álbum debut, Doggystyle (1993), que consiguió la marca de entrar en el ránking Billboard en el número uno, en los mismos días en que era imputado por un cargo de asesinato. Gangsta puro y duro.

Sobre los días del tiempo presente el texto indaga cómo cambió la figura del músico gangsta, de aquel aspecto temible de la calle con lentes oscuros y armas en los videos, a los trabajos de músicos de la era multiplataforma, como Kendrick Lamar. Pero también en cómo logró ampliar su audiencia; según Baker, “es el grupo de gente que no basa sus opiniones exclusivamente en lo que ve en las noticias de la noche y en la forma en que estas presentan a los jóvenes negros en particular”.

De allí a que el gangsta tenga ecos en el auge de la música urbana de los últimos años (sería necesario un estudio de la producción discográfica durante la era de Trump), marcados por el Black Lives Matters, y, como no, por la fallida aventura presidencial de Kanye West. El gangsta superó, hace rato, el lado salvaje.