Zambra y los 10 años de Formas de volver a casa: “No me aferro a la idea de obra ni me interesa conjeturar el presunto valor de mis libros”
La tercera novela del escritor nacional apareció en las vitrinas en mayo de 2011 vía Anagrama. En ella, hay dos planos: un narrador trata su infancia vivida desde su mirada de niño, y luego siendo adulto cuando escribe al respecto. En conversación con Culto, desmenuza la novela, uno de sus clásicos.
Fue al recibir una invitación, a comienzos de 2008, cuando Alejandro Zambra tuvo los primeros pasos de su siguiente novela. Jacinto Bustos, del Centro Cultural Manuel Rojas, lo invitó a un ciclo llamado “Radiografías de Santiago”. “La idea era que los convocados escribiéramos crónicas sobre la ciudad y las leyéramos en una especie de lectura-fiesta. Entonces decidí escribir sobre Maipú, en particular sobre la villa donde yo había crecido”, dice Zambra a Culto.
De todos modos, el escritor asegura: “Hay un fragmento de La vida privada de los árboles que anticipa la novela o el deseo de una novela así”.
Pero hubo más. “Al verano siguiente Gonzalo León me invitó a escribir un cuento para La Nación Domingo. Ahí apareció una primerísima y muy larvaria versión inicial de la novela, que se llamaba Otra villa”.
De ese cuento y la crónica nacieron Formas de volver a casa, la novela que publicó en mayo del 2011 vía Anagrama y que terminó por consagrarlo como un nombre importante en las letras nacionales. “Escribir esa novela fue para mí muy importante, como un nuevo comienzo. Cada libro es un nuevo comienzo, pero esa dimensión estaba aún más presente cuando escribía esta novela”.
Si bien es una ficción, reconoce que tal como el protagonista, también vivía en el pasaje Aladino, en la villa Las Terrazas. “A los cinco años me parecía normal, me demoré unos años entender que era cómico vivir en un pasaje que se llamara así”.
Iniciada en Santiago y terminada durante una breve estadía en México, en 2010, a diez años de su lanzamiento, es una novela que sigue siendo un paso más allá. “Mi sensación con Bonsái y con Formas de volver a casa y con todos mis libros es que han durado mucho y eso me alegra y lo agradezco. Imagínate, después de quince años, de diez años, que haya gente leyendo esos libros por primera vez, que los aprecien o desprecien, que se los apropien o los contesten, no sé, qué puedo decir: me emociona, me alegra. Pero no me aferro a la idea de obra ni me interesa conjeturar el presunto valor de mis libros, no hace bien. Hay que dejarlos ir, nada más”.
La novela se trata de un narrador que habla sobre su infancia en dictadura, ¿Consideras que esta es, como se ha dicho, una Novela de los hijos?
Para las personas de mi edad (45) es imposible hablar de infancia sin hablar de la dictadura. Es como ese poema hermoso de Jaime Gil de Biedma, “Intento formular mi experiencia de la guerra”. Infancia y dictadura se me confundían, se me confunden todavía, porque además la infancia siempre aparece como una dictadura de los padres y como una ficción. A muchos de nosotros, por ejemplo, cuando niños, los adultos nos parecían aburridos, tristes, lacónicos, impacientes, porque no veíamos con precisión el miedo, la desconfianza, el dolor, la tristeza que gobernaba sus vidas. Igual, desde hace muchísimos años, quizás desde los veinte, dejé de entenderme o de verme como un hijo, creo que escribir esa novela fue justo un modo de intentar reelaborar ese lugar o la posibilidad de ese lugar.
El hombre de Facsímil agrega: “Formas de volver a casa es, para mí, más una novela sobre tensiones e imposibilidades que una novela a favor de los hijos. O sea, el problema de volver a casa es que ya no sabes cuál es esa casa, porque la casa de la infancia ya no existe, y la casa que de adulto quisiste construir o habitar, se vino abajo, fracasó, y ese fracaso es enteramente tuyo”.
La novela presenta dos dimensiones, una, que es el protagonista siendo niño en Maipú, y otra, ya de adulto escribiendo una novela, precisamente sobre su infancia. “La infancia siempre aparece como una ficción en nuestra cabeza, en ese lugar donde se mezcla lo que pasó con lo que pudo haber pasado, lo que te contaron acerca de ti mismo con lo que efectivamente recuerdas, ese es el tema de la novela. Ese es el asunto”.
¿Qué es lo complejo de armar una novela con el mismo personaje pero en dos momentos diferentes de su vida?
Se fue dando así, nomás. Fui descubriendo el libro, desde una cierta tensión autocrítica. El narrador como autoridad, que elabora un relato resistido y negado, en un plano, por su madre y su ex novia, y en el otro por Claudia y luego por Ximena. Me interesaban esos choques, lo que esos conflictos representaban, representan.
Siendo que habla sobre la dictadura, ¿por qué insertaste humor en la novela?
Por realismo. Más que insertar o incluir el humor, no quería borrarlo ni disimularlo. Con algunos amigos nos contábamos historias cómicas de la infancia, pero no las escribíamos, porque sentíamos que no teníamos derecho a entorpecer los relatos importantes, serios, necesarios. Entonces nos quedábamos callados, avergonzados, paralizados. Bonsái es un poco sobre eso.
Una particularidad de la novela, es que hay breves apariciones como personajes de dos escritores nacionales. Una es Alejandra Costamagna. “En algún momento el narrador de Formas de volver a casa dice que ‘es mejor no ser personaje de nadie (…) no salir en ningún libro’. Cuando leí esa frase en la novela estuve muy, muy de acuerdo. Pero unas páginas más adelante me encontré con una tal Alejandra Costamagna. Y dije bueno, será alcance de nombres. Igual me gustó que esa Alejandra bailara El tren hacia el olvido y simbólicamente se quedara en la estación cuidando unos recuerdos difuminados. Pensé que me hubiera gustado ser amiga de esa Alejandra si no fuera un personaje de un libro y, más encima, de un sueño”.
Luego, es el turno de Diego Zúñiga: “Me pareció divertido, obviamente, el cameo en la novela. Y muy generoso, por parte de Alejandro, el plantear con eso también un posible diálogo entre Formas de volver a casa y lo que yo recién había publicado en ese momento, que era Camanchaca”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.