Jonathan Franzen: “Mis padres se quejaban el uno del otro conmigo, y en parte por eso me hice novelista”
A 20 años de Las Correcciones, el libro que le dio renombre internacional, el autor vuelve a las familias disfuncionales con Encrucijadas. Ambientada en los 70, la historia de un pastor en crisis matrimonial y con sus hijos, con la contracultura, las drogas y Vietnam de fondo, es el inicio de una trilogía que abarcará 50 años de la historia de Estados Unidos.
Junto a su cama tenía un ejemplar grande y gordo con las historietas de Charlie Brown. A los 10 años, Jonathan Franzen adoraba a Snoopy: soñaba con vivir en un mundo así de amable. Pero Estados Unidos en 1970 no era el universo cálido dibujado por Charles M. Schulz: el país estaba atravesado de tensiones políticas, sociales y culturales, desde los roces generacionales, las batallas feministas hasta la guerra de Vietnam. Inevitablemente acaso, esas tensiones entraron también en la casa de su familia en el Medio Oeste americano: una noche su hermano artista y hippie, Tom, de 19, a quien idolatraba, tuvo una pelea de dimensiones huracanadas con su padre, un ingeniero severo y nada liberal, y se fue de la casa. Fue un momento desolador, recordó en el ensayo Zona templada, que acabó con su inocencia y con la idea de la familia como un lugar seguro y acogedor.
En su nueva novela, Encrucijadas, Jonathan Franzen vuelve a 1970, la década que marcó su sensibilidad. Desde Ciudad Veintisiete a Pureza, las relaciones familiares han estado en el corazón de su narrativa. Tal vez las mejores expresiones de ello sean Las correcciones, la saga de los Lambert que ganó el National Book Award y lo convirtió en un autor de renombre internacional, y Libertad, la historia de los Berglund que en 2010 fue llamada “la novela del siglo”.
Significativamente, todas ellas se desarrollan en suburbios ficticios, versiones acaso de Webster Groves, un enclave de St. Louis con calles arboladas y casas antiguas donde nació en 1959, en la era dorada de la clase media americana. Encrucijadas se traslada a New Prospect, una ciudad imaginaria en las proximidades de Chicago.
A menudo considerado el Dickens o el Thomas Mann del Medio Oeste, Franzen elabora relatos minuciosos que abarcan largos arcos de tiempo y que suelen recoger el espíritu de la época. Con 637 páginas en español, Encrucijadas es la primera entrega de una trilogía que pretende abarcar 50 años de la vida de Estados Unidos, con el título -muy propio de su ambición- Una clave para todas las mitologías.
Encrucijadas abre con la historia de Russ Hildbrant, un pastor progresista que ha caído en desgracia por un comentario desafortunado. Russ ha sido desplazado por un ministro más jovial que dirige ahora Encrucijadas, el grupo de pastoral juvenil. Russ lidia con la sensación de humillación y con la atracción que siente por una joven viuda de la comunidad, mientras intenta relacionarse con sus hijos adolescentes Becky y Perry. Ambos continúan asistiendo a Encrucijadas, ella atraída por uno de los músicos, y él para vender drogas. Entonces Clem, el hijo mayor del pacifista Russ, abandonará la universidad con la intención de enrolarse a Vietnam. Es vísperas de la Navidad de 1971.
Sobre todos ellos, en un sentido literario y humano, está Marion, la esposa de Russ, una madre triste y depresiva que descubre que aún tiene el corazón de una chica de 20 años. Marion es el gran personaje de la novela y, acaso, uno de los mejores diseñados por Franzen, según la crítica.
Como sus libros anteriores, Encrucijadas fue recibido como un nuevo hito literario. Una gran novela, según The New York Times, más cálida y más amplia en sus simpatías humanas que toda su obra anterior. Una novela “maravillosa”, la llamó The Atlantic, y aunque el Sunday Times la consideró irregular, para The Guardian es “puro placer de leer”.
Así como las tensiones familiares y generacionales (“¿Te haces una idea de lo vergonzoso que es ser hijo tuyo?”, le pregunta Clem a Russ), el poder de la religión y las disyuntivas morales atraviesan la historia. ¿De qué modo se relaciona con el título La clave de todas las mitologías?
“Yo no soy creyente, pero la religión es mucho más importante de lo que piensan en Europa occidental y muchos de los progresistas en Estados Unidos”, dice Franzen desde su casa en Santa Cruz, en conferencia a través de Zoom, con motivo de la publicación en español por Salamandra. “Quería reflexionar sobre la forma que está adquiriendo la religión cuando la gente dejó de ir a la iglesia, y eso sugería un proyecto de un arco de unos 50 años desde cuando la gente iba a la iglesia todos los domingos hasta una época como la actual, cuando ya no va ni la mitad. Mitología es una palabra útil cuando hablas de la religión y de las mitologías no religiosas, hay muchas en la actualidad y cada vez llegarán más a medida que la situación del mundo se vaya deteriorando”.
Encrucijadas se publica a 20 años de Las correcciones, la novela que de algún modo lo definió como novelista familiar. “Mi intención es muy distinta de Las correcciones. Allí intentaba escribir sobre los dos Estados Unidos, el antiguo y el más nuevo. Y los Lambert en ese libro representan un poco esas dos caras. Sin embargo, no vemos mucha interacción familiar entre los Lambert. En cambio, en Encrucijadas casi todas las escenas incluyen al menos a dos miembros de la familia”.
La familia y especialmente el matrimonio está en el centro de Encrucijadas. ¿Cómo valora el matrimonio en cuanto a material literario?
Desde luego ha habido matrimonios en todas mis novelas, no todos ellos especialmente felices, quizás porque cuando yo era adolescente mis padres no eran especialmente felices; se peleaban mucho, se quejaban el uno del otro. Mi padre venía conmigo para quejarse de mi madre y mi madre venía para quejarse de mi padre, y yo estaba en medio escuchando las quejas de ambos, y esa es una de las razones en parte de por qué me convertí en novelista, porque todo el mundo venía a hablarme de los demás en esa familia. Mis hermanos eran mucho mayores que yo, así que recibía toda esa información, y yo los quería a todos, no quería posicionarme del lado de ninguno, así que solo escuchaba. Creo que esa es mi definición fundamental en el mundo como persona, y me parece que eso está en la base de mi deseo de ser novelista: yo amaba a todos los miembros de la familia, pero me contaban historias completamente distintas unos y otros, historias que no se podían reconciliar y me correspondía a mi reconciliar las versiones de unos y de otros.
Encrucijadas se sitúa en 1971, una época muy especial en la cultura de los Estados Unidos. Antes la gente se casaba y el matrimonio duraba toda la vida, aunque no fueran felices; mis padres eran un ejemplo. Pero a partir de inicios de los 70 comenzaron los divorcios, y también fue el principio de la conciencia feminista por parte de muchas de esas esposas. Y en Encrucijadas tenemos a un padre que es quien se gana el sueldo, es el segundo pastor de una iglesia, pero no es tan inteligente como su mujer; él es el que recibe toda la atención, el que da la cara al público, pero en cambio la mujer es la inteligente en esa familia, y es totalmente invisible. Ese fue un momento de la historia en que las mujeres se hicieron ver. Eso, además del hecho de que muchos hombres abandonaban a sus esposas, algo que no se hacía antes en las clases medias de los Estados Unidos. Yo quería centrarme en un matrimonio tal y como hubiera sido en esa época.
Franzen, quien visitó Chile en 2011 invitado al ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC, ocasión en que dejó cenizas de su amigo David Foster Wallace en la isla Alejandro Selkirk, cuenta que si bien nunca fue muy religioso, sí participó en grupos juveniles, sin Biblia de por medio, que abordaban inquietudes espirituales. Grupos “con una estructura quizá algo anticuada y un estilo muy californiano y abierto. Chicos que no querían saber nada de sus padres, a quienes se les invitaba a hablar abiertamente de sus sentimientos. Esto fue muy importante para mí como escritor”, dice.
“Yo no tengo interés alguno en ser sociólogo de sillón que piensa lo que ha ocurrido en la cultura de Estados Unidos en los últimos 50 años, pero sí es cierto que algo ocurrió, específicamente con la religión”, observa. “Hemos perdido la mitad de los creyentes, la mitad liberal de los cristianos, y he visto dónde acabaron estas energías: en el medioambiente, en la justicia social”.
Las mitologías de hoy van más allá incluso, dice: “Yo miro a Estados Unidos y veo a muchas personas que creen que las vacunas son más peligrosas que el coronavirus, veo un tercio de la población que cree que Trump ganó las elecciones, luego esas mitologías sobre estas personas de Hollywood que hacen ritos satánicos y abusan de niños. Veo esta creencia de que si todos condujéramos coches eléctricos podríamos salvar al planeta, otra creencia que no se basa en los hechos. ¿Cómo se relaciona esto con el mundo que se deteriora? La gente está asustada, sufre tensiones económicas y psicológicas, y cuando las personas están así buscan teorías que las tranquilicen. Esto le ha pasado a la religión”.
Los temores parecen multiplicarse ante la crisis medioambiental y el deterioro de la política, piensa Frazen. “La gente tiene miedo de que nos inunden los refugiados del sur, y cuando las personas tienen miedo, no piensan de un modo racional. Yo he perdido la fe en el progreso y en el poder de la razón y en que la razón hace al mundo mejor”, expresa.
Y aunque sus novelas suelen iluminar los conflictos profundos de Estados Unidos a través de su mirada hiperrealista a la familia, Franzen se siente lejos de la idea del autor socialmente responsable, idea que abrazó en sus inicios. “Mi objetivo principal no es representar nada, sino contar una buena historia, y para mí, como novelista, eso implica personajes grandes, complejos. Gravito hacia las estructuras familiares, porque ahí está el calor, la energía, ahí yo puedo llegar al corazón de cada personaje. Tengo una creencia casi mística en que todo el mundo se refleja en cada uno de nosotros, y si describes totalmente a una persona en un lugar y momento determinado, el mundo quedará reflejado en las preocupaciones, ansiedades y creencias de ese personaje, como si el mundo se reflejara en una pequeña gotita de agua”.
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