La Casa Gucci y un viaje por sus aciertos, sombras y polémicas

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Lady Gaga, Adam Driver y Al Pacino encabezan el reparto del nuevo filme de Ridley Scott, una extensa película que ya llegó a salas chilenas y sigue la trama de romance, crimen y codicia que definió parte de la historia del imperio Gucci entre los años 70 y 90.


Sus opiniones más difundidas del último tiempo han sido su nueva ofensiva en contra de las superproducciones de superhéroes y la culpa que le endosó a los millennials (y al apego a los celulares) por el desastre en taquilla de El último duelo, además de los primeros detalles que proporcionó en torno a una nueva serie de Blade Runner.

Sin nada de escandalosa, probablemente la expresión que mejor define el presente de Ridley Scott es una que le entregó a The New York Times hace dos semanas: “Si recibes algún tipo de golpe, no dejas que te afecte. Si te gusta lo que hiciste, sigues adelante”.

Califica como franca y sencilla explicación para aquellos que se preguntan con inocencia por qué, a sus 83 años, el director británico sigue un frenético ritmo de trabajo y continúa acumulando nuevos proyectos en cine y televisión, como productor ejecutivo y realizador (lo más inminente es que en enero comienza a filmar un biopic sobre Napoleón con Joaquin Phoenix en el rol central).

FILE PHOTO: Cast members attend the Premiere of the film 'House of Gucci' at Jazz at Lincoln Center in New York City, New York
Ridley Scott junto a los actores de La Casa Gucci. Foto: Reuters/Eduardo Munoz/File Photo

Tras estrenar la excelente El último duelo en octubre, Scott mantiene el tranco presentando una nueva película protagonizada por estrellas y basada en una historia real plagada de condimentos a estrujar. Si antes montó una irregular épica en torno a Cristóbal Colón (1492, 1992), luego ejecutó una enérgica cinta a partir de una fatal operación estadounidense en Somalia (La caída del halcón negro, 2001) y recientemente revivió el secuestro del nieto del magnate del petróleo J. Paul Getty (Todo el dinero del mundo, 2017), esta vez explora los vericuetos y fisuras del clan Gucci entre fines de los 70 y la primera mitad de los 90.

En su segundo protagónico en el cine después de Nace una estrella (2018), La casa Gucci le concede a Lady Gaga el papel de Patrizia Reggiani, una joven hija de un dueño de una empresa de camiones que un día conoce de casualidad a Maurizio Gucci (Adam Driver), uno de los herederos del imperio de la entonces mítica pero anquilosada firma de moda. Retraído y sin demasiadas ínfulas, el joven se concentra en sus estudios de Derecho en vez de preocuparse de la compañía familiar, cuyos destinos son regidos por su padre (Jeremy Irons) y su tío Aldo (Al Pacino), dos dinosaurios sin planes de ceder el liderazgo.

La flamante pareja se enamora y contrae matrimonio pese a recibir el rechazo del papá de él, quien desconfía de las intenciones de la mujer. Con el paso del tiempo los hechos se decantan y la ambiciosa Patrizia insta a su marido a que eche pie atrás y se apodere sin vacilaciones del rol que le corresponde en la sucesión. Su primo Paolo (Jared Leto), el otro posible candidato, simplemente no es opción seria para ninguno de los veteranos a la cabeza del imperio.

Basado en el libro de no ficción de 2000 de Sara Gay Forden, The house of Gucci: A sensational story of murder, madness, glamour, and greed, el filme –ya en cines locales– despliega ese entramado con habilidad, a través de reuniones familiares, la vida privada de Patrizia y Maurizio, e hitos ineludibles de la compañía, un elefante que por años se negó a actualizarse a los nuevos tiempos.

El quiebre se produce cuando existe un cambio en la propiedad de Gucci y los objetivos de la pareja principal inevitablemente se disocian. En ese instante a la cinta le pasa la cuenta su indecisión al momento de establecer el punto de vista.

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El elenco principal de la película. Foto: Courtesy of Metro Goldwyn Mayer Pictures Inc.

¿Es toda la película una excusa para desatar el histrionismo de Lady Gaga? Podría serlo. Hace un buen trabajo dando rienda suelta a una batería de tics y un ímpetu dramático que traspasa la pantalla, fruto de una actuación de método que la llevó a vivir nueve meses como Patrizia fuera y dentro del set. Pero, sobre todo en su tramo final, el largometraje comete el error de privarla del tipo de protagonismo que podría ayudar a escarbar en sus motivaciones, un ángulo fundamental a la luz del trágico desenlace del caso real.

¿Subterráneamente, es ante todo un relato del ascenso y caída del hombre encarnado por Adam Driver? Es algo más efectiva en ese carril, aunque por muchos pasajes se ve excesivamente opacado por la presencia de Gaga y la diferencia de decibeles frente al resto de los personajes. Bajo infinitas capas de maquillaje y prostéticos, Jared Leto da vida a uno de los papeles más insólitos del último tiempo, como un miembro de la familia Gucci de look e intereses incomprendidos que silba cada palabra que sale de su boca. Su transformación puede lucir lograda, pero le aporta extravagancia y poco más al filme.

Por el contrario, en varios de los momentos en que irrumpe Al Pacino la cinta pareciera acercarse al cruce de ferocidad, agudeza e ironía que convierte este tipo de historias en obras memorables. El octogenario actor –en estado de gracia luego de El Irlandés– entiende como pocos la naturaleza inmensa y miserable detrás de los personajes que está retratando Scott. Pero una golondrina no hace verano, y lo que prevalece en la segunda mitad del relato es un ciclo de acciones que carecen de un componente humano sólido y donde el punto de vista se balancea de un lado a otro sin un piso definido. Y sus casi dos horas 40 de duración se hacen sentir.

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Adam Driver y Lady Gaga en el filme. Foto: Fabio Lovino. © 2021 Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc. All Rights Reserved.

Fuera de pantalla, la verdadera Patrizia Reggiani (condenada a 29 años de prisión por el crimen de Maurizio Gucci en 1995) criticó a Lady Gaga porque no quiso contactarla y reunirse con ella antes de interpretarla en el largometraje. A su vez, la cantante explicó su actuación de método como una respuesta a la pandemia (“no tenía ninguna interacción con el mundo más que con los actores y mi director”, señaló) y detalló que para completar la evolución de su personaje a lo largo del relato se inspiró en el comportamiento de tres animales distintos: gato, zorro y pantera.

Todas esas anécdotas son externas a la pantalla, pero rivalizan con el interés que genera la propia película, una cinta que sigue un trayecto de más a menos y, aunque no califica como fallida, sabe a despilfarrar una historia poderosa.

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