Hervé Le Tellier, escritor francés: “Me alegro de no ser político”

Hervé Le Tellier
Hervé Le Tellier. Foto: Francesca Mantovani (c) Editions Gallimard.

En Chile se publicó recientemente su celebrada novela La Anomalía, por la que recibió el prestigioso Premio Goncourt, alcanzando la primera línea de las letras de su país. En conversación con Culto, el autor desmenuza su novela, el momento de las letras francesas y los temas contingentes que cruzan Europa.


Es una soleada tarde en La Drôme, una región al sur de Francia, entre Lyon y Marsella, y el ventanal a su espalda deja ver el verdor del verano boreal. Una biblioteca lo acompaña a su lado mientras se acomoda para una entrevista a través de Zoom. Es el autor de una de las novelas que ha dado que hablar durante 2021: La Anomalía, publicada recientemente en Chile vía Seix Barral.

Hervé Le Tellier (64) recibe a Culto con un bonjour. Es autor de cerca de 17 novelas, algunas de ellas traducidas al español, y de libros de poesía. Por La Anomalía, obtuvo el prestigioso Premio Goncourt, que se otorga anualmente en Francia a una autora o autor destacado. Nombres como el Nobel Patrick Modiano, Marguerite Duras o Michel Houellebecq también lo han recibido.

Le Tellier reconoce que el galardón ha tenido un impacto en su carrera. “Me da una visibilidad única, y fue especial en el momento del confinamiento y del toque de queda. Tenía publicaciones que se vendían entre 25 y 30 mil ejemplares, y ahora estoy alcanzando más o menos, 1 millón. Pero esto no me va a imponer ninguna obligación sobre cómo escribir lo que sigue”, dice.

Hervé Le Tellier

La Anomalía

A medio camino entre el thriller, la distopía y la ciencia ficción, la novela cuenta el aterrizaje de un avión en Nueva York, con 243 pasajeros, en marzo; pero en junio, ese mismo avión vuelve a aparecer en Nueva York con los mismos pasajeros y tripulación. Un suceso que nadie puede explicar, y que Le Tellier lo relata a través de las vivencias particulares de una serie de personajes, que se ven enfrentados a un doble, pero que puede ser una versión diferente de sí mismos.

“Era muy pobre quedarse con un solo personaje, entonces decidí explorar las opciones que se me planteaban. Seleccioné 8 personajes entre las 12 situaciones que se me habían ocurrido”, cuenta. Así, van pasando -entre otros- desde el piloto del avión, una niña, un escritor, un asesino, un cantante, una madre joven. La narración va pasando por ellos y por cómo les afecta individualmente el asunto a cada uno.

¿Qué fue más complicado al escribir esta novela?

Conservar la atención del lector a través de un sistema narrativo que volviera a estimular regularmente, sin rechazar necesidades que se me planteaban. Por ejemplo, la parte con los científicos tenía que ser un momento didáctico, sin ser aburrido; tenía que ser técnico, sin ser incomprensible. Y una solución que se me presentó, fue introducir un personaje, el del Presidente Trump, como alguien un poco tonto, para hacerle sonreír al lector mientras le explicaban cosas sencillas.

Esta novela, a la vez, son muchas novelas, por la cantidad de personajes. ¿Ha pensado en hacer algún spin-off de alguno de ellos?

Por ahora, no tengo ganas de exhibir una segunda novela, pero sí me interesaría escribir una novela sobre los personajes. Por ejemplo, Blake podría tener una novela sobre él y ser un asesino; Miesel, el escritor, muy exitoso; André y Lucie, que tienen edades muy diferentes, viven una historia de amor. Podría ser como un spin-off, pero sería más bien para compensar lo que faltó en La Anomalía, porque fue imposible desarrollar todo como lo hubiera deseado. Sabía que iba a haber pérdida, quería escribir algo de menos de 400 páginas.

¿Le hubiese gustado introducir, por ejemplo, personajes famosos?

Sí, como Natalie Portman o Ryan Gosling, pero sería otra novela, porque esos personajes llamarían toda la atención de lector. Se me ocurrió al principio, tal vez será para el futuro.

¿Qué libros le sirvieron de referencia o apoyo para escribir esta novela?

Me fascina Italo Calvino, me influenció Si una noche de invierno un viajero, es un libro altamente metaliterario, ahí explora los géneros a través del luto. En mi novela tomé un acercamiento opuesto, quise fusionar géneros en un relato único, en un sistema narrativo más fluido, en vez de uno tan metaliterario. Otro, Las flores azules, de Raymond Queneau, donde se pasa de un personaje a otro de manera indistinta. También Richard Boutellier. En cuanto a mis propios libros, a las diferencias internas, he explorado bastante. He escrito novelas sentimentales, introspecciones, le he dado la vuelta a muchos géneros, y lo que quise fue crear un estilo único, usar los que ya había utilizado en el pasado, y cada género nace de los personajes.

En la novela también se cita a películas y series como una forma de explicar el inusual fenómeno que estaba ocurriendo, como Matrix o Black Mirror. ¿Cuál es su relación con las películas y series?

Estas citas tienen el propósito de explicarle al lector como si le estuviera hablando a un Presidente americano estúpido, tienen principio didáctico y a la vez, irónico. Tengo una relación cinematográfica con la escritura. Las series son como las novelas que existían en la literatura antes que existiera la televisión. Por ejemplo, Los Miserables, de Víctor Hugo, tiene un formato compatible con el de una serie, o Sherlock Holmes, ambas se adaptaron a series. Los escritos tienen que transmitir estas imágenes y la dificultad es transmitirlas a través de un texto, y no a través de una imagen, para que le llegue al lector. Esa es la dificultad actual de la literatura, porque todos tenemos en mente imágenes de series y una tentación de escribir diálogos pobres, pero estos no funcionan en la literatura.

Hervé Le Tellier

Entre virus e inmigrantes

La literatura francesa está en un buen momento. Hace poco a Emmanuel Carrère se le otorgó el Premio Princesa de Asturias, y hay autores que han dado que hablar como Annie Ernaux, Michel Houllebecq, entre otros. ¿Cómo ve esta situación?

La literatura francesa tiene mucha suerte, tiene algo que se llama “estatuto de los libros de precio único”, que existe hace 40 años. Esto beneficia a los autores y editoriales y así no están sometidas al dictamen del éxito inmediato. Por ejemplo, Houllebecq no tuvo éxito con su primera novela (Ampliación del campo de batalla), sin ese sistema, al final no hubiese tenido éxito, lo mismo Carrère con El Adversario. Los lectores en Francia compran muchos libros comparados con el promedio europeo, son lectores muy activos. Es verdad, ahora hay una gran vitalidad en la literatura francesa, no tengo una explicación técnica para esto, aunque hay una relación mítica o emblemática con la literatura, es algo muy especial para los franceses.

En Francia hoy también la inmigración es uno de los grandes temas, ¿tiene alguna opinión al respecto?

La inmigración no debería ser un problema, actualmente hay una tendencia a encerrarse en sí mismo, y esto viene de dos fenómenos. Primero, hay olas de inmigración que son causadas por crisis en Libia, o en Siria, y Francia contribuyó bastante a crearlas. La respuesta de encerrarse en sí mismos no es la adecuada, porque la prioridad debiera ser la de ayudar a estos países a que salgan de la miseria y de la guerra. Lo segundo, es la capacidad económica de acoger a estos migrantes. La población muchas veces tiene miedo a que si no hay suficiente para los mismos franceses, ¿cómo se les podría dar ayuda a los inmigrantes? Pero esta es una falsa pregunta, el verdadero problema es que existen estos migrantes. Va a llegar una crisis climática, les va a faltar agua y comida a muchos africanos, y la solución política no puede ser deshacerse de los barcos que están atravesando el Mediterráneo, o encerrarlos en cárceles. Se requiere una política nacional y una política europea.  Encerrarse en sí mismos no es una solución, y me alegro de no ser político. Lo malo es que la xenofobia es un buen tema de campaña política, siempre se buscan chivos expiatorios y es la postura que adoptan políticos populistas.

¿Qué piensa del manejo que Macron ha hecho de la pandemia?

No soy nadie para darle lecciones a Macron. Mi impresión es que al principio no tuvimos mascarillas ni una política sanitaria lógica, porque no teníamos elementos de reflexión para elaborarla. Luego, creo que perdimos la oportunidad de desarrollar una vacuna nacional, y eso ha creado una situación muy diferente a la que hay en Israel, Italia, Alemania, EE.UU., donde existen vacunas nacionales, o al menos fabricadas en territorio nacional. Pero estamos viendo que la vacuna completa no impide una cuarta ola de la pandemia, es una cosa complicada y no puedo dar lecciones. Ahora, no hay que destruir el sistema de hospitales públicos, como lo ha hecho Macron. El hecho de que haya acceso gratuito a la atención médica en Francia es una ventaja respecto a otros países. La salud pública y gratuita se ha convertido en algo sagrado, porque si los pobres se enferman se vuelven un vector de transmisión y eso no les conviene a los más ricos.

La anomalía

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