Agathe, de Anne Cathrine Bomann (Anagrama)

A los 71 años, el sicoanalista se prepara para recibir los últimos pacientes en su consulta, a las afueras de París. Está a meses de jubilarse. Por eso cuando Agathe Zimmerman, una joven de ascendencia alemana, quien sufre de trastorno maníaco y tendencias suicidas, llama a su consulta, el doctor responde que no puede tratarla. Pero ella insiste, llega a su oficina y, a regañadientes, el siquiatra comienza a escucharla. “He venido”, le dice ella, “porque he vuelto a perder las ganas de vivir”. De esta forma comienza la relación entre ambos: dos veces por semana Agathe va a su consulta, y de un modo imperceptible y silencioso esos encuentros comienzan a remover las emociones y la vida del sicoanalista. “Porque, aunque seguía repitiéndome que Agathe representaba un engorro y que jamás debería haber venido, ¿no era a la vez cierto que había empezado a disfrutar de nuestras conversaciones?”, se pregunta él en esta delicada novela.

La Oficina del Agua, de Simón Ergas (Alquimia)

Abel Prieto no rehuía los conflictos. Pero a diferencia de su madre, él no se hacía parte: estudiaba la situación y el terreno para tomar distancia, sin ofrecer soluciones para avanzar. Esa actitud lo convirtió “en un gran burócrata y el mejor de la Oficina de Correos”, escribe Simón Ergas en La Oficina del Agua. En un mundo de contornos distópicos, afectado por una sequía catastrófica, donde incluso está prohibido llorar, el agua es un privilegio de pocos. Hasta los 9 años, el protagonista vivió con su madre y su padre-abuelo en el campo. A su muerte fue enviado a la ciudad y a los 18 años se convirtió en un Sujeto de Deuda, y ahora se dispone a presentar un reclamo en la Oficina del Agua. Pero sus intenciones chocan con una burocracia tecnologizada y monstruosa, en un sombrío sistema de control y vigilancia que recuerda a Kafka. Un mundo árido y asfixiante narrado con imaginación e ironía.

La Popular Pan, de Tadeo Castelvero (Zig-Zag)

Cuidaba a su hija por las mañanas y por las tardes aprendía a hacer pan. Corría 2015 y Tadeo Castelvero preparaba un giro en su vida: desde el mundo del cine al universo de la masa madre. Amasó, vio tutoriales, leyó libros, probó, se equivocó, y comenzó a hornear. Uno, dos, diez, y de pronto su casa estaba llena de panes. Vendió entre amigos, consiguió un horno, instaló un carrito y finalmente, después de nuevos aprendizajes y con el dinero del seguro de desempleo, abrió su primer local. Con el apoyo de familia y amigos, en 2016 abrió La Popular Pizza y Pan. En estas páginas, el autor cuenta la historia de su exitoso taller de pan y comparte las recetas de algunas de sus masas más populares. “Quienes amamos el pan -escribe- somos parte de una tradición que trasciende países, generaciones y técnicas, y entendemos la importancia de transmitir lo aprendido”.

El Zorro Chuleta, de Sol Undurraga y Mujer Gallina (Cataplum Libros)

En la fiesta está el mapache Kramer, el mono Teo y los ratones Jonson, Renata y Rockyfeler. También la panda Marroki y Welt, el elefante. El zorro Chuleta miraba desde lejos y “se le hacía agua la boca… pero de ganas de música, fiesta y amigos”. Chuleta era un zorro inusual: a diferencia de los otros miembros de su especie, prefería los libros, las sandías y las fiestas. De modo que cuando supo de la fiesta en el Valle de los Veganos, partió feliz, si bien tenía una duda: ¿cómo lo haría para no asustar a conejos ni a gallinas? “Un zorro no podría llegar así como así a un valle lleno de animales”, piensa. Con ilustraciones de grandes dimensiones, que recuerdan a los dibujos de los niños en el colegio, el libro cuenta una historia visual en torno a la diferencia y la tolerancia.