Despedida a la Francesa, de Patrick deWitt (Anagrama)

Frances, una bella y elegante viuda de Manhattan, tenía un plan: “Mi plan era morirme antes de que se me acabara el dinero”. Pero ahora, tras liquidar sus propiedades, va en un crucero a Francia. “En cierto modo es como una jubilación”, dice mirando al Pequeño Frank, su gato. “Aunque no, porque yo nunca he trabajado, de manera que no me puedo jubilar. Y además, ¿quién se jubila después de perder todo su dinero?”. Tras agotar la herencia de su marido, a los 65 años Frances huye a París con Malcolm, su hijo adulto que aun vive con ella como niño rico, y el Pequeño Frank. Con fama de viuda negra, Frances está convencida de que el espíritu de su marido vive en el cuerpo de la mascota. Y cuando este se escapa, van en su busca junto a una galería de personajes salidos del cine de Wes Anderson. Una comedia cargada de ingenio, ironía y personajes estrafalarios.

Nuevos Nombres de Dios, de Venancio Lisboa (Overol)

“Venancio Lisboa es un artista maduro que figura entre los jóvenes solamente porque se ha hecho conocer en los últimos años. Su obra es reflejo de una personalidad estructurada, es decir, él es un poeta que sabe lo que piensa, que entiende lo que cree y que por lo tanto opera con una cultura, a través de una formación definida”, anotaba Jorge Elliot en su Antología Crítica de la Nueva Poesía Chilena (1957). Vinculado a la generación del 50, Lisboa fue un poeta creyente, y esta nueva selección se articula en torno a su poema Nuevos nombres de Dios, el que indaga en los sentidos de la palabra Dios y en sus resonancias musicales y semánticas. La edición añade una muestra de poemas que reflexionan en torno a la muerte, la conciencia y el amor, así como un  ensayo de Felipe Cussen sobre los bordes místicos de su obra.

Enseñando a Sentir, de Macarena García (Metales Pesados)

En Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, esa colección de biografías de mujeres notables, las autoras recogen una frase de la tenista Serena Williams: “Soy fascinante. Sonrío mucho. Gano mucho. Y, además, soy muy sexy”. La frase le permite a Macarena García preguntarse por el discurso detrás de libros para niñas, un feminismo liberal que no parece interesado en generar cambios estructurales como en aumentar la participación de las mujeres en el poder. Del mismo modo, los cuentos para niños que se atreven a ser diferentes buscan que valoren “la diferencia”, pero no promueven una mirada crítica. Con el subtítulo Repertorios éticos en la ficción infantil, el ensayo analiza las emociones y los valores asociados a libros y películas del género y de qué modo construyen significados y forman sensibilidades.

Milo el Milodón, de Fabián Rivas (SM)

Milo, el joven milodón de la Patagonia, se cruzó con dos mastodontes. Se acercó a ellos tratando de disimular su temor: era la primera vez que se alejaba de su cueva. Milo les preguntó si habían visto a Molo, su padre, el valiente milodón que llevaba un día sin volver a casa. Le dijeron que se había ido por el valle, pero que fuera con cuidado: la zona “está llena de dientes de sable que andan buscando comida”. Los temores volvieron a estremecer a Milo, quien se había negado a acompañar a su padre cada vez que él lo invitaba a ir de caza. Milo prefería quedarse jugando y retozando en torno a la cueva. Ahora, con el inicio del tiempo frío, Milo se sentía obligado a salir a un mundo desconocido para encontrar a su padre. Una sencilla fábula sobre el valor y el amor filial, narrada con amables y coloridas ilustraciones.