El hombre que fue viernes: a los 61 años muere el escritor argentino Juan Forn
Uno de los nombres ineludibles de la literatura argentina más reciente falleció a causa de un infarto. Entre su obra más destacada está la brillante colección de narraciones Nadar de noche.
El hombre que fue viernes. Así, con un guiño a la novela El hombre que fue jueves de Chesterton, se titulaba una antología de las contratapas que publicó Qué Leo del escritor argentino Juan Forn, quien falleció este domingo a causa de un infarto, según indicó el diario Página/12.
Llevaba varios años viviendo en Villa Gesell, alejado de Buenos Aires luego de una pancreatitis que casi lo desplomó para siempre hace cerca de 15 años. A momentos se declaraba decepcionado de los libros, sin mayor aliento para escribir, pero la apatía no era recíproca: el circuito literario latinoamericano nunca lo olvidó.
“La noticia es un baldazo frío, inexplicable: este domingo, a causa de un infarto y a los 61 años, murió Juan Forn, escritor, traductor, editor, fundador del Suplemento Radar y columnista de Página/12, figura ineludible de la literatura argentina desde el lanzamiento de la novela Corazones cautivos más arriba (1987) y sobre todo de Nadar de noche, la brillante colección de narraciones que parecía latir en las manos del lector, aparecida en 1991″, fue la forma de anunciar la noticia por ese medio argentino.
La razón de titular El hombre que fue viernes se refería a las contratapas que escribió durante 10 años los viernes en Página/12. En ellas, Forn podía ir desde una historia sobre el arte japonés con una anécdota del grabador Hokusai, hasta revisar la historia de los Rolling Stones a través de la autobiografía de Keith Richards, pasando por la mirada de Clarice Lispector, las narraciones de Kawabata, y la vida en Brasil de la poeta Elizabeth Bishop.
“Forn tuvo una curiosidad interminable por explorar los pliegues de la Historia, por buscar desvíos donde brillan grandes cosas dignas de ser narradas, esperando a su descubridor. Y las narró con el talento de los chamanes, contándonos esos pedazos de vida junto al fuego, contagiando la pasión y el encanto de ir revelando lo desconocido, lo que nos magnetiza. Fundiendo literatura y periodismo como si fuera sencillo. Sin costuras”, apuntó el periodista Eduardo Fabregat en su obituario de Página/12 acerca del autor nacido en 1959 en Buenos Aires, parte de una familia acomodada y de personalidad retraída.
Alguna vez, frente al significado de sus elogiados trabajos, o al menos lo que le gustaría que significaran para algunos de sus lectores, Forn expresó: “Me gusta imaginar que cada viernes ha sido como una de esas piedras encontradas en la playa y puestas una al lado de la otra a lo largo de los estantes de libros que rodean una mesa, donde dos o tres o cuatro personas conversan y fuman y beben, y distraídamente manotean alguna de esas piedras y la entibian un rato entre sus dedos y después la dejan abandonada entre las tazas vacías y los ceniceros llenos. Y cuando todos se van yo vuelvo a ponerla en la repisa y apago las luces, y mañana, con un poco de suerte, volveré con una nueva de mis caminatas por la playa”.
Autor de novelas como Nadar de noche, Frivolidad y María Domecq, Forn tuvo además un activo trabajo como editor. La dirección de la colección de Tusquets “Rara Avis” fue una de sus últimas aventuras editoriales.
Tras conocerse su muerte, Tusquets publicó que las redes sociales: “Tusquets y Grupo Planeta lamentan el fallecimiento de nuestro editor y autor Juan Forn. En su celebrada obra, Forn se sumergió en los rincones más insospechados de la literatura, el arte y la ciencia de las últimas décadas, en busca de las claves que definieron ese tiempo de vanguardias y catástrofes. Te extrañaremos, Juan”.
También el artista Liniers compartió: “Que tristeza enterarme de la muerte de Juan Forn. Un escritor genial y mi primer editor en un diario (suplemento Radar-Página/12) . Un abrazo a sus amigos y familia. Gracias, Juan”.
En tanto, la escritora Mariana Enriquez también despachó un largo texto, el que parte de una vivencia personal; Forn, a través de editorial Planeta, fue el primer editor que confió en ella y que trabajó en su primer texto. “(La novela) iba a editarla Jorge Lanata en una coleccción que llevaba su nombre, orientada a jóvenes. Pero Juan se la arrebató. Vio algo en ese libro. Confió en él. Lo quiso”, rememoró, para después rematar: “Juan Forn me cambió la vida. Puedo decir eso de dos o tres personas más y ya”.
Ese era parte del olfato de Forn: descubrir talentos, pulirlos y que luego adquirieran brillo propio. Le pasó también con otra pluma importante de la narrativa argentina del último tiempo, Rodrigo Fresán.
Con una generación de coetáneos de su país, entre los que también figuraban Cristina Civale, Marcelo Figueras o Charlie Feiling, impregnó de renovación a las letras trasandinas, agrupados bajo el concepto de “rockeritos”, por los vínculos que establecieron con músicos de esa época, y también por querer dejar atrás algunas formas de los narradores más clásicos y tradicionales.
El autor chileno Alberto Fuguet también aprovechó sus plataformas digitales para decirle adiós: “Se ha ido Juan Forn. En un momento me acogió como un ángel q apareció por Santiago. Me hizo cambiar, luego, el título de mi primera novela y me regaló su traducción de #brightlightsbigcity que la bautizó como #lucesdeunagranciudad y me recomendó muchos autores (“no sabés lo q es…”) Fue por un tiemp, en los 90s, un hermano mayor, un faro, un guía. Hasta aceptó ser parte de McOndo. Fue mi editor y sacó Mala onda (en BsAs por Bliblioteca del sur de Planeta). Lo vi ac{a y allá. Lo asocio a una era análoga. Fue, qué duda cabe, #uncompañeroderuta. Gracias por recogerme de la berma. Su cuento Nadar de noche lo asocio a verano, a la Zona, al muerte y es, x cierto, un cuento cumbre latinoamericano”.
“Espero que sigás nadando todas laa noches y que nunca haga frío ahi en esa pileta eterna”, remató Fuguet.
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