Daniel Cruz, un artista análogo y digital para el nuevo MAC
Hace tres semanas el creador medial, de 45 años, sucedió a Francisco Brugnoli, quien estuvo 23 años al mando del Museo de Arte Contemporáneo, buque insignia de la Universidad de Chile. Entusiasta de los cruces entre ciencias y artes, Cruz tendrá que enfrentarse a las tormentas del bajo presupuesto y enfilar por los caminos de la gestión, la virtualidad y las alianzas externas.
El nuevo director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) no usa redes sociales. Nunca las tuvo. Tampoco siente que se haya perdido de algo importante y cuando se le pregunta más al respecto, concluye que no es un delito ni una falta para un artista medial. “Si me perdí de algo, no me di cuenta”, responde con una franca y aplastante naturalidad. Cita el dato estadístico de que el mundo tiene un 60 por ciento de personas conectadas a internet, pero que también hay un 40 restante exiliado de esas redes.
En ese contexto, la noticia para él está en aquella cuasi-mitad que no sabe de pantallas ni de streamings ni de fuegos artificiales tecnológicos. En su lógica hay que atender a ambos compartimentos y un museo deja de ser universal cuando sólo se acuerda de un pedazo de la Tierra. “Podría decir que soy una mezcla de digital y análogo. Ambos territorios tienen cabida en mi persona y en lo que hago”, comenta en un intento de autodefinición, a tres semanas de asumir la dirección del MAC.
El paisaje a sus espaldas es ancho, pero no ajeno. Durante los 23 años de la administración de Francisco Brugnoli, la más larga de la historia en la institución, Daniel Cruz se relacionó con el museo de múltiples formas, desde lo académico a lo artístico, con exposiciones e iniciativas varias. El excoordinador del Magíster de Artes Mediales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile sabe perfectamente adonde está llegando y entiende que su personalidad mixta (análoga y digital; vieja escuela y nueva escuela; arte y ciencia) es lo mejor para echar a andar un proceso de cambios en un organismo herido crónicamente por magros presupuestos.
“Contamos con 600 millones de pesos al año”, dice, enfatizando a continuación: “Es un asunto crítico. Esto es una conversación a nivel universitario, pero también a nivel de país. Hay instituciones más pequeñas que el MAC que duplican o triplican sus recursos, también provenientes del Estado”. El museo recibe aportes de la casa de estudios que a su vez llegan a través del Estado chileno. Los ejemplos comparativos han sido citados varias veces y siempre salen a relucir las diferencias con otros organismos, en particular el Centro Cultural La Moneda con más de 2 mil millones o el Centro Gabriela Mistral, con alrededor de 3 mil.
Daniel Cruz, artista, de 45 años, seguramente tiene claro que las condiciones actuales del país seguirán jugando en contra de los recursos, pero no le tiene miedo a los números. Tampoco a la gestión (tarea que ha abordado en la Facultad) y comprende que lo mejor es cambiar el switch. Movilizarse, buscar en otros lugares, aplicar creatividad, trabajar con buenos equipos.
“¿Qué estamos haciendo? Bueno, estamos creando un modelo que nos permita, por ejemplo, relacionarnos con los privados. Y no solamente por una cuestión económica. Una parte no menor del arte contemporáneo chileno, el que tiene que ver con nuestra identidad y acervo cultural, no está en los museos, sino que en las colecciones de privados”, explica. En esa lógica se interpreta el acuerdo que se firmó a inicios de año entre el museo y la Fundación Engel, organismo presidido por el empresario Claudio Engel que proyecta construir el Nuevo Museo de Santiago (NuMu) entre el 2022 y 2023 en el Parque Bicentenario.
El coleccionista Engel es ingeniero civil egresado de la Universidad de Chile y aquella conexión es un síntoma clave de cómo viene la estrategia para el nuevo MAC bajo la dirección de Daniel Cruz. Básicamente el mandato entregado desde la Casa Central apunta, entre otras cosas, a que la institución con sedes en el Parque Forestal y Quinta Normal mantenga relaciones con disciplinas más allá del arte y a que en la pesquisa de recursos el radio de acción se amplíe a lo extra universitario.
Desde la U. de Chile, el prorrector Alejandro Jofré explica parte de la misión de Cruz en estos términos: “El MAC debe fortalecer sus vínculos con áreas como la ingeniería, la arquitectura, la filosofía o el diseño, sin perder de vista que el arte es el centro de todo o que en él confluyen otras disciplinas”. También confía que en la etapa post Brugnoli, el organismo “tiene que estar más inmerso en la sociedad, con una mejor relación con el mundo público y privado fuera de la academia”
Bajo perfil
Nacido en la ciudad de Coronel en octubre de 1975, Daniel Cruz es exactamente 40 años menor que Francisco Brugnoli, que tiene 85 y nació en noviembre de 1935. Dice de él mismo que es un “sietemesino” (nació antes de lo esperado y pasó por la incubadora) y que su desinterés por las redes sociales lo puede relegar al catálogo de los “viejos chicos”. Lo explica con desenfado y con humor, con una sana distancia de sí mismo que encaja con el retrato que de él dan muchos de sus conocidos.
“Su cualidad más importante es su bajo perfil. Es algo muy admirable”, comenta el artista visual Enrique Matthey (1954), quien fue su profesor en la Facultad de Artes de la U. de Chile. “A pesar de su gran talento como artista y profesor, nunca mostró ambiciones de poder, jamás ha sido prepotente y, en ese sentido, es alguien ideal para convivir. Piolita, por decirlo de una manera gráfica”, añade el artista y académico.
Aunque el campo de las artes mediales puede a veces resultar abstruso en cuánto lidia con las tecnologías (desde la vieja fotografía a la omnipresente red), Daniel Cruz siempre ha buscado aterrizar sus tesis y sus propuestas, acercándolas al público. El cable a tierra parece ser su lema y tal vez por eso contempla lo digital y lo análogo en sus propuestas y su vida cotidiana.
Un ejemplo lo da Claudia Villaseca, exjefa de arte y cultura digital de la Fundación Telefónica entre el 2006 y 2014: “Creo que tiene la virtud de salir del nicho de los artistas, que se miran al espejo entre ellos y se critican, algo muy común”. Pero además apunta a cuestiones más domésticas y que atestiguó cuando Cruz participó en actividades de la Fundación. “Hace la pega, no inventa atados, no busca sacarte lucas o salir mejor en la foto. Es propositivo, muy lúcido y generoso con todos. Creo que va a ampliar el circuito del MAC”.
Este espíritu llano y honesto tiene directa relación con un engranaje intelectual dónde el arte convive con la ciencia, los números con las letras y las lecturas con los problemas algebraicos. “De chico siempre me gustaron el dibujo y las matemáticas. Son las dos áreas donde más destacaba y tal vez por eso primero estudié Arquitectura. Luego sentí que me faltaba algo y me cambié a Artes”, recuerda Cruz.
“No es que dibujase en las horas de clase para matar el tiempo. Lo hacía en casa y también a nivel muy simple, empezando por hacer las carátulas de todos mis cassettes, como muchos otros”, recuerda, revelando al tiempo que es parte de la generación bisagra de los 90, aquella que creció sin red y se enteró de los computadores en la mitad de la carrera universitaria.
Disciplinas mestizas
Su interés por la mezcla y lo híbrido de las disciplinas lo llevó a desarrollar una cátedra en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, donde junto a otros dos académicos realiza las clases del departamento ETHICS (Estudios Transversales en Humanidades paras las Ingenierías y Ciencias). Se trata de una suerte de resurrección del antiguo y reconocido Centro de Estudios Humanísticos de dicha facultad, aquel territorio de calle Beauchef donde hicieron clases desde Nicanor Parra hasta Enrique Lihn o Ronald Kay. Hoy Daniel Cruz enseña ahí junto a los profesores Ricardo Loebell y Gabriel Matthey, ingeniero cibernético y filósofo e ingeniero hidráulico y compositor respectivamente. Tres profesores excéntricos.
“Cada uno de nosotros hace las clases por separado y sólo se entera de lo que ha enseñado el otro a través de lo que los alumnos nos cuentan”, explica Loebell, que además tiene estudios de psicología, cine, teatro y filología. El ritmo parece ser, según sus palabras, el de una improvisación creativa: “Hacia el final del semestre, los tres nos reunimos y hacemos una clase juntos. Es una especie de jam session. Y en esa jam también participan los alumnos con sus preguntas y reflexiones”.
La obra de Cruz se multiplica en varias direcciones, pero siempre suele percutir desde el interior la preocupación por la identidad, la pérdida de la privacidad y la digitalización en nuestra época. No es extraño entonces que su obra Espesores tisulares, que ocupó cinco salas del MAC sede Quinta Normal en el 2019, haya estado coronada por frases de Edward Snowden, el exconsultor de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos que reveló los programas de vigilancia masiva de ese país. Tampoco es casualidad que su creación GeoObs (2017) aludiera a los cableados submarinos que atiborran los océanos, particularmente frente a las costas de Salvador de Bahía, en Brasil.
La digitalización es un arma de doble filo que Cruz conoce muy bien y que a él le permitirá implementar un plan de virtualización del museo en el corto y mediano plazo. Lo que viene después será sin duda una tarea de más largo aliento y más dura. Requerirá salud compatible con el cargo y combustible extra en el tanque.
Los artistas chilenos tienen opiniones encontradas sobre el MAC y hace tiempo se esperan cambios. “Su nombramiento me hace suponer que hay aires nuevos en la Facultad de Artes de la U. de Chile en el sentido de ayudar al alicaído MAC”, expresa Voluspa Jarpa, una de las más importantes voces del arte contemporáneo local y quien espera que “la cultura de la precarización” vaya desapareciendo de la institución. La artista no oculta su disconformidad con este aspecto, pero manifiesta confianza en Cruz, al que valora como creadora.
“Daniel Cruz no llegó a un momento de continuidad, sino que a una etapa de término de un período e inicio de un cambio”, puntualiza el destacado fotógrafo nacional Enrique Zamudio. “Es parte de una renovación que acaba con ciertos paradigmas, entre ellos el de que los museos deben estar dirigidos por personajes, por artistas mesiánicos, los Nemesio Antúnez o los Francisco Brugnoli, por ejemplo. Lo de ahora va más por la gestión y la colaboración de equipo”, enfatiza quien fue además su profesor en la universidad.
En el MAC parece haber receptividad al cambio y una disposición a la renovación. A tener que ir uno o dos pasos más allá, tratando de burlar la aflicción. Alessandra Burotto, la coordinadora de Anilla Cultural MAC, proyecto dedicado a la extensión a través de nuevas tecnologías, lo resume con precisión: “La precariedad económica del MAC no asusta a Daniel Cruz. Tampoco nos asusta a nosotros. Siempre hemos vivido con lo mismo y, por decirlo de alguna manera, hemos hecho magia”.
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