En su cuento Carnet de Baile, Roberto Bolaño cuenta su relación con la obra de Pablo Neruda a través de 69 miniaturas narrativas. Recuerda que su madre le leía los Veinte poemas de amor y bromea con la rivalidad entre nerudianos, rokhianos y parrianos. “Lo confieso: no puedo leer el libro de memorias de Neruda sin sentirme mal, fatal. Qué cúmulo de contradicciones. Qué esfuerzos para ocultar y embellecer aquello que tiene el rostro desfigurado. Qué falta de generosidad y qué poco sentido del humor”, escribe.
Sin el ánimo revoltoso de Bolaño, nuevas lecturas de Neruda han subrayado los bordes controversiales de su obra, ensombrecida por aspectos de su biografía: la violación de una empleada doméstica en Asia, su relación con las mujeres, su paternidad ausente o su adhesión al estalinismo.
Hace pocos días, una nueva edición de Confieso que he vivido en Estados Unidos motivó una reseña en The Wall Street Journal que se pregunta precisamente por los dilemas morales vinculados a Neruda: “¿Qué deberíamos pensar de un hombre tan casualmente priápico, que nunca dudó en usar su poder -como poeta o diplomático- para llevar a las mujeres (que a menudo eran vulnerables) a su cama?”.
A 50 años de la concesión del Premio Nobel de Literatura, en 1971, la figura del poeta parece cuestionada. Si la Academia Sueca lo distinguió como autor de una obra que daba voz a los sueños de un continente, hoy hay quienes le sugieren silencio. “Neruda, cállate tú”, el cartel que se hizo visible en las marchas feministas, revela una nueva actitud hacia el vate, que hace recordar uno de sus versos juveniles: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
El poeta de Canto general, que murió días después del Golpe del 73, que tuvo un funeral vigilado y cuyas casas fueron saqueadas durante la dictadura, se convirtió en los años 90 en el gran poeta del amor. Así lo presentaba El cartero de Neruda, la película que popularizó al poeta en Hollywood. Entonces, hasta Robin Williams recitó a Neruda en una escena del filme Patch Adams. La fundación a cargo de su legado promovía ese perfil y en su página web destacaba “los amores de Neruda” junto a sus colecciones de botellas y mascarones.
En la segunda década del siglo XXI, el romanticismo asociado al poeta comenzó a agrietarse. Los poemas de amor y erotismo de Neruda empezaron a ser leídos como obras de un autor que desde una posición de poder abusó de una sirvienta.
Ocurrió en 1929, cuando Neruda era cónsul en Ceylán (Colombo). Una mujer de la raza tamil era la encargada de la limpieza de su baño. A Neruda le impresionó su belleza, “a pesar de su humilde oficio”. Y una mañana, “decidido a todo”, la tomó de las muñecas, la desnudó y la llevó a la cama. “El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”.
Publicado en sus memorias en 1974, el capítulo resonó con fuerza inusitada en la era de las redes sociales. De este modo, en 2018 dos académicas españolas propusieron sacar a Neruda de las lecturas obligatorias. Y en Chile la idea de bautizar el aeropuerto de Santiago con su nombre encontró un elocuente rechazo.
Para Hernán Loyola, acaso el más nerudiano de sus biógrafos, asistimos a “una avalancha denigratoria”. Si bien Loyola es uno de los mayores especialistas en el poeta, en su biografía Neruda (2006) evitó hablar de violación. En 2019 publicó Los pecados de Neruda, volumen donde defiende al poeta y rechaza las críticas en su contra. En ese libro sugiere que así como la CIA trató de evitar que Neruda recibiera el Nobel, tal vez también esté detrás de la difusión internacional del abuso sexual.
Eventualmente, Loyola no conocía las demoledoras críticas de Slavoj Žižek. El filósofo marxista se refirió al episodio en su libro Viviendo en el final de los tiempos, donde lo describió como “la desvergonzada historia de una violación, con los detalles sucios discretamente omitidos (‘dejó que la llevara y pronto estuvo desnuda en mi cama’; ¿cómo es que llegó a estar desnuda? Evidentemente, no lo hizo ella sola), la mistificación de la pasividad de la víctima en una indiferencia divina, la falta de una elemental decencia y vergüenza por parte del narrador”.
En cambio, quien sí lo leyó fue Mark Eisner, autor de una notable biografía titulada Neruda: el llamado del poeta. “Aunque casi todos los relatos se basan en sus propios escritos, Neruda definitivamente exhibe un perturbador patrón de comportamiento misógino durante su tiempo en Asia”, dice Eisner. “A menudo se muestra cómodo en el rol de agresor, incluso depredador. Aún así, es importante aclarar que no hay evidencia (que yo haya visto) de que Neruda haya cometido otro asalto como la violación que describe en sus memorias”.
¿El poeta arrepentido?
“Aquí las mujeres son negras, no hay cuidado, no me casaré”, le escribe Neruda a su hermana Laura Reyes en 1927. Es la época en que escribe Residencia en la Tierra y se queja de la soledad y de una vida “inhumana, imposible”. Tiene dos sirvientes. “Son bastante listos, muy serviciales y muy ladrones”, dice. Ellos cocinan, planchan y rellenan su vaso de whisky. Tiene amigas “de distintos colores” que pasan a su cama “deportiva y desinteresadamente”.
En Oriente, Neruda se casa con María Antonieta Hagenaar, de ascendencia holandesa, con quien tuvo una niña con hidrocefalia, Malva Marina. En España, en medio de la Guerra Civil, el poeta se separa de ellas para unirse con Delia del Carril, a quien también dejaría luego de iniciar un romance con Matilde Urrutia. La última esposa igualmente conocerá la infidelidad: sorprende a Neruda con su sobrina Alicia.
Para Mark Eisner, el comportamiento del poeta acusa rasgos machistas, y en el episodio de la violación advierte sentimientos de presunta superioridad racial, cultural y de género. En un sentido, el abuso reproduce “un imperialismo perpetuado a escala humana, y es una expresión perfecta de ‘la violación de una nación sobre otra con las mismas presunciones’ de superioridad”.
Bernardo Reyes, sobrino del poeta y autor de Neruda: retrato de familia, dice que el caso corresponde a otra época, donde esas actitudes estaban normalizadas. “De manera que para mirar este hecho hay que verlo en su contexto. Sin embargo, lo más importante: fue el propio poeta el que declaró este abuso en sus memorias. ¿Cómo fue que nadie por décadas denunció o se horrorizó con una cuestión tan notoria y por cierto altamente cuestionable? Me respondo: porque creo que nadie lo había leído antes”.
En esa misma dirección argumenta Fernando Sáez, director ejecutivo de la Fundación Neruda. “Es el propio Neruda el que confiesa la violación, él lo reconoce con remordimientos. Es un episodio complejo, pero responde a otra época”.
Lo problemático es que el relato de Neruda no esboza arrepentimiento, como observa Mark Eisner. “Incluso, al final de su vida, Neruda no reconocería la inhumanidad de sus acciones; no hay ningún arrepentimiento real, no hay explicación para ese comportamiento. ¿Pero todo eso lo vuelve tóxico? No puedo responder”, dice.
Un poco más allá va Francisco Leal: “Pablo Neruda (1907-1973) es uno de los poetas de mayor renombre de la literatura mundial. Y también un violador confeso”, afirma en su ensayo Inmóvil bajo su pecho, como una advertencia desgraciada. “Neruda no fue una víctima en Asia. Todo lo contrario. En ese despótico contexto, y no en el de un poeta desolado en Asia, Neruda viola a una de sus sirvientas”, afirma el académico de la Universidad Estatal de Colorado
A través del e-mail, Leal destaca que después de años de biografías complacientes, aparecen perspectivas más rigurosas. Entre ellas, destaca la de Eisner, que se nutre “de la crítica feminista, de la poscolonialista, y esos nuevos enfoques y documentos sin duda otorgan significativa información sobre Neruda. Eso lleva a que Mark no siempre esté del lado adulador de Neruda. Porque la vida y obra de Neruda estuvieron llenas de aberraciones. Sobre todo en sus años asiáticos”.
Público y privado
El escritor Roberto Castillo, académico en Haverford College, ofrece hace años un curso sobre la obra del poeta. “La valoración actual de la obra de Neruda en EE.UU. no ha variado sustancialmente. Sigue siendo considerado un poeta fundamental de la literatura latinoamericana; la valoración de la persona de Neruda, por otra parte, sí ha variado, y mucho, como corresponde a los tiempos que corren y a la creciente toma de conciencia sobre la dominación patriarcal que lo permea todo y las variadas formas de la violencia de género”, sostiene.
En Chile, la escritora y editora Claudia Apablaza observa que la valoración de la obra del poeta sí ha cambiado. “La recepción de una obra hoy está muy relacionada a la ‘imagen pública’ o a la ‘construcción de autoría’ de un escritor. En relación a esto, lo que se valora hoy en un ‘autor’ no es especialmente esa masculinidad exacerbada, al contrario, eso se detesta, sobre todo si además le sumas esta lectura de su obra de que abusó de mujeres”. Para ella, Neruda está muy asociado a la “masculinidad tóxica”.
El crítico literario Juan Manuel Vial afirma que la creación nerudiana se ha devaluado con el paso del tiempo. “Pienso que la obra de Neruda, en general, envejeció mal. En cierto sentido, es el producto de una época limitada más que de una era poética amplia. Pienso que en nuestro propio país Neruda ha dejado de ser el referente que era hasta hace sólo una o dos décadas. Los ríos se partieron hacia otras acequias, y eso a mí me parece bien, pues soy más afín a otros poetas de su misma envergadura”, dice.
Vial discrepa de consideraciones biográficas al valorar la creación literaria. “Las obras se juzgan en base a méritos artísticos, no en base a la concepción moral imperante, pues esta tiende a cambiar y las obras son más bien inmutables”, subraya. Y agrega: “Si alguien se siente sublimado hasta el alborozo por las dulzonerías que escribió Neruda, imagino que poco le importará que el vate haya cometido violación. Intrínsecamente, el humano es capaz de soslayar muchas cosas si algo lo conmueve hasta el tuétano”.
La poeta Carmen Berenguer matiza la discusión y plantea una duda sobre la naturaleza de la confesión nerudiana. “Tal vez Pablo Neruda al ver una esfinge representada por una bella mujer esculpida como una piedra quiera tomarla, sin más. Eso está escrito, son palabras, ¿son reales? ¿O la acusación pública quiere corregir un deseo reprimido, deleznable por cierto? Tendríamos que poner un juicio a todos los poetas, como Gonzalo Rojas, Nicanor Parra y otros que siguen vivos, que han y tienen todavía derecho a la pernada a la chilena. ¿Sobrevivirán sus obras?”.
Desde Concón, Claudio Bertoni comenta: “No tengo la menor idea de cómo ha cambiado (si es que) ‘la recepción y la imagen de Neruda hoy’, porque no hablo prácticamente con nadie de eso o de ninguna otra cosa y porque no leo acerca de asuntos similares tampoco. Respecto al ‘sombrío aspecto de la violación’, me preguntaron lo mismo en el Clinic hace mucho y contesté que nadie tenía el derecho de forzar a nadie a nada y menos en este caso. Por lo mismo imagino que entre las compañeras feministas debe haber perdido la imagen de este poeta poco o mucho”.
Claudia Apablaza no duda de que estos aspectos afectan la recepción de la obra de Neruda. “Por mucho que algunas y algunos quieran llevar adelante la bandera de ‘es un texto’ ‘hay que leer la obra’, o sea, sí, pero es complejo y casi imposible ese intento de alienación a algo que es sólo un texto, si una es lectora, con intereses, ideologías, pensamiento crítico. Además, él mismo usó su figura pública y su poder para hacer relucir su obra, entonces, por qué habría que mirarlo ¿sólo desde ese lado?”.
Mark Eisner recuerda que “un crítico de mi biografía, por ejemplo, escribió que apreciaba el libro, pero sentía que el comportamiento de Neruda (no solo hacia las mujeres) era tan tóxico que terminó sacando todos sus libros de poesía de sus estantes y tirándolos a la basura”. Aun así, “sus libros, al menos aquí en los Estados Unidos, continúan vendiéndose al mismo volumen año tras año, incluso desde que la gente se volvió más consciente de estos temas”.
Al margen de su imagen pública, las ventas de Neruda no han decaído. Así lo confirman también Bernardo Reyes y Fernando Sáez. “Ningún autor chileno, a 48 años de su muerte, se ha aproximado ni siquiera un poco a este reconocimiento”, dice el sobrino.
“Así como Neruda dijo que quien no conoce el bosque chileno no conoce este planeta, quien se niega a conocer a Neruda cierra los ojos a un conocimiento que va más allá de los reconocidos defectos del hombre de carne y hueso que se inventó ese apellido”, señala Roberto Castillo.
Aun con toda su complejidad, la obra de Neruda sobrevivirá, afirma Mark Eisner, porque “la poesía valiosa, el arte valioso, siempre perdurarán”.
Tal vez, como bromeó Bolaño, estemos destinados a volver a Neruda como fieles arrepentidos, con las rodillas sangrantes y los ojos en lágrimas: “Cuando nuestros nombres ya nada signifiquen, su nombre seguirá brillando, seguirá planeando sobre una literatura imaginaria llamada literatura chilena”.