Retrato de un alpinista: el viaje del galardonado corto chileno El Niño y la Montaña

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Hoy la película de 11 minutos es parte del festival Chilemonos y, luego de alcanzar cerca de 90 premios en certámenes internacionales en el último año, evalúa sus posibilidades de cara a los Oscar 2022. Su director habla con Culto sobre las claves del filme, que sigue la niñez y la adultez de un hombre que anhela dedicarse al montañismo.


Los primeros tres reconocimientos llegaron desde España, Canadá e India. El más reciente, recibido esta semana, proviene desde Ucrania, mientras que el número de festivales que lo han aceptado como parte de su programación va en 253, cifra bastante inusual para los parámetros locales.

Pero, debido a las restricciones de la pandemia, los realizadores de El niño y la montaña no han logrado tomar ningún vuelo para acompañar la presentación del cortometraje en encuentros internacionales. El filme chileno ha dibujado una trayectoria sólida en el extranjero –con 87 premios– pero que han debido seguir a la distancia, al menos geográficamente.

Santiago Aguilera, el director del corto en animación 3D, guarda buenos recuerdos de la acogida de un certamen en particular, el WILDsound Feedback de Canadá, desde donde les compartieron un video con las impresiones del público en septiembre. “Yo estaba para adentro. Los canadienses son exportadores de animación y buscan talentos en todas partes del mundo. Que ellos mismos te manden un video en el que te lo critican de forma positiva es una señal de que estamos haciendo las cosas bien”, plantea a Culto.

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El realizador colecciona anécdotas virtuales como esa a partir del recorrido de la película de 11 minutos de duración, hoy dentro de la programación de Chilemonos, en la Competencia Latinoamericana de Cortometrajes Animados (gratis en Ondamedia entre el 14 y el 18 de julio). Pero la experiencia de plasmar la historia de manera fluida y emotiva también tuvo retos significativos.

Basado en la biografía del coach empresarial y montañista osornino Hernán Leal, y en específico en su libro Las montañas que llevamos dentro, el filme agrupa distintos episodios de la vida de su protagonista, un niño con sueños que no encuentra el aliento que desearía de parte de sus padres y profesores. Años más tarde, es un adulto que anhela dedicarse al alpinismo, tal como el hombre que inspira la historia, quien, desde que dio un giro hace una década, ha escalado el Everest y el Lhotse.

“Llevar un libro a un corto no es muy sencillo, porque tienes que instalar los pilares fundamentales para que la historia comunique y se entienda el concepto global”, indica sobre un proceso liderado por el estudio Postón que en todo momento contó con la participación de Leal, productor ejecutivo del filme.

“La fuerza de voluntad, la familia, la educación, no rendirse y siempre luchar por los sueños, eran conceptos que tenían que estar en distintas partes de la vida”, apunta el director, subrayando la clave del relato, “manteniendo un equilibrio, comunicar concentradamente, que no te distraigas por lo meloso o por una paleta de colores demasiados estridente”.

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El resultado ha conquistado en particular en festivales de India y Estados Unidos, desbordando las propias expectativas de sus creadores, en particular las de Aguilera, que debuta como director de una obra de ficción luego de 30 años dedicado a los efectos visuales, la animación y la publicidad y 18 a la cabeza de Postón.

“Cuando uno hace una pieza como esta no es con el objetivo de ir a ganar premios. La haces porque te gusta la historia, quieres hacer un corto en tu vida, quieres realizar un pequeño aporte a la cultura. Uno la hace para que quede bonita, entretenida, y que se comprenda el mensaje, sobre todo para el público que tú quieres llegar, que en este caso eran los niños y los jóvenes”, explica.

En medio de ese exitoso viaje del filme por el mundo, emergió la posibilidad de entusiasmarse con los Oscar. En concreto, intentar ir por la estatuilla dorada a Mejor cortometraje animado, la misma categoría que ganó Historia de un oso en 2016.

“El punto de inflexión fue llegar como finalistas en un festival calificador en India a finales del 2020, ahí empezamos a tomarle el peso a lo que estaba pasando”, cuenta. “De todas maneras, lo tomamos con calma, queremos seguir posicionando el cortometraje y buscar clasificar a más festivales, no solo calificadores, también de animación, infantiles. Queremos lograr que se reconozca dentro del país”.

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Chilemonos, en ese sentido, es un encuentro que cumple con ambos objetivos: le da vitrina local, al tiempo que aquellos ganadores del certamen consiguen el piso mínimo para ser elegibles por los Premios de la Academia. El primer paso para eventualmente iniciar una campaña que luego conlleva nuevos retos.

En paralelo a esa búsqueda, tras la cálida recepción en el extranjero, no descartan realizar nuevos proyectos ligados a El niño y la montaña. “Hay ideas en mente y otras en desarrollo, pero nada que podamos adelantar de forma concreta. Por ahora, todas las energías están puestas en ganar Chilemonos y llegar a los Oscar 2022”, cierra Aguilera.

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