La década de la revolución: 15 discos de jazz esenciales de los 60
El espíritu de innovación está en la naturaleza misma del jazz y durante los 60 esa vocación alcanzó nuevas cumbres. Mientras el alegre hard bop lograba su madurez y cuando aún estaban frescos los ecos del jazz modal de Miles Davis, un grupo de músicos notables abrió nuevos caminos a través del free jazz, el jazz espiritual, el romance con la bossa nova o el diálogo con el gospel y la tradición europea. En el Día Internacional del Jazz, ofrecemos una selección arbitraria e incompleta de discos imperdibles.
Change of the Century de Ornette Coleman (1960)
En diciembre de 1959 Ornette Coleman lanzó en Nueva York The shape of jazz to come, una obra maestra de libertad, creatividad y fuerza expresiva con un título provocador. Aun bajo su influencia, un año después editó Change of the Century, un disco que representa una parte del sonido más creativo y desafiante del jazz de los 60. Mientras el hard bop se consolidaba en estos años, el free jazz de Coleman refulgía con el brillo de la innovación y conquistaba nuevos públicos (muy a pesar de Miles Davis).
Steamin’ with The Miles Davis Quintet (1961)
Los 60 fueron una década de experimentación y rupturas para Miles Davis. En 1959 había grabado su obra maestra Kind of Blue, pero pronto se alejaría de esas pistas para buscar nuevos sonidos. Este disco tiene poco del espíritu más experimental del trompetista: animado de un hard bop cálido, en rigor se trata de un álbum de los 50. Ocurrió que en 1956 el sello Columbia le ofreció contrato a Miles Davis, pero este aún estaba vinculado a la disquera Prestige y tenía cuatro álbumes comprometidos. Para saldar la deuda, entre mayo y octubre de ese año, Davis grabó maratónicas sesiones con su banda, integrada entonces por John Coltrane, Paul Chambers, Red Garland y Philly Joe Jones. Músicos de enorme talento y calado, exhiben aquí soltura, virtuosismo y una solidez que los llevaría a grandes cumbres. Aunque no contiene hits, ofrece jazz de altos estándares.
The Blues and the Abstract Truth de Oliver Nelson (1961)
A momentos este disco recuerda ligeramente a Kind of Blue. No es un secreto que uno de los cerebros del álbum de Miles Davis fue Bill Evans, quien destaca también en la formación convocada por Oliver Nelson. El elenco lo completan Paul Chambers, Freddie Hubbard, Roy Haynes y Eric Dolphy. El disco ofrece magníficas composiciones de hard bop, ecos de blues y un sonido muy fresco; todo parece fluir con extraordinaria sencillez, con imaginación y talento en este registro que depara notables solos de sus intérpretes.
Monk’s Dream de Thelonious Monk (1963)
Probablemente no sea su mejor disco ni el más original, pero Monk’s dream es el álbum que difundió su genio. Hasta entonces Monk era un pianista sobrenatural y desconocido, un músico imaginativo y de culto. Acompañado de un cuarteto formidable, que transmite empatía y entusiasmo, Monk reinterpreta temas antiguos y siempre aporta riqueza y libertad. Abre con una composición nueva, Bright Mississippi y cierra con una gran versión de Sweet and Lovely. Una estupenda puerta de entrada al universo Thelonious y uno de esos discos que pueden alegrar tu día.
Waltz for Debby de Bill Evans Trio (1962)
Con su estilo sofisticado y elegante, Bill Evans es uno de los pianistas más admirados e influyentes del jazz, y las grabaciones que hizo en el Village Vanguard en 1961 están entre lo más selecto del género. Artista excepcional, formado en la tradición clásica, Bill Evans trajo al jazz un sonido sutil, reflexivo, a menudo melancólico y de bellas atmósferas. Con el baterista Paul Motian y el contrabajo Scott LaFaro redefinió el trío de jazz y juntos alcanzaron momentos brillantes en estas grabaciones en vivo, que aún conservan toda su frescura (puede escucharse el sonidos de las copas del público) y de las que salieron dos obras maestras: The Sunday at the Village Vanguard y Waltz for Debby.
The Black Saint and The Sinner Lady de Charles Mingus (1963)
Cuatro años después de Ah Um, Charles Mingus editó un disco complejo y audaz que nació con ambición de obra cumbre. Gran compositor, el talento del gigante del contrabajo es proporcional a su genio temperamental y sus aspiraciones artísticas. Concebido como ballet, The Black Saint... es una suite en seis partes que cuenta con una orquesta de 11 músicos y en cuyas composiciones resuenan desde la música clásica al gospel y los ritmos flamencos. El álbum transita desde melodías intimistas a momentos turbulentos, de altos contrastes y de gran intensidad. Un disco que transmite emociones fuertes y que salió entre dos álbumes eventualmente más accesibles: Blues & Roots (1960) y Mingus Mingus Mingus Mingus Mingus (1963).
Night Train de The Oscar Peterson Trio (1963)
Maestro del swing, virtuoso y de un admirable dominio del piano, Oscar Peterson es uno de los colosos amables del jazz. Formado en la música clásica, atravesó del swing al bebop y al hard bop en la década del 50. Hizo más de 200 grabaciones, y entre ellas resalta Night Train, un disco elegante, armonioso y de interpretaciones breves y luminosas. El trío que formó con Ray Brown en bajo y Ed Thigpen en batería es una de las formaciones más apreciadas del género y acá está en su esplendor. El álbum cierra con una conmovedora Hymn to freedom. Hacia el final de la década, Peterson entregaría otra joya: Exclusively for my friends (1968).
The Sidewinder de Lee Morgan (1964)
A fines de 1963 Lee Morgan, el chico maravilla de la trompeta, grabó un disco energético, audaz, elegante y que respira vitalidad. El álbum fue un éxito de ventas y se convirtió en un esencial del jazz. Desde el tema de apertura, que da título al álbum, el disco exhibe destreza técnica, riesgo, claridad y ligereza, y sus contagiosas pistas transitan desde el hard bop a influenciad R&B.
A Love Supreme de John Coltrane (1965)
Después de alejarse de la banda de Miles Davis, John Coltrane comenzó los 60 con la edición de Giant Steps (19161), un disco muy apegado al bop más frenético, y su colaboración con Duke Ellington, un hermoso disco de baladas y swing (1963). Pero la búsqueda creativa del saxofonista alcanzó su expresión mayor y definitiva en A Love Supreme, una suite que es un acto de fe y una revolución musical: abrazado al free jazz Coltrane explora las posibilidades espirituales de la música con profundidad, brío, poesía y una ejecución inspirada; es el jazz elevado a la categoría de arte.
Getz/Gilberto de Stan Getz y Joao Gilberto (1964)
El saxo de Stan Getz, la guitarra de Joao Gilberto y la seductora voz de su esposa Astrud, desataron el furor por la bossa nova en Estados Unidos. Formado en el cool jazz de la costa oeste, Getz se asoció con Joao Gilberto en este disco que tiene al piano a Antonio Carlos Jobim, compositor de Garota de Ipanema y de casi todos los temas, incluyendo el ya clásico Corcovado. Un encuentro perfecto de jazz y bossa nova que evoca las noches al borde del mar y que despide sensualidad, emoción y belleza.
Song for my Father de The Horace Silver Quintet (1964)
En un año de grandes discos y experimentaciones, Horace Silver presentó un álbum de hard bop que exhibe madurez de estilo en todas sus líneas. Song of my father, el tema de apertura, se convirtió en un éxito gracias a sus resonancias funk. La leyenda cuenta que Silver no estaba contento con el resto del álbum y en medio de las grabaciones decidió reorganizar su banda: convocó a nuevos músicos, entre ellos el trompetista Carmell Jones y el saxo Joe Henderson, quien aporta un tema propio, The Kicker.
Empyrean Isles de Herbie Hancock (1964)
A los 24 años Herbie Hancock era el pianista del quinteto de Miles Davis y entraba al estudio a grabar su cuarto disco personal. Empyrean isles es una obra sofisticada y compacta que amplificó los aplausos que ya había recibido por Takin’ off (1962), su asombroso álbum debut. El disco recoge cuatro temas compuestos por Hancock, entre ellos el magnético Cantaloupe Island y el enérgico One Finger Snap, en los que explora en las lecciones del hard bop, el modal y el free jazz con espíritu innovador. Lo acompañan Freddie Hubbard en la trompeta, Ron Carter en el bajo y un muy joven Tony Williams en la batería. Un disco que anuncia el estilo de otro de sus éxitos de la década: Maiden Voyage (1964).
Speak No Evil de Wayne Shorter (1966)
La Noche Buena de 1964 se formó una constelación en los estudios Van Gelder de Nueva Jersey. Esa día se reunieron a grabar Herbie Hancock, Ron Carter, Feddie Hubbard, Elvin Jones y Wayne Shorter, una alineación de estrellas que no volvieron a tocar juntas. Shorter venía de los Messenger de Art Blakey y desde hacía unos meses era el nuevo saxo de Miles Davis, en reemplazo de John Coltrane. De cierto modo, el disco respira ambos mundos, entre el hard bop y el jazz modal. Con un estilo muy personal, crea atmósferas sugerentes y transmite momentos vitales y alegres. Es el tercer disco de Shorter y desde su aparición recibió la admiración del mundo del jazz.
Point of Departure de Andrew Hill (1965)
Con menos visibilidad que John Coltrane o incluso Ornette Coleman, pero acaso con más audacia, la vanguardia del jazz en los 60 tuvo un referente en Andrew Hill. Pianista y compositor de talento y espíritu atrevido, Hill es autor de un jazz inventivo, complejo y exigente, que acá encuentra intérpretes a su medida: Eric Dolphy, Kenny Dorham, Joe Henderson en los bronces, Richard Davis en el bajo y Tony Williams en batería. Un disco que en aquellos días sonaba futurista y que aún hoy nos suena a vanguardia.
Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim (1967)
¿Es jazz o bossa nova? ¿Es un álbum de Antonio Carlos Jobim o el mejor de la trayectoria de Sinatra? Grabado en 1967 en Hollywood, el disco renovó el romance de público americano con la bossa nova y le aportó a Sinatra una luminosidad que se le hacía esquiva en esos años de revolución musical. Nunca antes Sinatra cantó tan suave como en este disco que crea atmósferas de ensueño y que muestra una armonía perfecta entre voz y orquesta.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.