Es un fenómeno lo que ha ocurrido con Sex education, una serie de bajo presupuesto que debutó en enero de 2019 en Netflix y que tiene como creadora a Laurie Nunn, una guionista que solo había hecho antes unos cortos y no tenía ninguna experiencia en TV. Salvo Gillian Anderson y Asia Butterfield (conocido solo para algunos y cuando tuvo roles siendo muy niño), la historia coral está llena de actores hasta entonces desconocidos. Pero estuvo en el momento adecuado con el streaming correcto. Netflix apuesta semanalmente por un alto volumen de estrenos, sean buenos o malos. La plataforma los anuncia y destaca como si fueran la última Los Soprano y normalmente son más cercanos a Verdades ocultas. De cada 30 series -siendo generosos-, una de Netflix es buena. No siempre logran convertirse en un éxito, menos si son británicas. Sex education ha sido emblemática y una excepción.
No hay que ser muy suspicaz para darse cuenta que el nombre de la serie es el mejor gancho comercial, como cantaba Jorge González. Lo interesante es que tras el título hay no solo una historia completa y fascinante, sino también mucha inteligencia y sensibilidad en sus libretos. Otis, el quinceañero que tiene una madre terapeuta sexual muy desinhibida para hablar, un colegio donde los alumnos están descubriendo su identidad sexual, una historia de amor imposible (Otis y Maeve) y un coprotagonista entrañable (Eric) han sido un menú que ya va en su tercera temporada -estrenada el pasado fin de semana- con una legión de fanáticos en el mundo.
Aunque su tercer ciclo resulta más débil que los anteriores -esta vez hay muchas escenas tipo sketch, han alargado ciertas tramas, personajes como los de la nueva directora del colegio no funcionan y se hace menos adictiva e imprescindible-, lo que se mantiene intacto es su cariño por los personajes. Personajes como los de Otis y Eric han sido bien desarrollados, se sienten de carne y hueso y numerosos secundarios que tuvieron atisbos de historias al inicio de la ficción también han ido progresando, logrando que el grupo completo sea querible y uno quiera saber más sobre ellos. Otis podrá ser muy torpe y ridículo la mayoría de las veces, pero siempre hay un retrato cariñoso sobre él. Dos escenas: Otis y Eric bailando casi al final de la primera temporada, tras haberse peleado. Las mujeres acompañando en el bus a la chica que fue acosada sexualmente. Grandes momentos.
Más allá de las historias de la serie, no es menor lo que ha hecho Sex education en términos de botar tabúes y hablar de sexo adolescente. Acá se dice todo tal cual debe decirse, de un modo que curiosamente resulta literalmente educativo para quienes están explorando su sexualidad.
Y esa es otra cualidad que se le añade a la serie, que la eleva por sobre el montón, más allá que tenga capítulos buenos y otros malos en su última entrega. Incluso en esas debilidades, siempre está hecha con mucho corazón.