De cada 10 estrenos que lanzan las plataformas de streaming -una decena disponible en Chile-, 1 realmente vale la pena. El resto es completamente olvidable. En esa categoría hay series aburridas, fallidas, torpes o derechamente malas. Lo mismo pasa con docuseries, documentales o programas que nunca debieron salir al aire. Hacer una lista de las peores en lo que va del año es un ejercicio que puede servir como guía para todos quienes aún no las ven. Un llamado de atención, una alerta, para no caer en la trampa de caer en algo que no vale la pena.
Como crítico de TV a uno le toca ver al menos cinco estrenos semanales de streaming. Y, aunque el gusto es subjetivo y puede ser que alguien disfrute de una serie que uno no, seguramente se llegará a consenso con varias apuestas fallidas. El año no termina aún, pero este es un listado de las apuestas que no hay que ver y que uno tuvo que ver por trabajo. O, si prefieren, ver bajo su propia responsabilidad.
Hace un mes, Netflix estrenó un documental en dos partes llamado Britney vs. Spears, que se lanzó justo cuando el padre de la cantante dejaba la tutela. En el peak de #FreeBritney. Pero el trabajo es una completa pérdida de tiempo de la realizadora Erin Lee Carr -que tardó dos años y medio en realizarlo- y también para los televidentes. Hay alto interés por saber más de los complejos 13 años que el Sr. Spears ha manejado arbitrariamente la vida de su hija, pero esta cinta se siente incómoda. La realizadora, junto a una experiodista de la revista Rolling Stone, se ponen todo el rato frente a las cámaras, con pinta de investigadoras privadas, pero no logran dar con un solo dato nuevo. Entrevistan a muchas fuentes importantes, pero solo consiguieron frases como “no puedo hablar de eso”, “de ese tema tampoco” y más parece un resumen de Wikipedia o, peor aún, la crónica de una investigación fallida. Pese a que se busca no dar con un tono sensacionalista, es evidente que se ha intentado sacar provecho de la vida de Britney sin asco. El resultado es puros lugares comunes. Nada realmente revelador o interesante si has seguido el caso.
Algo similar ocurre con What happened, Brittany Murphy?, un documental de HBO Max sobre la muerte de la actriz de Ni idea o Recién casados que debutó la semana pasada. No solo no agrega revelaciones nuevas, sino que pone grabaciones de dos youtubers que opinan desde el lugar común, sin ninguna investigación, lanzando teorías conspirativas sin asidero. La cinta reafirma que la actriz murió de una neumonía agravada por una anemia no atendida -entonces, caso resuelto-, tiene hablando a los familiares del exmarido que no aportan nada novedoso y, en el peor momento del documental, entrevistan a la señora que hizo la autopsia de Murphy, quien explica cómo le sacó los pulmones a la actriz y cuenta que no flotaron. Ese fue el minuto para dejar de verlo. Del peor gusto y humanidad posible. Indigno para el catálogo de un streaming que siempre entrega buenos documentales.
Este año Netflix quiso repetir la fórmula que consiguió, hace muchos años atrás, Paris Hilton con el reality The simple life. Esta vez con un programa de cocina llamado En la cocina con Paris Hilton. El resultado es un completo desastre. Un aburrimiento total. La socialité quizás nunca fue muy graciosa, pero acá realiza un programa lleno de silencios incómodos por su falta de interés por la cocina. En el primer capítulo, su amiga Kim Kardashian la visita para hacer desayuno. La reina de los reality shows estadounidenses se roba la atención, vestida de modo sport y con carisma, mientras Hilton viste ridículamente “elegante” para cocinar en su cocina y con nula intención de querer aprender algo. Si quieren ver algo similar, pero entretenido, mejor váyanse a Star+ con el programa de cocina de Selena Gomez, infinitamente más carismática y entretenida.
Halston, la miniserie de Ryan Murphy para Netflix, sobre la vida del diseñador de moda Roy Halston Frowick, no es mala. La definición precisa es fallida. Tiene al gran Ewan McGregor y la vida de un hombre que estuvo en lo alto y luego cayó en el olvido, pero se farrea a su protagonista y a la historia por culpa de un guion torpe, básico y que jamás profundiza en el retratado. Todo es decorados y trajes, pero jamás se sumerge en el protagonista, no parece interesarle, y es un derroche de talento perdido.
El baile de las luciérnagas debutó el verano pasado en Netflix y tenía como protagonista a la antes carismática Katherine Heighl. La premisa de dos amigas que han vivido tragedias, felicidades y traiciones a lo largo de 30 años parecía un buen punto de partida. De hecho, estuvo en su momento como lo más visto del streaming. Pero hay tantas series y películas que han abordado la amistad femenina de modo más inteligente. Acá es una suma de clichés, busca abarcar muchos temas que le quedan grande, sus giros son obvios y hay una manipulación sentimentaloide que molesta. Es cierto que las dos protagonistas tienen buena química, pero no alcanza para levantar a esta serie floja que, con esfuerzo, puede verse como un placer culpable. Sabiendo que estás viendo algo que podría haber escrito Pilar Sordo.
Algunos definieron a Jupiter’s legacy como una “una serie de superhéroes en cámara lenta”. La definición es más brillante que toda la apuesta de Netflix, empresa que la canceló y de la que no habrá segunda temporada. Enhorabuena. Basada en los cómocs de Mark Millar, el personaje de Sheldon Sampson (Josh Duhamel) se ve aburrido en gran parte de la historia, busca complejizar la construcción de la trama y naufraga en ese intento, sus personajes no importan. Pero, sobre todo, es de una lentitud agotadora. Inbancable.
Mr. Corman tenía a Joseph Gordon-Levitt como creador, escritor, director y protagonista. Quizás tanta tarea junta lo terminó mareando. La historia de un hombre que no logra superar a su ex y que tiene citas fallidas y una vida aburrida contagia su aburrimiento al otro lado de la pantalla. Su premisa, archi vista, puedo tener una vuelta de tuerca, algo que resultara interesante, pero no. Pasa uno y otro capítulo y no sucede nada. Completamente fallida, Apple+ no la renovó. Con justa razón.
Puede verse como una injusticia poner La costa de los mosquitos junto a otras que componen la lista. Porque tiene una fotografía espectacular, un diseño de producción a ratos deslumbrante y a un Justin Theroux muy sólido. Pero este drama no solo palidece con su versión fílmica -que tuvo a Harrison Ford junto a River Phoenix-, sino que falla en su guion. Lleno de encrucijadas que cansan -partiendo por no contar de qué huye la familia, qué hizo el padre-, insoportablemente lenta, al punto de que la temporada termina y la familia no alcanza a llegar al lugar que da nombre a la serie. A ese nivel de lenta.
El internado: las cumbres (Amazon Prime Video) es muy mal reboot, innecesario de la serie del mismo nombre que data de 2007. Evidentemente, el fin era subirse al carro del éxito de las series españolas como La casa de papel y, por cierto, Élite, porque esto es un poco lo mismo: chicos con problemas que se meten en más problemas. El casting es malogrado, los libretos no son capaces de hacer enganchar al público y no tiene nada que no hayamos visto antes. De hecho, hay que llegar al cuarto capítulo para conseguir entretenerse. Y hay poca gente con tanta paciencia, habiendo tanta oferta.
El inocente, la serie española de Netflix con Mario Casas, no es mala en su arranque. Tiene cierto enigma, una atmósfera retorcida, promete. Pero a partir del segundo episodio es como si hubieran cambiado de guionistas. O quizás no, hay que aceptar que tenía grietas en el piloto y cosas que no cuajaban. Buscando intrigar, la madeja se enreda, el interés por los personajes desaparece y, al final, no importa nada qué pase con ellos. Al guion le sucede algo similar: parte interesado en un personaje y termina enfocándose en otro.
Terapia de pareja, de Star+, se estrenó justo cuando China Suárez y Benjamín Vicuña anunciaron su separación. En esta serie, donde ellos son una pareja que va donde una muy desagradable terapeuta (Carla Peterson, quizás lo mejor de la ficción), se mezclan historias, delinea a una protagonista con la que cuesta mucho empatizar y, a fin de cuentas, arma una historia de obsesión algo absurda y muy poco interesante.
En la línea de producciones en español, la segunda parte de El juego de las llaves es tan mala que resiste poco análisis. Su primera temporada (en Amazon Prime Video) era mala, pero lo bueno de ella era precisamente eso: era tan ridícula, que daba la vuelta completa en vergüenza ajena, hasta convertirse en un entretenimiento básico. Pero en su regreso, que tiene a Cristián de la Fuente actuando peor que todo el elenco -un mérito, tomando en cuenta que el reparto se esfuerza por ser poco creíble-, no solo es mala sino aburrida. Y eso sí que es imperdonable.
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